domingo, 20 de agosto de 2023

LA LUNA DESDE EL BALCÓN

19/08/2023. 21:35h. Nikon B700. 258mm, f6/5, 1/25s

Esta es la luna que anoche se me ofrecía desde el balcón de casa cuando llegué a ella. Por desgracia, estaba en una posición que no me permitía enfocarla con el telescopio y tuve que recurrir a la cámara fotográfica, lo que, a pesar del zoom, no permite ni la misma nitidez ni la misma amplitud. Y el pronóstico del cielo para esta noche no es precisamente que vaya a estar despejado, tal y como ayer estuvo:
 


Para quienes os estéis preguntando por los nombres de los cráteres, sus características y quiénes fueron esas personas, os dejo enlazada la información correspondiente a cada uno. Tal vez alguien sienta curiosidad :
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RAJMÁNINOV, ADAGIO SOSTENUTO DEL CONCIERTO PARA PIANO Nº 2


Ante este adagio hay quien se pone en contra porque dice que es excesivamente populista y sentimental. Tal vez mis gustos sean demasiado populares. Yo soy de los que proclaman su belleza absoluta: me gusta y la defiendo, y estoy convencido de que a la música culta le vienen muy bien obras como esta que puedan ser disfrutadas por una amplísima población. 

Si váis a Wikipedia, podréis ver la cantidad de veces que esta música ha sido utilizada o adaptada ha sido adaptada en cine, televisión o en videojuegos. Yo recuerdo con mucho cariño la escena de La tentación vive arriba (Billy Wilder) cuando la chica que interpreta Marilyn Monroe la oye y dice: "Esto es lo que llaman música clásica, ¿no?". 

Simplemente música. Que ella os acompañe.

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sábado, 19 de agosto de 2023

SAN SEBASTIÁN Y SUS FUEGOS

Para Irene, que hace esto posible.


 Supongo que la fascinación por los fuegos artificiales tiene algo que ver con la atracción por la sorpresa, con las emociones más primitivas, con algún estadio de regresión infantil cuando nos dejábamos arrastrar por cualquier novedad y todo nos parecía nuevo y distinto, con todo eso que se recoge en la expresión de admiración y sorpresa por antonomasia: ¡Ooooh!

A mí lo que más me atrae es intentar capturar con cierta limpieza la escritura que dejan durante un brevísimo instante en la pizarra de la noche. Conseguir apresar uno de esos instantes en que aparece un haiku luminoso, un soneto de color o un poderoso romance. Cuestión harto difícil cuando no se domina el arte de la fotografía. Pero me abandono al azar y, en ocasiones, me aparecen en la pantalla pequeños regalos con los que disimular mi impericia. 

A veces, incluso, me ofrecen una pequeña antología de la métrica con la que dejar constancia de la luz y sus proezas.

Pareado

Silva eneasílaba

Estrofa sáfica con nota al pie

Composición en verso libre

Boceto para haiku

Bordón

Pie anfíbraco

Poema dadaísta

Ovillejo

Glosa

Soneto con cola o estrambote

Romance heroico

Luego la ciudad vuelve al silencio y se deja envolver por las sombras de la noche. El próximo año volverá la luz a escribir con formas y colores nuevas metáforas.



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viernes, 18 de agosto de 2023

EL CIELO DE PAOLO ARPÓN

Muchas gracias, Paolo.

#elcielonocturno



Abro por la noche la escotilla y contemplo las constelaciones esparcidas,

Y las que veo multiplicadas hasta donde puedo descifrarlas, no hacen otra cosa que tocar el borde de las constelaciones más lejanas.

Se extienden más y más, se expanden, se expanden siempre,

Hacia afuera, hacia afuera, siempre hacia afuera.

Walt Whitman, Canto a mí mismo. Traducción:Francisco Alexander.

Si hace unos pocos días la excusa era un poema de Leopardi, hoy es el material de Paolo Arpón. La atracción que sobre mí ejerce el cielo nocturno es poderosa y no puedo dejar de publicar un material visual de tan alta calidad cuando algún amigo me lo envía. Belleza aparte, conseguir esas imágenes requiere tiempo, paciencia y preparación. Quien se dedica a ello sabe que no consiste en sacar un cámara por la noche y apretar un botón.

Me gustan muchos los dos time lapse que encabezan esta entrada, pero la imagen que verdaderamente me emociona es la circumpolar que está debajo de estas líneas. Al encanto de la belleza que tiene la imagen en sí misma, hay que añadir que una circumpolar es la demostración del giro aparente de todo cuanto vemos en el cielo nocturno en torno a la estrella polar. Aún más: resulta sencillo incluso reconocer las estrellas que han dejado esas estelas, ya que lo único que tenemos que hacer es ir identificando cada una según la proximidad a la Polaris, que es la que está en el centro de todos esos círculos y que siempre que miremos hacia el norte, cualquiera que sea el día del año y a cualquier hora nocturna, va a estar ahí, indicándonos esa dirección. ¡Fascinante!

Fuente: Paolo Arpón

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jueves, 17 de agosto de 2023

UN POEMA, TRES IDIOMAS

A veces recordamos un nombre no por la obra que ha realizado, sino por una sola sola composición. Eso se da con alguna frecuencia en el mundo de la música —Las Ketchup y Aserejé, Los del Río y Macarena, The Proclaimers y I'm Gonna Be (500 Miles)...—. Una canción, un cuadro, un cuento, una escultura, un simple y breve poema pueden salvar el nombre del olvido, aunque lo que suele ocurrir con mayor frecuencia es que se salve esa pequeña obra y seamos incapaces de recordar quién la hizo. 

