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miércoles, 17 de enero de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (Fernando Aramburu)

Ejemplar de la Biblioteca Central
#unlibrounpoema

Me enteré gracias a un tuit de Francisco Javier Irazoki en noviembre de que Tusquets había publicado la poesía de Fernando Aramburu. El fin de semana terminé su lectura. Bajo el título de Poesía reunida han recogido Ave sombra, Materiales de derrubio, Sinfonía corporal, Mateo, el tiempo en su arcángel y Bocas del litoral. Cierra la edición un bello epílogo de Irazoki. 

Del último título, Bocas del litoral, entresaco este


POEMA MUERTO


No sé mi nombre ni si acaso he  muerto

—polvo y fragos— la tarde en que Irún arde.

Es improbable haber sobrevivido

a la infernal derrota que citan los manuales.

Cuarenta años difuntos no dirán

—ni lo dirá el olvido que custodia otras cosas—

si le fue dado al cielo

de algún confín remoto en el exilio

o de mi tierra verde recobrada

seguir amaneciendo para mí.

Mas si huido al furor del requeté aquel día

por cuyo brazo sin piedad

a mi pecho y mi casa un dios dispara,

en quien acaso yo también creía,

dudo que azar tan compasivo no me haya deparado

alguna vez más tarde mi noche de agonía, mi estertor último

y en fin mi oscuridad inacabable

antes de la hora quieta y venidera de poniente

en que compongo este poema muerto.

Lo que allí no pudieron el fuego ni las armas enemigas

lo habrá podido a su manera el tiempo.

Oculto entre las ruinas y las llamas,

quiero haber sido al fin de esa refriega

que gana el invasor, el gudari sin nombre

de quien parte el disparo

último de su bando.

No cambiará el destino adverso de la guerra,

no alzará las paredes derruidas,

ni siquiera yo mismo acaso sepa

nunca que es ese rezagado

disparo el que da muerte a Beorlegui.


 La presentación del libro en la librería Alberti:


***


miércoles, 10 de enero de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (Tennyson)

Editorial
#unlibrounpoema


Las modas son terribles, imponen sus gustos, encumbran a unos y mandan al olvido a otros. 

No voy a entrar en sí la enorme proyección que tuvo Tennyson en la Inglaterra victoriana  se ajustaba a la calidad de la escritura o no. Lo cierto es que en la actualidad es difícil encontrar una persona que le lea o que reconozca alguna bondad o algún interés en su obra poética. Sin duda, las formas de decir y de escribir cambian con el tiempo. También lo hacen los contenidos sobre los que nos gusta leer, debatir, pensar. Ciertamente. Y siendo todo eso así, ¿habrá alguien hoy que no sienta un estremecimiento de emoción, que no reconozca el latido de la verdad y la belleza, que sea incapaz de percibir la intensidad de la expresión poética en estos versos?

                                 VII

Casa oscura, que yo visito una vez más

          en esta calle tan desagradable,

          puertas en las que el corazón solía

tocar, en esperanza de encontrar una mano,


una mano que ya jamás será estrechada,

          contempladme, pues no puedo dormir,

          como un culpable yo me arrastro ahora

temprano en la mañana hacia la puerta.


Él no está aquí; mas lejos sigue el ruido

          de la vida que empieza cada día,

          y horriblemente, en la llovizna dura,

en la gastada calle comienza el día en blanco.



                                      L

Quédate junto a mí cuando mi luz sea poca,

          cuando cruja la sangre y me pinchen los nervios

          y cuando el corazón enfermo se halle,

y las ruedas del Ser vayan más lentas.


Quédate junto a mí cuando al cuerpo sensual

          lo desgarren punzadas que conquistan la fe;

          y el Tiempo sea el maníaco que va esparciendo polvo,

y la Vida, un Dragón que escupe llamas.


Quédate junto a mí cuando mi fe se seque,

          y sean los hombres moscas de antiguas primaveras,

          moscas que crían moscas, y pinchan y bien cantan

y tejen sus celdillas y se mueren.


Quédate junto a mí cuando yo me esté yendo,

          para indicar el término de nuestra lucha humana

          y, en ese borde oscuro de la vida,

todo el atardecer del día eterno.


Cantos VII y L de In memoriam, elegía compuesta en honor de su amigo Arthur Henry Hallam, muerto años antes. La traducción corresponde a José Luis Rey.


***


miércoles, 3 de enero de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (J. Cortázar)

Editorial
 #unlibrounpoema



MASACCIO

                                                  Así la luz lo sigue mansa,
                                                  y él que halló su raíz y le dio el agua
                                                 urde con sus semillas el verano.

