El último, escrito ayer por la tarde, es mío. Es, por tanto, el único que no es anónimo.
INSTRUCCIONES DE USO
Olvida kamasutras y rituales,
joven y hermoso amante ocasional.
Para los demás eres invisible,
no para mí, que tu cuerpo aprisiono
en un íntimo abrazo elemental
-tu peso cae a plomo sobre mí
y mis brazos y mis piernas te rodean,
apremiantes candados amorosos-.
Con decisión empuja. ¡Quieto, quieto!
Tu ímpetu contén: respira hondo,
cuenta hasta treinta, reza un padrenuestro.
Quieto: tenerte dentro me enardece,
¡estás tan duro! Espera un poco más.
Ahora, sí, arranca suavemente,
y, con lento vaivén -acompasada
cadencia regular-, ceba el fogón,
y, así, hasta que los múculos se arqueen
sobre un profundo tunel interior.
Ataca ya, in crescendo, con vigor,
y pronto alcanzaremos el final.
INVISIBLE
Brilló unos instantes
con el equívoco fuego del amor.
Agotada la magia,
el ritmo cotidiano
de los días
apagó su rostro
y diluyó su presencia
entre los objetos más triviales
del hogar.