Este es el caso de Antoine-Vicent Arnault, de quien La feuille, como decía Teodoro Llorente en esta magnífica antología de poesía francesa de 1906, ha conservado el nombre de este escritor. De hecho, yo tuve conocimiento de su existencia por este ya abarquillado ejemplar que ha sido capaz de superar todo tipo de adversidades antes de llegar a mis manos, incluso salió con vida de la cárcel franquista de Carabanchel.

En fin, este es el poema:  


LA FEUILLE


De ta tige détachée,
Pauvre feuille desséchée,
Où vas-tu ? - Je n'en sais rien.
L'orage a brisé le chêne
Qui seul était mon soutien.
De son inconstante haleine
Le zéphyr ou l'aquilon
Depuis ce jour me promène
De la forêt à la plaine,
De la montagne au vallon.
Je vais ou le vent me mène,
Sans me plaindre ou m'effrayer:
Je vais où va toute chose,
Où va la feuille de rose
Et la feuille de laurier.


Era muy famoso en su tiempo y traspasó la frontera gala. A Leopardi le encantó e hizo su propia versión con él. En realidad, esos pocos versos que el italiano traduce/transforma vienen a ser algo así como una síntesis de su propia visión poética, de su modo de entender el mundo.



IMITAZIONE

Lungi dal proprio ramo,
povera foglia frale,
dove vai tu? — Dal faggio
lá dov’io nacqui, mi divise il vento.
Esso, tornando, a volo
dal bosco alla campagna,
dalla valle mi porta alla montagna.
Seco perpetuamente
vo pellegrina, e tutto l’altro ignoro.
Vo dove ogni altra cosa,
dove naturalmente
va la foglia di rosa,
e la foglia d’alloro


Y esta es la traducción que Llorente realizó. Quien sepa francés se dará cuenta de que el contenido sustancial es el mismo, pero Llorente, para mantener música y ritmo ha tenido que recurrir a una serie de recursos expresivos que lo han alargado sensiblemente. Sin embargo, y eso es lo que importa, el resultado es muy bello.  



LA HOJA



De la materna rama desprendida,
¿adónde vas perdida,
hoja marchita y seca? -No lo sé:
el fuerte roble que me dio la vida
murió, y suelta quedé.


Voy, desde aquel momento,
adonde quiera conducirme el viento,
blanda brisa o indómito aquilón;
juguetes de su aliento
todos mis vuelos son.


Voy en fugaz carrera
del bosque a la pradera,
subo al monte empinado, y sin cesar
desciendo la rápida ladera,
por el llano otra vez vuelvo a rodar.


Sin quejas enojosas
a mi destino fiel,
yo voy adonde van todas las cosas,
adonde van las hojas de las rosas,
adonde van las hojas del laurel.

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miércoles, 16 de agosto de 2023

UN LIBRO, UN POEMA (William Carlos Williams)

Editorial
Traducción: Margarita Ardanaz
#unlibrounpoema

William Carlos Williams creó con Paterson uno de esos poemas-libro indispensables en la poesía del siglo XX. Pero su lectura no es sencilla. Menos aún seleccionar un fragmento que pueda ofrecer por sí mismo una idea de su escritura y su importancia. Es necesario entrar en él y leerlo completo para comenzar a percibir la energía de sus símbolos. Como escribe Margarita Ardanaz en su estudio introductorio, Paterson parte de una idea soberbia, equiparable a la de los más importantes poemas modernos que se basan en una estructura mítica. Pero, esta idea general, igual que en otros casos de la épica moderna y de todos los tiempo, es harto abstracta y sólo constituye el esquema general del poema.

Dejo aquí el comienzo, el prefacio, en la esperanza de que pueda servirle a alguien para animarse a leerlo. Leerlo es una aventura que tiene recompensa. En buena medida Paterson es una respuesta a La tierra baldía de  Elliot y a los Cantos de Pound, pero en modo estadounidense.


LIBRO UNO

PREFACIO


 "El rigor de la belleza es la búsqueda. ¿Pero cómo encontrarás la belleza cuando está encerrada en la mente, más allá de toda queja?"
  


          Empezar
          por los detalles
          luego generalizarlos, acumulándose
          en la suma, por medios defectuosos—
          Olisqueando los árboles,
          simplemente otro perro
          entre un montón de perros. ¿Qué
          más hay? ¿y qué hacer?
          El resto ha salido corriendo—
          tras los conejos.
          Sólo es cojo se —queda a—
          tres patas. Escarba delante y detrás.
          Engaña y come. Desentierra
          un hueso rancio.


Y es que el comienzo es con seguridad
el final—ya que no  conocemos nada, puro
y simple, más allá
de nuestras propias complejidades.

                                                   Mas no hay
retorno: surgiendo de entre el caos,
una maravilla de nueve meses, la ciudad,
el hombre, una identidad—no puede ser
de otra manera—una
interpenetración en ambos sentidos. Levantándose
de frente, para atrás;
el borracho, el sobrio; el ilustre
el vulgar, uno. En la ignorancia
un cierto conocimiento
compacto, su propia destrucción.

                                    (La múltiple semilla,
como empaquetada con detalle, amarga,
se pierde en el flujo y en la mente,
apartada, flota en la misma
nata)

Surgiendo, surgiendo pesado con
números.

               Es el sol ignorante
saliendo en la hendidura de
huecos soles salidos, de modo que nunca en este
mundo vivirá un hombre a gusto dentro de su cuerpo
excepto al morir—y no saber que él mismo
de ese modo, en suma y resta,
andando arriba y abajo.

             y la habilidad
subvertida por el pensamiento, surgiendo, déjale
que esté atento para que sólo se dedique
a la escritura de poemas rancios ... 
Las mentes como camas siempre hechas,
                               (más pedregosas que una costa)
reacias o incapaces.

