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sábado, 6 de febrero de 2016

CONVERSANDO CON VERÓNICA ARANDA

Hace unos días me puse en contacto con Verónica Aranda con la intención de pasarle un cuestionario cuyas respuestas pudieran acercarnos mejor al conocimiento de la escritora. Ella, muy amable, no solamente se prestó al juego de las preguntas y respuestas, sino que se ofreció para cualquier otra información que necesitáramos. Aquí está el resultado:

¿Cómo y por qué empezaste a escribir poesía? ¿Qué es lo que te llevo a la poesía?


Estudié solfeo, piano y clarinete en el colegio, pero en la adolescencia, sentí que con la música no conseguía expresar todo lo que tenía dentro. Me puse a hojear libros de poesía que tenían mis padres, a leer a Bécquer, Lorca, Rafael de León, Cernuda y a los 14 años empecé a escribir mis primeros poemas, sentí ese impulso interior y me di cuenta que era la mejor forma en la que podía comunicar lo que no era capaz de nombrar con el lenguaje corriente. Estaba a gusto en esa introspección, en esa búsqueda.

¿Qué poetas, qué escuelas, qué lecturas o vivencias son los que más te han influido?

En mis comienzos, me influyó muchísimo Lorca, su “Romancero gitano” marcó para mí un antes y un después, y también la generación del 27, Neruda, San Juan de la Cruz. A los 18 me deslumbraron la poesía árabe, Kavafis y Fernando Pessoa (soy una lectora voraz de literatura portuguesa y también la traduzco). Y otro descubrimiento que me transformó, que fue una revelación, es el haiku, al que llegué por un libro de Basho. Y en cuanto a  lecturas me han influido especialmente: “El libro del frío” de Antonio Gamoneda, “Las flores del mal” de Baudelaire,  “Dignum est” de Odysseas Elytis o “Aquí” de Szymborska.  Por otro lado, vivir en la India transformó mi manera de escribir.   

¿Cuál es tu poética? ¿Cómo concibes la poesía? ¿Qué es lo que más te interesa de ella?

No me adscribo a ningún movimiento concreto. Concibo la poesía como un territorio de libertad, un espacio conciso donde cada palabra tiene sentido en sí misma. Lo que más me interesa de la poesía es su capacidad para renombrar las cosas y su profunda estética. 

¿Cuáles son tus temas preferidos, tus obsesiones poéticas, si es que las tienes?

Mis obsesiones poéticas son los viajes, el contacto con otras culturas, el paso del tiempo, revivir la plenitud de un instante a través de la escritura. Y cuando escribo haikus, la naturaleza, sin duda. 

¿Tienes algún método de escritura, te dejas llevar por ese primer verso que ofrecen "los dioses", trabajas sobre un tema previo...?

No soy muy metódica a la hora de escribir, pero lo de un primer verso como punto de partida que tira del resto del poema, me suele funcionar. Otras veces, lo primero que me viene es el último verso. Cuando ya tengo varios poemas en torno a un tema y veo que podrían formar parte de un poemario, que tienen una coherencia unitaria, entonces me ayuda trabajar en torno a un tema. 

¿Qué importancia tiene la forma en tus creaciones?

Tiene mucha importancia. Escribo en verso blanco con métrica (endecasílabos, heptasílabos, alejandrinos, eneasílabos). No entiendo la poesía sin musicalidad, y la métrica y el ritmo interno incrementan las posibilidades expresivas del poema. 

¿Hasta qué punto crees que la poesía es una forma de conocimiento?

Heidegger consideraba la poesía como la única epistemología capaz de captar la esencia del ser. La metáfora supera muchas veces al concepto como instrumento  de captación de la condición humana.

Has ganado unos cuantos premios de poesía. ¿Crees que son necesarios los premios para alguien que empieza a escribir poesía?

Gracias a los premios pude publicar mis primeros libros de poesía. Por tanto, ayudan y dan impulso en los comienzos literarios, además de difusión por el nombre del premio (en mi caso con el accésit del Adonáis) o por la editorial que lo publica, como me pasó con mi segundo libro, “Tatuaje” que gracias al premio Antonio Carvajal de poesía joven salió publicado en Hiperión. 

¿Qué compartes, si es que compartes algo, con la poesía de tu generación?

La poesía social, que también está presente en mi obra, el compromiso. Somos hijos de nuestro tiempo.

¿Qué aspecto es el que más te gustaría que se recordara de tu obra poética?

-Mi aportación al subgénero de la “poesía de viajes”.


Y para cerrar esta entrada, Aute y su experiencia de tan emblemático café:



lunes, 9 de diciembre de 2013

YO SOY UN HOMBRE SINCERO

Este es el poema con el que José Martí abría el libro Versos sencillos, Nueva York, 1891. Estaba dedicado a dos grandes amigos de Martí, Manuel Mercado y Enrique Trazas. Después de la dedicatoria aparecía una presentación del propio autor en la que confesaba que los poemas que componían el libro le habían salido del corazón.

Desde entonces han pasado más de cien años y muchas versiones musicales de este Guantamera que Martí nunca tituló así y al que quitándole estrofas de aquí y de allá le han transformado parte del sentido. Posiblemente la versión que más se ajuste a los versos sea la de Pablo Milanés. Podéis entreteneros buscándolas y comparándolas en YouTube, yo os dejo las cuartetas originales del cubano.

Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.

   Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.

   Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.

   Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.

   Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros,
Volando las mariposas.

   He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.

   Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.

   Temblé una vez —en la reja,
A la entrada de la viña, —
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.

   Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca: —cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcalde llorando.

   Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, —es
Que mi hijo va a despertar.


   Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor,
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.

   Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.

   Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.

   Yo he puesto la mano osada,
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.

   Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.

   Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.

   Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto.
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.

   Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.

miércoles, 27 de abril de 2022

LIBROS PARA PENSAR LA PAZ, 8

Editorial
Hasta ahora he ido recomendando algunos títulos que no tenían el tema de la paz como núcleo central de su reflexión, pero estaban claramente relacionados con él. Este de hoy sí entra de lleno en ese cúmulo de tendencias y de ideas que conocemos como pacifismo. 

Teoría e historia de la revolución noviolenta quiere ser algo así como un manual sobre lo que Jesús Castañar Pérez denomina movimiento noviolento. En este sentido, su lectura es conveniente, pero no necesaria, para quien se declare pacifista y no conozca los orígenes, las ideas que se han ido entremezclando con el discurrir de los años, las actuaciones que desde su nombre se han llevado a cabo, las discusiones que hay en torno al movimiento y, en general, todo cuanto tiene que ver de una manera más o menos directa con él. El exhaustivo  índice de la obra os va a ofrecer una visión clara de su contenido:

1. Dificultades para el estudio de la noviolencia 

Los ámbitos de la noviolencia

Una nueva definición de acción noviolenta 

Diferentes perspectivas 

2. Primeros casos documentados de acción noviolenta 

Los orígenes de la desobediencia política 

3. Los cambios políticos durante los siglos XVI y XVII 

Absolutismo, liberalismo y pacifismo en el siglo XVII 

4. La gestación de la cultura revolucionaria en el siglo XVIII 

La Revolución Francesa y el humanismo ilustrado 

5. La idea de revolución en el siglo XIX 

Las tácticas revolucionarias noviolentas del movimiento obrero 

El nacimiento del pacifismo 

La revolución noviolenta en el anarquismo 

6. Thoreau y el abolicionismo norteamericano 

La no-resistencia 

7. Experiencias de resistencia noviolenta en el siglo XIX 

La Revolución Húngara 

El independentismo irlandés 

El SPD alemán 

El movimiento demócrata persa 

8. Las luchas indigenistas noviolentas 

Parihaka 

La «Danza de los espíritus» 