                                     
                                 I


Un oscuro secreto amor, una antigua noticia
por nadie confirmada, que sola continúa y pesa;
el vino hace su tiempo, la distancia se puebla
de construcciones memorables.


Por las calles va Masaccio con un trébol en la boca,
la vida gira, es esa manzana que le ofrece una mujer,
los niños y los carros resonantes. Es el sol sobre Firenze
pisando tejas y pretiles.


Edificio mental, ¿cómo crecer para alzarte a tu término?
Las cosas están ahí, pero lo que se quiere no está nunca,
es la palabra que falta, el perro que huye con la cadena,
y esa campana próxima no es la campana de tu iglesia.


Bosque de sombra, la luz te circundaba con su engaño
dulce, un fácil puente sobre el tiempo
Torvamente la echabas a la calle para volverte a las capillas
solo con tu certeza. Alguna vez
le abrirías las puertas verdaderas, y un incendio
de oro y plumajes correría sobre los ojos. Pero aún no era hora.


Así va, lleno de jugos ácidos, mirando en torno
la realidad que inesperada salta en los portales
y se llama gozne, paño, hierba, espera.
Está seguro en su inseguridad, desnudo
de silencio. Lo que sabe es poco pero pesa
como los higos secos en el bolso del pobre.

Sabe signos lejanos, olvidados mensajes que esperan

en paredes ya no favorecidas; su fe es una linterna
alzándose en las bóvedas para mostrar, humosa,
estigmas, una túnica, un abrazo maldito.


Vuelve y contempla y odia su amor que de rodillas bebe
en esa fuente abandonada. Otros
pasan sonriendo sus visiones
y alas celestes danzan un apoyo para la clara mano.
Masaccio está solo, en las capillas solas,
eligiendo las tramas del revés en el lodazal de un cielo de mendigo,
olvidado de saludar, con un pan
sobre el andamio, con un cuenco de agua,
y todo por hacer contra tanto sueño.


En lo adentro del día, en esa lumbre
que hace estallar lo más oscuro de las cosas, busca;
no es bastante aclarar; que la blancura
sostenga entre las manos un martirio
y sólo entonces, inefable, sea.



                                  II


                                                     La escondida
                                                     figura que ronda entre las naves
                                                     y mueve el agua de las pilas.


Entre oraciones ajenas y pálidos sermones
eso empezó a desgajarse. Él soportaba
inmóvil, oyendo croar los grajos en los campaniles,
irse el sol arrastrando los últimos oficios. Solo,
con el incienso pegado a la ropa, un gusto a pan
y ceniza. Traían luces.
Cuando salía andaban ya las guardias.


Pintar sin cielo un cielo, sin azul el azul.
Color, astuta flauta! Por la sombra
ir a ellos, confirmándolos. La sombra
que antecede al color y lo anonada. En las naves,
de noche, veía hundirse el artificio,
confundidos los cuerpos v los gestos en una misma podre
de aire; su quieto corazón soñó
un orden nocturno donde el ángel
sobreviviera.


Pintó el pago del tributo con las seguridad del que golpea;
estaba bien esa violencia contenida
que estallaría en algún pecho, vaina
lanzando lejos la semilla.
Un frío de pasión lo desnudaba; así nació
la imagen del que aguarda el bautismo con un gesto aterido,
aspersión de infinito contra la rueda de los días
reteniéndolo aún del lado de la tierra.


Un tiempo predatorio levantaba pendones y cadalsos;
sobrevenían voces, el eco
de incendios sonoros, poemas y desentierros.
Los mármoles tornaban más puros de su sueño,
y manuscritos con razones
y órdenes del mundo. En los mercados
se escuchaba volver las fábulas dormidas; el aceite
y el ajo eran Ulises. Masaccio iba contento a las tabernas,
su boca aliaba el ardor del pescado y la cebolla
con un eco de aromas abaciales, mordía
en la manzana fresca el grito de la condenación,
a la sombra de un árbol de vino que fue sangre.


De ese desgarramiento hizo un encuentro,
y Cristo pudo ser de nuevo Orfeo, un ebrio
pastor de altura. Ahora entrañaba fuerza
elemental; por eso su morir requería violencia,
verde agonía, peso de la cabeza que se aplasta crujiendo
sobre un torso de cruel sobrevivencia.
Pintó sus hombros con la profundidad del mar y no del cielo,
necesitado de un obstáculo, de un viento en contra
que los probara y definiera y acabara.


