Allan Kaprow (1927-2006) ofrecía, como profesor, teórico y activista que era, su propia visión del tema. Discutible, como cualquier opinión, pero honesta y comprometida con su propia manera de entender el mundo, la educación y la actividad artística.
A pesar de que han pasado muchos años desde que este creador y defensor del happening publicó los ensayos que recoge el libro (años 71 a 74), todavía hoy conservan vigencia, seguramente porque el arte está sumido cada vez más en la indeterminación y la heterodoxia. Lo que a su vez resulta ser señal de su extraordinaria vitalidad.
Tal vez, mejor que cualquier comentario que yo pueda hacer, la mejor manera de exponer la tesis que defiende Kaprow sea recoger algunas de las afirmaciones que él mismo hace al comienzo del primer texto. Vamos con ellas:
- El módulo lunar LM constituye un ejemplo superior a todos los esfuerzos escultóricos contemporáneos.
- La retransmisión del intercambio verbal entre el Maned Spacecraft Center de Houston y los astronautas del Apolo 11 fue más rico que cualquier forma de poesía contemporánea.
- Los movimientos aleatorios de los compradores, casi en trance, de los supermercados poseen mayor dinamismo que cualquier coreografía de danza moderna.
- (...)
- Que el arte No-arte es más arte que el arte Arte.
Claro y directo. En realidad el resto de las páginas no son sino una glosa bien desarrollada a las 10 afirmaciones-manifiesto que inauguran el texto. Cada una de ellas hace referencia a las distintas manifestaciones artísticas de lo que podríamos entender como Arte (él utiliza la mayúscula para diferenciar lo que podríamos conocer como arte clásico): escultura, poesía, música, cine, arquitectura, danza, arte y teatro.
No sé si es o no conveniente intentar definir qué es el arte. A mí las palabras me ayudan a entender mejor los conceptos e ideas que manejamos y, por encima de todo, me sirven para interactuar con el resto de las personas en ese intercambio ineludible y diario que es la comunicación, sin la que difícilmente podríamos entender la sociedad.
En ese juego razonable y democrático de intercambiar puntos de vista y argumentos me parece necesaria la intervención de todo tipo agentes y colectivos, ya que si se queda reducido a la decisión de quien lo practica ("el arte es lo que el artista dice que es arte"), acabará convirtiéndose en una actividad endogámica sin futuro y alejada del resto de la sociedad.
Dicho esto, también debo decir que las ideas que expone Kaprow me parecen muy interesantes en todo lo que se refiere a quitarle seriedad, convertir la actividad artística en una actividad lúdica y buscar ese punto de confrontación con las instituciones más tradicionales y reaccionarias, al mismo tiempo que se desarrolla un juego inconformista con las verdades asentadas y se desartiza el arte, que a veces resulta, es verdad, un tanto rancio.
El Arte ha muerto, larga vida al arte.