viernes, 3 de febrero de 2017

VENUS, UN PLANETA POCO AFECTUOSO

Viernes (Veneris dies), el día de Venus 

Bernard de Fontanelle (1657-1757) fue, tal vez, el primer divulgador científico. Filósofo, poeta, matemático, ilustrado ilustre, intentó hacer asequible a toda la población los conocimientos científicos de la época. En su obra Conversaciones sobre la pluralidad de los mundos nos dejó esta fantasiosa perla sobre los habitantes del planeta Venus: Se parecen a los moros de Granada: gente pequeña y morena, quemada por el Sol, llenos de ingenio y fuego, siempre enamorados, escribiendo versos, organizando festivales, bailes y torneos todos los días.

Sin duda una visión muy adecuada para una planeta que lleva el nombre de la diosa del amor y la belleza. Todo muy tópico y muy del gusto de las fantasías del género masculino sobre el amor y sus costumbres. Donde ya estuvo más afinado fue en eso de la piel "quemada", y es que hoy sabemos que la atmósfera venusina se compone básicamente de dióxido de carbono y que la temperatura de la superficie alcanza los 480º. Algo más parecido a la imagen tópica del infierno que a la de un paraíso amoroso.
Fuente: NASA
Venus no es precisamente un lugar amable para la vida. Está rodeado de una densa capa de nubes formada mayoritariamente por gotitas de ácido sulfúrico que producen una lluvia ácida de lo más desagradable para estar paseando. Además, los vientos soplan a velocidades de 300 km/h y tiene una presión altísima —90 veces mayor que la de nuestro planeta—. Todo ello hace que Venus sea un planeta muy poco parecido a la Tierra, a pesar de encontrarse a una distancia del Sol aparentemente adecuada para la vida.

Fuente: Wikipedia
Gracias a las expediciones Mariner, Venera, Pioner y Magallanes, en la actualidad disponemos de un conocimiento relativamente detallado del planeta. Sabemos que tiene una intensa actividad volcánica; que hay ríos de lava de hasta 80 km de longitud; que todavía, y a pesar de la enorme actividad geológica, conserva cráteres de impacto; que carece de campo magnético; o que posee un rotación retrógada —gira en el sentido contrario al que lo hacen los demás planetas—, con lo que se produce la curiosidad de que un día en Venus equivale a 243 días terrestres, mientras que un año dura tan solo 225 días.

Y una última curiosidad: La Unión Astrómica Internacional decidió en su momento que los nombre de los elementos geológicos y geográficos del planeta tuvieran nombres femeninos. Así tenemos la meseta Ishtar, la planicies Atalanta y Lavinia, el cráter Billie Holiday —la lista completa de cráteres la tenéis aquí—. Hay, sin embargo, una excepción: el Monte Maxwell, 11.000m. Ignoro el porqué.


jueves, 2 de febrero de 2017

MISCELÁNEA DE DIVULGACIÓN CIENTÍFICA

La fórmula divulgación+humor ha probado su eficacia desde que la humanidad ha sido capaz de comunicar. Se acoge más fácilmente un mensaje que provoque nuestra sonrisa que otro en el que el gesto adusto y la mirada circunspecta sean su materia de transmisión. 

La plataforma Naukas y sus eventos anuales son suficientemente conocidos en el ámbito de la divulgación científica. Hoy por hoy, hasta donde yo conozco, forman el equipo más divertido dedicado a la divulgación, capaces de organizar jornadas en las que colaboran decenas de investigadores. Valga de ejemplo la convocatoria  Naukas Coruña 2017, con un programa de lo más sugestivo sobre el universo. La entrada es libre, pero es necesario registrarse. 

Sin formar una plataforma, pero constituyendo un buen equipo, Alberto Márquez, Clara Grima y Enrique Fernández-Borja emiten en sevillawebradio.com desde hace tiempo. Luego fueron alojando los audios (podcats) en un almacén y ahora disponen de todo tipo de herramientas donde podemos encontrarlos bajo el nombre de Los tres chanchitos, canal YouTube incluido.

La química del siglo XXI es obra del profesor e investigador Justo Giner. Ahí da noticia de eventos, libros, investigaciones y todo tipo de curiosidades relacionadas con la Química. Y como no podía faltar el humor, tiene toda una sección dedicada a ello. Un ejemplo: 


Sb2O4: “ese be dos o cuatro” = Ese ve dos o cuatro
AI2BO4: “a i dos be o cuatro” => Hay dos, veo cuatro

***
Como diría Paul Éluard, hay más mundos (muchíiiiisimos más), pero están en este. Que tengáis un divertido jueves.

miércoles, 1 de febrero de 2017

A PROPÓSITO DE NIETZSCHE, VALLEJO Y LA POESÍA

Tal vez ningún texto haya contribuido tanto al descrédito de la poesía romántica, de inspìración trascendente, de nostalgia de los paraísos perdidos, de la sobresaturación del subjetivismo y de la originalidad vacía de realidad, como el capítulo que Nietzsche dedica a los poetas en la segunda parte de Así habló Zaratustra. Todo el capítulo es una alusión a los versos con los que se cierra la obra más importante de Goethe, Fausto:


Todo lo perecedero
Es sólo un símbolo.
Lo inaccesible
Se hace aquí acontecimiento.
Lo indescriptible
Se ha hecho aquí;
Lo eterno-femenino
Nos arrastra hacia lo alto.

