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viernes, 25 de enero de 2019

MICROPLÁSTICOS HASTA EN LA SOPA

Leo en la revista de Greenpeace (magazine 28, invierno 2018, en el enlace está el artículo completo) que un análisis de sales de diferentes lugares del planeta realizado por Greenpeace y la Universidad de Nacional de Incheon ha revelado que el 90% de las marcas analizadas contienen microplásticos. Y en el mismo párrafo continúan informando de que la universidad de Alicante ya había detectado microplásticos en todas las salinas que habían analizado en España.

Pongo en el buscador de Google "microplásticos hasta en la sal" y descubro que existe una larga relación de noticias recogidas por todo tipo de medios de comunicación. Los trabajos publicados sobre el tema y la denuncia de Greenpeace han hecho que el foco de atención se multiplique. Pero el problema viene de mucho antes. Este vídeo es de 2016, de EuroNews, y hay otros más antiguos.



No me extraña que la Fundéu, la Fundación del Español Urgente, haya elegido la palabra microplástico como palabra del año 2018. Y es que el plástico está hasta en la sopa, y no en sentido figurado.

lunes, 8 de octubre de 2018

MIRCEA CĂRTĂRESCU, TODO UN DESCUBRIMIENTO

Descubro al escritor rumano Mircea Cărtărescu gracias al prestigioso Premio Formentor —que curiosamente no tiene entrada en Wikipedia ni en catalán ni en castellano, pero sí en inglés—. Leo por encima un par de cosas, y veo que entre unas y otras bibliotecas de mi ciudad puedo disponer de casi todo lo que ha sido publicado, excepto las dos últimas obras recientemente aparecidas, Solenoide y El ala izquierda. Me inclino por Nostalgia que me permite leer cinco títulos agrupados bajo uno: El ruletista, El mendébil, Los gemelos, REM y El arquitecto.

Aunque estaba prevenido —las alabanzas eran muchas y grandes—, el impacto ha sido brutal. Todavía no me explico cómo he podido pasar tantos años sin enterarme de su existencia. La impresión de su lectura ha sido de la misma intensidad que cuando leí por primera vez a Cortázar, a Lezama Lima, a Joyce, a Musil... De una imaginación exuberante, tan barroco como hiperrealista, la portentosa voz del autor se adapta tan bien a los pliegues del relato que no puedo dejar la lectura hasta haber terminado la historia. Su obra es una fiesta de la literatura.

Nostalgia recoge cinco historias que podríamos clasificar como tres cuentos y dos novelas, según su extensión. Pero esto es lo de menos, porque lo importante es que aquí nos encontramos con un autor que sabe leer en la tradición literaria para hacer uso de las herramientas que esta le ofrece y, a partir de ahí, superarla ofreciéndonos nuevas posibilidades y perspectivas. Un gran maestro que estaba ahí al lado... y yo sin enterarme.


***
Os dejo enlazada una entrevista y este vídeo en el que a partir del minuto 6' 55" y hasta el minuto 9' 18" Basilio Baltasar lee el acta del jurado donde se exponen las razones por las que se concedió el Premio Formentor al autor rumano. El resto del vídeo os lo podéis ahorrar.

domingo, 2 de septiembre de 2018

DIOS MÍO, ¿POR QUÉ NO SE ME HABRÁ OCURRIDO A MÍ ANTES?

Lichtenstein. Fuente: MOMA.
Triunfar en el mundo del arte es algo profundamente sutil y alejado del conocimiento general de los humanos. Ni tan siquiera estar dentro de ese mundo garantiza poder discriminar entre un trabajo bueno, original, novedoso... y un trabajo que va a formar parte del exclusivo mundo de los que terminan ilustrando las páginas de un manual de arte.

Roy Lichtenstein no andaba muy sobrado cuando presentó a Leo Castelli, el influyente propietario de la galería del mismo nombre, sus dibujos sobre Mickey Mouse y Donald, y que Castelli aceptó de forma inmediata para organizar una exposición.

Lichtenstein. Fuente: National Gallery of Art.
Por aquel entonces, 1961, Warhol también andaba pintando tiras cómicas, y también acudió al prestigioso Castelli. Cuando este le enseñó lo que Lichtenstein había hecho, el creador de las latas cambell y las marylin pensó: "Dios mío, ¿por qué no se me habrá ocurrido a mí antes". En aquel mismo momento pensé que, como Roy hacía unos cómics tan buenos, yo los abandonaría completamente y seguiría en una dirección en la que pudiera llegar el primero, por ejemplo, la de la cantidad y la repetición.


Los trabajos de Warholl no es que fueran peores que los de Lichtenstein, pero no tenían puntitos. Si agrandáis la imagen de Donald y Mickey, podréis ver que tanto los ojos del pato como la cara del ratón están rellenas de puntitos. Son los famosos puntos Ben-Day, de Benjamin Henry Day Jr. (1838-1916), impresor e ilustrador, quien los utilizó por primera vez para crear sombreados y colores secundarios en la tira cómica.

Esa característica trama de puntos creció, se desarrolló, ocupó la mayor parte de la obra del artista, por lo menos hasta los años 70, y se convirtió en la marca típica de Lichtenstein, tanto si nos recordaba las tiras de un cómic


Fuente: Amazon
como si no.
Fuente: Duc Tay Gallery
Y es que a veces —¿o debería decir casi siempre?— la diferencia entre el recuerdo y el olvido ni tan siquiera depende de una delgada línea, sino de un pequeño e inaprensible punto.

***

viernes, 3 de agosto de 2018

LAS FASCINANTES HISTORIAS DE LOS LIBROS PERDIDOS

Ya he dicho otras veces que me encantan los libros que hablan de libros, que me resulta difícil resistirme a ellos. No sé si es el instinto cotilla con relación a la vida de la letra impresa —del que carezco, por cierto, para con los asuntos relativos a los seres humanos—, o si es la satisfacción que me produce encontrar libros de los que no sabía nada y, de repente, aparecen ante mí como una dulce y generosa sorpresa. Sea lo que sea lo que me empuja hacia ellos, lo cierto es que los leo con delectación y con glotonería.

De Historia de los libros perdidos tenía noticia hace algún tiempo gracias a ese libro admirable que es La literatura admirable —otro metalibro—. El segundo me lo encontré cuando estaba tecleando el título del primero en la biblioteca y me apareció en pantalla. Pensé que me fallaba la memoria y que no era historia sino biblioteca la palabra correcta para el título. Pero no. Ahí estaban los dos, la biblioteca y la historia. Fui a por ellos. Curiosamente, y aunque el tema es el mismo, estaban catalogados en espacios diferentes.

Sí, los dos hablan de libros "perdidos". Los dos son igualmente interesantes. Ambos, incluso, se ocupan, como es lógico, de las mismas anécdotas cuando coinciden en el mismo título. La gran diferencia es que Van Straten se ocupa solamente de ocho textos, mientras que el de Kelly abarca la nada despreciable cifra de 81. Para compensar, el italiano lo hace con mayor extensión, lo que le permite narrar con más detalle los entresijos de la historia que hay detrás de "la pérdida".