Después le cupo a él la muerte,
y la aceptó como al pan o la paga,
distraído, mirando otra cosa
que tampoco veía. El alba estaba cerca,
la vuelta de la luz legítima. ¡Cuántos oros y azules esperando!
Frente a los cubos donde templaría esa alborada
Masaccio oyó decir su nombre.

Se fue, y ya amanecía

Piero della Francesca.

                             De Salvo el crepúsculo.

Tumba del poeta. Cementerio de Montparnasse.

***


miércoles, 20 de diciembre de 2023

UN LIBRO, UN POEMA (Juan Vicente Piqueras)

Ejemplar del KM. Editorial.
#unlibrounpoema

En la contraportada se recoge:

Juan Vicente Piqueras (Los Duques de Requena, 1960) se fue de España en 1985. Ha vivido en Francia, Italia, Grecia, Argelia, Portugal y Jordania. Ha publicado, entre otros, los libros La latitud de los caballos (1999), Aldea (2006), La hora de irse (2010), Yo que tú (2012), Atenas (Premio Loewe, 2012), Padre (2016) y Narciso y ecos (2017). Ha traducido al español a poetas como Tonino Guerra, Izet Sarajlic, Ana Blandiana, Cesare Zavattini, Sabrina Foschini y Kostas Vrachnós.

«Dialogar con la muerte, cantarla como se canta al amor o a la rosa, lograr el imposible de ver la vida desde la otra orilla, saber lo que hay en una habitación vacía, encender una mínima luz con que alumbrar fugazmente la nada, y conseguir que toda la emoción de esos misterios nos llegue limpia y directa al corazón. Tal es el milagro y la sobrecogedora belleza de este libro, tan hondo, tan cercano, tan leve». Luis Landero.

«Juan Vicente Piqueras es uno de los poetas españoles más importantes de la actualidad. La habitación vacía es una meditación metafísica sobre el tiempo y la muerte. Hijo póstumo de Fernando Pessoa, Piqueras tiene siempre la fuerza, la ironía y la bondad de su parte. Es una voz imprescindible. Hay que leer a Piqueras, porque la poesía está con él». Manuel Vilas.

Yo recojo:

UNA TARJETA BLANCA

                    A Jaime Jaramillo Escobar, in memoriam

(El poeta se coloca de pie al pie de una ceiba, ante el micrófono, ante el horizonte atento de quienes están ahí para escucharlo o no, se lleva la mano al corazón como los musulmanes, salam, y los griegos, yasas, y comienza a decir su poema). 

Señoras y señores: buenas noches.
(O buenos días o buenas tardes, según el momento de la lectura, claro).

Llevo en este bolsillo de la camisa, al lado del corazón,
una tarjeta blanca que abre todas las puertas
de todas las habitaciones
de todos los hoteles del mundo.
(Saca del bolsillo de la camisa la tarjeta blanca y la eleva en la mano hacia el cielo).

A veces, cuando puedo, cuando me da la gana,
casi siempre de noche,
salgo de la casa que no tengo, me voy a dar una vuelta,
y entro en cualquier hotel.
Digo buenas noches en la recepción
o no digo nada, según me da, tomo el ascensor y subo
a una habitación cualquiera, entro con mi tarjeta blanca
y veo a las personas dormir, amar, enemistarse,
ver la tele, discutir, besarse, cantar bajo la ducha,
escribir algo en un cuaderno.

Ellos no me ven a mí. no pueden verme
porque yo soy un ángel de la guarda, el ángel de la guarde
de los huéspedes de hotel, cuido el sueño de todos
los que no duermen en su casa.
Un ángel de la guarde diplomado.
Llevo el título siempre aquí conmigo,
en el bolsillo de la camisa,
al lado del corazón y de la tarjeta blanca
que me abre todas las puertas.
(Saca del bolsillo de la camisa el pasaporte de servicio que tienen todos los ángeles).

El título es este pasaporte de servicio,
expedido por su Majestad el Rey de las Ruinas
y en su nombre el Ministro de Asuntos Exteriores
y Afanes Interiores,
que me abre las puertas de todos los países.
(Lo hojea).

Aquí figuran mi nombre y mis dos fechas:
la de nacimiento y la de defunción.
La casilla del sexo está vacía.
En la de la nacionalidad al principio ponía española,
pero con el tiempo se han borrado la p y la ñ
y ahora se lee: es a ola. Esa ola. 