9. El pacifismo moral de Tolstói 

La influencia de Tolstói 

La idea de revolución en Tolstói 

Contradicciones 

10. La resistencia civil de las suffragettes 

La influencia de las suffragettes 

11. Experiencias de resistencia noviolenta antes de la Primera Guerra Mundial 

La revolución rusa de 1905 

La revolución finlandesa de 1905 

La campaña de Gandhi en Sudáfrica 

Los boicots chinos 

El movimiento contra la guerra en España 

12. Los objetores de conciencia y la Primera Guerra Mundial 

Los objetores de conciencia 

Insubordinaciones y resistencia pragmática 

La división en el anarquismo 

Los ideólogos de la oposición a la guerra 

Los movimientos contra la guerra 

La posguerra 

13. Mohandas Gandhi: ahimsa y satyagraha 

La campaña de de no-colaboración de 1920 

La campaña de desobediencia civil de 1930 

La campaña de desobediencia total de 1942 

La independencia de India 

El legado de Gandhi 

14. El punto de vista musulmán: Abdul Gaffar Khan y los Khudai Khidmargar 

El ejército noviolento pastún 

15. Otros movimientos noviolentos durante el periodo de entreguerras 

El Movimiento del 1 de Marzo en Corea 

El Movimiento del 4 de Mayo en China 

La independencia de Egipto 

El putsch de Kapp 

La resistencia del Ruhr 

La independencia de Samoa Occidental 

Movimientos noviolentos en América 

La Gran Intifada 

16. Las primeras formulaciones teóricas de la noviolencia 

Clarence Marsh Case y la coerción noviolenta 

Richard Gregg y la fuerza moral de la noviolencia 

Krishnalal Shridharani y la guerra sin violencia 

Las aportaciones de A. J. Muste y Aldous Huxley 

17. Bart de Ligt y la Internacional de Resistentes a la Guerra 

La conquista de la violencia 

La Guerra Civil española

La objeción de conciencia durante la Segunda Guerra Mundial 

18. Acciones noviolentas durante la Segunda Guerra Mundial 

Resistencia noviolenta en la Europa ocupada 

El rescate del pueblo judio 

La resistencia noviolenta danesa 

La resistencia noviolenta noruega 

La oleada de movimientos noviolentos en Centroamérica 

19. El desarrollo de la acción directa noviolenta en los Estados Unidos tras las Segunda Guerra Mundial 

La caza de brujas

El Movimiento por los Derechos Civiles 

Aportaciones teóricas 

Otros movimientos noviolentos de posguerra 

La reformulación del concepto de desobediencia civil 

El auge de la apología de la violencia revolucionaria 

20. Gene Sharp y la política de la acción noviolenta 

La teoría del poder 

Obras posteriores 

21. Las alternativas a la defensa militar: el antimilitarismo y las teorías de la defensa civil 

El enfoque ético: la defensa noviolenta 

22. Aportaciones teóricas contemporáneas 

Aportaciones de la Academia 

Aportaciones desde fuera de la Academia 

Literatura en castellano 

23. La campaña de insumisión en el Estado español 

El movimiento noviolento durante el tardofranquismo 

Los objetores de conciencia 

Los años de vacío legal 

La insumisión 

El «plante» 

La insumisión en los cuarteles 

El antimilitarismo postinsumisión 

24. Perspectivas

En cualquier caso, las revoluciones noviolentas han demostrado que el futuro está en nuestras manos, y que dependerá de cómo nos organicemos y de que se tenga claro qué es lo que se quiere para lograr realmente cambios transcendentales, no cesando las movilizaciones con las primeras concesiones del sistema, antes de transformarlo profundamente. Desde luego, los medios (tácticas, estrategias, imaginación) ya están a nuestro alcance, y ya es una cuestión personal creer o no que se abre una nueva era que podemos afrontar con optimismo. Yo prefiero pensar que sí, ya que eso me permite continuar la lucha con más ánimo, pues, sin duda alguna, hará falta mucho ánimo y alegría para mejorar el mundo (p 322). 

Este es el último párrafo. Es también muy representativo del tono militante y, en ocasiones, un poco milenarista que lo recorre, pero de cuanto títulos que conozco sobre el tema el trabajo de Castañar Pérez es el que recoge con mayor extensión y atención la historia del pacifismo en sus múltiples tendencias.

El libro está bajo licencia creative commons, lo que quiere decir que podéis leerlo de manera gratuita. E incluso si queréis utilizar algún fragmento, podéis hacerlo, siempre y cuando no lo hagáis con intenciones comerciales. Y si lo utilizáis recordad que debéis citar expresamente autoría y procedencia.

Próximo comentario: Iris Murdoch, La soberanía del bien.

***


Путин, немедленно останови войну!

martes, 12 de mayo de 2020

HÖLDERLIN, "LO QUE PERMANECE LO FUNDAN LOS POETAS"


¡Feliz naturaleza! No sé lo que me pasa cuando alzo los ojos ante tu belleza, pero en las lágrimas que lloro ante ti, la bien amada de las bien amadas, hay toda la alegría del cielo.

Todo mi ser calla y escucha cuando las dulces ondas del aire juegan en torno de mi pecho. Perdido en el inmenso azul, levanto a menudo los ojos al éter y los inclino hacia el sagrado mar, y es como si un espíritu familiar me abriera los brazos, como si me disolviera el dolor de la soledad en la vida de la divinidad.

Ser uno con todo, esa es la vida de la divinidad, ese es el cielo del hombre. Ser uno con todo lo viviente, volver, en un feliz olvido de sí mismo, al todo de la naturaleza, esa es la cima de los pensamientos y alegrías, esta es la sagrada cumbre de la montaña, el lugar del reposo eterno donde el mediodía pierde su calor sofocante y el trueno su voz, y el hirviente mar se asemeja a los trigales ondulantes.

¡Ser uno con todo lo viviente! Con esta consigna, la virtud abandona su airada armadura y el espíritu de hombre su cetro, y todos los pensamientos desaparecen ante la imagen del mundo eternamente uno, como las reglas del artista esforzado ante su Urania, y el férreo destino abdica de su soberanía, y la muerte desaparece de la alianza de los seres, y lo imposible de la separación y la juventud eterna dan felicidad y embellecen al mundo.

A menudo alcanzo esa cumbre, Belarmino. Pero un momento de reflexión basta para despeñarme de ella. Medito, y me encuentro como estaba antes, solo, con todos los dolores propios de la condición mortal, y el asilo de mi corazón, el mundo eternamente uno, desaparece; la naturaleza se cruza de brazos, y no la comprendo.

¡Ojala no hubiera ido nunca a vuestras escuelas! La ciencia, a la que perseguí a través de las sombras, de la que esperaba, con la insensatez de la juventud, la confirmación de mis alegrías más puras, es la que me ha estropeado todo.

En vuestras escuelas es donde me volví tan razonable, donde aprendí a diferenciarme de manera fundamental de lo que me rodea; ahora estoy aislado entre la hermosura del mundo, he sido así expulsado del jardín de la naturaleza, donde crecía y florecía, y me agosto al sol de mediodía.

Sí, el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona, y cuando el entusiasmo desaparece, ahí se queda, como un hijo pródigo a quien el padre echó de casa, contemplado los miserables céntimos con que la compasión alivió su camino.


Hölderlin (1793-1843) es uno de esos poetas imprescindibles de la literatura occidental porque enseñó a pensar poéticamente. Si es cierto que toda oración expresa un pensamiento, también es cierto que no todas las oraciones que se escriben merecen emplear en ellas el tiempo que tardamos en leerlas, pues lo que dicen es tan pobre, tan sabido, tan menesteroso que no mejoran el silencio. 