Con ambos he disfrutado, porque además de contener un cúmulo de historias fascinantes, es este uno de mis vicios confesables, como he dicho antes. Sin embargo, me ha sorprendido que en el relato de las coincidencias haya disparidades. Parece razonable pensar que cuando alguien acomete una investigación y pone sus resultados sobre el papel, estos son fiables. Una cosa es encontrar afirmaciones sin cotejar en internet y otra descubrir que la rocambolesca historia de un manuscrito tiene versiones que difieren entre dos publicaciones serias y bienintencionadas.

Pequeñas discrepancias al margen, cualquiera de los dos resulta apasionante para quien esté interesado en saber, por ejemplo, qué ocurrió con El Mesías de Schulz, por qué La Galatea nunca tuvo una segunda parte, cuál es la disparatada y surrealista historia de los manuscritos del más disparatado y visionario Joseph Smith Jr., qué nos es dado suponer acerca del Margites homérico, o cómo se libraron Jacopo y Pietro Alighieri de tener que redactar el tercer canto de la Comedia, El Paraíso.

miércoles, 27 de junio de 2018

LAS PALABRAS Y LAS COSAS

The personal experience behind its description, 2009.
Robo el título a Foucault porque de palabras y de cosas va este comentario, y aunque no pretendo desenmascarar los discursos del poder, tal y como el filósofo francés realizó en su obra, sí quiero llamar la atención sobre el desajuste entre palabras y "cosas" que se produce a veces en los catálogos, explicaciones, hojas de sala y demás literatura "artística".

Acudo a la exposición Drawn by the pulse y leo en el primer párrafo de presentación (las negritas son mías): La obra de Rosa Barba (italiana, residente en Alemania) impugna y reinterpreta la verdad y la ficción, el mito y la realidad, la metáfora y lo material hasta llevarlos a un grado desorientador, que en última instancia se extiende hacia una práctica conceptual. 

O sea, todo. Quiero decir que lo impugna todo, la realidad entera. Da la impresión de que resulta un trabajo excesivo para una sola persona. Lo que no entiendo es hacia dónde quiere llevar ese todo. ¿Qué es un grado desorientador? ¿Quiere que tanto la realidad como la ficción, etcétera, sean desorientadoras? ¿Pretende que sean un poco más desorientadoras, signifique eso lo que quiera significar? ¿?

También desorienta, y mucho, la frase que viene después de la coma. ¿Qué es lo que se extiende hacia una práctica conceptual? ¿La obra de Lentini o el grado desorientador? ¿Y qué es una práctica conceptual? ¿Es practicar el arte conceptual, es ejercer de creadora de significados, es dedicarse a la lexicografía, es convertirse en renovadora de todos los significados,...? 


Drawn by the pulse, 2018.
Sigo. Drawn by the pulse (dibujado por el pulso), la primera obra de la exposición y la que da nombre a la misma, está presentada así: Filmada en el Observatorio Astronómico de Harvard, la obra toma como punto de partida la investigación de Henrietta S. Leavitt sobre las propiedades de las estrellas (...). La obra es una escultura fílmica de 35 mm, muda, basada en el parpadeo de las estrellas variables y en las imágenes de las placas fotográficas sobre las que trabajó Leavitt.


Drawn by the pulse, 2018.
El trabajo que llevaron a cabo H. S. Leavitt y sus compañeras, las calculadoras de estrellas, está bien explicado en el artículo de Wikipedia, pero si preferís una novela histórica, la de Miguel A. Delgado hace justicia al grupo de mujeres y desarrolla con todos sus pormenores el qué y el cómo de aquel trabajo y la importancia que tuvo para poder calcular la distancia a que se encontraban las estrellas con respecto a la Tierra y, por extensión, la edad del universo.

No sé qué interés artístico o científico puede tener ver pasar en una pantalla blanca grupos de puntos de distinto tamaño, como no sea comprobar lo aburrido que puede ser. Ciertamente, el trabajo de las calculadoras podía ser aburrido, pues había que examinar miles de placas fotográficas de estrellas para buscar algún patrón que posibilitara una mejor comprensión del universo. Pero ellas sí  sabían que su trabajo era importante, que las placas eran reales y que había un objetivo y una intención de descifrar y conocer. El de esta "escultura fílmica" lo ignoro. Ni tan siquiera contribuye a recordar el trabajo de las calculadoras de estrellas y mucho menos a divulgar en qué consiste el cálculo de las distancias basado en la magnitud absoluta del brillo de las cefeidas. A no ser que citar a H. S. Leavitt sirva para dar lustre a la obra y a la autora.

Eso sin entrar en el malintencionado discurso de género que poco o nada tiene que ver con las máquinas de proyectar imágenes que es de lo que va la exposición, pero que se aprovecha porque está de moda y ayuda a dar una aureola de progresía. Vuelvo a citar: Henrietta S. Leavitt (...) contribuyó a grandes descubrimientos que se atribuyeron directamente a Edward Pickering. Es cierto que el artículo de Leavitt lo firmó Pickering. De hecho, estaba obligado a hacerlo como responsable de la investigación. Pero también es cierto, y se oculta casi siempre, que en el encabezamiento se advertía que el trabajo era obra de su ayudante. La igualdad y la justicia no se defiende ocultando datos.

El texto completo de la comisaria lo podéis leer aquí. Tan preocupante como el estilo y, en muchas ocasiones, la falta de referentes de las palabras, es la cita de Danielle Huillet que utiliza para abrir su texto: No puedes enseñar a la gente a pensar, a utilizar sus ojos y sus oídos, —o a cómo hacer política efectiva para eso—, ellos pueden o no pueden; lo que puedes es transmitir una chispa de algo, mostrarles una operación concreta, pero no mucho más. Si una comisaria de una exposición no cree en la posibilidad de enseñar a pensar, de enseñar a ver, de enseñar, mal asunto para el arte en particular y el conocimiento en general. La historia de la cultura es, entre otras cosas, un continuo intento colectivo de enseñarnos entre todos a pensar, desde las primeras pinturas rupestres hasta esta misma exposición.

martes, 13 de marzo de 2018

CONTRA EL RITUAL DE LA MUERTE

MI MADRE EN SU SILLA


Hay formas diferentes de estar en el mundo,

lo mismo que hay maneras distintas de dejarlo.

Mi madre, pasados ya los ochenta,

esboza una sonrisa cuando le cuento alguna gracia simple,

o cuando el protagonista de la historia infantil que le leo

realiza una travesura bienintencionada.

Al mismo tiempo, o poco después,

hace un gesto de dolor o incomodidad

y yo no sé si los pañales le molestan,

un huesecillo de la mano empieza a ponerse cabrón,

o es alguna vena en la cabeza la que reclama más espacio.

Mi madre, pasados los ochenta,

no puede moverse sola

y reparte su tiempo –si es que es suyo el tiempo-

entre una cama molesta

y una silla de ruedas que no puede desplazar.

