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sábado, 1 de febrero de 2025

PIEDAD DE VILLENEUVE-LES-AVIGNON (un comentario de François Cheng)

Piedad de Villeneuve-lès-Avignon. Fuente: Louvre.

Debo confesar que no me siento muy atraído por la pintura de carácter religioso y que de las piedades que conozco no es esta la que más me atrae. Sin embargo, cuando he vuelto a leer , de François Cheng, me he encontrado con un comentario al que en otro tiempo no hice ningún caso y ahora me ha parecido que estaba lleno de belleza y sabiduría. Lo voy a reproducir aquí, pues es una manera de ver aspectos de una obra de arte que en ocasiones se nos escapan y una manera de entender la propia vida. También es una forma de invitar a la lectura del libro

No todos los humanos se ven obligados a atravesar las adversidades de las que acabo de hablar. Pero todos pueden participar en la grandeza nacida de la dignidad interior del ser que se enfrenta a lo terrible en nombre de la vida. Probablemente es por eso por lo que, en el arte occidental, las pinturas que representan la Piedad están entre sus obras maestras más importantes. Tomemos por ejemplo la Piedad de Aviñón, del Louvre, una de las más impresionantes. Este cuadro, pintado por Enguerrand Quarton en 1455, es la primera gran manifestación en Francia de la pintura de caballete. El artista, libre de una tradición de escuela y de preciosismo técnico, puso en la pintura toda la fuerza de su alma. Ancho, el cuadro tiene la dimensión de un tríptico, pero es de una pieza. El cadáver del Crucificado se extiende horizontalmente a lo largo de la escena, un cuerpo rígido y roto, con las piernas caídas, el brazo derecho colgando y, en su extremo, la mano con los dedos retraídos. Alrededor del cadáver se encuentran tres personajes. A la izquierda, Juan se inclina hacia delante, sobre la cabeza de Cristo, mientras sus dos manos, en un gesto de devoción que refleja un amor filial sin límite, tratan de arrancar las espinas hundidas en la cabeza del supliciado. Junto a los pies de Cristo, o sea a la derecha, está María Magdalena. También se inclina hacia delante, con un frasco de perfume en la mano izquierda. Su vestido rojo como la sangre cubre el cadáver hasta medio cuerpo (como sangre que refluye). La parte vuelta del forro con que se seca las lágrimas es de color amarillo; responde a los rayos amarillo-dorados que emanan de la cabeza de Cristo. Del pálido rostro de la joven, se ven todavía la mejilla encendida de pasión y los labios entreabiertos como si siguiera llamando al hombre, susurrándole las palabras de amor nunca pronunciadas, nunca interrumpidas. En medio del cuadro se encuentra la Virgen. El cuerpo de su hijo reposa sobre sus rodillas. Lleva un vestido color de noche oscura que subraya con mayor violencia la tez lívida de su faz de ojos y boca cerrados. Uno cree oír su grito mudo, de tristeza mezclada con estupefacción. Con el busto erguido, es la única figura vertical del cuadro, mientras que las demás están en posición horizontal u oblicua. Así erguida, parece esperar, en medio de su dolor, una respuesta venida de arriba.

Nuestra mirada vuelve y se fija de nuevo sobre el cuerpo descarnado de Cristo, que estructura todo el cuadro, que forma, por así decirlo, su osamenta y casi, paradójicamente, la línea de fuerza. Vemos que él es quien reúne y une a los vivos, llevándolos a un movimiento de convergencia y de comunión. Él es quien, habiendo provocado las lágrimas y la desesperación de todos, parece el único capaz de secar esas lágrimas. Ese cuerpo terriblemente rígido y roto se convierte de repente en la expresión de una noble intransigencia, pues recuerda la terrible resolución que el dueño de ese cuerpo había tomado antes de morir, la de demostrar que el amor absoluto puede existir y que ningún mal puede alterarlo ni mancillarlo.

Entonces hay algo que se pone a animar todo el cuadro: un hálito tenue, de otro orden, sale por las llagas en las que han quedado hilillos de sangre seca. Una fuerza se impone a nuestros ojos: el cuerpo allí tendido es el resultado de un «bello gesto», el que suscitó los demás gestos, el de Juan, el de María Magdalena y el de María. Fue preciso que ese cuerpo se viera reducido a casi nada, desnudo por un desasimiento total, depurado de todas las escorias y lastres, para que pudiera convertirse en el consuelo. Él es ahora el único capaz de consolar; es su manera de triunfar frente a la muerte.

La belleza como redención, ¿es ése el verdadero sentido de la frase de Dostoievski: «La belleza salvará el mundo»? A esta frase responden las de un contemporáneo, Romain Gary: «No creo que haya una ética digna del hombre que sea otra cosa que una estética asumida de la vida, hasta el sacrificio de la vida misma», «Hay que redimir el mundo por la belleza: belleza del gesto, de la inocencia, del sacrificio, del ideal».