Hölderlin, muy estudiado por Heidegger, interpretado muy a su manera por Berteaux, consiguió hacer de su escritura una propuesta en la que se aunaban la naturaleza, el mundo griego, la revolución ilustrada y el ser humano. Y eso, en mi opinión, lo consigue de forma magistral con Hiperión, un texto a medio camino entre la narración, la epístola y la poesía. Tan entrañable y fácil de leer como El principito. Seguramente, la novela más conmovedora que conozco. 

Pero no me hagáis caso a mí, hacédselo a Thomas Mann quien para expresar la importancia de la propuesta estética y social de su compatriota dijo aquello de que las cosas andarían mejor si Marx le hubiera leído.




A LAS PARCAS


Sólo un verano me otorgáis, vosotras las poderosas
y un otoño para dar madurez al canto,
para que mi corazón, más obediente,
del dulce juego harto se me muera.

El alma que no obtuvo en vida derecho
divino, tampoco abajo descansa en el Orco;
pero si un día alcanzó lo sagrado, aquello
que es caro a mi corazón, el poema,

bienvenido entonces, oh silencio del reino de las sombras.
Contento estaré, aunque mi lira
allí no me acompañe; por una vez
habré vivido como un dios, y más no hace falta.


Este audio es de un recital que se produjo en la Fundación Juan March. En él la mezzosoprano Elena Gragera y el pianista Antón Cardó interpretan unos lieder que tienen textos de Hölderlin; el actor Ernesto Arias lee los poemas, y la profesora, investigadora y traductora Helena Cortés Gabaudan se encarga de los muy útiles y acertados comentarios. Si queréis ver el vídeo, lo tenéis aquí. No dejéis de ver o escuchar su ponencia sobre el poeta alemán, está enlazada con su nombre.

 

jueves, 16 de mayo de 2024

EL CUERVO, Edgar Allan Poe

 

Aunque la edición que yo tengo de la poesía de Poe es la de Cátedra —edición que recomiendo vivamente porque además de ser una edición bilingüe y tener una buena traducción, cuenta con un trabajo introductorio sobresaliente, una proliferación de notas verdaderamente notable e incluye el famoso texto Filosofía de la composición, que viene a ser algo así como el texto teórico de Poe en el que explica cuál fue el origen de este célebre poema suyo, así como las líneas principales de su poética—, he preferido la traducción de Julio Cortázar para realizar la grabación, y que dejo bajo estas líneas. 

Editorial

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”


¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.


Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”


Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.


Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.


Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!


De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.


Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”


Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”


Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
Las palabras pronunció, como vertiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”


Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”


Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir graznando: “Nunca más.”


En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!


Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”


“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”


“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”


“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”


Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!

***



miércoles, 11 de octubre de 2023

UN LIBRO, UN POEMA (Griselda Álvarez)

Editorial

#unlibrounpoema

Griselda Álvarez Ponce de León (Jalisco, 1913-Ciudad de México, 2009​)


LETANÍA ERÓTICA PARA LA PAZ



Amado, ven, asómate al principio del mundo.
Somos los mismos, mismos de hace cincuenta mil años.
Somos aquellos, estos, los de allá, los de siempre
y los que han de seguirnos y los que vendrán luego.

Eras solo. Eras entonces solo.
En el pecho llevabas un hueco.
Las auroras eran amargas
como niños ciegos que quieren saber de qué color es el viento.
Eras entonces solo.
A veces la arena te subía hasta los ojos.
En cambio el agua te daba en los pies imágenes truncas.
Corrías por las orillas de todos los horizontes
y sobre el filo de las tardes
le gritabas al abismo.
Él recogía tu voz, la adornaba con matices raros
y la maduraba en ecos para que no te sintieras solo.
El abismo era tu amigo.


Pero eras entonces solo.

Otras veces llevabas tu soledad hasta el crepúsculo
y aquel incendio mudo se te iba para adentro.
Después te barnizaba un malestar luminoso.

La noche era tu enemiga.
Inacabable, sabía estirarse en dimensiones inauditas, adelgazarse
hasta ser como un hilo cortante y molesto,
con rumores de sordos quejidos.
A veces te golpeaba en monorritmos
con un nombre que no conocías, como si fuera hecho de lluvia.


Es que la noche vivía sola.

El lecho era también tu enemigo. Sin ojos te miraba con fijeza.
te escarbaba con sombras.
Te enardecía con desprendimientos.
Tejía brazos como trenzas para sofocarte.
Inventaba respiraciones cálidas,
tactos imposibles.

Había más: tu pensamiento no te dejaba descansar.
No podías separarte de él. Con su maleza de preguntas
te enredaba el día.
Tu pensamiento sin palabras, incomunicado
en la cárcel de tu cabeza.
Tu pensamiento absorto ante la carcajada del trueno.
Tu pensamiento sorprendido ante lo inútil del relámpago,
ante el por qué de la tormenta o de la tranquilidad.
Tu pensamiento girando azotado por un tema idéntico.
Tu pensamiento construido de insatisfacción.
Tu pensamiento que presentía la renuncia forzada de lo que no poseías.

Tu pensamiento recorriendo la montaña
hasta la punta de su ávido pezón.
Tu pensamiento dando tumbos por la llanura y buscando nada.
Tu pensamiento.
Tu pensamiento siempre.


Pero un día enfebrecido, te me abriste del pecho.
Te nací desde un grito.
O tal vez desde un largo silencio.

Mansa, como una cuerda que se arrastra,
torpe, como una virgen,
como un larga cifra enredada en tus huesos,
como un llanto continuo que goteara en lo oscuro,
como ronda el aullido al tope del silencio,
como el agua primera,
definitiva como amante muerta,
pero viva y levantada desde el polvo para tu compañía,
simple mitad y complicada fuente,
vine a tu encuentro.

Vengo de donde quiera, del aire o del espanto
soy la siemprellamada en tus noches sin tregua,
soy horda primitiva arrasando tu calma,
soy ya la mejor bestia mientras mi vientre gime,
la del pecho callado,
perdida en un ovillo de humildad y de cielo.
Para cuando me quieras tendré en los ojos luna
y en los brazos tendidos un racimo de cantos.


Aquí estoy, bienamado,
aquí estoy, compañero.

Soy sola en mi naufragio y vengo a tu ribera.
Soy la medida exacta salida de tu barro,
el sabor de la brisa, la lucha de tu cuerpo,
la fragancia inasible para tus fuertes dedos,
pero el trayecto corto para tu beso largo.
No sé hasta donde siento que mi ansiedad te alcanza,
ni hasta donde, cautiva, tu inmensidad me toca.
¡Qué simple nuestro encuentro y qué definitivo!
¡Oh tú, vaso riente, ganador de la espuma!
Rostro deshabitado que instala su sonrisa.
La mañana comienza a subir alegría
mientras maduro el mundo palpita su trabajo.

Vamos hacia el principio.
Asómate al abismo
y mírate en los siglos:
tus iniciales viven desde antes que existieras.
Mi cuerpo te recibe desde el fondo del caos.
Bebo en tus ojos y en tus manos bebo,
hueles a intensidad como la noche,
y en este olfato ciego sé que te pertenezco.


Acoge mi esplendor y conviértelo en ruina,
porque me doy entera como un día de sol,
porque soy la constante,
porque soy la distinta,
porque me llenas de amor hasta las lágrimas,
porque estamos en este mundo construido para nosotros
por nosotros,
porque en el lecho edificamos la muerte
al dar vida.

Este animal que dormía en mí en su bosque de ternura,
este albor que me brilla por los poros,
estos conos truncados de las frases,
esta tu soledad urgida que se prendió en el desierto
esperando el sonido de bocas silenciosas,
la caricia colgada de las manos dormidas,
el cabello hacia el viento,
esta antorcha de tactos que nos quema los huesos,
es el mundo de siempre
en que estamos viviendo.