El primer párrafo del filósofo alemán es toda una declaración de guerra: 

Desde que conozco mejor el cuerpo, —dijo Zaratustra a uno de sus discípulos— el espíritu no es ya para mí más que un modo de expresarse; y todo lo ‘imperecedero’ es también sólo un símbolo.

Pero por si a alguien no le ha quedado clara la alusión ni el hastío que siente ante esa forma de entender la vida y de manifestarse, un par de páginas más adelante lo expresará con meridiana claridad:

¡Ay, existen demasiadas cosas entre el cielo y la tierra con las cuales sólo los poetas se han permitido soñar! Y, sobre todo, por encima del cielo: ¡pues todos los dioses son un símbolo de poetas, un amaño de poetas!

En verdad, siempre somos arrastrados hacia lo alto —es decir, hacia el reino de las nubes: sobre éstas plantamos nuestros multicolores peleles y los llamamos dioses y superhombres:— 

¡Pues son justamente bastante ligeros para tales sillas! —todos esos dioses y superhombres. 

¡Ay, qué cansado estoy de todo lo insuficiente, que debe ser de todos modos acontecimiento! ¡Ay, qué cansado estoy de los poetas!

Habrá que volver a repetir las palabras del gran César Vallejo y reclamar la "inspiración humana", para ver si la poesía se olvida de una vez y para siempre de tanto espíritu vacío y de tanto pensamiento esotérico y dulzón, que no hace nada más que entorpecer la apreciación de lo humano y envolver en vapores de falso misticismo cuanto somos. Así denunciaba la situación el peruano.

Acuso a mi generación de impotente para crear o realizar un espíritu propio, hecho de verdad, de vida, en fin, hecho de sana y auténtica inspiración humana. 

          Contra el secreto profesional, 1927.

Pues eso.

martes, 31 de enero de 2017

EL CIELO NOCTURNO, FEBRERO 2017

HEMISFERIO NORTE

HEMISFERIO SUR


  • Planetas: Mercurio apenas es visible los primeros días del mes antes de la salida del Sol en el horizonte SE. Venus alcanza su máximo brillo anual y es visible en el horizonte OSO hasta un par de horas después de que llegue la noche cerrada. Marte es visible durante la primera parte de la noche, por encima de Venus, en el horizonte OSO. Júpiter es visble desde la medianoche en que aparece por el E en la constelación de Virgo. Saturno es visible al final de la noche en el horizonte SE. a comienzos del mes está en Ofiuco y pasa a Sagitario a finales de mes. Urano puede localizarse fácilmente con prismáticos el día 26 porque estará situado a 0,5º de Marte.
    Urano y Marte el 26 de febrero. Fuente: Stellarium.org
    Luna: llena, el día 11; nueva, el 26. La noche del 10 al 11 se producirá un eclipse penumbral de la misma, lo que significa que tendrá una pequeña disminución de luminosidad.
  • Eclipse solar anular: el día 26. Es visible en el sur de América y de África. En la mitad meridional de Sudamérica y la zona suroccidental de África podrá verse como eclipse parcial.
  • EEI: Para comprobar dónde y cuándo es visible la Estación Espacial Internacional acudid a este enlace.                            
¡Feliz observación!

lunes, 30 de enero de 2017

ANTONIO GAMONEDA, ANTOLOGÍA POÉTICA

Me llega desde el sur un regalo en forma de libro que aprecio doblemente: por el autor y por el formato —gracias, tocayo—. En realidad, lo que esta antología contiene no añade ningún poema nuevo a la publicación de Esta luz, pero la edición es tan agradable, el tamaño tan cómodo y manejable, la selección tan acertada y coherente, y la introducción de Tomás Sánchez Santiago tan ajustada y eficaz, que todo ello contribuye a convertir el libro en un objeto bello y valioso.

Antonio Gamoneda es, sin duda, una de las voces más originales de la poesía española actual. Maestro hecho a sí mismo, al margen de corrientes, escuelas y cenáculos, ha conseguido una obra que crece en importancia con el paso del tiempo, cada vez más admirada dentro y fuera del ámbito de la lengua castellana. Como Sánchez Santiago nos recuerda en la introducción, el caso Gamoneda es insólito en los usos habituales del mundo literario español. No se encuentra con facilidad por estos lares un poeta cuya identidad está, antes que nada, en su escritura. 

Muchos son los méritos de la obra de Gamoneda, algunos de ellos muy bien resaltados por los estudios críticos que empiezan a abundar y que, no me cabe duda, irán en aumento. En cualquier caso, lo mejor que podemos hacer con un poeta, es leer su obra. Esta antología, que no es precisamente nueva, es una estupenda invitación para que nos adentremos en ella.

Aquí una muestra:

La luz hierve debajo de los párpados.

De un ruiseñor absorto en la ceniza, de sus negras entrañas musicales, surge una tempestad. Desciende el llanto a las antiguas celdas, advierto látigos vivientes.

y la mirada inmóvil de las bestias, su aguja fría en micorazón.

Todo es presagio. La luz es médula de sombra: van a morir los insectos en las bujías del amanecer. Así

arde en mí los significados.

             Arden las pérdidas, 2003.