No tiene fecha de caducidad. La foto
es la de mi primera comunión.
yo estaba enfermo, tenía 39 de fiebre,
debajo del traje de marinerito llevaba un un pijama estampado
con tréboles de cuatro hojas. Cuando
el cura de mi pueblo, que se llamaba don Juan,
posó la hostia en mi lengua
yo creí desmayarme. El pasaporte
lleva en sus páginas focas, ciervos, peces, mariposas,
tortugas, osos, murciélagos...
toda una fauna timbrada y feliz.
Timbrada en las aduanas y en las funerarias.
Fauna dichosa de viajar conmigo
y de estar con ustedes esta noche.
(O esta mañana o esta tarde, según el momento de la lectura, claro).

Tal vez ustedes no crean en ángeles.
Tal vez ustedes no crean en mía.
Pero eso poco importa.
Lo importante es que yo creo en ustedes
y alguna de esas noches, cuando menos lo esperen,
en una pensión pobre o en un hotel de lujo,
en un motel de mala muerte o en un convento
convertido en spa,
en un hotel de cinco mil estrellas o de ninguna,
con mi tarjeta blanca abriré la puerta de su habitación, 
les cerraré los ojos, los miraré dormir,
ajustaré las sábanas como hacía mi madre
cuando yo estaba enfermo, les besaré los párpados,
y ya que estoy allí les diré la verdad,
aprovechando que duermen y no pueden oírla.

Señoras y señores, deberían
darme las gracias, pero no hace falta.
Es mi trabajo y no las necesito.
Mis gracias son las suyas.
Soy yo quien agradece su atención
ante alguien que no existe.

Que estén bien, señoritas, señoras, caballeros,
niños, ancianos, águilas, hormigas,
grullas, ballenas, ciervos, mariposas...
(Se lleva la mano al bolsillo de la camisa, al corazón).
Que estén bien, salam, yasas, que estén bien.

***


miércoles, 13 de diciembre de 2023

UN LIBRO, UN POEMA (Akocha Koato)

Editorial
Gracias, Irene


#unlibrounpoema


Por esta sección de los miércoles suelen pasar autores poco conocidos y poco reconocidos. No creo que yo tenga ninguna influencia sobre el mercado, pero me hace ilusión pensar que en alguna parte, alguien, alguna vez, cuando lea una entrada como esta, pueda interesarse por el libro o por la obra quien aquí da señales de existencia e incluso de calidad literaria.

No sé nada de Akocha Koato, salvo lo que puedo suponer después de la lectura de este librito —15x9,5cm— magníficamente editado con sus acuarelas, sus kanji y su grueso papel de un blanco impoluto:




Ya veis, formas de la delicadeza con que la cultura oriental se manifiesta.

Y ahora algunos haikus:


Sobre la naturaleza:


Barrancos grana

Lloran lágrimas,

Viejos fósiles 



El viento juega

A ratos al escondite

Con el calor


Sobre las estaciones:


Las golondrinas

En tardes de verano

Asaltan cielos



La yerba verde

Chispeando amapolas

Llena mis ojos


Sobre la guerra: 


Frío constante

Donde mil niños luchan

Para abrazarse


***


miércoles, 6 de diciembre de 2023

UN LIBRO, UN POEMA (Homero Aridjis)

Editorial
#unlibrounpoema


Un librito de poemas de Homero Aridjis de la hace mucho tiempo absorbida editorial Lumen me acompañó en mi primer viaje a París hace ya muchos años.

De Aridjis, su compatriota y premio nobel O. Paz dejó escrito esto en el poemario del primero, PérsefoneEn la poesía de Homero Aridjis hay la mirada, el pulso del poeta; hay el tono inconfundible de aquel que tiene necesidad de decir y que sabe que todo decir es imposible; hay la palabra plena y la conciencia de la oquedad de la palabra; hay erotismo y también amor; hay el tiempo discontinuo de la vida práctica y racional y la continuidad del deseo y de la muerte; hay la verdad original del poeta.



TE AMO AHÍ CONTRA EL MURO DESTRUIDO



Te amo ahí contra el muro destruido

contra la ciudad y contra el sol y contra el viento

contra lo otro que yo amo y se ha quedado

como un guerrero entrampado en los recuerdos


Te amo contra tus ojos que se apagan

y sufren adentro esta superficie vana

y sospechan venganzas

y muertes por desolación o por fastidio


Te amo más allá de puertas y esquinas

de trenes que se han ido sin llevarnos

de amigos que se hundieron ascendiendo

ventanas periódicas y estrellas


Te amo contra tu alegría y tu regreso

contra el dolor que astilla tus seres más amados

contra lo que puede ser y lo que fuiste

ceremonia nocturna por lugares fantásticos


Te amo contra la noche y el verano

contra la luz y tu semejanza silenciosa

contra el mar y septiembre y los labios que te expresan

contra el humo invencible de los muertos.