No podemos borrar la palabra que escribieron los abuelos,
porque hemos borrado la palabra asco,
porque hemos borrado la palabra miedo,
porque hemos borrado la palabra olvido
y hemos colmado los porqués del orbe.


Húmeda compañía engendradora,
hombre desde el principio
y mujer de la esencia.


Somos los dos y estamos llenando el mundo.


Afuera dicen que la muerte llueve.
Caminamos y de trecho en trecho la sangre se agolpa.
El viento trae el rumor de todas las angustias.
Innumerables hocicos anuncian sus colmillos.


Alguien pregona la destrucción,
alguien quiere tragarse la palabra humanidad,
porque los cerebros fríos se están calentando con odio.
Dicen que la muerte llueve
y en alambres de púas se clavan las preguntas.
Piensan hoy que comemos muerto a diario
y en esta muerte transformada somos.
Una noche animal da al horizonte
y en él
arden los niños y los hombres arden.
El desaliento curva las espaldas
las frentes miran hacia abajo,
sobre la piel se unta el miedo,
los ojos se llenan de vidrios
y el corazón, caracol de pánico, ensancha su locura.
Empequeñecidas,
las madres son gusanos que piden misericordia
en este breve infierno,
mientras el aniquimilamiento silba como víbora.
Porque la inconciencia ha pedido nuestro uniforme final.

Dicen que la muerte llueve y estamos ya pisando polvo de hombre,
que nos hundimos en inmensa herida
y que hace mucho Dios está cansado.

No podemos sentarnos y ver como crece la angustia
donde antes crecía la hierba.
No vamos a reconstruir el llanto.
No aceptamos la tarea de morir.
Tenemos que decir algo.
El relato sencillo de las mujeres que seguirán poblando el universo.
El canto de los hombres de cuyo vigor saldrán las demás generaciones.

Porque es mentira esta isla de muerte
que nos vamos haciendo,
donde no hay un "te acuerdas"
que no hayan mutilado.
Porque no ha de romperse el mundo. Hemos de seguir siendo.
Porque estamos aquí. No hay todavía.
Somos los dos.
Quemados por la misma llama,
ungidos con el mismo aceite,
sucios por la misma ceniza,
doblados por la misma lluvia,
amados por el mismo viento.



Los mismos desde el principio,
los de siempre,
los de después.
Somos la pareja que aquella tarde doblegó a la hierba.
Somos la que hizo sangrar olor a la tierra,
la que finge pescados al amarse bajo el agua,
la que inventa pájaros al sentirse las alas,
la que siente el río del tamaño de su sed.
Somos la que aquella mañana defendiera su adiós con lágrimas.
La que se ama sin saciedad.
La que no cree en la costumbre o el desamor.


Somos la que no se explica cómo puede haber tanta felicidad en tan corto tiempo.

El soplo igual de una sola llama.

Los dos ojos de un solo rostro.


La que una noche contaba inútilmente las estrellas.


Somos la que conjugó todos los verbos
hasta caer vencida en su victoria.
Somos la que no padece el vacío del vocablo soledad.
La que piensa que un hijo es la propia dimensión.
La que comprende que el amor es una conversación sostenida,
la que mezcla también su propio silencio,
la que piensa que un brazo será siempre la mejor almohada,
la que goza con su maligna ingenuidad.
La que también sabe vivir sin hijos.
La del simple derecho.
Somos la pareja que no puede acabarse con el griterío de la calle,
la que protege a cada momento su dicha,
la que muerde su angustia frente al hijo muerto.
La que puede hundirse en la pobreza
porque ha tasado su oro.
La que se estrecha en el bosque hasta adelgazar
las sombras haciéndolas una,
la que pesa la importancia de haberse conocido.
La pareja precursora de toda civilización.
Somos la que contuvo su adolescencia abundante,
la pareja que alargó su ancianidad en compañerismo,
la que derramó su fértil madurez,
la que no mira el color diferente de la piel,
somos la que llevó su unión hasta lo Desconocido,
porque piensa que la muerte
sólo es un cambio en el tiempo de los verbos,
somos la misma generación repetida
tantas veces como el "yo te amo",
porque somos dos mil generaciones pero también un solo ser.
La pareja que camina a tientas para encontrarse siempre,
porque ciñe en su abrazo universal
el límite del tiempo.


Somos la misma, la misma de hace cincuenta mil años,
la de allá, la de siempre, la que ha de seguirnos
y la que vendrá luego.




***


lunes, 10 de febrero de 2014

PROYECTO NOCILLA

La primera vez que tuve noticia de Agustín Fernández Mallo fue por la reseña que el Diario de Burgos daba del ganador del premio que lleva el nombre de la ciudad. De lo que allí se decía me interesó, sobre todo, el que procediera del mundo de la física y lo que Jaime Siles, presidente del jurado, resaltaba de la colección de poemas diciendo que abría nuevos territorios expresivos en la poesía española contemporánea y que lo hacía integrando la tradición literaria en un juego de espejos, en un diálogo con determinados logros de la física nuclear.

Después vino el estallido del Proyecto Nocilla —Nocilla dream, Nocilla experience y Nocilla lab—, recogido por Alfaguara en un solo tomo el año pasado y del que los medios dedicados a la literatura no han dejado de hablar. Algunos, por cierto, muy bien.

A mí estas apariciones que suponen un antes y un después, que marcan lo que se puede o no se puede escribir a partir de ellas, que refundan el universo narrativo, me llaman la atención y como soy curioso (¿cotilla, quizás?), acabo comprando el libro y leyéndolo. Además, ¡qué caray!, a todos nos hace ilusión ver cómo nace una nueva revolución... literaria. Luego, cuando el tiempo pasa, los ánimos se serenan y somo capaces de ver con perspectiva, entonces es cuando nos damos cuenta de sí aquello fue una auténtica novedad que abrió nuevos caminos expresivos o no. Yo, simplemente, os dejo mi impresión.

De las tres novelas la que más me ha gustado es la tercera, Nocilla lab, si bien la primera, Nocilla dream, me parece más fresca, más espontánea. Como juego vanguardista me parece ingenioso —aunque muchos de los textos que inserta no aportan nada a la historia— y me parece también que tiene momentos muy divertidos, lo cual no suele ser muy frecuente con los juegos vanguardistas que se toman la vida y la escritura muy en serio y muy a la tremenda, pero siempre hay excepciones. En cuanto a la técnica, en cuanto a cómo están escritos los libros y todo ese canto a la realidad fragmentada, la verdad es que me es indiferente siempre y cuando lo que se cuente tenga su propio peso y el suficiente atractivo como para atraer al lector. Por otra parte, ahí, precisamente ahí, no resulta muy novedoso, Rayuela  o 62/modelo para armar ya estaban escritas así.

El peligro con las vanguardias, desde mi punto de vista de lector aficionado, es que suelen convertirse más en una reflexión teórica sobre lo que la literatura debe ser o no ser, que en una obra propiamente literaria. Quiero decir que, a veces, el nuevo objeto se parece más a un ensayo que a una narración y cuando eso ocurre mi parte más primitiva y afectiva se siente muy engañada, porque lo que iba buscando era la magia de una buena historia de la que "colgarme" durante unas cuantas horas. Por otra parte, ese juego de las referencias, los espejos, la indeterminación y el efecto looping, yo diría que se consigue mucho mejor con un hipertexto que con palabras impresas en papel; aquí, en la red, en este espacio virtual e indeterminado la realidad sí es fragmentaria y absolutamente referencial. O con un cuento de Borges, del que Mallo es admirador y ¿plagiador?