 A nadie le habrá pasado desapercibido que lo que está en la base de todo el comentario es aquello que Platón defendía en su célebre El Banquete: la búsqueda del verdadero significado de la belleza y del bien a través del verdadero significado del amor. Verdad, belleza y amor ejemplificados aquí en el acto extremo de llegar a dar la vida por amor a la humanidad. Esa era también la virtud más bella posible en la doctrina de Confucio.


PS: Si os interesa leer el libro, pero no lo encontráis en ninguna biblioteca o no tenéis intención de pagar la absurda cantidad que en este momento piden por él, en Internet Archive lo tenéis a vuestra disposición.

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miércoles, 27 de enero de 2016

LA LUMINOSA BELLEZA DE EL BANQUETE

Fedón, La República, Fedro y El Banquete son, en opinión de los especialistas en la obra de Platón, los mejores Diálogos del filósofo griego. El último, dedicado al Amor, es, seguramente, el más bello. En plabras de Martínez Hernández: Es la más poética de todas las realizaciones platónicas, en la que difícilmente los aspectos literarios pueden separarse de la argumentación filosófica, lo que hace que nos encontremos ante uno de los escritos en prosa más completos de toda la Antigüedad (Gredos, 1992, p 145).

El Diálogo recoge las exposiciones que hacen Fedro, Pausanias, Erixímaco, Aristófanes, Agatón y Sócrates sobre el Amor después de la cena que Agatón había preparado para celbrar su triunfo en un premio literario. 

De los llamados Diálogos de madurez, los que figuran arriba, es el más accesible, el más sencillo y el que, en mi opinión tiene un encanto literario mayor. Como casi todos los Diálogos, es una obra breve —aunque varían mucho según sea la tipografía y el tipo de edición, nunca más de cien páginas—. 

El mejor parlamento corresponde al de Sócrates, y es tal el encanto que tiene, que ninguna persona medianamente culta debería perdérselo. En él expone las doctrinas que le enseñó una sacerdotisa, Diotima de Mantinea en su juventud. En su discurso quedarán unidos la belleza, la virtud y la inmortalidad. 

Hay muchísimas ediciones publicadas. Aquí os dejo enlazada la de Patricio Azcárate, por si queréis leerla en pantalla, aunque no es lo mismo.

jueves, 6 de agosto de 2020

LA BELLEZA


Belleza no es, pues, sino libertad en la aparición.

F.Schiller. Escritos sobre estética.


Espíritu de belleza, que consagras

con tus propios matices todo

humano pensamiento o forma

a los que prestas tu resplandor.

P.Shelly. Orígenes de la forma en el arte.


Aman los ojos las formas hermosas y variadas, los vivos y apacibles colores (…) Porque la misma reina de los colores, esta luz, bañando todo lo que vemos, dondequiera que me halle durante el día, acercándoseme de mil maneras, me acaricia, aun estando atento a otras cosas y sin reparar en ella. Y con tal vehemencia se insinúa, que si desaparece de repente se la busca con deseo, y si por mucho tiempo se ausenta, se contrista el alma.

Agustínde Hipona. Confesiones.


Para el entendimiento neoplatónico, la belleza es simplemente manifestación, revelación de fenómenos, la aparición del anima mundi.

JamesHillman. El pensamiento del corazón.


Si los ojos se hicieron para ver, la belleza es su propia excusa para Ser.

R.W. Emerson. Rhodora. Early poems.


La belleza es un fenómeno primigenio, que en sí misma nunca hace su aparición, pero cuyo reflejo es visible en mil distintas expresiones de la mente creadora, y que es tan variado como la naturaleza misma.

J. W.Goethe. Conversaciones con Goethe.



Lo específico de la belleza es colmarnos con su aparición.

Rafael Tomás Caldera. Analys-art.



Lo bello se distingue así del bien (que es lo completamente inaprensible) porque se apresa más fácilmente. En la esencia de lo bello está el que se manifieste.

H.G. Gadamer. Verdad y método.



Porque la Belleza, Fedro mío, y solo ella, es a la vez visible y digna de ser amada: es, tenlo muy presente, la única forma de lo espiritual que podemos aprehender.

Th. MannLa muerte en Venecia.



Como súbito relámpago que disipa las potencias, privando al ojo de la facultad de distinguir los mayores objetos, así me circundó una luz resplandeciente, dejándome velado de tal suerte con su fulgor que nada descubría.

Dante Alighieri. La divina comedia.



El camino recto del amor hay que empezarlo por las bellezas de aquí abajo.

Platón. El banquete.