Y cuando se sienta a colorear los dibujos infantiles

con los que distraer el tiempo que le sobra,

un temblor obcecado le impide contener el rojo

dentro de la franja adecuada de la sombrilla que está abierta.

Mi madre, antes de los ochenta,

no disfrutó demasiadas veces de la vida,

ahora

no atraviesa lo que se dice un buen momento.

Y, a pesar de todo, no parece desdichada,

y me sorprende cada día

con esa fuerza casi obsesiva que demuestra

para adherirse a la vida,



si es que es vida lo que tiene.


***



He explicado en otro momento, aunque quizás no haya sido suficientemente claro, que este poemario surgió como una manera de situarme ante los acontecimientos familiares que había vivido durante los últimos años. Sin embargo, salvo los tres poemas que aluden a mi propia familia, no es ese el tema, es decir, el tema no es la pérdida de seres queridos.

Creo que esta colección de poemas es suficientemente clara desde el mismo título. Por tanto, el tema es mi punto de vista sobre las costumbres, ritos y ceremonias que en nuestra sociedad se producen cada vez que se da un fallecimiento, pues ocurre a veces que los actos organizados en torno a esa muerte pretenden o quieren ocultar la voluntad del fallecido. En cualquier caso, no es como yo entiendo esta cosa del vivir y del morir.

En otras ocasiones, quizá por pereza, por superstición, por miedo o por lo que sea, nos dejamos llevar por la costumbre, olvidamos que la muerte es un hecho natural, el punto final de nuestra propia vida y que, como propia, deberíamos tener el derecho a decidir cómo queremos ese último acto, sin que los patriarcas religiosos o políticos nos lo impongan.

A pesar de toda la aparente seguridad con la que pretendo afirmarme, yo mismo tengo mis dudas y mis temores, de ahí el par de poemas que aparecen hacia el final, poemas de amor al mismo tiempo que petición de socorro. Nada más natural que ese deseo de sentirnos queridos cuando la duda o el miedo nos invaden.

En este sentido he querido que el librito fuera más un canto a la vida, a la buena vida, que a la buena muerte. Y así creo que se expresa con el poema-recetario que cierra la colección, en el que, para que quedara más claro el mensaje, he suprimido la forma versicular.

Si a través de los poemas no se logra entender esto, es que, sin duda, no he acertado.

***

El poemario podéis leerlo o descargarlo desde aquí.

lunes, 12 de febrero de 2018

JUANA DE IBARBOUROU, Y 3

Mistral, Storni, Ibarbourou. 1938.
Dando por sentado que lo primero que debemos leer es su obra y que esta está recogida en las Obras completas (Aguilar, 1953), en esta entrada quiero llamar la atención sobre un par de documentos que me parecen muy interesantes para conocer a la escritora uruguaya. El primero es su Autobiografía lírica, una conferencia de 1956 en la que deja claramente su impronta y donde podemos percibir cómo era la persona y la poeta a la que el mito convirtió en Juana de Ibarbourou. El segundo es una entrevista de Antonio Mercader para la revista Siete Días Ilustrados. Fue realizada en 1974. Está recogida en varios sitios de internet. La traigo aquí desde la página EnlacesUruguayos.com. Es un poco larga, pero merece la pena.

Es la única sobreviviente del legendario terceto de poetisas que integró con la chilena Gabriela Mistral y la argentina Alfonsina Storni. Es también el mayor mito viviente de Uruguay. Bautizada Juana Fernández Morales, firmó sus poesías como Juana de Ibarbourou. En 1929 fue consagrada Juana de América y glorificada por los grandes escritores de la época. Tiene 82 años, una quincena de libros publicados y alrededor de 500 mil ejemplares vendidos. Medio siglo atrás, fue el best-seller del romanticismo rioplatense con sus versos "de un audaz erotismo"; hoy, niños orientales, argentinos y de otros países latinoamericanos la leen —a veces con resignación— en los textos escolares. Vive en una vieja casona de la Avenida 8 de octubre, a cinco minutos del centro de Montevideo. Sale poco y no recibe siquiera a sus más fieles amigos. En ese mundo hermético, que comparte casi exclusivamente con su hijo Julio César, pasa sus días leyendo y escribiendo. Hace mucho sobrelleva el peso de ser un monstruo sagrado, un jirón de la historia de la literatura. Tras un exterior rimbombante, tras el mito Juana de Ibarbourou, se esconde una mujer alegre, sencilla, tierna y generosa. Sobre el final de su vida, ésa sigue siendo su imagen íntima, verdadera, que pocos conocen, y que Siete Días pudo revelar a través de una entrevista obtenida por su corresponsal en Montevideo. En una charla que duró una hora y media, Juana de Ibarbourou habló como nunca sobre sí misma y sobre su obra, recordó a sus antiguos amigos (Pablo Neruda, Juan Ramón Jiménez, Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni y otros), explicó las causas de su enclaustramiento y evocó su esplendoroso pasado. Demostró además que conserva una envidiable lucidez mental, disminuida apenas por cierta flaqueza en memorizar nombres o fechas. Lo que sigue es la entrevista a Juana de Ibarbourou, la primera que se difunde en varías décadas en una publicación argentina.

"La señora lo va a recibir", anuncia una ceremoniosa criada mientras abre la pesada puerta de roble. Sobre el parquet del vestíbulo dos plebeyas palanganas de plástico recogen las gotas de agua que se filtran desde el techo. Afuera llueve, y en esta casona con goteras, entre la penumbra, se distinguen un aparador estilo colonial y un par de alfombras precariamente enrolladas contra la pared para evitar que se mojen. Crujen los peldaños de la escalera y el ruido hace ladrar a un perro, encadenado en algún rincón lejano de la casa. En la planta alta, hay una estantería con libros y tres puertas: la de la izquierda está abierta. Desde allí parte una voz de agudas inflexiones: "Hágalo pasar, pase, pase".


Es un cuarto mal iluminado, cuadrado, de cuatro por cuatro, donde se alinean una cama doble, una cómoda, un aparato de televisión y varios anaqueles de libros. Junto a la ventana-balcón que asoma a la avenida 8 de Octubre, arrellanada en un viejo sillón, está Juana de Ibarbourou. Sonríe, hace un cortés ademán de incorporarse pero permanece sentada mientras estrecha la mano del visitante. Luce bien peinada, el cutis blanquísimo ligeramente empolvado, un toque de color en los labios. No parece sorprendida ni intimidada por la inminente requisitoria periodística. Expectante, mira a su interlocutor con sus ojos negros que conservan el brillo de otros tiempos.


—¿Por qué es tan difícil verla?
—No es tan difícil. Lo que sucede es que estuve un poco enferma últimamente, y entonces los que me cuidan, mi médico, mi hijo Julito, piensan que puedo fatigarme si atiendo personalmente a todos los que quieren verme o quieren hablarme por teléfono. Ahora estoy bien de salud, tengo este problema (se toca el ojo izquierdo; sobre la frente, de ese lado, lleva una gasa sujeta por dos tiras de cinta adhesiva), pero me voy acostumbrando.