***
Algunas direcciones de interés:

domingo, 29 de enero de 2017

GABRIEL FERRATER

Para quienes gustáis de la biografía, de la anécdota, del detalle y del contexto, tal vez no haya mejor manera de aproximarse a Gabriel Ferrater que la biografía que le dedicó Mª Ángeles Cabré en la colección Vidas literarias, de la editorial Omega. La exagerada vida del escritor se presta a ser contada.


En cuanto a su obra poética, Mujeres y días recoge lo sustancial de la misma. Las traducciones son obra de Gimferrer, J. A. Goytisolo y J. Mª Valverde, sin duda más que solventes, pero a mí la que más me gusta es la que Joan Margarit y Pere Rovira realizaron para la editorial Alianza de In memorian y Poema inacabado.

Más allá de los libros, y antes, durante o después de liarse con sus versos, resulta imprescindible el documental de La 2, del que ya di noticia hace un par de años y por donde desfilan las personas que compartieron tiempo e inquietudes con él. No dejéis de verlo.



La breve colección para la tertulia del próximo día 10, ya está disponible. Este poema es el último que aparece en ella:

VOCES BAJAS

Una de aquellas voces que jamás quisiéramos
escuchar en nosotros, va diciendo
que gasté demasiado a causa de ella.
Es verdad, y por eso me da miedo
y la odio un poco. Soy injusto
y me pesa. Pero aún más interior,
me asegura otra voz que este gran yerro
sólo yo me lo acuso. Si ella lo conociera
nada le costaría perdonarme.

sábado, 28 de enero de 2017

POESÍA, VERDAD Y CONOCIMIENTO

El poeta no escribe en principio para nadie y escribe de hecho para una inmensa mayoría, de la cual es el primero en formar parte. Porque a quien en primer lugar tal conocimiento se comunica es al poeta en el acto mismo de la creación.
J. A. VALENTE, Conocimiento y comunicación

Yo diría que en la actualidad casi nadie pone en duda que las manifestaciones artísticas son capaces de acercarnos al conocimiento. Diría también que, una vez superada la fascinación por el progreso científico-técnico, hay maneras distintas de aproximarnos al conocimiento de la realidad y que ninguna de ellas debe ser excluida si queremos disponer de una visión amplia y profunda de esa entidad absoluta llamada mundo.

Ahora bien, lo que la poesía puede hacer por darnos noticia de él y acercarnos a su conocimiento, no es lo mismo que lo que puede hacer una disciplina científica. No obstante, ambas son necesarias. Parecen perogrulladas, porque el abismo que algunos —de ambos lados de las trincheras— contribuyeron a expandir entre ciencias y letras durante el siglo pasado ha ido fosilizando ciertas actitudes y opiniones que tienden a percibir esas dos esferas como opuestas. 

Desde luego, la poesía no es veraz en el sentido en que descubre una parte física del mundo, ni es veraz en el sentido en que demuestra tal y como pueden hacerlo las ciencias naturales, las matemáticas o la lógica. No es veraz porque no se ocupa de verdades lógicas, ni tiene un sentido pragmático, ni le corresponde esa parte del conocimiento que llamamos objetivo, excepto, tal vez, la poesía de Paul Celan.

Digamos que la poesía se ocupa de una verdad subjetiva, en el sentido que Kierkegaard le dio a esta expresión. Es decir, aquella que, sin tener valor científico, posee sentido y es portadora de racionalidad. Estas verdades personales no son cuestión de mera preferencia, sino que hacen alusión a modos de estar en el mundo, a actitudes y comportamientos ante la realidad que cualquiera puede compartir, discernir y analizar.

Más sencillo: la poesía —cualquier expresión artística, repito— puede ofrecernos pequeñas verdades subjetivas, de las que previamente no éramos conscientes, y que al ser leídas o escuchadas se nos revelan como verdades importantes, como fragmentos de la realidad que antes no habíamos tenido en cuenta y ahora descubrimos con absoluta nitidez. Cuando esto ocurre, estamos ante una obra maestra. 

La poesía, el arte, no puede enseñarnos procesos químicos, ni razonamientos matemáticos, pero puede acercarnos al conocimiento de nosotros mismos y de los demás en la medida en que nos muestra formas distintas de estar ante el mundo y de verlo. Nos revela de un golpe, a través de una metáfora, de un verso, algo que previamente desconocíamos y que tiene que ver siempre con nuestra relación con los demás o con nuestro estar estar en el mundo. 

Cuando recibimos ese fogonazo de luz, ese escalofrío emocional, ese aldabonazo de sentido y belleza (o de fealdad), estamos ante una gran obra. Es exactamente igual a cualquier otro descubrimiento de cualquier otro campo del saber, ya sea la genial intuición de Einstein, la de Darwin o la del más humilde Schopenhauer al concebir su sistema. La ventaja de la poesía es que no necesitamos apenas conocimientos previos para disfrutarla, ya que se hace con las palabras que toda la tribu utiliza.

***
Para ahondar en la idea o discrepar con ella:

viernes, 27 de enero de 2017

MAPA MUNDIAL INTERACTIVO DE ENFERMEDADES RARAS

https://www.diseasemaps.org/es/
Sufrir una enfermedad rara supone generalmente una doble dolencia: aguantarla y tener que vivir en un estado de singularidad no compartida. Desde hace poco tiempo, este padecimiento añadido al de la enfermedad puede ser aliviado gracias al Mapa mundial de enfermedades raras creado y gestionado por un equipo del que forman parte ingenieros, médicos y comunicadores.