                                Enrollándose hacia arriba,
debajo, empuja y retrocede, un gran palmoteo:
levantando como el aire, navegado, multicolor, un
lavado de mares—
de las matemáticas de los detalles—

                                 dividido como el rocío,
brumas flotantes para ser llovidas y
recogidas en un río que fluye
y rodea:

                               conchas y microorganismos
generalmente y así hasta el hombre,

                               hasta Paterson.

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martes, 15 de agosto de 2023

UN CUENTO DE KAFKA

En pdf
En la traducción de José Rafael Hernández Arias que yo tengo en casa de los Cuentos completos de Kafka aparece con el número 79 esta breve historia:


DE LAS METÁFORAS


Muchos se quejan de que las palabras de los sabios son sólo metáforas, inaplicables a la vida diaria, y sólo tenemos ésta. Cuando el sabio dice: «Ve hacia el otro lado», no pretende que se cruce la calle, lo que se podría hacer si mereciera la pena el camino, sino que más bien hace referencia a un más allá legendario, a algo que no conocemos y que él tampoco específica, por lo que no nos puede ayudar nada en esta vida Todas esas metáforas sólo quieren expresar que lo incomprensible es incomprensible, y eso ya lo sabemos. Pero las cosas de las que hay que ocuparse a diario son muy diferentes. 

Sobre esto dijo uno: 

—¿Por qué os ponéis a la defensiva? Si siguierais las metáforas, os convertiríais en metáforas y estaríais libres de todas las penalidades de la vida. 

Otro dijo: —Apuesto a que eso también es una metáfora. 

El primero dijo: —Has ganado. 

El segundo respondió: —Pero sólo de un modo metafórico. 

El primero dijo: —No, en la realidad; metafóricamente, has perdido.


Alberto Manguel prefiere traducir Von den Gleichnissen como De las alegorías, que, me parece, es más exacto con lo que esta brevísima historia quiere ofrecernos. Pero dejemos a un lado la traducción y centrémonos en la propuesta del escritor. ¿Qué es lo que nos propone con esta especie de galimatías uno de los escritores más comprometidos con el texto, él que nos empujaba a leer solamente libros que nos muerdan y nos arañen, libros que nos obliguen a despertarnos como si acabáramos de recibir un mazazo en la cabeza?

El texto, sin duda, cuando ya está en manos de quien lee, suyo es, y suya es así mismo la interpretación. ¿Es necesario recordar las múltiples lecturas que La metamorfosis ha tenido a lo largo de los años? Lectores tan prestigiosos como Borges, Lukács, Brecht o Janouch dieron la suya. Tú, posiblemente, tengas la tuya y acaso no coincida con ninguna de esas. Pero lo verdaderamente importante es que La metamorfosis sigue removiendo las neuronas de quien la lee de una manera casi brutal, tal y como el autor reclamaba de cualquier libro.

Acaso sea esto lo que él buscaba con su literatura, lo mismo que buscaba en los libros de los demás: remover nuestras convicciones sobre la realidad y sugerirnos que toda obra debe admitir necesariamente múltiples lecturas. No hay una interpretación única. ¿O sí?

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lunes, 14 de agosto de 2023

EL MENSAJE SECRETO DE AIETE

Podéis descargar el mapa y el juego: en euskara y en castellano

 Una estupenda idea para que la gente menuda (y no tan menuda) se lo pase bien al mismo tiempo que descubre la historia y los rincones más interesantes de uno de los parque más coquetos y frescos de la ciudad, que no todo va a ser playa, pincho y fuegos artificiales. 

El juego, la clásica búsqueda del tesoro, es una iniciativa de Cristina Enea Fundazioa y Donostia Kultura (Aiete Kultur Etxea), realizada por la ilustradora Aitziber Alonso.

Si os acercáis hasta el centro cultural, encontraréis ejemplares en papel a vuestra disposición. Mientras tanto, y para que os vayáis preparando, aquí tenéis las instrucciones y las pistas:


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domingo, 13 de agosto de 2023

TIME PIECE, SCOTT BROTHERS

Acudí el pasado día 9 al concierto de órgano y piano que ofrecieron los hermanos Scott en la catedral del Buen Pastor. Los tiempos cambian y los gustos también. Tal vez no tenga mucho sentido seguir ofreciendo repertorios para órgano tal y como se hacía hace 300 años. Tampoco tiene mucho sentido presentar programas de concierto como si fuera el examen de graduación en el conservatorio, pues quien acude al concierto no es el grupo de académicos, sino la gente de la calle que desea divertirse escuchando música, piezas de música que no exijan un nivel de erudición y adiestramiento solo al alcance de años y años de estudio y preparación. 

Thomas Trotter y Felix Hell ya demostraron la semana anterior que el público podía ser mayoritario y entregarse de buena gana al gozo de escuchar si el repertorio elegido para interpretar con el órgano no se ceñía exclusivamente al ámbito clásico y religioso, posiblemente porque lo que hoy entendemos por recogimiento y espiritualidad no pase por utilizar el pedalero de manera sostenida y continua, sino por algo más próximo al sonido suave y envolvente de una pieza como Time Piece, que estoy seguro, puede gustar perfectamente a quien ni tan siquiera sepa de la existencia del órgano ni de la iglesia.

Pero tampoco se ciñeron a piezas de ese estilo. Transcribo aquí el programa que desarrollaron y enlazo cada una de las obras a su canal de YouTube por si alguien desea comprobar realmente cómo sonaba el dúo:

-Obertura de "La flauta mágica" (Mozart).

-Preludio a "La siesta del fauno" (Debussy).

-Final del concierto gregoriano (Pietro Yon).