—¿Qué le pasó en el ojo?
—Tuve un accidente. El año pasado pisé una baldosa rota, ésa que está ahí (señala un agujero en el embaldosado), tropecé y caí. Me di un gran golpe en el ojo izquierdo por el que ya no veo, y me quedó esta herida en la frente que no termina de curarse y eso que voy seguido al médico.


—¿Usted sale muy frecuentemente de esta casa?

—Voy a un médico oculista por el centro. Además, salgo con Julito en el auto y nos vamos a la rambla o al parque Rodó. Nos bajamos a caminar.


—Sin embargo, sus mejores amigos dicen que no pueden verla porque usted no sale nunca y no quiere recibirlos.
—¿Quiénes son mis mejores amigos? Los amigos de verdad, los fieles, siempre entraron a esta casa. Los que dicen esas cosas no son amigos y cuentan mentiras: que me tienen secuestrada, que me maltratan, que me encierran y no sé cuantas cosas horribles. No hay que hacerles caso.


El enclaustramiento de Juana es un hecho cierto. La más reciente generación de uruguayos nunca la vio en público. Quienes antes la visitaban diariamente afirman que en los últimos dos años su aislamiento se agravó. "El teléfono y el timbre suenan en su casa sin que nadie responda", dicen. Hubo denuncias al respecto; a tal punto que, a fines del año pasado, varios policías allanaron su casa y pudieron comprobar que la poetisa estaba allí y sin peligro a la vista. Entonces se supo que las versiones alarmistas carecían de fundamento. Pero el hermetismo en torno a Juana siguió y los rumores crecieron otra vez. El mes pasado, el vespertino montevideano El Diario logró entrevistarla. Fueron sus primeras declaraciones en muchos tiempo. "Juana de Ibarbourou no estaba secuestrada", tituló el vespertino. Desde entonces, las olas se apaciguaron. Pero su aislamiento sigue y todo indica que seguirá. Algunos señalan que Juana fue siempre introvertida y tímida, y que en su vejez ha reasumido su verdadera personalidad. "Mis últimos años me pertenecen", dijo alguna vez. Según esta interpretación su voluntario retiro es una forma de eludir los compromisos y las molestias que acarrea la fama. Es, también, un modo de disfrutar su propia intimidad.

LOS LABERINTOS DE LA MEMORIA


—¿Está escribiendo actualmente?
—Siempre escribo algo. Trabajo todos los días, sin horarios, me pongo a escribir cuando quiero y siento que debo hacerlo. Estoy escribiendo otro libro, tengo más de treinta poesías terminadas. No me pregunte el nombre del libro porque no lo sé; siempre fui mala para elegir nombres.


—Qué técnica usa para escribir?
—Los poetas no se hacen, nacen. Es una verdad. Escribo espontáneamente, sin preparativos artificiales, cuando siento una idea, una palabra, un paisaje, como una obsesión aquí, en la cabeza. No entiendo a los poetas que piensan que para escribir versos hay que encender velas o escuchar música. Lo mío es sencillo, natural, y así debe ser porque la poesía no se fabrica, no se provoca; se siente o no.


—Hoy se lee poca poesía, ¿cuál es la razón?

—Se lee poca poesía y lo comprendo. No vivimos en un mundo de poetas. Este es un mundo loco, loco, que no da tiempo a leer ni a serenarse. Pero siempre habrá poetas maravillosos y se volverá más a la poesía. Estoy segura.


—¿Qué está leyendo en este momento?
—Leo mucho. Leer me hace más llevadera la vida. En este momento estoy leyendo Papillon y me gusta porque es entretenido y humano.


—¿Qué otras distracciones tiene? Veo una televisión en su cuarto.

—Miro poca televisión, me hace mal a la vista.


—¿Qué opina de la televisión como medio de comunicación?
—Me hace admirar la técnica y la inventiva humana. Lástima que la televisión se use poco para difundir la cultura, para enseñar a la gente. Podrían hacerse cosas importantes pero no se hacen. Me gusta más el cine, aunque hace mucho que no voy.


—¿Recuerda a algún actor o actriz en especial?

—Mis predilectos le van a parecer un poco antiguos. Me gusta Chaplin, porque era admirable que hiciera reír a la gente en épocas donde costaba mucho reírse. También Greta Garbo. Y María Félix por su belleza, y porque me recordaba a una amiga que tuve en mi infancia, allá en Melo.


Melo, capital del departamento de Cerro Largo, frontera con Brasil. Ciudad donde nació, de padre gallego y madre uruguaya, el 8 de marzo de 1892, Juana Fernández Morales. Por sus escritos y confidencias se sabe que su infancia no fue del todo feliz, que su padre solía recitar en voz alta a Espronceda y Rosalía de Castro, que dos hermanos de su madre eran poetas y que uno de ellos murió en un duelo batiéndose por una mujer. Se sabe también que Aparicio Saravia, el guerrero blanco que acaudilló dos revoluciones, fue su padrino de bautismo. Con tales antecedentes, Juanita o Juaneca, como la llamaban, fue creciendo en su Melo pueblerino, "ciudad de casas bajas, naranjos y aroma de pitangas". No muy lejos de Melo, en 1904, el padrino de Juana, "el último caudillo a caballo del Río de la Plata", se levantó contra el gobierno de José Batlle y Ordóñez.


—¿Cómo era Aparicio Saravia?
—Mi padrino, cómo lo recuerdo. Nunca olvidaré una tarde cuando el negro Camundá tocó el clarín y apareció padrino, el general Aparicio Saravia, el General como le decíamos con todo respeto en casa. Venía por la calle 25 de Mayo, con la cabeza levantada, sobre un tordillo. Medio caballo atrás venía su gente, la flor y nata de le juventud montevideana. Estaban los Ponce de León y... era impresionante. Todo Melo los miraba desde las ventanas. Era padrino que iba a hacer la última revolución. A él lo adorábamos, en casa había retratos suyos porque mi padre era blanco, nacionalista, como todos en mi familia. Había peleado con el General en otras guerras. Por todo eso siempre fui blanca, blanca como hueso de bagual.


—¿En aquella época ya escribía?
—A los doce o trece años ya hacía mis primeros versos. Algunos se publicaron después en el diario de Melo con un seudónimo feísimo: Jeannete d'lbar.


—Se casó muy joven, ¿no es así?
—Sí, muy joven. De mi marido (el capitán Lucas Ibarbourou) tomé mi nombre poético. Ibarbourou, mi suegro, era vasco francés. Después nació Julito (repentinamente pregunta la hora; son las cinco de la tarde y eso la alarma). Las cinco de la tarde y todavía no vino a comer. Lástima que Julito no esté, me gustaría que lo conociera.