La herramienta que han diseñado, y que es la primera en su género en todo el mundo, permite que las personas que padecen alguna de esas enfermedades no se sienta aislada, encuentre otras personas con su misma enfermedad, pueda compartir la experiencia y halle respuestas y consejos útiles para hacer frente a su dolencia con mayores garantías.

Además de permitir poner en contacto a personas que sufren el mismo mal, facilita hallar asociaciones o especialistas en la materia próximos al lugar de residencia, así como sumarse al proyecto a investigadores que puedan estar trabajando en ese campo y que todavía no hayan sido detectados.

La página, de momento, se puede consultar en siete idomas: alemán, checo, español, francés,  inglés, polaco y portugués.


jueves, 26 de enero de 2017

CARRUSEL, de Ioana Gruia

Ioana Gruia ganó el Premio Emilio Alarcos 2016 con el poemario Carrusel. De él he copiado este hermoso poema.


EL SEGUNDO PAÍS


Un hijo es el segundo país donde nacemos
L. GARCÍA MONTERO

Busco tu mano en la noche, 
tu minúscula mano,
tu mano de bebé, talismán mío,
para escapar de oscuros pensamientos:
del alba de los días laborables,
de la aterida sombra de su ausencia,
de los pliegues nocturnos donde aguarda
cada vez más seguro de sí mismo, 
cruel en su mansedumbre,
el fracaso
con su inquieto latir de animal preso.
Tú sonríes dormida,
me esperas 
del lado luminoso de la noche,
y ya no tengo miedo,
me proteges.


Podéis escuchar a Ioana Gruia en una lectura de sus propios versos en este audio que se grabó en el Museo Picasso de Málaga en septiembre del año pasado. Si os queréis ahorrar la presentación, id directamente al minuto 14.



lunes, 23 de enero de 2017

domingo, 22 de enero de 2017

CONTRA LA PENA DE MUERTE, 8

María Elena Walsh (1930-2011) publicó por primera vez el poema que reproduzco aquí en el diario Clarín (Buenos Aires), el 12 de septiembre de 1991. Hoy podéis encontrarlo en miles de sitios en internet.

Seguramente es el texto poético que mejor recoge el horror legal practicado por la humanidad a lo largo de su historia en sus diferentes modalidades. Leedlo con atención.


LA PENA DE MUERTE

Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos.

Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.

Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco.

Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.

Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la Justicia.

Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante.

Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre.

Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.

Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales.

Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.

Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.

Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos.

Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común.

A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas. 

***
Y para quien no conozca a la escritora, o para quien la conozca, pero quiera recordar su voz melódica y su pausado hablar, aquí os dejo este hermoso documental que realizaron Virna Molino y Ernesto Ardito en 2012.


sábado, 21 de enero de 2017

CONTRA LA PENA DE MUERTE, 7

Imagen tomada de Pontos de Vista
Ahora bien, por una infeliz contradicción de su naturaleza, ese hombre, que tiene en el don de la vida su única oportunidad de salvación terrena, que con tanto terror se aleja de la muerte que lo ronda día a día, siempre atenta a interrumpirle los sueños e iniciativas, que, ayudándose de todas las armas y ciencias, la combate a escala local y a escala mundial, en un esfuerzo titánico de conservación singular y plural, hizo de ella y hace todavía en muchos lugares de la tierra, instrumento de castigo. Electrocuta, decapita, fusila o ahorca en nombre de la justicia, en una ceguera que se extiende hasta la propia imagen de la potestad a la que dice servir, representada significativamente con los ojos vendados en los templos jurídicos. En un sadismo que no solo lo niega físicamente, sino que también arruina la majestuosa construcción ética que representa, el hombre cambia con ligereza la toga impoluta de magistrado por la sucia casaca de verdugo.

Miguel Torga (1907-1995) abrió con un discurso del que he entresacado este párrafo el Coloquio internacional comemorativo do centenario de aboliçao da pena de morte em Portugal. Era el 11 de septiembre de 1967, lo que quiere decir que Portugal fue uno de los primeros países en abolirla.

El texto completo podéis descargarlo en Dialnet (https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/174818.pdf).

viernes, 20 de enero de 2017

CONTRA LA PENA DE MUERTE, 6

No habrá paz durable, ni en el corazón de los individuos ni en las costumbres de las sociedades, hasta que la muerte no sea excluida de la ley.

Con estas palabras cierra Albert Camus uno de los trabajos más brillantes del siglo XX sobre la pena capital, Reflexiones sobre la guillotina, publicado en 1957, año en que le dieron el Premio Nobel

Lo editó por primera vez en castellano la casa argentina Emecé, en 1960. Bajo el título de La pena de muerte aparecían dos ensayos, el de Camus y Reflexiones sobre la horca, de Arthur Koestler. Ambos merecen ser leídos con detenimiento. Ambos conservan todavía, y por desgracia, una plena actualidad. Hoy se pueden encontrar editados por Capitán Swing.

Podéis leer el breve —45 páginas— e intenso ensayo de Camus, en traducción de Miguel Salahert, desde aquí.

jueves, 19 de enero de 2017

CONTRA LA PENA DE MUERTE, 5

Disponible en la BNE
Tomás Bernal y Lozano, abogado en la España del siglo XIX, publicó en 1855 este trabajo en el que reclamaba la abolición de la pena de muerte. Cada vez eran más las voces que desde los grupos relacionados con la actividad judicial pedían la desaparición de la pena capital. En él se puede leer lo siguiente:

¡Insensatos! ¿De qué os sirven los suplicios? Matáis al hombre, y no matáis al crimen.