-Suite Peer Gynt nº 1 (Edvard Grieg).

-Rapsodia húngara nº 2 (Franz Liszt).

Más la que posiblemente ya habréis visto y oído, Time piece. El público se entregó de tal manera que tuvieron que ofrecer tres bises.

Que la música os acompañe.

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sábado, 12 de agosto de 2023

ARTHUR SCHNITZLER

Editorial
Cuando nombramos el monólogo interior o flujo de conciencia, solemos pensar inmediatamente en el Ulises de Joyce; sin embargo, otros muchos autores lo practicaron incluso antes que el irlandés genial. Estas dos novelas cortas del para mí hasta hace una semana desconocido Arthur Schnitzler (1862-1931) están construidas por completo con este recurso literario; la primera, El teniente Gustl, en 1900; la segunda, La señorita Else, en 1924.

Por eso de situar, aunque sea rápidamente, al autor en su contexto, es necesario decir que fue en su momento un reconocido narrador y dramaturgo, formado en medicina. Tal vez por ser la época que era o quizás por interés propio, el erotismo, la muerte, y el estudio psicológico de los personajes, juntamente con la crisis social de entresiglos son los temas sobre los que giran ambas historias. Según dicen, su compatriota y coetáneo Freud lo tenía en gran estima como autor. Y me entero por Wikipedia que varias obras suyas han sido adaptadas al cine. La más reciente, la que realizó el perfeccionista Kubrick del Relato soñado en Eyes Wide Shut.

Dicho esto, las dos comparten una extraordinaria capacidad para reflejar la sociedad burguesa del final del Imperio austrohúngaro, aquel convaleciente engendro político-social, al que Robert Musil llamaba Kakania. También comparten la facilidad de la lectura, pues aunque la realidad se nos presenta de una manera profundamente subjetiva a través del punto de vista de los protagonistas (Gustl y Else), la velocidad con la que vamos percibiendo el desarrollo de los acontecimientos y la sencillez con que están contados, producen una extraña sensación de objetividad, a pesar de que toda la información que nos llegue se encuentre tamizada por la mirada de teniente y señorita, según el relato en el que estemos.

Tal vez el único inconveniente que encuentro en las novelas —solo he leído estas dos— de Schnitzler es el excesivo apego a una sociedad y una época. Cuando leo otras obras de los clásicos del XIX que están situadas en un contexto histórico determinado, no veo solamente esa época y esa sociedad, reconozco un interés universal en sus caracteres, percibo un más allá del momento que me resulta válido como reflexión sobre mi propio ser. En cambio, ni con La señorita Else ni con El teniente Gustl soy capaz de salir de aquella época y sus costumbres, que, afortunadamente, han fenecido en su mayoría.

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viernes, 11 de agosto de 2023

A LA LUNA


 ¡Oh mi graciosa luna!, bien me acuerdo

De que, ahora hace un año, hasta esta loma

Venía lleno de angustia a contemplarte.

Y pendías entonces sobre el bosque

Como haces hoy, que todo lo iluminas.

Pero trémulo e incierto, por el llanto

Que de los ojos me surgía, tu rostro

Se mostraba a mi vista, que doliente

Era mi vida, y es, pues no ha cambiado,

¡Oh mi querida luna! Mas me place

El recordar y enumerar los días

De mi dolor. ¡Oh, qué grato resulta

En la edad juvenil, cuando aún es larga

La esperanza y es breve la memoria,

El recuerdo de cosas que pasaron,

aunque sea triste y la aflicción perdure!

                      Traducción: Eloy Sánchez Rosillo


La fascinación que la luna ha ejercido sobre poetas es larga como como la esperanza en la edad juvenil, especialmente durante la época romántica. De los muchos poemas que conozco dedicados a la luna, este es uno de los que más me gusta, tal vez por ese paralelismo entre luna y recuerdo. Ese juego espaciotemporal que se establece entre lo que se ve, se recuerda y se siente es tan delicado y efectivo poéticamente como el que Leopardi dispone entre la persistencia del dolor y el placer que origina el recuerdo. Magnífico.

Que poesía, luna y memoria os sean favorables.

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jueves, 10 de agosto de 2023

IVAN MATA EN EL CENTRO CULTURAL AIETE


El Centro Cultural Aiete, en su Rincón de la Ilustración,
acoge hasta el 10 de septiembre algunos de los trabajos del artista donostiarra Ivan Mata

Se trata, tal y como efectivamente dice el marbete que recoge estas microexposiciones, de un rincón; pero es un rincón lleno de encanto y de color que da lustre al Centro, anima el pasillo que conduce a la biblioteca y es una deliciosa manera de conocer —si es que no se conoce— al artista del trimestre de quien se expone su trabajo.

Una manera simpática y agradable de dar visibilidad a quienes hacen que las publicaciones en papel no queden adornadas solamente por el negro sobre blanco.

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miércoles, 9 de agosto de 2023

UN LIBRO, UN POEMA (María Laura Decésare)

Editorial
#unlibrounpoema
#MujerespoetassiglosXXyXXI

Ni el título de esta sección de los miércoles dice exactamente la verdad —ya sabéis, el poeta es un fingidor, ni soy yo siempre quien decide sobre ella. 

Gracias a un cúmulo de casualidades he tenido conocimiento de esta poeta argentina y ella misma me ha enviado estos cuatro poemas pertenecientes al último título que ha publicado, El espejo del mundo.

Como mantiene un blog, La letra mudadonde podéis leer a qué se dedica, cuáles son los títulos que ha publicado y otras muchas noticias más, a él remito y me ahorro el trabajo de colocar aquí información que ella os ofrece mejor que yo.