En cualquier caso, Mallo me parece un autor imaginativo, con un gran sentido del humor, digno de ser leído y que maneja muy bien los hilos del mundillo extraliterario para venderse, que al final es lo que cuenta si se quiere vivir de la literatura. Fijaos que el Proyecto Nocilla  tiene incluso su película.


viernes, 10 de marzo de 2023

NARCISO Y LOS NARCISOS


 Este es el segundo año que los narcisos inundan el Paseo del Urumea. Están ya en su mejor momento y es tal su belleza que poca gente se resiste a detener un momento su caminar y dejarse seducir por su atractivo. Así estaban anteayer, 8 de marzo. El día anterior, una contertulia irunesa que había pasado por ahí el fin de semana, amablemente me dijo que se había acordado de mí ante esta hermosa imagen y relacionarla inmediatamente con Wordsworth y su célebre poema, sobre quienes íbamos a charlar el martes, día 7

En el mismo momento en que realizó el comentario me preguntó si se llamaban así por Narciso, el personaje mitológico. Yo le dije que creía que no, pero al día siguiente, otra contertulia, a la que aprecio especialmente por su activa participación, me envió el enlace del artículo de Wikipedia en el que se dice lo contrario: En el sitio donde su cuerpo había caído, creció una hermosa flor, que hizo honor al nombre y la memoria de Narciso.

Quedé sumido en un mar no de narcisos, sino de dudas. La etimología remite a la misma palabra griega que nombra a la flor y al personaje, νάρκισσος (nárkissos), pero no me aclaraba nada. La bibliografía botánica, tampoco. Acudí a la mitología y en ella encontré lo que parece un baile de nombres y tal vez de confusiones, más propias del nombrar aleatorio de cada grupo humano según el momento. Pura pragmática.

Robert Graves, profundo estudioso de los mitos griegos y con una formación clásica envidiable, escribe esto: Narciso era tespio, hijo de la ninfa azul Liríope, a la que el dios fluvial Cefiso había envuelto una vez con los remolinos de sus corrientes y luego violado (p 315, Los mitos griegos. La negrita es mía). Luego sigue contando el mito y la aventura con Eco que termina así: Pero Narciso se había marchado y ella pasó el resto de su vida en cañadas solitarias, consumiéndose de amor y mortificada, hasta que solo quedó su voz (p 316). Y es ahí donde introduce una llamada con esta nota:

El "narciso" utilizado en la antigua corona de Deméter y Perséfone (Sófocles: Edipo en Colonna 682-4), llamado también leirion, era un iris o flor de lis azul de tres pétalos que estaba consagrado a la Triple Diosa y se llevaba como guirnalda para aplacar a las Tres Solemnes o Erinias. Florece a finales de otoño, poco antes del "narciso del poeta", que es quizás por lo que se ha descrito a Liríope como madre de Narciso (p 316). 

Pero hay más. En el artículo dedicado a Apolo, en la nota 8, cuenta esto: El mito de Jacinto (...) alude al héroe-flor cretense Jacinto, al parecer llamado también Narciso (p 94). 

Puedo inferir de todo esto que el narciso se llama así por Narciso, si bien la flor que hoy conocemos con ese nombre no sea precisamente a la que se referían los antiguos griegos. Quiero suponer que toda esa mezcla de flores tiene que ver con que todas ellas pertenecen a la misma familia, las asparagáceas, y el hecho de que tengan muchas características en común pudo originar en su momento ese baile de nombres.

Gracias, Manoli, por haber aguijoneado mi curiosidad y porque después de todo esto lo importante es que

              mi corazón se llena de júbilo,

y se pone a bailar con los narcisos.

***


martes, 2 de abril de 2024

EL FECUNDO RUMOR DE LAS MIRADAS

Edición Kindle

Ya está en edición digital (Kindle Scribe) El fecundo rumor de las miradas. En pocos días estará también disponible en papel.

Un centenar de poemas ofrecen mi particular recorrido por la historial mundial del arte, desde las primeras manifestaciones de arte rupestre hasta las últimas tendencias. Es un poemario en torno al arte, sus intuiciones y su significado. A veces estamos dentro, a veces estamos fuera; pero seguimos mirando, interpretando y aprendiendo.

En esta edición para Kindle, todas las obras sobre las que he escrito —ya sean pictóricas, escultóricas o arquitectónicas—, aunque sean muy conocidas, llevan la imagen o las imágenes enlazadas con el título. Cuando existe autor, su nombre también se encuentra enlazado, generalmente a Wikipedia, donde poder consultar información suplementaria. Exactamente, así: 


COLOSOS DE MEMNÓN



El divino Amenhotep, hijo de Hapu,

jefe de todos los trabajos del faraón,

quiso manifestar su grandeza

en la magnitud de todas sus obras.

No dudó en servirse de montañas de granito

para el heredero de Ra.

Pero los siglos

y el imaginativo griego

alteraron la memoria de la piedra;

el viento y la arena del desierto

transformaron la fuerza del guerrero

y le dieron el don del canto

a la hora más tersa y hermosa del día.

Más tarde, los poetas del imperio inmortalizaron

su brillante voz.

Otro hijo del poder, de severo nombre

y exigua paciencia,

lo dejó mudo para siempre.



Casi tan poderoso como el omnipotente tiempo

resulta el peso de la huella que dejamos.




Debo advertir que esta edición de El fecundo rumor de las miradas es una edición muy ampliada de la que dejé de libre disposición en Calaméo y que allí sigue. También podéis oír los audios que componían esa colección en la página de Poemarios.

PS: Mucho antes de lo que yo creía, ya está disponible en papel. He llegado a casa, he mirado el correo electrónico... y ahí estaba el aviso. Esta es la cubierta de la edición en papel:

Se pueden leer las primeras páginas


***


domingo, 9 de septiembre de 2018

POEMA DEL FIN, MARINA TSVETÁIEVA


Monika Zgustova nos advierte en el epílogo de El canto y la ceniza que este extraordinario poema es la pasión más pura. Es el sufrimiento de la pasión amorosa. Si en los siglos pasados los poemas épicos narraron aventuras y acontecimientos colectivos, en el siglo XX los poemas largos son monólogos interiores que hablan de las vivencias más íntimas del hombre. Este es el caso del Poema del fin. El encuentro de dos enamorados; un intercambio de sensaciones, más que de palabras, que tiene lugar entre ellos; la decisión de romper. Nada más (...) Lo único que cuenta son las sensaciones, los sentimientos, las emociones (p 287). 


1

Contra el herrumbroso cielo de hojalata,
como un poste, como un dedo.
Donde siempre, él.
Como el destino.

—Menos cuarto. Puntual ¿eh?
La muerte no espera.
Ligero, su sombrero
se alza.

Entre pestañas, el reto.
Los labios, prietos,
Un saludo —inclinación
de cabeza—, grave.

—Menos cuarto. ¿Puntual?
Miente la voz.
¿Qué ocurre? —se ahoga el corazón.
¡Alerta!  —advierte la cabeza.

El cielo de la malaventura,
hojalata oxidada,
Él, donde siempre.
Las seis en punto.

El beso de corcho en los labios,
mudo,
como quien besa la mano
a una dama anciana o a un muerto.

Un transeúnte apresurado
me clava el codo en la cintura.
Estridente, cercaba,
una bocina.

Ulula, brama,
aúlla como un perro con rabia.
(La vida se te agolpa
cuando mueres.)

Ayer —a media máquina,
hoy —hasta las estrellas.
(Este es el momento de exceso:
o todo o nada.)

Por dentro: ¡amor, amor!
—¿Qué hora es? —Las siete ya.
—¿Vamos al cine o…?
Un estallido: —¡Vamos a casa!


2

Hermandad de los nómadas
—a esto nos llevas.
Una tormenta,
sobre la cabeza, la espalda:

horror en las palabras
que esperamos.
Como una casa en ruinas,
son las palabras a casa.