—Después usted se vino a Montevideo.
—Nos vinimos todos. De Melo tengo los recuerdos más tiernos, hace años que no voy por allá. Pero para mí la ciudad, la gran ciudad, fue Montevideo. Aquí me trataron maravillosamente. Era una ciudad chiquita la que conocí entonces, y no la gran ciudad que es ahora. Ha cambiado tanto Montevideo. Alguna vez escribí que prefería Montevideo a París, Madrid o Nueva York, y que si Dios me diera la oportunidad y me preguntara dónde quiero volver a vivir, yo le diría simplemente a Montevideo, Señor, ¡y gracias!


—¿En esa etapa ya escribía sus Lenguas de diamante?
—Ya tenía algunos versos escritos pero aquí pude terminar el libro y aquí, en Montevideo, encontré gente que me animó a publicarlos. Lenguas de diamante, fue el primer libro y el que me dio más satisfacciones.


Lo prologó y publicó, en 1919, el escritor argentino Manuel Gálvez, en la editorial Buenos Aires, de la capital argentina. "Es un acontecimiento en la literatura americana", auguró Gálvez. Y lo fue. Su nombre se hizo famoso en el Río de la Plata y aún más lejos. Desde España, el gran Miguel de Unamuno le dio su bendición ("jamás ha hablado en español, que yo sepa, así la pasión desnuda y ardiente; aquí una mujer no haría versos así a su novio; si los hacía, los rompería sin publicarlos"). El peruano José Santos Chocano y el mexicano Alfonso Reyes la elogiaron. No había cumplido treinta años y estaba consagrada. En los románticos twenties, los uruguayos sabían de memoria aquellos versos femeninos, audaces para la época (Tómame ahora que aún es temprano / y que llevo dalias nuevas en la mano. / Tómame ahora que aún es sombría / esta taciturna cabellera mía. / Ahora, que tengo la carne olorosa. / Y los ojos limpios y la piel de rosa .../).


—Eran versos un poco atrevidos por venir de una mujer.
—¿Sí? Eran sinceros y apasionados, como son las cosas que se hacen en la juventud. Pero no fui la primera mujer que escribía poesías. Estaba Delmira.


—¿La uruguaya Delmira Agustini?
—Delmira, sí, escribía con una gran pasión. Era una época con mujeres que sabían escribir con talento.


—¿Recuerda aquel acto en la Universidad de Montevideo, en 1938, donde se juntaron usted, Gabriela Mistral y Alfonsina Storni?
—Gabriela ... Era fuerte, recia, hablaba muy castizo, muy español. Le gustaba contar historias de embrujos y de fantasmas que asustaban un poco. Estuvo en casa y nos sacamos fotos juntas. Era una mujer inteligente, pobre Gabriela que fue tan infeliz en su vida, pobrecita.


—¿Y Alfonsina Storni?
—No hubo entre nosotras esa amistad tan espontánea que se dio con Gabriela. No por mi culpa ni por culpa de ella. Éramos distintas, no .. pero yo la admiré siempre. La recuerdo con su cara muy roja y esa altivez que tenía. A Gabriela y Alfonsina las quise y las quiero mucho. Que me vincularan a ellas, que el público nos viera como formando una cosa común, fue uno de los mayores homenajes que recibí en mi vida. Era una forma de unirnos a los uruguayos, los chilenos y los argentinos.


—Usted sabe que los cuentos de Chico Carlo están incorporados a textos de gramática escolar no sólo en Uruguay sino también en Argentina. Lo mismo pasa con sus poesías y con sus libros que son, muchas veces, de lectura recomendada para niños y jóvenes. ¿Qué siente ante un público tan especial?

—Me gusta, adoro a los niños, me alegro tanto cuando los traen de visita. Aquí han venido muchos niños, vienen con las maestras, a veces desde Argentina. Sé que me conocen en Argentina, es un homenaje y un honor. Los argentinos siempre fueron buenos conmigo, tengo muy buenos amigos allá.


—¿Jorge Luis Borges es uno de ellos?
—Borges, el gran Borges, es un hombre tan profundo.


—Usted contaba una anécdota graciosa con Borges, aquella de los discurso ...
—Sí, los dichosos discursos (se ríe). Le dieron un banquete a Borges, aquí en Montevideo, y yo tenía que hablar en nombre de los escritores uruguayos. Mejor dicho tenía que leerle un discurso, y estaba previsto que él leyera su discurso de respuesta. No tenía muchas ganas de hacerlo. Yo sabía que a Borges le pasaba lo mismo, así que le dije con toda sinceridad: Borges, debo leerle un discurso pero no me siento muy dispuesta a hacerlo en este momento. ¿Sabe qué contestó? Yo tampoco, así que no lo lea, déme su discurso, yo le doy el mío, y después cada uno lo lee en su casa. Intercambiamos los respectivos papeles donde estaban escritos los discursos, y nos quedamos tan tranquilos.


LOS HONORES RECIBIDOS

—¿Cuál fue la alegría más grande de su vida?
—E1 día que recibí el título de Juana de América. Estaban Juan Zorrilla de San Martín, Alfonso Reyes y otros grandes de la literatura. ¡Había tanta gente en el Palacio Legislativo! ¿Conoce el episodio de los cuatro soldados? Me los pusieron alrededor mío formando una guardia de honor. Tenía un ramo de violetas en la mano y cuando el acto terminó, los soldados de la guardia me pidieron que les diera algunas flores de recuerdo. Años después, un muchacho golpeó en la puerta de mi casa. Era uno de aquellos soldados. Traía las violetas en una caja, como un tesoro; se iba a casar y quería regalárselas a su novia. Para su regalo de bodas necesitaba una tarjetita de mi puño y letra, que acreditara que aquéllas eran mis violetas. Se la di. Qué recuerdo tan tierno me dejó ese episodio. Diez de agosto de 1929, día en que la proclamaron Juana de América. La idea partió del peruano José Santos Chocano. Escritores uruguayos y extranjeros la apoyaron. Querían darle un título simbólico, honorario, para honrarla en toda América. Diez mil personas asistieron al solemne acto, en la sede del parlamento uruguayo. Fue una especie de glorificación en vida, prematura quizá para una joven emotiva y sencilla que nunca había soñado con tamaño homenaje. Visto a la distancia, el fasto puede resultar hoy desprovisto de sentido; pero bien mirado, se insertaba en una época feliz, pródiga con sus ídolos, donde uno de los grandes fenómenos era el ascenso de la mujer a todos los planos de la actividad diaria. Como un signo de ese tiempo, la jovencita de Melo fue coronada Juana de América y el título prendió en la gente porque sus poesías gustaban: eran frescas, liberadas, hablaban de amor y de belleza, en contraste con el modernismo decadente y amanerado que moría de asfixia en los salones.


—Según ciertos críticos, su obra refleja vitalidad e intuición antes que una amplia cultura y una depurada formación intelectual. ¿Lo cree así?
—Al comienzo, tenía una formación elemental. Conocía unos pocos autores y unos pocos libros, pero los conocían bien. Después, el tiempo, los amigos, el contacto con el ambiente intelectual de la ciudad, me fueron dando más conocimientos. De todas maneras, no creo que todo eso que vino después haya cambiado de un modo importante el sentido y el estilo de mis libros.