Me he permitido la libertad de grabar el último poema que aparece aquí porque me parece un hermoso poema —todos lo son— y porque no la tenía fichada en el apartado de audios Mujeres poetas de los siglos XX y XXI (en castellano), al que últimamente no he prestado mucha, atención.

Gracias, María Laura.




EL ARTE DE AMAR

Enfrentarse al espejo

y ver a un otro distinto

ante los ojos que perdieron

el entusiasmo.

Pasar en un instante

de lo nuestro a lo mío.

¿Quién gana, quién pierde?

No es un juego.

Aunque pienso que se salvan

los cobardes.





EN LA TARDE

Vi una flor llorar, qué cosa rara

pensé mientras el colibrí con su aleteo

intentaba animarla.

De pronto el cielo se abrió

y unas gotas comenzaron a caer

suaves sobre mí.

En lo simple me detengo y me levanto

para ver los colores del arcoíris

belleza pura en la tarde de domingo.





PREGUNTAS SIN RESPUESTA

Extraño nuestra casa,

moverme como un gato.

Perder el tiempo

observando la noche.

Echo de menos el silencio

que nos habitaba,

el tictac del reloj

que nunca tuve, el aroma

a café de madrugada, la pila

de libros sobre la mesa

pero sobre todo extraño

las preguntas sin respuesta.





DÉJAME SER

Dicen que un pájaro

vuela porque es lo único

que sabe hacer

y hoy quisiera ser como él

volar hasta la copa del árbol

para observar desde lo alto

la belleza

que hemos perdido.


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martes, 8 de agosto de 2023

MALEN AGIRRE EN EL CENTRO CULTURAL AIETE


La artista oiartzuarra Malen Agirre expone en el Centro Cultural Aiete hasta el 10 de septiembre —el vídeo al que os lleva el enlace es un buen elemento de aproximación a su obra y al modo de trabajar—





 

De martes a viernes: 10:00 - 14:00
Sábado: 10:00 - 14:00 / 16:30 - 20:00
Domingo: 10:00 – 14:00
Lunes y festivos: cerrado
  • ***

lunes, 7 de agosto de 2023

BÉCQUER Y FITERO

Monasterio de Santa María la Real

Gracias, Irene, por el aporte gráfico.


Fitero es una hermosa localidad navarra a la que se puede acudir por muchas y muy nobles razones. Una de ellas es la literatura. Amantes de Bécquer y la literatura gótica disfrutarán con las leyendas del sevillano, recorriendo sus pasos durante el verano de 1861 o incluso alojándose en el mismo lugar donde se alojó el poeta romántico. Eso depende del grado de mitomanía o curiosidad que se tenga. Lo cierto es que para quien desee vivir un poco más intensamente las dos leyendas que escribió inspirado por lugares de ese hermoso municipio existe la posibilidad de apuntarse a La ruta Bécquer y disfrutar de todo cuanto rodeó e hizo surgir esas historias. Supongo que para que la dicha sea total, sería conveniente acudir un Jueves Santo o un Día de Difuntos, no sé. Yo, por si a alguien le sirve para animarse a visitar la ciudad o para iniciarse en la lectura de las Leyendas, dejo aquí El Miserere. La de La Cueva de la Mora la guardaré para otro día.

 Hace algunos meses que, visitando la célebre abadía de Fitero y ocupándome en revolver algunos volúmenes en su abandonada biblioteca, descubrí en uno de sus rincones dos o tres cuadernos de música bastante antiguos cubiertos de polvo y hasta comenzados a roer por los ratones.


Era un Miserere.

Yo no sé la música, pero la tengo tanta afición que, aun sin entenderla, suelo coger a veces la partitura de una ópera y me paso las horas muertas hojeando sus páginas, mirando los grupos de notas más o menos apiñadas, las rayas, los semicírculos, los triángulos y las especies de etcéteras que llaman claves, y todo esto sin comprender una jota ni sacar maldito el provecho.

Consecuente con mi manía, repasé los cuadernos, y lo primero que me llamó la atención fue que, aunque en la última página había esta palabra latina, tan vulgar en todas las obras, finis, la verdad era que el Miserere no estaba terminado porque la música no alcanzaba sino hasta el décimo versículo.

Esto fue, sin duda, lo que me llamó la atención primeramente; pero luego que me fijé un poco en las hojas de música me chocó más aún el observar que, en vez de esas palabras italianas que ponen en todas, como maestoso, allegro, ritardando, più vivo, a piacere, había unos renglones escritos con letra muy menuda y en alemán, de los cuales algunos servían para advertir cosas tan difíciles de hacer como esta: Crujen..., crujen los huesos, y de sus médulas han de parecer que salen los alaridos, o esta otra: La cuerda aúlla sin discordar, el metal atruena sin ensordecer; por eso suena todo y no se confunde nada, y todo es la humanidad que solloza y gime, o la más original de todas, sin duda, recomendaba al pie del último versículo: Las notas son huesos cubiertos de carne; lumbre inextinguible, los cielos y su armonía...; ¡fuerza!..., fuerza y dulzura.

-¿Sabéis qué es esto? -pregunté a un viejecito que me acompañaba al acabar de medio traducir estos renglones, que parecían frases escritas por un loco.

El anciano me contó entonces la leyenda que voy a referiros.
Sala capitular del monasterio



- I -


Hace ya muchos años, en una noche lluviosa y obscura, llegó a la puerta claustral de esta abadía un romero y pidió un poco de lumbre para secar sus ropas, un pedazo de pan con que satisfacer su hambre y un albergue cualquiera donde esperar la mañana y proseguir con la luz del sol su camino.