Hay castigos más eficaces y más ejemplares que la muerte: el día que se impongan será una verdad la expiación, y la justicia dejará de ser una rebelión contra la justicia.

La pena de muerte es el instinto brutal de la justicia material, el instinto del brazo que se levanta y hiere a quien ha herido.

miércoles, 18 de enero de 2017

CONTRA LA PENA DE MUERTE, 4

Mariano José de Larra (1809-1837) fue uno de los primeros escritores españoles en criticar de manera pública la pena de muerte. En este artículo —disculpad la longitud de la entrada, pero no me ha parecido adecuado cortar nada— denuncia el sinsentido de la pena capital, que envilece a la sociedad que la practica y que, para colomo, la convertía en espectáculo público.

Apareció en la Revista Mensajero el 30 de marzo de 1835.



Un reo de muerte

Cuando una incomprensible comezón de escribir me puso por primera vez la pluma en la mano para hilvanar en forma de discurso mis ideas, el teatro se ofreció primer blanco a los tiros de esta que han calificado muchos de mordaz maledicencia. Yo no sé si la humanidad bien considerada tiene derecho a quejarse de ninguna especie de murmuración, ni si se puede decir de ella todo el mal que se merece; pero como hay millares de personas seudofilantrópicas, que al defender la humanidad parece que quieren en cierto modo indemnizarla de la desgracia de tenerlos por individuos, no insistiré en este pensamiento. Del llamado teatro, sin duda por antonomasia, dejeme suavemente deslizar al verdadero teatro; a esa muchedumbre en continuo movimiento, a esa sociedad donde sin ensayo ni previo anuncio de carteles, y donde a veces hasta de balde y en balde se representan tantos y tan distintos papeles.

Descendí a ella, y puedo asegurar que al cotejar este teatro con el primero, no pudo menos de ocurrirme la idea de que era más consolador éste que aquél; porque al fin, seamos francos, triste cosa es contemplar en la escena la coqueta, el avaro, el ambicioso, la celosa, la virtud caída y vilipendiada, las intrigas incesantes, el crimen entronizado a veces y triunfante; pero al salir de una tragedia para entrar en la sociedad puede uno exclamar al menos: «Aquello es falso; es pura invención; es un cuento forjado para divertirnos»; y en el mundo es todo lo contrario; la imaginación más acalorada no llegará nunca a abarcar la fea realidad. Un rey de la escena depone para irse a acostar el cetro y la corona, y en el mundo el que la tiene duerme con ella, y sueñan con ella infinitos que no la tienen. En las tablas se puede silbar al tirano; en el mundo hay que sufrirle; allí se le va a ver como una cosa rara, como una fiera que se enseña por dinero; en la sociedad cada preocupación es un rey; cada hombre un tirano; y de su cadena no hay librarse; cada individuo se constituye en eslabón de ella; los hombres son la cadena unos de otros.

De estos dos teatros, sin embargo, peor el uno que el otro, vino a desalojarme una farsa que lo ocupó todo: la política. ¿Quién hubiera leído un ligero bosquejo de nuestras costumbres, torpe y débilmente trazado acaso, cuando se estaban dibujando en el gran telón de la política, escenas, si no mejores, de un interés ciertamente más próximo y positivo? Sonó el primer arcabuz de la facción, y todos volvimos la cara a mirar de dónde partía el tiro; en esta nueva representación, semejante a la fantasmagórica de Mantilla, donde empieza por verse una bruja, de la cual nace otra y otras, hasta «multiplicarse al infinito», vimos un faccioso primero, y luego vimos «un faccioso más», y en pos de él poblarse de facciosos el telón. Lanzado en mi nuevo terreno esgrimí la pluma contra las balas, y revolviéndome a una parte y otra, di la cara a dos enemigos: al faccioso de fuera, y al justo medio, a la parsimonia de dentro. ¡Débiles esfuerzos! El monstruo de la política estuvo encinta y dio a luz lo que había mal engendrado; pero tras éste debían venir hermanos menores, y uno de ellos, nuevo Júpiter, debía destronar a su padre. Nació la censura, y heme aquí poco menos que desalojado de mi última posición. Confieso francamente que no estoy en armonía con el reglamento; respétole y le obedezco: he aquí cuanto se puede exigir de un ciudadano, a saber, que no altere el orden; es bueno tener entendido que en política se llama «orden» a lo que existe, y que se llama «desorden» este mismo «orden» cuando le sucede otro «orden» distinto; por consiguiente, es perturbador el que se presenta a luchar contra el orden existente con menos fuerzas que él; el que se presenta con más, pasa a «restaurador», cuando no se le quiere honrar con el pomposo título de «libertador». Yo nunca alteraré el orden probablemente, porque nunca tendré la locura de creerme por mí solo más fuerte que él; en este convencimiento, infinidad de artículos tengo solamente rotulados, cuyo desempeño conservo para más adelante; porque la esperanza es precisamente lo único que nunca me abandona. Pero al paso que no los escribiré, porque estoy persuadido de que me los habían de prohibir (lo cual no es decir que me los han prohibido, sino todo lo contrario, puesto que yo no los escribo), tengo placer en hacer de paso esta advertencia, al refugiarme, de cuando en cuando, en el único terreno que deja libre a mis correrías el temor de ser rechazado en posiciones más avanzadas. Ahora bien, espero que después de esta previa inteligencia no habrá lector que me pida lo que no puedo darle; digo esto porque estoy convencido de que ese pretendido acierto de un escritor depende más veces de su asunto y de la predisposición feliz de sus lectores que de su propia habilidad. Abandonado a ésta sola, considérome débil, y escribo todavía con más miedo que poco mérito, y no es ponderarlo poco, sin que esto tenga visos de afectada modestia.