—¿Cuáles son sus poetas preferidos?
—Los de siempre: los dos Machado, Manuel y Antonio, y el gran Juan Ramón Jiménez. A Juan Ramón tuve la suerte de conocerlo estuvo en esta casa; a los Machado, no.


—¿Cómo era Juan Ramón?

—Un hombre y un poeta superior. Llevaba a su España metida acá adentro, como una espina. Había sufrido mucho con la guerra y con las desgracias de su patria. Cuando lo conocí (en 1948) era un escritor consagrado, festejado en todas partes. En la intimidad era sencillo, adoraba a su esposa Zenobia; era galante, muy caballero español. Recuerdo que le regalé un salerito de plata francesa y él se sintió en la obligación de retribuir el regalo. Después que se fue, un día recibí de su parte un libro y un espejo. El espejo era fino, antiguo y francés. La dedicatoria decía: Para Juana, un libro, un espejo y un beso.


—Pablo Neruda fue otro de sus visitantes.
—Era un simpatiquísimo ladrón. Estuvo en mi casa de la rambla, donde yo tenía una colección de caracoles. El también los coleccionaba y los empezó a mirar y a decir: me llevo éste y éste, y se iba agachando para recogerlos y ponérselos en el bolsillo. Se llevó cuatro o cinco de mis mejores caracoles. Era estupendo. Era un poeta fuerte, expresivo, tenía versos que yo sabía de memoria. Se volvió a casar, creo con una de Urrutia, y murió hace poco. Pobre Pablo. Era como todo gran poeta: un intermediario entre Dios y el hombre.


—¿Usted es católica?
—Sí, y muy devota.


—Se dice que vivimos una época de descreimiento, de escepticismo religioso...
—El hombre logró muchos adelantos, inventó maravillas y llegó a la Luna. Pero no debe creerse igual o superior a Dios. Quien tiene fe, verdadera fe en Dios, no debe perderla sino afirmarla por el avance de la civilización y la cultura. Hay una verdad: Dios nos da y nos quita todo. La religión la ayuda a una a vivir y a esperar... y yo de la vida ya no espero nada, lo espero todo del más allá.


LA JUVENTUD DE LA ANCIANA DAMA

—¿Volvería a vivir su vida tal cual la vivió?
—Sí, no tengo dudas, la viviría igual, salvo algunas malas mujeres que se cruzaron en ella. Los hombres siempre fueron más buenos conmigo que las mujeres.


—De todas las etapas de su vida, ¿cuál le dejó los mejores recuerdos?
—La juventud. Para mí, como para todo ser humano, fue la época más hermosa de la vida.


¡Soy libre, sana, alegre, juvenil y morena ...!, cantaba Juana en sus comienzos. La juventud, justamente, es una constante en su primera producción, es decir, la trilogía compuesta por Lenguas, El cántaro fresco y Raíz salvaje. Juventud y amor (¡que rían los vecinos! Puesto que somos jóvenes / y los dos nos amamos y nos gusta la lluvia ...) son sus temas iniciales y, seguramente, las claves de su vida. Después, en la década del cuarenta, reasomarán en su obra bajo la forma de recuerdos, como ocurre en Chico Carlo, donde sustituye la poesía por una prosa sencilla cargada de añoranzas. Es la Juana madura, cincuentona, convertida ya en un monstruo sagrado, rodeada de leyendas, quien evoca su infancia a través de Chico Carlo, un libro que es algo así como el Platero y yo latinoamericano. Después, en 1949, la muerte de su madre ahondará su soledad y la hará retornar a la poesía a través de Pérdida y Elegía, sus obras máximas de la segunda época. Recibe condecoraciones, premios, invitaciones, la nombran "mujer de las Américas" y viaja a Norteamérica. En la década del cincuenta, cuando la fama y el reconocimiento arrecian sobre ella, cuando la carga del mito se torna insoportable para la mujer que ama los días sencillos y serenos, escribe un cuarteto revelador, símbolo quizá de sus actuales angustias: Digo mil veces que me estoy ahogando, / y sólo veo alrededor sonrisas. / Me estoy ahogando vertical y en medio / de una avenida gris, ruidosa y lisa.


—Usted sabe que hay un mito llamado Juana de Ibarbourou. ¿Le molesta?
—La gente es buena, generosa, y ha imaginado sus cosas sobre mi persona y mi obra. Tal vez yo misma soy la culpable porque llevé siempre una vida retraída, dedicada muchos años a cuidar a mi marido y a mi madre que sufrieron largas enfermedades. Además, está el tiempo y usted sabe que el tiempo siempre deforma las cosas.


—En este enclaustramiento en que vive, ¿no se siente un poco abandonada u olvidada?
—No, no estoy abandonada ni olvidada. Mis verdaderos amigos son muy fieles. Lo que siento, a veces, son los problemas económicos. Con lo que cobro de derecho de autor y la pensión de mi marido no es suficiente para vivir. A fines del año pasado el gobierno me dio un millón de pesos que dividí con mi hijo, y con eso pude hacer regalitos a mis mejores amigas. Pero esas cosas no puedo hacerlas todos los días. Hace tiempo que vengo pensando en hablarle sobre esta situación a la señora del presidente Bordaberry.


—¿La señora del presidente?

—Sí, no sabe qué mujer más gentil, más amable. El día de mi cumpleaños me mandó un precioso ramo de flores. Cuánto se lo agradezco. Pensar que yo no tuve con ella ninguna atención, ni siquiera cuando nació su último hijo. ¡Qué vergüenza! Debo escribirle una carta para agradecerle sus flores.


—Sorprende que tenga problemas económicos. Hace años el gobierno le donó esta casa, ¿no es así? Además, usted debe cobrar derechos de autor con frecuencia, pues sus libros se reeditan en forma permanente.
—Sí, tengo esta casa y estoy muy agradecida. Pero los derechos de autor que recibo no son muy importantes. ¡Está todo tan caro!


—Si tuviera que elegir uno entre todos sus libros, ¿cuál elegiría?

Chico Carlo, es casi autobiográfico. Son los recuerdos de mi infancia y pienso que de alguna manera son los recuerdos de la infancia de todos. No me gustaría que se fuera sin darle un ejemplar de Chico Carlo.


Ayudada por la criada (que lleva ya cinco minutos haciendo señas al visitante de que debe retirarse), Juana se levanta y da algunos pasos por la habitación. De estatura mediana, regordeta pero de buen porte a sus 82 años, hurga en el anaquel abarrotado de libros. No encuentra el que busca, pero vuelve a su sillón con un ejemplar de Juan Soldado, una reciente recopilación de sus cuentos. Con un bolígrafo garabatea la dedicatoria en sus primeras páginas. La entrevista ha terminado. Poetisa y periodista se despiden con un apretón de manos. Entonces, desde la puerta del cuarto, el visitante se gira para mirarla por última vez; Juana sonríe, agita su mano en señal de despedida y con voz queda, dice: "Vuelva, vuelva otro día".