Su modesta colación, su pobre lecho y su encendido hogar puso el hermano a quien se hizo esta demanda a disposición del caminante, al cual, después que se hubo repuesto de su cansancio, interrogó acerca del objeto de su romería y del punto a que se encaminaba.

-Yo soy músico -respondió el interpelado-, he nacido muy lejos de aquí y en mi patria gocé un día de gran renombre. En mi juventud hice de mi arte un arma poderosa de seducción y encendí con él pasiones que me arrastraron a un crimen. En mi vejez quiero convertir al bien las facultades que he empleado para el mal, redimiéndome por donde mismo pude condenarme.

Como las enigmáticas palabras del desconocido no pareciesen del todo claras al hermano lego, en quien ya comenzaba la curiosidad a despertarse, e instigado por ésta, continuara en sus preguntas, su interlocutor prosiguió de este modo:

-Lloraba yo en el fondo de mi alma la culpa que había cometido; mas al intentar pedirle a Dios misericordia, no encontraba palabras para expresar dignamente mi arrepentimiento cuando un día se fijaron mis ojos por casualidad sobre un libro santo. Abrí aquel libro y en una de sus páginas encontré un gigante grito de contrición verdadera, un salmo de David, el que comienza Miserere mei, Deus! Desde el instante en que hube leído sus estrofas, mi único pensamiento fue hallar una forma musical tan magnífica, tan sublime, que bastase a contener el grandioso himno de dolor del Rey Profeta. Aún no la he encontrado; pero si logro expresar lo que siento en mi corazón, lo que oigo confusamente en mi cabeza, estoy seguro de hacer un Miserere tal y tan maravilloso que no hayan oído otro semejante los nacidos, tal y tan desgarrador, que al escuchar el primer acorde los arcángeles dirán conmigo, cubiertos los ojos de lágrimas y dirigiéndose al Señor: ¡Misericordia!, y el Señor la tendrá de su pobre criatura.

El romero, al llegar a este punto de su narración, calló por un instante, y después, exhalando un suspiro, tornó a coger el hilo de su discurso. El hermano lego, algunos dependientes de la abadía y dos o tres pastores de la granja de los frailes, que formaban círculo alrededor del hogar, le escuchaban en un profundo silencio.

-Después -continuó- de recorrer toda Alemania, toda Italia y la mayor parte de este país clásico para la música religiosa, aún no he oído un Miserere en que pueda inspirarme; ni uno, ni uno; y he oído tantos que puedo decir que los he oído todos.

-¿Todos? -dijo entonces, interrumpiéndole, uno de los rabadanes-. ¿A qué no habéis oído el Miserere de la Montaña?

-¡El Miserere de la Montaña! -exclamó el músico con aire de extrañeza-. ¿Qué Miserere es ése?

-¿No dije? -murmuró el campesino, y luego prosiguió con una entonación misteriosa-. Ese Miserere, que sólo oyen por casualidad los que como yo andan día y noche tras el ganado por entre breñas y peñascales, es toda una historia; una historia muy antigua, pero tan verdadera como al parecer increíble.

Es el caso que en lo más fragoso de esas cordilleras de montañas que limitan el horizonte del valle, en el fondo del cual se halla la abadía, hubo, hace ya muchos años, ¡que digo muchos años!, muchos siglos, un monasterio famoso, monasterio que, a lo que parece, edificó un señor con los bienes que había de legar a su hijo, al cual desheredó al morir en pena de sus maldades.

Hasta aquí todo fue bueno; pero es el caso que este hijo que, por lo que se verá más adelante, debió de ser de la piel del diablo, si no era el mismo diablo en persona, sabedor de que sus bienes estaban en poder de los religiosos y de que su castillo se había transformado en iglesia, reunió a unos cuantos bandoleros, camaradas suyos en la vida de perdición que emprendiera al abandonar la casa de sus padres, y una noche de Jueves Santo, en que los monjes se hallaban en el coro, y en el punto y hora en que iban a comenzar o habían comenzado el Miserere, pusieron fuego al monasterio, saquearon la iglesia, y a éste quiero a aquél no, se dice que no dejaron fraile con vida.

Después de esta atrocidad se marcharon los bandidos y su instigador con ellos adonde no se sabe, a los profundos tal vez.

Las llamas redujeron el monasterio a escombros; de la iglesia aún quedan en pie las ruinas sobre el cóncavo peñón, de donde nace la cascada que, después de estrellarse de peña en peña, forma el riachuelo que viene a bañar los muros de esta abadía.

-Pero -interrumpió impaciente el músico- ¿y el Miserere?

-Aguardaos -continuó con gran sorna el rabadán-, que todo irá por partes.

Dicho lo cual siguió así su historia:
Girola



-Las gentes de los contornos se escandalizaron del crimen; de padres a hijos y de hijos a nietos se refirió con horror en las largas noches de velada; pero lo que mantiene más viva su memoria es que todos los años, tal noche como la en que se consumó, se ven brillar luces a través de las rotas ventanas de la iglesia; se oye como una especie de música extraña y unos cantos lúgubres y aterradores que se perciben a intervalos en las ráfagas del aire.

Son los monjes, los cuales, muertos tal vez sin hallarse preparados para presentarse en el tribunal de Dios limpios de toda culpa, vienen aún del purgatorio a impetrar su misericordia cantando el Miserere.

Los circunstantes se miraron unos a otros con muestras de incredulidad; sólo el romero, que parecía vivamente preocupado con la narración de la historia, preguntó con ansiedad al que la había referido:

-¿Y decís que ese portento se repite aún?

-Dentro de tres horas comenzarán, sin falta alguna, porque precisamente esta noche es la de Jueves Santo, y acaban de dar las ocho en el reloj de la abadía.

-¿A qué distancia se encuentra el monasterio?