Habiendo de parapetarme en las costumbres, la primera idea que me ocurre es que el hábito de vivir en ellas, y la repetición diaria de las escenas de nuestra sociedad, nos impide muchas veces pararnos solamente a considerarlas, y casi siempre nos hace mirar como naturales cosas que en mi sentir no debieran parecérnoslo tanto. Las tres cuartas partes de los hombres viven de tal o cual manera porque de tal o cual manera nacieron y crecieron; no es una gran razón; pero ésta es la dificultad que hay para hacer reformas. He aquí por qué las leyes difícilmente pueden ser otra cosa que el índice reglamentario y obligatorio de las costumbres; he aquí por qué caducan multitud de leyes que no se derogan; he aquí la clave de lo mucho que cuesta hacer libre por las leyes a un pueblo esclavo por sus costumbres.

Pero nos apartamos demasiado de nuestro objeto; volvamos a él; este hábito de la pena de muerte, reglamentada y judicialmente llevada a cabo en los pueblos modernos con un abuso inexplicable, supuesto que la sociedad al aplicarla no hace más que suprimir de su mismo cuerpo uno de sus miembros, es causa de que se oiga con la mayor indiferencia el fatídico grito que desde el amanecer resuena por las calles del gran pueblo, y que uno de nuestros amigos acaba de poner atinadísimamente por estribillo a un trozo de poesía romántica:

                ¡Para hacer bien por el alma
                del que van a ajusticiar!

Ese grito, precedido por la lúgubre campanilla, tan inmediata y constantemente como sigue la llama al humo, y el alma al cuerpo; este grito que implora la piedad religiosa en favor de una parte del ser que va a morir, se confunde en los aires con las voces de los que venden y revenden por las calles los géneros de alimento y de vida para los que han de vivir aquel día. No sabemos si algún reo de muerte habrá hecho esta singular observación, pero debe ser horrible a sus oídos el último grito que ha de oír de la coliflorera que pasa atronando las calles a su lado.

Leída y notificada al reo la sentencia, y la última venganza que toma de él la sociedad entera, en lucha por cierto desigual, el desgraciado es trasladado a la capilla, en donde la religión se apodera de él como de una presa ya segura; la justicia divina espera allí a recibirle de manos de la humana. Horas mortales transcurren allí para él; gran consuelo debe de ser el creer en un Dios, cuando es preciso prescindir de los hombres, o, por mejor decir, cuando ellos prescinden de uno. La vanidad, sin embargo, se abre paso al través del corazón en tan terrible momento, y es raro el reo que, pasada la primera impresión, en que una palidez mortal manifiesta que la sangre quiere huir y refugiarse al centro de la vida, no trata de afectar una serenidad pocas veces posible. Esta tiránica sociedad exige algo del hombre hasta en el momento en que se niega entera a él; injusticia por cierto incomprensible; pero reirá de la debilidad de su víctima. Parece que la sociedad, al exigir valor y serenidad en el reo de muerte, con sus constantes preocupaciones, se hace justicia a sí misma, y extraña que no se desprecie lo poco que ella vale y sus fallos insignificantes.

En tan críticos instantes, sin embargo, rara vez desmiente cada cual su vida entera y su educación; cada cual obedece a sus preocupaciones hasta en el momento de ir a desnudarse de ellas para siempre. El hombre abyecto, sin educación, sin principios, que ha sucumbido siempre ciegamente a su instinto, a su necesidad, que robó y mató maquinalmente, muere maquinalmente. Oyó un eco sordo de religión en sus primeros años y este eco sordo, que no comprende, resuena en la capilla, en sus oídos, y pasa maquinalmente a sus labios. Falto de lo que se llama en el mundo honor, no hace esfuerzo para disimular su temor, y muere muerto. El hombre verdaderamente religioso vuelve sinceramente su corazón a Dios, y éste es todo lo menos infeliz que puede el que lo es por última vez. El hombre educado a medias, que ensordeció a la voz del deber y de la religión, pero en quien estos gérmenes existen, vuelve de la continua afectación de despreocupado en que vivió, y duda entonces y tiembla. Los que el mundo llama impíos y ateos, los que se han formado una religión acomodaticia, o las han desechado todas para siempre, no deben ver nada al dejar el mundo. Por último, el entusiasmo político hace veces casi siempre de valor; y en esos reos, en quienes una opinión es la preocupación dominante, se han visto las muertes más serenas.

Llegada la hora fatal entonan todos los presos de la cárcel, compañeros de destino del sentenciado, y sus sucesores acaso, una salve en un compás monótono, y que contrasta singularmente con las jácaras y coplas populares, inmorales e irreligiosas, que momentos antes componían, juntamente con las preces de la religión, el ruido de los patios y calabozos del espantoso edificio. El que hoy canta esa salve se la oirá cantar mañana.