Antonio Mercader 

***

PS: La colección para la tertulia ya está colocada.

viernes, 12 de enero de 2018

ENTREVISTA CON TERESA RAMOS

Fotografía cedida por la autora
Conocí a Teresa Ramos en Pamplona, en un curioso encuentro sobre el haiku. Allí tuve la ocasión de hacerme con su poemario Sabe la noche y ella me obsequió con un ejemplar en A4 de Bancales del perfume.

Es creadora y coordinadora de Anaitaverso y del Grupo Psicosocial de Encuentro y Poesía. En 2017 apareció publicado su tercer poemario, Bancales de perfume, en la colección Poética y Peatonal (Ejemplar Único) con el artista plástico Gabriel Viñals. En 2015 ganó el I Concurso de poesía Noches Poéticas de Bilbao con Sabela noche. En 2012 obtuvo el XXXVIII Certamen de Poesía Rafael Fernández Pombo con el poemario Laconjura de lasletras. Ha prologado La X en la palabra, de Fermín Castro, y Aún tu nombre, de Ramón Campos.


La entrevista que aquí aparece se resolvió vía correo electrónico.

¿Cómo y por qué empezaste a escribir poesía? ¿Qué es lo que te llevó a la poesía o te atrajo de ella?

Empecé a escribir de una forma un tanto azarosa, cuando me encontraba en un impasse laboral, me había cogido un tiempo sabático, después de trabajar durante años muy activamente en el campo de la psicoterapia, individual y de grupos. Entonces dos personas diferentes en días próximos, me sugirieron que escribiera, francamente, era algo que jamás me había planteado, no estaba en mi mapa. Había escrito algunos poemas en la adolescencia y en momentos puntuales, casi siempre vinculados a la aparición de una persona en mi vida, pero eso era todo. Sucedió sobre los 45 años.

¿Qué poetas, qué escuelas, qué lecturas o vivencias son los que más te han influido?

Pienso que me influyeron mucho los poetas clásicos, a los que escuchaba a menudo a través de la música de los canta autores y también a través del folclore latinoamericano. Era entonces, más melómana que lectora. 

Luego empecé a escribir y con la escritura, llegaron las lecturas de poesía, yo era de letras, me gustaba la poesía, pero no era lectora de poesía. Veía cine, escuchaba radio, estudiaba la obra del médico Wilhem Reich, quien entregó su vida a la investigación de las leyes de la energía vital, discípulo de Freud, con quien se analizó y que creó, más tarde, su propia escuela. Leía textos psicoanalíticos, psicosomáticos y otros de psicología social de diferentes autores. Todos ellos necesarios para comprender el psiquismo humano y completar mi formación como psicoterapeuta. 


Me han influido algunos poetas actuales como Alfonso Brezmes y tantas otras autoras y autores de una manera o de otra, con algunos mantengo un contacto cotidiano, a través de las redes sociales. 

En este momento me siento influenciada por la obra de Antonio Orihuela, Laura Giordani, Begoña Abad, Karmelo Iribarren, David Trashumante, David González y Antonio Praena.

Me siento próxima a los poetas navarros, comunidad en la que resido.

Soy una lectora habitual de poetas en el Facebook, de modo que, leo poesía con tendencias muy diversas. Creo que mis afinidades están vinculadas, por otro lado, y en cierto modo, a mi momento personal y el cómo en ese momento resuena la poética de los demás autores en mi interior. Me interesa la exploración de la obra de otros autores, en ocasiones muy dispares o con planteamientos ideológicos distanciados. Diferencio la maestría en alguno de ellos, de otras cuestiones que hacen que el poeta capte mi atención.

¿Cómo definirías tu poética​?

Mi poética sucede en el devenir vital, en el que el pulso de lo vivo, lo orgánico, dentro de la escritura, me importa la exploración, a veces la ruptura del lenguaje, en esa línea he publicado menos cosas, aunque sí he escrito. Y por encima de todo está la búsqueda del conocimiento. 

No concibo mi existencia sin el pensamiento crítico y por lo tanto está implícito en mi escritura, del mismo modo, considero que en mi poesía está presente la transmutación de las emociones y del pensamiento. No obstante, es una pregunta que seguro que podrían responder mejor otras personas. Aquí dejo unas palabras que aportó la poeta Marina Aoiz quien presentó mi libro Bancales de perfume, mi último libro publicado:

Teresa Ramos me confió la presentación de su poemario bancales de perfume. Con su confianza, me entregó la llave invisible que abre el portón de entrada a su "tierra secreta", la que Robert Graves cantaba en aquel bello poema:

Toda mujer verdadera, posee 
una tierra secreta, más real para ella 
que este pálido mundo exterior. 
A medianoche, cuando está silenciosa, 
deja a un lado aguja o libro 
y la visita, invisible. 
Cerrando los ojos improvisa 
un portón de cinco barras entre los altos abedules, 
salta por encima y toma posesión (...)

Tenía, pues, la llave a una desconocida TIERRA SECRETA.

Descalza penetré en el espacio cuajado de fragancias: rosas, azahares, madreselvas, tulipanes, jazmines, girasoles, lavandas. Y sabores: fresas, granadas, naranjas. En aquella tierra había además acacias, trigales, líquenes...

Descalza y cegada por una luz centelleante. O descalza y clandestina cómplice de la sombra.

Nada pregunté a Teresa sobre la gestación de estos versos. Sólo imaginé y bebí sustancias de una fuente misteriosa. 

En el corazón de Teresa descubrí el verano, bajo una sombrilla, sobre blancas arenas, a la orilla de un mar permanentemente renovado. Las olas eran bancales de espuma perfumada y la sensualidad de inefables instantes se derramaba por la piel. Sin embargo, intuí que había llorado. Y descubrí que sus lágrimas hicieron crecer el césped[...](Texto completo, aquí).

Mi poesía aborda diversos temas: es social, metafísica, amorosa, aforística… Me interesan las cuestiones existenciales que se acababan reflejando en mis textos.

¿Cuáles son tus temas preferidos, tus obsesiones poéticas, si es que las tienes?

Mis obsesiones, si las tuviera, son las de todos los seres vivos pensantes, poetas o no: el amor, el paso del tiempo, la conciencia, el lugar en lo social, la coherencia ética. Tal vez la trasmutación de la propia autopercepción, la exploración de lo que llamamos realidad, puede que sea esa.

¿Tienes algún método de escritura, te dejas llevar por ese primer verso que ofrecen "los dioses", trabajas sobre un tema previo...?

Cuando comencé a escribir estaba absolutamente conectada con una suerte de fuente que manaba poesía. Escribí un poema que está en el libro Sabe la noche, esperando el autobús y que se titula “Diez Minutos” y que surgió así, como una suerte de escritura automática. Ese periodo fue muy fértil, vivía en un estado poético, coincidiendo con un periodo de cambios vitales, luego eso se calmó, incluso he llegado a pasar periodos de sequía, en los que no podía escribir una palabra.