-A una legua y media escasa...; pero ¿qué hacéis? ¿Adónde vais con una noche como ésta? ¡Estáis dejado de la mano de Dios! -exclamaron todos al ver que el romero, levantándose de su escaño y tomando el bordón, abandonaba el hogar para dirigirse a la puerta.

-¿Adónde voy? A oír esa maravillosa música, a oír el grande, el verdadero Miserere, el Miserere de los que vuelven al mundo después de muertos y saben lo que es morir en el pecado.

Y esto diciendo desapareció de la vista del espantado lego y de los no menos atónitos pastores.

El viento zumbaba y hacía crujir las puertas, como si una mano poderosa pugnase por arrancarlas de sus quicios; la lluvia caía en turbiones, azotando los vidrios de las ventanas, y de cuando en cuando la luz de un relámpago iluminaba por un instante todo el horizonte que desde ellas se descubría.

Pasado el primer momento de estupor exclamó el lego:


-¡Está loco!

-¡Está loco! -repitieron los pastores, y atizaron de nuevo la lumbre y se agruparon alrededor del hogar.

La bellísima cúpula del crucero

- II -


Después de una o dos horas de camino el misterioso personaje que calificaron de loco en la abadía, remontando la corriente del riachuelo que le indicó el rabadán de la historia, llegó al punto en que se levantaban negras e imponentes las ruinas del monasterio.

La lluvia había cesado; las nubes flotaban en obscuras bandas, por entre cuyos jirones se deslizaba a veces un furtivo rayo de luz pálida y dudosa; y el aire, al azotar los fuertes machones y extenderse por los desiertos claustros, diríase que exhalaba gemidos. Sin embargo, nada sobrenatural, nada extraño venía a herir la imaginación. Al que había dormido más de una noche sin otro amparo que las ruinas de una torre abandonada o un castillo solitario; al que había arrostrado en su larga peregrinación cien y cien tormentas, todos aquellos ruidos le eran familiares.

Las gotas de agua que se filtraban por entre las grietas de los rotos arcos y caían sobre las losas con un rumor acompasado, como el de la péndola de un reloj; los gritos del búho, que graznaba refugiado bajo el nimbo de piedra de una imagen, de pie aún en el hueco de un muro; el ruido de los reptiles, que, despiertos de su letargo por la tempestad, sacaban sus disformes cabezas de los agujeros donde duermen o se arrastraban por entre los jaramagos y los zarzales que crecían al pie del altar, entre las junturas de las lápidas sepulcrales que formaban el pavimento de la iglesia; todos esos extraños y misteriosos murmullos del campo, de la soledad y de la noche llegaban perceptibles al oído del romero, que, sentado sobre la mutilada estatua de una tumba, aguardaba ansioso la hora en que debiera realizarse el prodigio.

Transcurrió tiempo y tiempo y nada se percibió; aquellos mil confusos rumores seguían sonando y combinándose de mil maneras distintas, pero siempre los mismos.

-¡Si me habrá engañado! -pensó el músico; pero en aquel instante se oyó un ruido nuevo, un ruido inexplicable en aquel lugar: como el que produce un reloj algunos segundos antes de sonar la hora; ruido de ruedas que giran, de cuerdas que se dilatan, de maquinaria que se agita sordamente y se dispone a usar de su misteriosa vitalidad mecánica, y sonó una campanada..., dos..., tres..., hasta once.

En el derruido templo no había campana, ni reloj, ni torre ya siquiera.

Aún no había expirado, debilitándose de eco en eco, la última campanada; todavía se escuchaba su vibración temblando en el aire, cuando los doseles de granito que cobijaban las esculturas, las gradas de mármol de los altares, los sillares de las ojivas, los calados antepechos del coro, los festones de tréboles de las cornisas, los negros machones de los muros, el pavimento, las bóvedas, la iglesia entera comenzó a iluminarse espontáneamente, sin que se viese una antorcha, un cirio o una lámpara que derramase aquella insólita claridad.

Parecía como un esqueleto de cuyos huesos amarillos se desprende ese gas fosfórico que brilla y humea en la oscuridad como una luz azulada, inquieta y medrosa.

Todo pareció animarse, pero con ese movimiento galvánico que imprime a la muerte contracciones que parodian la vida; movimiento instantáneo, más horrible aún que la inercia del cadáver que agita con su desconocida fuerza. Las piedras se reunieron a piedras; el ara, cuyos rotos fragmentos se veían antes esparcidos sin orden, se levantó intacta como si acabase de dar en ella su último golpe de cincel el artífice, y al par del ara se levantaron las derribadas capillas, los rotos capiteles y las destrozadas e inmensas series de arcos que, cruzándose y enlazándose caprichosamente entre sí, formaron con sus columnas un laberinto de pórfido.

Un vez reedificado el templo, comenzó a oírse un acorde lejano que pudiera confundirse con el zumbido del aire, pero que era un conjunto de voces lejanas y graves que parecía salir del seno de la tierra e irse elevando poco a poco, haciéndose cada vez más perceptible.

El osado peregrino comenzaba a tener miedo; pero con su miedo luchaba aún su fanatismo por todo lo desusado y maravilloso, y, alentado por él, dejó la tumba sobre que reposaba, se inclinó al borde del abismo por entre cuyas rocas saltaba el torrente, despeñándose en un trueno incesante y espantoso, y sus cabellos se erizaron de horror.

Mal envueltos en los jirones de sus hábitos, caladas las capuchas, bajo los pliegues de las cuales contrastaban con sus descarnadas mandíbulas y los blancos dientes las obscuras cavidades de los ojos de sus calaveras, vio los esqueletos de los monjes, que fueron arrojados desde el pretil de la iglesia a aquel precipicio, salir del fondo de las aguas, y agarrándose con los largos dedos de sus manos de hueso a las grietas de las peñas trepar por ellas hasta tocar el borde, diciendo con voz baja y sepulcral, pero con una desgarradora expresión de dolor, el primer versículo del salmo de David:
El órgano


Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam!