De Antes del reino, 1963.





VISTA DEL VALLE DE MÉXICO DESDE CHAPULTEPEC, CIRCA 1825


Todo valle se abre desde lo alto

de la roca pórfida de Chapultepec

este viernes de julio, después de la lluvia.


Caminos de álamos y olmos llevan a la ciudad,

salen de la ciudad bañados por las aguas

del lago de Texcoco, plateado de orillas.


Hacia el sureste, los dedos púrpuras del sol postrero

acarician los hombros nevados de la Mujer Blanca

y el cono estricto de la Montaña Humeante.


Por el Norte, en la falda del cerro del Tepeyac,

más allá de las praderas mojadas de luz,

aparece el santuario de la Virgen, morena de tierra.


Allá entre los magueyes, por donde las calles verdes

van hacia el oriente, viene una mujer sola, la bisabuela

de mi madre, en la que yo ya voy, enamorado y diurno.


En el lejano sur, todo sur es lejano,

por caminos carretero el día viejo se dirige a San Ángel

y el ojo, lleno de azul, parece querer irse de viaje.


Los pueblos indios se duermen entre los sembrados,

la ciudad culebrea metiéndose en la noche, y un colibrí,

forma de la fuga, se figura en las fauces del felino amarillo.


El tiempo mece la cabellera verde de los sauces;

en el poniente, un cenzontle retumba

y el paisaje se anima, el pasado se mueve.


De El poeta en peligro de extinción, 1992.

***


miércoles, 29 de noviembre de 2023

UN LIBRO, UN POEMA (Francisco García Lorca; sí, el hermano)

Librerías que tienen algún ejemplar
#unlibrounpoema

Si la poesía que no es extraordinariamente exitosa es difícil de conseguir, el libro al que hoy doy publicidad desde esta sección os va a costar mucho trabajo encontrarlo, a no ser que os acerquéis a una biblioteca, pues el hermano del gran poeta granadino yo diría que es absolutamente desconocido en España y la editorial que sacó este volumen hace ya años que desapareció. (Por cierto, en el enlace que he dejado con Wikipedia podéis ver un par de fotografías de los dos hermanos juntos, Francisco y Federico).

La colección de poemas que recoge este volumen se publicó en 1984 y corrió a cargo del palentino Mario Hernández, quien había estado en contacto con Laura de los Ríos, esposa de Francisco, para prepara la edición de Federico y su mundo. Fruto de aquella fue el acceso a los poemas inéditos de Francisco García Lorca y su posterior ordenación y edición.

He aquí algunos:


LLUVIA


Saltan

los frailecicos del agua.


Se destrenzó. Las gotas

sobre las hojas cantan,

brillan como cuchillos

los hilillos del agua

y vuelan a sus nidos

y corren a sus casas

y ruedan al arroyo

y saltan, saltan,

saltan

los frailecicos del agua.




INSTANTE


caen las horas en mi pecho

y se desbandan los sueños.

Un instante,

pero que nunca acabe.

Una larga guirnalda

de horas encadenadas

y yo libre.

Suspendidos los mundos

en el espacio inmenso

y los sueños

sin tiempo.

Apresta el alma, el agua,

que la barca te guarda.

Y la barca

se mece, los remos

en el agua.




Hay un pájaro zahareño

mudo en la rama del sauce

y manantiales sin cauce

por las riberas del sueño.

En piras de musgo y leño

deja mi amor rosas yertas

y las realidades muertas

al trepar —ramas oscuras—

derrocan arquitecturas

fantásticamente ciertas.




SONETO


A veces, mientras hablas a solas, padre mío,

sin luz casi en los ojos, mas de plata la frente,

yo muevo la cabeza imperceptiblemente

y para más amarte, triste, de pie, sonrío.


Qué limpia llama queman de amor y poderío

tus viejas rosas, padre, qué ceniza caliente

aún derrama tu mano, que en su temblor ya siente

de la tierra lejana no sé qué viento frío.


hablas a solas, padre, y vuelan malheridas

y rotas tus palabras en torno de tu pena,

que forma con la mía indefinibles ramos.


"En la ciudad..., Dios mío..., Granada..., sí..., dos vidas..."

De prnto me adivinas, y con la voz serena

"¿Tú por aquí?", me dices, "siéntate, ¿cómo andamos?".