Las grita el niño con desgarro:
¡vamos a casa!
Casi un bebé ya había dicho:
¡Dame! ¡Es mío!

Hermano mío en los excesos,
fiebre mía, escalofrío.
Mientras todos piden salir,
tú dices sólo: ¡a casa!

Caballo que da tirones al ronzal.
—¡Arriba!— la soga hecha pedazos.
—No hay casa para nosotros.
—Sí, aquí mismo, a diez pasos.

La casa de la montaña. —¿O más
alta tal vez? ¿La casa en la cumbre?
La ventana justo bajo el tejado. —No sólo
por el fuego de la aurora, encendida, ¿verdad?

De nuevo: la vida —o sea,
la exactitud de los poemas.
Casa, es decir: ahí
afuera, en la noche.
(Oh, ¿a quién confiar

El tormento, la pena?
¿Mi angustia, más verde que el hielo?)
—No pienses tanto en ello.
Sopesando respondo: —Sí.


3

El muelle. Me aferro al agua
como al más firme puntal.
Jardines suspendidos
de Semíramis: aquí están.

Esta franja de acero, sombrío
tornasol de metal, agua
a la que me aferro lo mismo que al libreto
la cantante o el ciego a las ásperas

paredes… ¿No me devuelves
nada? Me inclino al consuelo
benigno de la sed, me aferro a ella
como al borde de la cornisa quien camina

dormido…
              No es por el río —¡soy náyade
de nacimiento!— este escalofrío. Me aferro
al agua como si fuera la mano del amante
que fiel está a mi lado…

                                  Fieles
son siempre los muertos —no todos traen
consuelo… La muerte a mi izquierda
y, a mi derecha, tú. Mi costado
derecho, como muerto.

Se abre paso, de pronto, una luz.
Risas vulgares de tambor de feria.
—Tú y yo deberíamos…
                                 (Escalofrío)
—¿…Tendremos valor?


4.

Capas de niebla clara,
olas de gasa.
Densas, humosas,
ruidosas. ¿A qué huele?
A prisa enloquecida,
a tratos, chismorreos,
apaños comerciales,
y colorete en las mejillas.

Solteros con anillo.
y viejos de pose juvenil.
Todos ríen, bromean,
y, por debajo, calculan.
Con calderilla o con billetes,
sin remedio, manos sucias.
… Afanes comerciales,
y colorete en las mejillas.

(Por encima del hombro: —¿Es
ésta nuestra casa? —¡Desde luego, no mía!)
Uno firma cheques
otro, besa un guante
de satén, el tercero se ocupa
de un zapatito de charol.
… ¡Oh bodas comerciales!
y colorete en las mejillas.

Picos de plata: en la ventana
la estrella de Malta.
Se besuquean, se abrazan
y se acarician, se mecen…
(Perdón: huele a restos
del banquete de ayer.)
Acuerdos comerciales
y, en las mejillas, colorete.

¿Corta, la cadena? ¡Ni hablar!
Y es de platino, no de latón.
La triple papada tiembla
de un toro cenando ternera.
El diablo, el cuello azucarado
y cuernos de satén. Pequeños
descalabros comerciales
y, colorete en las mejillas, pólvora
de Berhold Scharz…
                            varón
talentoso, generoso.
—Tu y yo deberíamos hablar.
—¿Tendremos valor?


5.

Espío un signo en sus labios,
pero bien sé que no hablará.
—¿Ya no me quieres? —Sí, te quiero.
—No, no me quieres. —Me siento cansado,

triste, consumido. Me siento acabado
(La mirada, altiva, por la sala.)
—¿Es esto nuestra casa?
—La casa está en nosotros. —¡Bonitas palabras!

El amor es de carne y de sangre,
flor que con sangre propia se riega.
¿Crees que es amor
un rato de charla en la mesa?

¿Y después, como ellos —damas
y caballeros—, cada uno a su casa?
El amor no es sino…
                             ¿sagrario?
¡Qué palabra! Mejor decir: llaga,

cicatriz. ¿Bajo los ojos de camareros
y borrachos? (Y por dentro:
el amor es este arco tenso,
es decir: ruptura. Ruptura.)

—Amor significa unión, y nada ya
nos une, ni labios ni vida. (Oh, no
me des la malaventura, te rogué
al comienzo de nuestra intimidad,

en aquella hora cercana a la cumbre
y la pasión. Ya humo —Memento:
eso es amor —dejar que se queme el don
¡siempre en vano! En el fuego.)

Los labios —grieta en la concha— lívidos:
sonrisa de intendente. —Primero,
una cama común.
                          ¿Abismo,
quieres decir? Tamborileo

de dedos en la mesa. —¿No querrás
mover montañas? Amor
significa…
              —Mío.
—Ya entiendo. ¿Conclusión?


                    ***

El ritmo de los dedos en la mesa
se acelera. (Cadalso.)
—Vámonos. —Yo hubiera preferido:
muramos. Sería más sencillo: muramos.

Basta de banalidades: basta
de viajes, versos, hoteles, tranvías…
—El amor significa la vida.
—No, otro nombre le daban los antiguos…

                                                                                     —¿Entonces?
Aprieta el puño —un pez muerto—
el pañuelo. —¿Nos vamos?
—¿Adónde? Elige: precipicio, bala, veneno…
La muerte —en claro.

—La vida. Como un cónsul romano
que evalúa —águilas ojos— lo que queda
de sus huestes.
                      —Rompamos, pues.


6.

—Lo que yo quería no es eso.
No, no es eso. (Por dentro:
del cuerpo es la voluntad. Tú y yo
desde hoy somos almas

el uno para el otro…) —Y él, no lo decía.
(Sí, cuando el tren ya arranca
dejáis a las mujeres el triste honor
de la ruptura…) —¿Será un malentendido?

¿He oído mal? (Oh, galante
embustero que ofreces a la amiga,
como una flor, el falso honor
de la ruptura…)

                      —¿Seguro?
¿La palabra, letra a letra,
que has dicho es: rompamos?
(Como quien deja
caer en el más dulce

de los excesos un pañuelo…) —Ah, César
de este combate. (Y te atreves
a entregar —sutil ataque— como trofeo
al enemigo la espada que blandía.)

Él sigue. (Los oídos me zumban.)
—Me inclino ante ti: eres la primera
que se me adelanta en la ruptura.
—Se lo dices a todas, ¿verdad?

Sin duda: una jugada
digna de Lovelace. El gesto
que tu orgullo blande, a mi
me arranca la carne

del hueso. —Risa. Y con ello,
la muerte. Un gesto. (Ningún deseo
-desear es lo propio de otros, nosotros
somos sólo sombras

ya uno para el otro…) Clavado está
el clavo último, atornillado
el último tornillo de esta caja de plomo.
Un ruego todavía: no hables de mí

a ninguna de las que me sucedan.
(Así gritan los heridos, y ven cómo llega
la primavera desde la camilla.) —A ti
lo mismo te pediría.

¿Mi anillo como recuerdo?
—No. —Mirada nublada, errante:
está ausente. (Ponme —como sello—
en tu corazón, ponme como anillo

en tu dedo… ¡Nada de dramas!
Me lo trago.) Ronco y seductor:
—¿un libro, quizá? —¿También a todas?
—No. Y no escribas ya,

nunca más, libros…


                 ***

No, eso no.
Llorar, eso no. No
Llorar.

Nosotros, hermanos,
pescadores errantes
bailamos —no lloramos.

Bebemos, no lloramos.
Con sangre ardorosa pagamos
—no lloramos.

Hundimos en el vino
las perlas —somos reyes
del mundo —no lloramos.

—Me voy, pues. Mis ojos
le atraviesan. Arlequín al fin
como un hueso la lanza
a su fiel Pierrette la más indigna

primicia: el honor del fin.
Efecto de telón. La última
palabra. Un poco de plomo
en el pecho sería más dulce,

más cálido, más puro…
                                 En los labios
clavados los dientes. No
lloraré.