Hay de todo como en botica. Soy más de iniciar un verso y a partir de ahí empezar el baile, es como me gusta construir un poema, a partir de una imagen que desencadena una historia que acaba construyendo el poema. Pero, también es cierto, que en ocasiones me hacen propuestas de colaboraciones en antologías, entonces me ciño al tema que me ocupa y me documento. Lo que sí es fundamental para mi escritura, es el estado de silencio.

¿Qué importancia tiene la forma, si es que la tiene, en tus creaciones?

Cuando empecé a escribir para mí era prioritario el contenido, buscaba mi propia narración, mi discurso, mi relato, probablemente eso obedecía a la búsqueda de mi propia voz. Ahora mismo eso sigue siendo importante, es una cuestión fundamental, pero también lo es la forma, el cómo se cuenta, el lugar, el ritmo, la exploración del lenguaje en ocasiones, y siempre tiene que producir un pellizco como apostillan tantos autores.

Has ganado algunos premios de poesía. ¿Crees que son necesarios los premios de​ poesía?

He ganado algunos premios, he quedado finalista en otros. No sé si son necesarios. Los premios deben ser necesarios porque existen, lo que resulta lamentable es que en ocasiones los premiados pertenezcan a un círculo endogámico. En ocasiones me quedo perpleja ante la poética de algunos autores encumbrados, y me pregunto, en dónde está la poesía. Yo misma he participado como miembro de un jurado y el criterio ha sido el de elegir la que considerábamos mejor obra, doy fe que así ha sido, en el II Premio de Noches Poéticas de Bilbao. Creo que esa debería ser la pauta fundamental, en mi opinión. Recientemente he quedado entre los 5 finalistas del Premio Reinaldo Arenas de Cuba entre más de 100 candidatos. Personalmente trato de conectarme con distintas formas de mirar en lo poético, por eso, en parte, prefiero la vía del concurso que, en teoría, al menos ofrece diversidad.

En mi caso han sido importantes los premios, pocos y modestos, en cuanto que han afianzado mi identidad poética, sirven para recibir un feedback del mundo. Lo que una hace resulta de interés o llega a personas que no tienen ninguna cultura poética, eso es algo que aprecio sobremanera. A mí me han servido también, para conectar con otros universos poéticos que me han enriquecido. En cualquier caso, el valor de la obra de un poeta, no creo que dependa de los premios que se le otorguen o no. Conozco poetas que ni siquiera pretenden publicar y son magníficos. Los premios sirven para visibilizar la obra de la persona que escribe.

¿Qué aspecto es el que más te gustaría que se recordara de tu obra poética?

Me gustaría que mi poética expresara la búsqueda de una suerte de libertad que sucede en el interior de quien explora la escritura.

Para terminar, ¿qué poetas actuales nos recomendarías?

Karmelo Iribarren, Antonio Medinilla, Laura Giordani, Alfonso Brezmes, Antonio Orihuela, Marina Aoiz, Francisco Javier Irazoki, David Trashumante, Ana Pérez Cañamares y Ramón Eder.

jueves, 9 de noviembre de 2017

DE LAS BACTERIAS A BACH, Daniel Dennett

Pasado&Presente
Daniel C. Dennett es uno de los filósofos de la ciencia más destacados y con mayor solvencia del momento, y un auténtico especialista en evolución. Junto con R. Dawkins, S. Harris y Ch. Hitchens forma parte del grupo conocido como los Cuatro Jinetes del Nuevo Ateísmo. Este dato sería en principio irrelevante para comentar la publicación, pero creo que tiene su interés porque a lo largo de la obra hay una continuo y reiterativo esfuerzo por subrayar la irracionalidad de los planteamientos del diseño inteligente. A mí, aun cuando estoy en el mismo lado, tanta insistencia didáctica me cansa un poquito.

Como simple lector que soy de divulgación, carezco de formación suficiente como para ponerme a debatir con Dennett diversos detalles y aspectos de su propuesta intelectual. En cualquier caso, la tesis que defiende es bastante sencilla de enunciar: la mente humana, es decir, la conciencia y todo cuanto esta acarrea, es de origen evolucionista y en ello ha desempeñado un papel fundamental la selección natural basada en los genes culturales, los memes de Dawkins —que poco tienen que ver con los que circulan por internet—.

Pero aunque no tenga formación, soy lector y suelo ejercer como tal; por eso, me extraña sobremanera que en un libro de larga y detallada exposición sobre  la evolución de la mente no aparezca ni una línea dedicada a Antonio Damasio, uno de los neurólogos más prestigiosos del momento, quien ha trazado los orígenes del sistema nervioso, y la aparición y complejidad creciente del cerebro. 

Donde no puedo decir absolutamente nada es en la discusión que se trae con Chomsky acerca de si el lenguaje surgió por medio de un gran salto mutacional, lo que haría posible encontrar las palabras para expresar pensamientos privados. Dennett, en cambio, argumenta que el origen del lenguaje radica en la naturaleza social de los humanos y la necesidad de comunicación. Ambos me convencen cuando los leo.

En cuanto al capítulo completo que dedica a rebatir críticas sobre el asunto meme, a mí se me antoja excesivo. Simplificando mucho, Dennett considera que  los memes son unidades de transmisión cultural; habitan en la mente de una persona y se replican como virus infectando otras mentes. La selección natural filtra los memes débiles y acelera la diseminación de los fuertes, acelerando enormemente el cambio cultural. Pero, como alguien dijo, un meme puede ser cualquier cosa (una forma de vestir, una palabra, la forma de una vasija...). Simplemente espero a que las distintas escuelas terminen de investigar el asunto y se pongan de acuerdo.

Es evidente que De las bacterias a Bach no es propiamente un libro de divulgación sobre la evolución de la mente humana, pero salvando detalles en los que solamente puede entrar a debatir un especialista, y cierta tendencia a la prolijidad y la autorreferencia del autor, se puede leer con provecho e incluso con deleite. 

***

Tal vez como primera aproximación al autor puede servir la entrevista que Jörg Blech y Johann Grolle le hicieron para Der Spiegel (está traducida). 

jueves, 31 de agosto de 2017

EL CIELO NOCTURNO, SEPTIEMBRE 2017






  • Planetas: Mercurio es visible al amanecer en el horizonte E. El día 13 se encontrará alineado con Venus, Marte y la estrella alfa de Leo, Régulo (ver imagen más abajo). Venus es visible antes de la salida del sol en el horizonte E. Marte es visible al amanecer en el horizonte E e irá ganando altura a medida que pasen los días. Júpiter es visible durante al anochecer en el horizonte OSO. Saturno es visible durante la primera parte de la noche en Ofiuco.
  • Horizonte E al alba del día 13 (imagen elaborada con Stellarium).
    Luna: llena, el 6; nueva, el 20.
  • Cambio de estaciones: el día 22, a las 20:02 (T.U.) comienza el otoño en el H. N. y la primavera en el H. S.
  • Estación Espacial Internacional: para ver cuándo es visible desde el lugar en que te encuentras, acude a este enlace.
¡Feliz observación y feliz cambio de estación!