En 1945 murió en Nueva York, Francisco García Rodríguez (el padre de los poetas). Francisco, en 1976, en Madrid (había regresado a España en 1968). Laura de los Ríos Giner, en 1981, también en Madrid.

***


miércoles, 15 de noviembre de 2023

UN LIBRO, UN POEMA (T. S. Elliot)

Editorial
Nota previa: 

Desde hace unos días, paralelamente a esta sección Un libro, un poema he iniciado en WhatsApp, en el apartado "novedades", la publicación diaria de un poema bajo el hashtag (#) un poema al día. Es, lógicamente, una fórmula absolutamente efímera, pasadas las 24 horas, desaparece, pero quienes tenéis mi número podéis ver el poema, que cada día será de un libro distinto... 

***

#unlibrounpoema

Elliot ya es un clásico del siglo XX y no necesita presentación de ningún tipo. Guste o no, se haya leído o no, todo el mundo sabe que es el autor de obras tan influyentes en su época como La tierra baldía o Cuatro cuartetos.

Hoy dejo aquí, en traducción de José María Valverde

LA CANCIÓN DE AMOR DE J. ALFRED PRUFROCK


Si yo creyese que mi respuesta fuese
a persona que alguna vez volviera al mundo,
esta llama quedaría sin más sacudidas.
Pero como jamás desde este fondo
volvió nadie vivo, si es verdad lo que oigo,-+
sin temor de infamia te respondo.

DANTE, INFERNO, XXVII


Vamos entonces, tú y yo,
cuando el atardecer se extiende contra el cielo
como un paciente anestesiado sobre una mesa;
vamos, por ciertas calles medio abandonadas,
los mascullantes retiros
de noches inquietas en baratos hoteles de una noche
y restaurantes con serrín y conchas de ostras:
calles que siguen como una aburrida discusión
con intención insidiosa
de llevarnos a una pregunta abrumadora…
Ah, no preguntes "¿Qué es eso?"
Vamos a hacer nuestra visita.

En el cuarto las mujeres van y vienen
hablando de Miguel Ángel.

La niebla amarilla que se restriega el lomo en los cristales de las ventanas,
el humo amarillo que se restriega el hocico en los cristales de las ventanas,
metió la lengua lamiendo los rincones del atardecer,
se demoró en los charcos quietos sobre los sumideros,
dejó que le cayera en el lomo el hollín que cae de las chimeneas,
resbaló por la azotea, dio un brinco repentino,
y, viendo que era una suave noche de octubre,
se enroscó una vez en torno a la casa y se quedó dormido.

Y claro que habrá tiempo
para el humo amarillo que se desliza por la calle,
restregándose el lomo contra los cristales de las ventanas;
habrá tiempo, habrá tiempo
de preparar una cara para encontrar las caras que encuentras;
habrá tiempo de asesinar y de crear,
y tiempo para todos los trabajos y los días de las manos
que levantan y dejan caer una pregunta en tu bandeja;
tiempo para tí y tiempo para mí,
y tiempo aún para cien indecisiones,
y para cien visiones y revisiones,
antes de tomar té con tostadas.

En el cuarto las mujeres van y vienen
hablando de Miguel Angel.

Y claro que habrá tiempo
de preguntarse "¿Me atrevo?", y "¿Me atrevo?"
tiempo de volver atrás y bajar la escalera,
con un claro de calvicie en medio de mi pelo
(dirán: "¡Cómo le está clareando el pelo!")
mi chaquet, mi cuello duro subiendo firmemente hasta la barbilla,
mi corbata rica y modesta, pero afirmada con un sencillo alfiler-
(dirán: "Pero ¡qué delgados tiene los brazos y las piernas!")

¿Me atrevo
a molestar al universo?
En un minuto hay tiempo
de decisiones y revisiones que un minuto volverá del revés.
Pues les he conocido ya a todos, les conozco a todos—
he conocido los anocheceres, mañanas, tardes,
he medido mi vida con cucharillas de café:
conozco las voces que mueren con una caída agonizante
bajo la música de un cuarto de más allá.
Así ¿cómo podría hacerme ilusiones?

Y he conocido ya los ojos, los conozco todos—
los ojos que te miran fijos en una expresión formulada,
y cuando esté formulado, despatarrado en un alfiler,
cuando esté clavado y retorciéndome en la pared,
¿cómo empezaría entonces
a escupir todas las colillas de mis días y maneras?
Y ¿cómo podría hacerme ilusiones?