Cuando los monjes llegaron al peristilo del templo se ordenaron en dos hileras y penetrando en él fueron a arrodillarse en el coro, donde con voz más levantada y solemne prosiguieron entonando los versículos del salmo. La música sonaba al compás de sus voces; aquella música era el rumor distante del trueno, que, desvanecida la tempestad, se alejaba murmurando; era el zumbido del aire que gemía en la concavidad del monte; era el monótono ruido de la cascada, que caía sobre las rocas, y la gota de agua que se filtraba y el roce de los reptiles inquietos. Todo esto era la música y algo más que no puede explicarse ni apenas concebirse; algo más que parecía como el eco de un órgano que acompañaba los versículos del gigante himno de contrición del Rey Salmista, con notas y acordes tan gigantes como sus palabras terribles.

Siguió la ceremonia; el músico que la presenciaba, absorto y aterrado, creía estar fuera del mundo real, vivir en esa región fantástica del sueño en que todas las cosas se revisten de formas extrañas y fenomenales.

Un sacudimiento terrible vino a sacarle de aquel estupor que embargaba todas las facultades de su espíritu. Sus nervios saltaron al impulso de una emoción fortísima; sus dientes chocaron, agitándose con un temblor imposible de reprimir, y el frío penetró hasta la médula de los huesos.

Los monjes pronunciaban en aquel instante estas espantosas palabras del Miserere:

In iniquitatibus conceptus sum: et in peccatis concepit me mater mea.

Al resonar este versículo y dilatarse sus ecos retumbando de bóveda en bóveda, se levantó un alarido tremendo, que parecía un grito de dolor arrancado a la Humanidad entera por la conciencia de sus maldades; un grito horroroso, formado de todos los lamentos del infortunio, de todos los aullidos de la desesperación, de todas las blasfemias de la impiedad; concierto monstruoso, digno intérprete de los que viven en el pecado y fueron concebidos en la iniquidad.

Prosiguió el canto, ora tristísimo y profundo, ora semejante a un rayo de sol que rompe la nube obscura de una tempestad, haciendo suceder a un relámpago de terror otro relámpago de júbilo, hasta que, merced a una transformación súbita, la iglesia resplandeció bañada en luz celeste; las osamentas de los monjes se vistieron de sus carnes; una aureola luminosa brilló en derredor de sus frentes; se rompió la cúpula y a través de ella se vio el cielo como un océano de lumbre abierto a la mirada de los justos.

Los serafines, los arcángeles, los ángeles y todas las jerarquías acompañaban con un himno de gloria este versículo, que subía entonces al trono del Señor como una tromba armónica, como una gigantesca espiral de sonoro incienso:

Auditui meo dabis gaudium et lætitiam: et exultabunt ossa humiliata.

En este punto la claridad deslumbradora cegó los ojos del romero; sus sienes latieron con violencia, zumbaron sus oídos y cayó sin conocimiento por tierra y nada más oyó.


- III -


Al día siguiente los pacíficos monjes de la abadía de Fitero, a quienes el hermano lego había dado cuenta de la extraña visita de la noche anterior, vieron entrar por sus puertas, pálido y como fuera de sí, al desconocido romero.

-¿Oísteis al cabo el Miserere? -le preguntó con cierta mezcla de ironía el lego, lanzando a hurtadillas una mirada de inteligencia a sus superiores.

-Sí -respondió el músico.

-¿Y qué tal os ha parecido?

-Lo voy a escribir. Dadme un asilo en vuestra casa -prosiguió, dirigiéndose al abad-, un asilo y pan por algunos meses, y voy a dejaros una obra inmortal del arte, un Miserere que borre mis culpas a los ojos de Dios, eternice mi memoria y eternice con ella la de esta abadía.

Los monjes, por curiosidad, aconsejaron al abad que accediese a su demanda; el abad, por compasión, aun creyéndole un loco, accedió al fin a ella, y el músico, instalado ya en el monasterio, comenzó su obra.

Noche y día trabajaba con un afán incesante. En mitad de su tarea se paraba y parecía como escuchar algo que sonaba en su imaginación y se dilataban sus pupilas, saltaba en el asiento y exclamaba: «¡Eso es; así, así; no hay duda..., así!» Y proseguía escribiendo notas con una rapidez febril que dio en más de una ocasión que admirar a los que le observaban sin ser vistos.

Escribió los primeros versículos y los siguientes y hasta la mitad del Salmo; pero al llegar al último, que había oído en la montaña, le fue imposible proseguir.

Escribió uno, dos, cien, doscientos borradores; todo inútil. Su música no se parecía a aquella música ya anotada, y el sueño huyó de sus párpados, y perdió el apetito, y la fiebre se apoderó de su cabeza, y se volvió loco, y se murió, en fin, sin poder terminar el Miserere, que, como una cosa extraña, guardaron los frailes a su muerte y aún se conserva hoy en el archivo de la abadía.

Cuando el viejecito concluyó de contarme esta historia no pude menos de volver otra vez los ojos al empolvado y antiguo manuscrito del Miserere, que aún estaba abierto sobre una de las mesas.

In peccatis concepit me mater mea

Éstas eran las palabras de la página que tenía ante mi vista y que parecía mofarse de mí con sus notas, sus llaves y sus garabatos ininteligibles para los legos en la música.

Por haberlas podido leer hubiera dado un mundo.

¿Quién sabe si no serán una locura?


***