Enseguida, la cofradía vulgarmente dicha de la Paz y Caridad recibe al reo, que, vestido de una túnica y un bonete amarillos, es trasladado atado de pies y manos sobre un animal, que sin duda por ser el más útil y paciente, es el más despreciado, y la marcha fúnebre comienza.

Un pueblo entero obstruye ya las calles del tránsito. Las ventanas y balcones están coronados de espectadores sin fin, que se pisan, se apiñan, y se agrupan para devorar con la vista el último dolor del hombre.

–¿Qué espera esta multitud? –diría un extranjero que desconociese las costumbres–. ¿Es un rey el que va a pasar; ese ser coronado, que es todo un espectáculo para un pueblo? ¿Es un día solemne? ¿Es una pública festividad? ¿Qué hacen ociosos esos artesanos? ¿Qué curiosea esta nación?
Nada de eso. Ese pueblo de hombres va a ver morir a un hombre.

–¿Dónde va?
–¿Quién es?
–¡Pobrecillo!
–Merecido lo tiene.
–¡Ay!, si va muerto ya.
–¿Va sereno?
–¡Qué entero va!

He aquí las preguntas y expresiones que se oyen resonar en derredor. Numerosos piquetes de infantería y caballería esperan en torno del patíbulo. He notado que en semejante acto siempre hay alguna corrida; el terror que la situación del momento imprime en los ánimos causa la mitad del desorden; la otra mitad es obra de la tropa que va a poner orden. ¡Siempre bayonetas en todas partes! ¿Cuándo veremos una sociedad sin bayonetas? ¡No se puede vivir sin instrumentos de muerte! Esto no hace por cierto el elogio de la sociedad ni del hombre.

No sé por qué al llegar siempre a la plazuela de la Cebada mis ideas toman una tintura singular de melancolía, de indignación y de desprecio. No quiero entrar en la cuestión tan debatida del derecho que puede tener la sociedad de mutilarse a sí propia; siempre resultaría ser el derecho de la fuerza, y mientras no haya otro mejor en el mundo, ¿qué loco se atrevería a rebatir ése? Pienso sólo en la sangre inocente que ha manchado la plazuela; en la que la manchará todavía. ¡Un ser que como el hombre no puede vivir sin matar, tiene la osadía, la incomprensible vanidad de presumirse perfecto!

Un tablado se levanta en un lado de la plazuela: la tablazón desnuda manifiesta que el reo no es noble. ¿Qué quiere decir un reo noble? ¿Qué quiere decir garrote vil? Quiere decir indudablemente que no hay idea positiva ni sublime que el hombre no impregne de ridiculeces.

Mientras estas reflexiones han vagado por mi imaginación, el reo ha llegado al patíbulo; en el día no son ya tres palos de que pende la vida del hombre; es un palo sólo; esta diferencia esencial de la horca al garrote me recordaba la fábula de los Carneros de Casti, a quienes su amo proponía, no si debían morir, sino si debían morir cocidos o asados. Sonreíame todavía de este pequeño recuerdo, cuando las cabezas de todos, vueltas al lugar de la escena, me pusieron delante que había llegado el momento de la catástrofe; el que sólo había robado acaso a la sociedad, iba a ser muerto por ella; la sociedad también da ciento por uno: si había hecho mal matando a otro, la sociedad iba a hacer bien matándole a él. Un mal se iba a remediar con dos. El reo se sentó por fin. ¡Horrible asiento! Miré el reloj: las doce y diez minutos; el hombre vivía aún... De allí a un momento una lúgubre campanada de San Millán, semejante el estruendo de las puertas de la eternidad que se abrían, resonó por la plazuela; el hombre no existía ya; todavía no eran las doce y once minutos. «La sociedad –exclamé– estará ya satisfecha: ya ha muerto un hombre.»

martes, 17 de enero de 2017

CONTRA LA PENA DE MUERTE, 3

Concepción Arenal (1820-1893) fue una mujer preocupada en todo momento por mejorar la situación de los grupos y colectivos menos favorecidos. Esa inquietud y ese afán de justicia inmediatamente la llevaron a trabajar durante toda su vida a favor de la mujer y la consecución de la igualdad de derechos con el hombre, por un lado; por otro, a intentar mejorar la situación inhumana en que se encontraban los presos en las cárceles del siglo XIX.

En su trabajo El reo, el pueblo y el verdugo o la ejecución pública de la pena de muerte (1867), como gran humanista que era, se puede leer, al comienzo de la tercer parte, este párrafo referido al ejecutor de la pena, normalmente siempre olvidado en las discusiones y análisis sobre la pena de muerte, al margen siempre en los debates de los especialista.