Y he conocido ya los brazos, los conozco todos—
brazos con pulseras y blancos y desnudos
(¡pero, a la luz de la lámpara, con vello parado claro!)
¿Es perfume de un traje de mujer
lo que me hace divagar así?
Brazos que se extienden en una mesa, o que se arropan en un chal.
¿Y cómo hacerme ilusiones entonces?
¿Y cómo iba a empezar?

........................................................

¿Diré que he pasado al oscurecer por estrechas calles
observando el humo que se eleva de las pipas
de hombres solitarios en mangas de camisa, asomados a la ventana?

Debería yo haber sido un par de ásperas garras
corriendo por los fondos de mares silenciosos.

.......................................................

!Y la tarde, el anochecer, duerme tan pacíficamente!
Alisada por largos dedos,
dormida… cansada… o se hace la enferma,
extendida en el suelo, aquí junto a ti y a mí.

¿Debería yo, después del té con pastas y helados,
tener la energía de forzar el momento hasta su crisis?
Aunque he visto mi cabeza (ya ligeramente calva) presentada en una bandeja,
no soy ningún profeta —y no se trata aquí de nada importante;
he visto chisporrotear apagándose el momento de mi grandeza,
y he visto al eterno Lacayo, alargándome mi abrigo y riéndose con disimulo,
y, en resumen, tuve miedo.

Y habría valido la pena, después de todo,
después de las tazas, la mermelada, el té,
entre la porcelana, entre un poco de charla tuya y mía,
habría valido la pena
descabezada de un mordisco el asunto con una sonrisa,
apretar el universo en una bola
echándolo a rodar hacia alguna pregunta abrumadora,
decir: “Soy Lázaro, venido de entre los muertos,
vuelto para decíroslo todo, os lo diré todo”-,
si alguna, poniéndose una almohada junto a la cabeza,
dijera. “No es eso lo que yo quería decir en absoluto.
No es eso, de ningún modo”.

Y habría valido la pena, después de todo,
después de las tazas, la mermelada, el té,
entre porcelana, entre un poco de charla tuya y mía,
habría valido la pena
descabezar de un mordisco el asunto con una sonrisa,
apretar el universo en una bola
echándolo a rodar hacia alguna pregunta abrumadora,
decir: "Soy Lázaro, venido de entre los muertos,
vuelto para decíroslo todo, os lo diré todo"—,
si alguna, poniéndose alguna almohada junto a la cabeza,
dijera: "No es eso lo que yo quería decir en absoluto.
No es eso, de ningún modo".

Y habría valido la pena, después de todo,
habría valido la pena, 
después de las puestas de sol y los jardincillos delante de casa, y las calles regadas,
después de las novelas, después de las tazas de té, después de las faldas que se arrastran por los suelos,
y esto, ¿y tanto más?
¡Es imposible decir precisamente lo que quiero decir!
Pero si una linterna mágica proyectara los nervios como estructuras en una pantalla:
habría valido la pena
de que alguna acomodándose una almohada o tirando a un lado un chal,
y voliéndose a la ventana, dijera:
"Eso no es en absoluto,
eso no es lo que quería decir en absoluto."

.......................................................

¡No! No soy el príncipe Hamlet, ni tenía por qué serlo;
soy un noble del séquito, uno que sirve
para hacer bulto en una comitiva, empezar alguna que otra escena,
aconsejar al príncipe: sin duda, un fácil instrumento,
respetuoso, contento de ser útil,
político, cauto y meticuloso;
lleno de elevado fraseo, pero un poco obtuso;
a veces, incluso, casi ridículo—
a veces, casi, un Bufón.

Envejezco… envejezco…
Tengo que llevar vueltas en los bajos de los pantalones.

¿Me saco raya en el pelo por detrás? ¿me atrevo a comerme un melocotón?

Me pondré pantalones blancos de franela, y pasearé por la playa.
he oído a las sirenas cantándose unas a otras.
No creo que me canten a mí.
Las he visto cabalgar en las olas mar adentro
peinando el blanco pelo de las olas echando atrás
cuando el viento sopla el agua hasta ponerla blanca y negra.

Nos hemos demorado en las cámaras del mar
junto a ondinas enguirnaldadas de algas, en rojo y pardo,
hasta que nos despierten voces humanas y nos ahoguemos.

***


miércoles, 8 de noviembre de 2023

UN LIBRO, UN POEMA (Octavio Paz)

En librerías.
#unlibrounpoema

Esta magnífica antología de textos —prosa y verso, ensayo y creación— del inmenso Octavio Paz supuso mi primer conocimiento de la escritura del mexicano y el nacimiento de una fascinación que perdura desde entonces. La antología corrió a cargo del escritor Julián Ríos, autor, por cierto de maravillosa Babel de una noche de San Juan. 