Lo más duro
en lo más tierno.
No he de llorar.

Hermanos errantes,
Morimos —no lloramos.
Ardemos —no lloramos.

En ceniza y en canto
ocultamos al muerto,
errantes hermanos.

—¿Primero yo? ¿He de ser yo la primera?
¿Cómo en el ajedrez? Aunque también
las primeras nos llaman
al cadalso…
                       —Va,
pero no me mires. (A borbotones
brotan, en cascada. ¿Cómo hacer que el agua
regrese a los ojos?) No,
no me has de mirar,

te vuelvo a decir.

Con voz fuerte y clara
y mirada segura:
vámonos, mi amor,
tengo que llorar.


                    ***

Una imagen aún —en medio
de las huchas vivientes, prósperos
comerciantes, luce una nuca rubia
—trigo, centeno, maíz.

Rizos de amazona que escarnecen
del Sinaí los mandamientos,
melena de oro viejo, joya fulgurante,
tesoro inagotable de consuelos.

(Y para todos.) No siempre avara en el reparto
la naturaleza, prodiga aquí sus bienes.
¿Desde dónde emprender el retorno,
cazadores, de esos dorados

trópicos? Su áspera desnudez
excita, atiza el lagrimal
—oro en cascada, voluptuosidad
risueña y fulminante.

—¿Verdad?— Los ojos acarician,
seductores. Cada pestaña —obsesión.
Cadencia de los mechones dorados,
gesto que sojuzga subyugando.

Ah gesto: desnudas el vestido,
sonrisa-mueca, más simple
que comer y beber. (Aún hay en ti
esperanza de cura. Para ti, sí.)

¿Así que seremos como hermanos?
Buena aliada en la alianza de la vida.
—¿Te ríes y no has acabado de enterrarlo?
(Yo ya lo he enterrado —y me río todavía.)


7.


Después —el muelle. El último. Fin.
Des-compartidos y sin manos
seguimos, como dos vecinos reñidos,
sin animo. Sube el llanto del río.

Sal de mercurio a raudales
lamo sin miedo: hoy
no deja el cielo brillar
la luna grande de Salomón.

Poste. Oh romperse, hasta la sangre,
la frente contra él. Desmenuzarla, hacerla
polvo. Compinches asesinos,
despavoridos vagamos. (Víctima —el Amor.)

Basta. ¿Han de ir separados los amantes?
En la noche. ¿A dormir —no juntos?
¿Con otros? —¿Comprendes que el futuro
esté ahí? Me roza re-unión.

—Pareja de recién casados… —Domir.
—Dormir. —Ni el pie acompasado
ni el mismo ritmo. Ruego: —Tómame
del brazo, no marchemos como presos.

Eléctrico. (Como si su alma
tocase mi mano. —La mano en la mano.)
El contacto se vuelve bruscamente
rayos y fiebre.

                    Ha tocado
su mano mi alma. Me aprieta —todo de pronto
arco iris. Mas irisado que las lágrimas,
qué hay. Telón de lluvia, perlas. No
hay muelles que se acaben así.

                                             El puente:
—Y ahora, qué. ¿Qué, ahora, aquí? (Galopa,
coche fúnebre.) Ca-almada mirada.
—Vamos a casa, ¿quieres?
Ahora. Por última vez.

8.

El puente último.
(No dejaré tu mano,
                             que es mi prenda.)
El último puente,
el peaje postrero.

Agua y cielo.
Cuanto monedas,
pago de Caronte,
paso de Leteo.

Sombra de la moneda,
en la mano de sombra.
Monedas sin sonido.
De sombra deposita

en la mano monedas. De sombra.
Sin tintineo, sin brillo,
entrégaselas: a los muertos
les bastan los sueños.

Puente.


                 ***


Refugio, amparo
de los amantes sin esperanza.
Puente — es — pasión.
Siempre entre pasos.

Un nido me procuro. Tibio
es el costado —me acurruco.
Ni antes ni después:
el lugar de una chispa.

Ni manos ni pies, mis huesos
lo confirman: sólo en tu costado
cobra mi costado
vida.

Vivo en mi costado derecho.
Todo en él —oído y eco.
Como la yema en la clara
y el esquimal en su piel,

así me aprieto.
¿Siameses, cómo podéis sostener
que algo os une?
Y aquella mujer —la que no olvidarás,

pues la llamabas madre—
al llevarte bajo el corazón,
en su quieto triunfo
no te tuvo más cerca.

Unidos vamos en un nudo
—contra tu corazón me acunabas.
¿Me tiro abajo?
No, dejaría tu mano

para ello, de la que nada
me va a poder desprender.
Puente —y no marido:
amante —y desencuentro.

Puente, tú nos preservas.
El río, de nuestro cuerpo
se llena. Garrapata soy, hiedra:
arráncame de raíz.

Hiedra y garrapata, si.
Hazlo con crueldad, sin clemencia.
Me has arrojado viva,
como una cosa, a mi

que he carecido siempre,
en este mundo vacío, de respeto
por nada.
              Dime que sueño,
que es de noche, que llegará

el alba con un expreso
a Roma, a Granada tal vez…
Almohadones de nieve
al Himalaya desde Mont Blanc…

Precipicio profundo:
¿escuchas mi costado?
Mi rescoldo — sangre final.
Más sincero —que cualquier poema.

¿Has entrado en calor? ¿Con quién
te irás, a quién te alquilarás
mañana? Dime que no es cierto,
dime que el puente no tiene ni tendrá

fin…
      —Fin.


                     ***


—¿Aquí? —El gesto, de niños…
—¿Entonces? De acuerdo, lo acepto…
Un momento todavía:
por última vez.


9.

A través de fábricas ruidosas,
vibrantes por el eco de la voz,
lo más íntimo, lo que la lengua calla
te diré —secreto que ante los maridos

las mujeres y las viudas ocultan.
Lo que Eva conoció por el árbol
y silenció: que yo no soy sino
un animal herido en el vientre.

Que abrasa. Como si me arrancaran
la piel con el alma. Se esfumó en aire
la herética y absurda insensatez
a la que dimos el nombre de alma.

Desmayo, plaga, cristiano mal
—ponedle paños calientes, si queréis:
nunca ha existido. Se complacía
en seguir estando vivo

sólo el cuerpo. Y ya no quiere.


                       ***


Perdóname. No quería.
Es grito de entraña devastada.
Así esperan los condenados
su ejecución al alba,

jugando al ajedrez. Risa
burlona el ojo del vigilante.
Somos los peones de un tablero
y alguien va jugando con nosotros en él.

¿Dioses buenos? ¿Malignos? ¿Quién?
Todo el horizonte es el ojo del vigilante.
Ruido metálico. Pasillo sangriento.
Ya se ha acabado el juego.

Un cigarrillo por última vez.
Y escupir —ah vida, vida.
Escupir. Al borde del tablero,
Abierto está el camino —desangrarse—.

a la huesa. Te miro de reojo.
Es la luna un ojo secreto que vigila.

—Qué lejos estás ya.


10.


Escalofrío. A la par,
juntos. —Nuestro café.

Nuestra isla, templo
donde cada mañana, casi amanecida

—gentuza, pareja de unas horas—
veníamos a rezar.

Dentro —desorden y olor agrio,
adormilados, en primavera…
Seguro que era de avena
aquel café sin sabor.

