Si exceptuamos ensayos y cartas diversas, El anillo y el libro es el mejor recurso para entender cuál era la concepción artística de R. Browning. El último libro, de los XII en que se divide, termina con estos versos: ¿Por qué tomar la vía artística para probar sólo esto?
Porque es la gloria y la bondad del Arte,
que el Arte siga siendo la única vía posible
de decir la verdad, para bocas como la mía al menos.
¡Cómo mirar a un hermano en la cara y decir
"¡Tu bien está errado, ojos tienes mas no ves,
tus orejas rellenas y taponadas, a pesar de su longitud,
y, oh, la necedad que tú tomaste como fe!".
Decir esto tan argentinamente como la lengua pueda,
todavía puede soportarse la ira del hombre,
la sacudida de hombros, sus desengañados ojos
no son tan malos de aguantar; pero aquí está la plaga,
que todo este problema viene de decir la verdad,
la cual verdad, cuando lo alcanza, luce falsa,
parece ser exactamente la cosa que reemplaza,
no reconocible siquiera por quien la soltó,
mientras que la falsedad habría hecho la obra de la verdad.
Pero el Arte, en el cual el hombre no habla al hombre en modo alguno
solamente a la humanidad, el Arte puede decir una verdad
oblicuamente, hacer aquello que ha de engendrar el pensamiento,
no agraviar al pensamiento, faltando la palabra mediadora.
Podéis así pintar vuestra pintura, mostrar la verdad dos veces,
más allá de la mera imaginería en la pared,
así, nota por nota, extraéis música de vuestra mente,
más profundo de lo que alguna vez se hundió el Andante,
así escribir un libro significará, más allá de lo hechos,
satisfacer el ojo y además salvar el alma.
Browning comparte la concepción del poeta como vidente, como profeta, como portador de la verdad que tomó fuerza durante el romanticismo, continuó durante el posromanticismo (Baudelaire, Rimbaud...) y todavía hoy comparten otros muchos creadores.
***