De la antología tomo este poema que pertenece a la colección Ladera Este:


EJE


Por el arcaduz de sangre

Mi cuerpo en tu cuerpo

                                 Manantial de noche

Mi lengua de sol en tu bosque

                                           Artesa tu cuerpo
Trigo rojo yo

                  Por el arcaduz de hueso

Yo noche yo agua

                         Yo bosque que avanza

Yo lengua

              Yo cuerpo

                            Yo hueso de sol

Por el arcaduz de noche
 
                                  Manantial de cuerpos

Tú noche del trigo

                          Tú bosque en el sol

Tú agua que espera

                            Tú artesa de huesos

Por el arcaduz de sol

                              Mi noche en tu noche

Mi sol en tu sol

                      Mi trigo en tu artesa

Tu bosque en mi lengua

                                  Por el arcaduz del cuerpo

El agua en la noche

                            Tu cuerpo en mi cuerpo

Manantial de huesos

                              Manantial de soles


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miércoles, 1 de noviembre de 2023

UN LIBRO, UN POEMA (Lucrecio)

Editorial
 #unlibrounpoema


He dudado mucho antes de traer a esta sección algún fragmento del gran poema filosófico 
De rerum natura. Seguramente, hoy lo leemos mejor como un texto de carácter filosófico que como un poema, pero lo cierto es que cualquier manual de literatura lo coloca dentro del apartado de poesía latina, así que no voy a ser yo quien contradiga esa clasificación. Y, además, ¿no ha sido desde el comienzo de la palabra escrita la poesía la que ha realizado las mejores y más incisivas reflexiones sobre la vida y cuanto somos?

Como se ve por la portada que acompaña el texto seleccionado, yo tengo la edición de Alianza; pero no he podido resistirme a publicar la de José Marchena, el ilustrado que se atrevió a realizar una traducción en endecasílabos blancos y que todavía hoy se leen con soltura. 

El fragmento elegido es el final del Libro III, el que nos recuerda que no hay motivo para tener miedo a la muerte.

¿Qué tamaño deseo de la vida
Mal fundado, por último, nos fuerza,
A temblar en peligros tan dudosos?
El plazo de la vida está marcado
A todos los mortales: no es posible 
Huir la muerte sin partirnos luego. 
 Además, que viviendo mucho tiempo,
La misma tierra siempre habitaremos,
Ni con vivir nuevo placer se inventa;
El bien que no tenemos nos parece 
El mayor bien de todos: conseguido,
Suspiramos por otro; y anhelantes,
Deseo sucesivo de la vida
Nos aprisiona siempre: incertidumbre
Hay de lo porvenir y de la suerte 
Que nos prepara y trae la edad futura. 
 Ni por más que alarguemos nuestra vida
Algún tiempo robamos a la muerte;
Sus víctimas seremos sin remedio:
Si la revolución de muchos siglos 
Fuese posible ver, eterna muerte
No por eso dejara de aguardarnos;
Y aquél que acaba de cubrir la tierra
No estará muerto ya por menos tiempo
Que el otro que murió mil años antes.

(Traducción: José Marchena).


La traducción de Alianza corresponde a Miguel Castillo Bejarano y es, como véis, en prosa: 

En fin, ¿qué tan gran perverso deseo de vida nos fuerza a estremecernos tanto en los inciertos peligros? Hay en verdad un indudable fin de la vida para los mortales y no puede evitarse que vayamos al encuentro de la muerte. Además, giramos y estamos siempre encerrados en el mismo sitio y con duración de vida no se forja placer nuevo alguno. Pero mientras falta lo que deseamos, esto parece superar lo demás; luego, cuando nos ha tocado en suerte aquello, deseamos otra cosa y siempre igual sed de vida nos mantiene anhelantes. Y está en incertidumbre qué fortuna nos depare el tiempo futuro o qué nos traigan el azar o qué destino nos esté próximo. Ni tampoco prolongando la vida quitamos una pizca de tiempo de muerte ni somos capaces de sustraer eso con lo que podríamos acaso estar largo tiempo muertos. Por tanto, cabe enterrar viviendo cuantas generaciones quieras; sin embargo en absoluto aguardará menos eterna aquella muerte, ni menos largo tiempo ya no existirá aquel que desde el día de hoy ha finalizado su vida que aquel que murió muchos meses y años antes.

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