(¡Con avena doman el ardor
de los caballos.) No era
de Arabia, no: de Arcadia
era aquel aroma

del café…

Y cómo sonreía
la dueña, tan amable,
cuando nos sentaba juntos—
con qué placidez

de un amante de pelo cano.
Como si dijera: —¡Vivid!
también os marchitaréis—.
La cartera vacía, el arrebato,

nuestros bostezos al unísono
la hacían sonreír. Y sobre todo
la juventud. Las mejillas tersas,
la risa sin motivo —éramos

la juventud. Pasiones no muy
corrientes en estas tierras
de climas crudos.
¿De dónde las traía el viento

hasta el lívido café?
—Túnez, Marruecos… Músculos
y anhelo bajo la ropa triste.
¿Desde dónde venían?

(Querido, no me lamento:
son nuestras cicatrices.)
Afable compañera,
con la cofia de hilo

planchada a la holandesa…


                     ***


Entreveo, evoco casi sin comprender.
Como si nos hubieran echado del festín.
—¡Nuestra calle! —¡Cuántas veces nosotros…!
¿Nuestra? Ya no. ¿Nosotros? Ya no.

Por el oeste saldrá el sol
mañana. Habrá de hacer la guerra
contra Yaveh, David.
¿Cuál será nuestra gesta? —Ruptura.

La palabra más absurda:
Rupt-ura. ¿Una entre mil?
Un muro de siete letras:
y tras él, el vacío.

¿Serbio, croata? ¿En qué lengua?
¿Se mofa de nosotros la lengua checa?
Rupt-ura. Separación…
Qué sinsentido inacabable.

Sonido terrible, revienta los oídos
y apura la angustia dentro…
Ruptura. No es en ruso,
ni parece femenino o masculino.

Ni sagrado. ¿Qué somos
—ovejas que bostezan
Después de pastar? ¿Cómo?
¿Qué significa separación?

Carece de sentido, es sonido hueco
—cuando una sierra corta el sueño.
Separación: escuela poética de Jlébnikov:
lamento de ruiseñor,

                             canto de cisne. ¿A qué fin?
El aire —cuando se acaba en la mina.
—La mano en la mano se siente temblar.
Ruptura —un rayo en el cráneo.

El mar arrastrando el barco
En el último cabo de Oceanía.
¡Estás callejuelas estrechas, tan empinadas!
Separarnos es yacer al pie

de la montaña. Ahogo y dos suelas
pesadas —la palma de la mano y su clavo.
Es claro, deducción evidente: separarse es ya no
compartir.

               Mas fundidos quedamos tú y yo…


11.


Perderlo todo de un golpe,
un tajo limpio.
Suburbio, arrabal:
El día se acaba…

Se acaba la ternura —piedras—,
las casas, los días y nosotros —se acaban.

Mansiones vaciándose: las honro
como a una madre anciana.
Porque vaciarse —madre— es acción:
lo vacío no se puede vaciar.

(Mansiones medio vacías, mejor sería
que os quemaran.)

Que un gesto rudo
no abra la herida.
Suburbios, arrabal.
costura que se rompe.

Sin desmesura verbal,
el amor es sutura.

Sutura: ni venda ni escudo
—no pidas ayuda—.
Sutura: el muerto cosido al suelo
como yo cosida a ti.

(Con qué hilo, lo ha de decir el tiempo,
si endeble o fuerte.)

De cualquier modo, querido
mío, aunque la sutura se ha abierto,
esta herida no supura
podredumbre infecciosa.

Debajo de las bastas,
venas vivas, sangre roja.

Quien rompe no pierde.
Oh arrabal,
suburbio, divorcio seguro
de dos frentes.

Cerebros al aire,
patíbulo de las afueras.

Nunca pierde quien rompe
y huye al alba. Yo en la noche
me he cosido a ti
toda una vida sin bastas.
Perdona si no iba atinada.
Arrabal: ruptura de suturas.

Almas descosidas,
múltiples heridas
barrio, suburbio,
amplia es la sima

del arrabal. ¿No oyes el zapato
del destino en el barro limoso?
Es rápida mi mano, amado,
y vivos los hilos,

fuertes. No quebrarán.
Es éste el último farol.


                 ***


—¿Aquí? —Ahora me mira.
Mirada sometida
de súbito complot.
—¿A la cima? Por última vez.


12.


Espesa crin.
Lluvia en los ojos. Cerros.
El arrabal, atrás.
Estamos fuera de la ciudad.

Ser: no ser. Qué más da.
Madrastra y ya no madre:
ya no hay adonde ir.
Moriremos aquí.

Campos. Algún vallado.
Somos hermana y hermano
y la vida un arrabal
—ya fuera de la ciudad.

Señores: el juego
está perdido.
Sólo existen arrabales,
¿Dónde estarán las ciudades?

Arrasa el diluvio todo
—enfurecido.
Solos, de pie, tú y yo:
ruptura. ¿Será como al pobre Job

que Dios nos quiere probar?
—Juntos, en tres meses, sólo
Esta vez. Y en vano.
Ya estamos extramuros.


                      ***


Extramuros. Mira: fuera de la ciudad.
Hemos pasado la frontera. La vida:
Este lugar donde no es posible vivir.
Así, el gueto judío.

¿No es más digno andar errante
como un judío? A los ojos
de quien no se ha hecho un bribón.
el pogrom es la vida.

Vida de los renegados,
de los conversos devotos:
antes el infierno, las islas
mortales de los leprosos.
La vida que se ofrece a los conversos
—la del matarife a la oveja.
El derecho al permiso de residencia
lo desprecio, lo arrojo —lejos de mi.

Venganza pides, escudo de David,
por esa abducción de los cuerpos,
¿o no han querido vivir
los judíos? Oh embriaguez:

terraplén, foso —¿gueto de élites?—.
Sin piedad. Si es éste
un mundo cristiano,
los poetas somos judíos.


13.


Como la piedra afila el cuchillo,
como se desliza el serrín al barrer,
así, aterciopelada, la piel
húmeda súbitamente en los dedos.

Oh dobles —coraje, sequedad—
de los hombres, ¿dónde estáis,
si en mis palmas hallo lágrimas
y no lluvia?

                El agua es de la fortuna,
¿qué más podría desear?
Si tus ojos son diamantes
que se vierten en mis palmas,

ya no pierdo
nada. Fin del fin.
Caricias, caricias
—acaricio tus mejillas.

Somos así, orgullosas
y polacas –Marina-,
cuando en mis manos llueven
ojos de águila:

¿lloras? Mi amor,
mi todo: perdóname.
Trozos de sal
caen en mis palmas.

Llanto de hombre, veta
que en la cabeza retiembla.
Llora. Otra te devolverá
la vergüenza que te hice dejar.

Somos dos peces
del mis-mí-si-mo mar.
Dos conchas muertas
labio contra labio.


              ***


Todo lágrimas.
Sabor
a armuelle.
—¿Y mañana
cuando
despierte?


14.


Senda de ovejas—
bajamos. Ruidos de la ciudad.
Tres chcias se acercan.
Se ríen. De las lágrimas

ríen, como bobas,
como ola
             del mar,
de las imposibles

lágrimas de hombre —tan visibles
pese a la lluvia. Dos llagas,
dos indignas perlas,
infamantes para el bronce
del guerrero. Tus primeras
y últimas lágrimas
                          —oh derrámalas—,
lágrimas perlas
de mi corona.

Altiva las miro —como a lluvia
En la lluvia— y les hablo:
                                    —fijaos
bien, muñecas de Venus,
vínculo es éste más íntimo

que el deseo
y que un anillo de boda.
El Cantar de los Cantares
nos prestará su voz,

y Salomón se inclinará
ante nosotros, pájaros
desconocidos, porque llorar
juntos es mucho más que un sueño.


                       ***


Cabizbajo, y solo, y oscuro
—silencioso, sin rastro—
en las olas de niebla se funde
como se hunden los barcos.



Praga, 1 de febrero de 1924
Jíloviste, 8 de junio de 1924