Meditando sobre la pena de muerte, es imposible no preguntar si no debe haber algún vicio en la teoría de una ley cuya práctica lleva consigo la creación de un ser que inspira horror y desprecio; de una criatura degradada, vil, siniestra, cubierta de una ignominia que no tiene semejante; de un hombre, en fin, que se llama el verdugo. Cuando la ley arroja así a la opinión un hombre, una generación de hombres, para que la opinión la odie y le escarnezca, ¿la ley no comete un atentado de lesa justicia, de lesa dignidad humana? Las leyes, como los hombres, deben pensar lo primero en no hacer mal; el hacer bien viene después, y muy lejos. Asombra cómo el legislador puede escribir sin vacilar: "Habrá un verdugo en cada Audiencia". Es decir, habrá un hombre degradado, vil y maldito, cuya proximidad inspira horror, cuyo trato da vergüenza, y cuyos hijo son viles y degradados, y malditos como él. Imagínese cualquiera lo que pensaría, lo que sentiría, lo que haría si hubiera nacido hijo del verdugo. No tendría más alternativa que aceptar resueltamente la horrible herencia de su padre y tomar su oficio, o huir avergonzado del que le dio el ser, procurando ocultar su ignominia, envidiando a los expósitos, y engañando a la mujer amada para que no le rechace con horror y con vergüenza.

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PS: Podéis ver un buen documental sobre su vida y su obra en este enlace.

lunes, 16 de enero de 2017

CONTRA LA PENA DE MUERTE, 2

Cesare Bonesana (1738-1794), más conocido como Cesare Beccaria, fue un ilustrado italiano cuyo trabajo en el campo de las leyes influyó notablemente en la reforma del derecho penal en Europa, que en aquel siglo XVIII no se ajustaba precisamente al principio de legalidad, sino a la caprichosa voluntad de quienes ejercían la justicia. 

Como curiosidad, el juego del amor y del azar dio como resultado que Manzoni, el autor de Los novios, obra cumbre de la literatura en italiano, fuera nieto suyo. En cambio, el siempre loable ejercicio del reconocimiento hizo que uno de los asteroides que pululan por el cinturón de tal tenga su nombre: 8935 Beccaria.

No es útil la pena de muerte por el ejemplo que da a los hombres de atrocidad. Si las pasiones o la necesidad de la guerra han enseñado a derramar la sangre humana, las leyes, moderadoras de la conducta de los mismos hombres, no debieran aumentar este fiero documento, tanto más funesto cuanto la muerte legal se da con estudio y pausada formalidad. Parece un absurdo que las leyes, esto es, la expresión de la voluntad pública, que detestan y castigan el homicidio, lo cometan ellas mismas, y para separar los ciudadanos del intento de asesinar ordenen un público asesinato. ¿Cuáles son las verdaderas y más útiles leyes? Aquellos pactos y aquellas condiciones que todos querrían observar y proponer mientras calla la voz (siempre escuchada) del interés privado o se combina con la del público. ¿Cuáles son los sentimientos de cada particular sobre la pena de muerte? Leámoslos en los actos de indignación y desprecio con que miran al verdugo, que en realidad no es más que un inocente ejecutor de la voluntad pública, un buen ciudadano que contribuye al bien de todos, instrumento necesario a la seguridad pública interior como para la exterior son los valerosos soldados. ¿Cuál, pues, es el origen de esta contradicción? ¿Y por qué es indeleble en los hombres este sentimiento en desprecio de la razón? Porque en lo más secreto de sus ánimos, parte que, sobre toda otra, conserva aún la forma original de la antigua naturaleza, han creído siempre que nadie tiene potestad sobre la vida propia, a excepción de la necesidad que con su cetro de hierro rige el universo.

¿Qué deben pensar los hombres al ver los sabios magistrados y graves sacerdotes de la justicia, que con indiferente tranquilidad hacen arrastrar un reo a la muerte con lento aparato; y mientras este miserable se estremece en las últimas angustias, esperando el golpe fatal, pasa el juez con insensible frialdad (y acaso con secreta complacencia de la autoridad propia) a gustar las comodidades y placeres de la vida?
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Podéis leer la obra completa o descargarla gratuitamente aquí.

domingo, 15 de enero de 2017

EL CARRO DE HENO

El carro de heno. El Bosco. Museo del Prado
Contemplar las obras del imaginativo, pesimista y moralista Hieronymus Bosch resulta siempre inquietante. 

Este tríptico está dedicado, tal y como se ha explicado cientos de veces, al pecado. En el panel izquierdo podemos ver la expulsión del cielo de los ángeles rebeldes —arriba—, así como la expulsión del Paraíso de Adán y Eva. En el panel izquierdo está representado ese lugar último del pecado que tanto prodiga el artista en su obra: el Infierno. El panel central, el más interesante, tiene su origen en la cita de Isaías 40, 6: Toda carne es heno y toda gloria como las flores del campo.

Según los especialistas, parece que también le sirvió de inspiración un proverbio flamenco más directo que Isaías: El mundo es como un carro de heno y cada uno coge lo que puede. Y así se puede ver ciertamente en la pintura: cada uno de los personajes representados procuran hacerse con un puñado del simbólico heno sin reparar en qué tengan que realizar para conseguirlo.

Poco me interesan la concepción religiosa de la época y las enseñanzas morales del artista, a no ser como un elemento más para comprender la sociedad de comienzos del siglo XVI. Lo que más me gusta de esta obra es la parte baja del panel central, eso que está representado fuera del camino por donde transcurre la procesión de locos, avaros, asesinos y lujuriosos varios (para apreciarlo con detalle acudid al enlace del Museo del Prado).

Es ahí abajo, al margen, donde la vida cotidiana transcurre humilde y hacendosa. Unos pocos personajes —pocos, pero afortunadamente algunos—, son capaces de cuidarse mutuamente, de atender al otro y de preocuparse por la vida en sus quehaceres más sencillos y necesarios. Por supuesto, viven al margen del ruido y de la furia.



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