Remedios Mataix abre su ensayo sobre el poeta cubano con estas palabras de Cortázar: Leer a Lezama Lima es una de las tareas más arduas y con frecuencia más irritantes que puedan darse. La perseverancia que exige el maestro cubano es infrecuente, incluso entre "especialistas". Luego, añade ella: Es cierto, Lezama no es un autor "cómodo". Hace ya más de sesenta años que nació para la literatura y desde entonces ha sido considerado, con razón, uno de los más difíciles y exigentes para el lector. Las reacciones ante su escritura parecen ir siempre de la fascinación o la perplejidad al franco fastidio, mucho más cuando se pretende una lectura analítica que pueda ofrecer después una explicación.
Efectivamente, Lezama Lima es un poeta difícil que requiere tiempo y muchas lecturas. Su obra es muy compleja y está poblada de alusiones nada evidentes, pero a diferencia de otras obras poéticas que pueden producir rechazo en un primer momento, la suya se paladea con gusto, porque "suena" bien. Aun no entendiendo nada, percibimos que todas y cada una de las palabras del poema están colocadas en su sitio y son las que deben estar. Y, por encima de todo, tiene la sonoridad carnosa de una planta tropical.
Barroco hasta la médula, paradigmático es, en este sentido, el archirrepetido poema Una oscura pradera me convida, que vuelvo a colocar aquí una vez más:
Una
oscura pradera me convida,
sus manteles estables y ceñidos,
giran
en mí, en mi balcón se aduermen.
Dominan su
extensión, su indefinida
cúpula de alabastro se
recrea.
Sobre las aguas del espejo,
breve la voz en mitad de
cien caminos,
mi memoria prepara su sorpresa:
gamo en el cielo,
rocío, llamarada.
Sin sentir que me llaman
penetro en la
pradera despacioso,
ufano en nuevo laberinto derretido.
Allí
se ven, ilustres restos,
cien cabezas, cornetas, mil
funciones
abren su cielo, su girasol callando.
Extraña
la sorpresa en este cielo,
donde sin querer vuelven pisadas
y
suenan las voces en su centro henchido.
Una oscura pradera va
pasando.
Entre los dos, viento o fino papel,
el viento, herido
viento de esta muerte
mágica, una y despedida.
Un pájaro
y otro ya no tiemblan.
Siendo como soy acérrimo partidario de la poesía clara, y defendiendo como defiendo la racionalidad del mundo —ni mágico, ni mítico, ni religioso—, Lezama Lima es uno de los escasísimos poetas barrocos, herméticos, simbolistas y de concepción mágico-idealista que me gusta leer y releer.
Para una primera aproximación al mundo creativo del cubano yo recomiendo alternar la lectura dispersa y caprichosa de algunos poemas —obligatorio tener siempre a mano Muerte de Narciso— y los ensayos de Julio Cortázar, Para llegar a Lezama Lima, y el más metódico y académico de Mataix, citado anteriormente.
Feliz lectura y que no cunda el pánico.