Tertulias poéticas
"El espacio puede tener un horizonte y el tiempo un final, pero la aventura del aprendizaje es interminable". Timothy Ferris. La aventura del Universo.
sábado, 22 de noviembre de 2025
SESQUICENTENARIO DEL NACIMIENTO DE ANTONIO MACHADO, 10
viernes, 21 de noviembre de 2025
TALLER DE ESCRITURA POÉTICA, 3 (Figuras literarias)
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| El ágora de los libros |
La metáfora es hija directa de la comparación. Siempre nace de ella. Pero en el lenguaje poético es diferente. Las comparaciones en el mundo de la ciencia, en la vida diaria (salvo en casos como los de arriba), tienen un sentido muy claro; los hechos que se comparan han de tener características o magnitudes comunes objetivamente consideradas y fácilmente constatables.
Cojamos la canción de Joaquín Sabina, Así estoy yo sin ti, donde se hace un ejercicio de comparaciones con adjetivos:
Extraño
como un pato en el Manzanares,
torpe como un suicida sin vocación,
absurdo como un belga
por soleares,
vacío como una isla sin Robinson,
oscuro como un túnel
sin tren expreso,
negro como los ángeles de Machín,
febril como la carta de amor de un preso,
así estoy yo,
así estoy yo
sin ti
(...)
Esta es la comparación pura, aunque, claro, aparece la intencionalidad estética. No es lo mismo decir «oscuro como una habitación con la luz apagada» que «como un túnel sin tren expreso».
En este caso, se relacionan una situación real (adjetivo) con otra imaginaria a la que se conceden cualidades parecidas.
Formalmente, las comparaciones siempre han de llevar el nexo «como» y aparecen los dos términos comparados: «Sin ti estoy extraño como lo está un pato en el Manzanares».
Pero la metáfora (del griego meta = más allá, y fero = llevar) va más lejos, y nos obliga a la interpretación, pues silencia alguno de los elementos de la comparación. Si Sabina hubiera escrito «Sin ti soy un pato en el Manzanares», quien leyera se vería en la obligación de interpretar o deducir la extrañeza.
Una práctica inicial. Tomemos la palabra boca y anotemos cosas que se nos ocurran sobre su forma, sus funciones y cualquier cosa que se nos ocurra:
redonda, hablar, pozo, cantar, donde reside la risa, gustar o degustar (sabores), está la saliva (la espuma), comer, volcán pacífico, besar...
Nos ponemos a elaborar imágenes:
Es tu boca el hondo pozo donde manan las risas cada día.
Del cálido estuche de los besos brotaron palabras como sueños.
2.- A partir de un objeto cualquiera, una persona (puede ser famosa o conocida solamente por ti), un accidente geográfico, un concepto... escribe imágenes sugerentes
tocando el tambor del llano.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Quiero dormir un rato,
un rato, un minuto, un siglo,
pero que todos sepan que no he muerto
que hay un establo de oro en mis labios
que soy el pequeño amigo del viento Oeste
que soy la sombra inmensa de mis lágrimas.
Tres tristes tigres comen trigo en un trigal.
el susurro de las abejas que sonaba. (Garcilaso).
A las aladas almas de las rosas,
del almendro de nata te requiero. (Miguel Hernández).
Antes alegre andaba, agora apenas
alcanzo alivio, ardiendo aprisionado;
armas a Antandra aumento acobardado;
aire abrazo, agua aprieto, aplico arenas.
Al áspid adormido, a las amenas
ascuas acerco atrevimiento alado;
alabanzas acuerdo al aclamado
aspecto, a quien admira antigua Atenas.
Agora, amenazándome atrevido,
Amor aprieta aprisa arcos, aljaba;
aguardo al arrogante agradecido.
Apunta airado; al fin, amando, acaba
aqueste amante al árbol alto asido,
adonde alegre, ardiendo, antes amaba.
el pie argenta de plata al Lilibeo,
bóveda o de las fraguas de Vulcano
o tumba de los huesos de Tifeo,
pálidas señas cenizoso un llano,
cuando no del sacrílego deseo,
del duro oficio da. Allí una alta roca
mordaza es a una gruta de su boca.
Guarnición tosca de este escollo duro
troncos robustos son, a cuya greña
menos luz debe, menos aire puro
la caverna profunda, que a la peña;
caliginoso lecho, el seno obscuro
ser de la negra noche nos lo enseña
infame turba de nocturnas aves,
gimiendo tristes y volando graves.
remera de barcas
ramera de hombres
romera de almas
rimera de versos,
Ramona,
pa´servirles.
jueves, 20 de noviembre de 2025
RETRATOS DE AMANTES (Marthe Meurier), 35
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| Minué de la princesa Maleine o Marthe al piano. Fuente: Museo de Orsay. |
Maurice Denis (1870 - 1943) realizó este cuadro de la que entonces era su novia, Marthe Meurier, en 1891, es decir, cuando todavía estaba iniciándose en su carrera como pintor, pero en él ya apreciamos algo que será una constante en su obra. En un breve ensayo publicado en 1890 en la revista Art et Critique dejó escrito: Recuerden que un cuadro, antes de ser un caballo de batalla, un desnudo femenino o una especie de anécdota, es esencialmente una superficie plana cubierta de colores ensamblados en un orden determinado. Esta idea y el tratamiento pictórico que implica marca el quehacer de Denis y tendrá una notable influencia en el grupo al que pertenece, los nabis.
miércoles, 19 de noviembre de 2025
UN LIBRO, UN POEMA (Gerard Manley Hopkins)
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| Editorial |
Salvo algunas traducciones esporádicas en revistas o en antologías generales —caso aparte es el libro de D. Alonso Poetas españoles contemporáneos—, esta, creo, es la primera ocasión que se traduce al castellano una cantidad importante de poemas de G. M Hopkins (1844-1889) para formar con ellos una antología que pueda ofrecer al lector de este idioma una idea fehaciente de su quehacer poético.
Hopkins, si bien es un poeta del siglo XIX, permaneció inédito hasta 1918, año en que su amigo y también poeta, Robert Bridges, dio a conocer una primera edición de su poesía.
No busquéis la belleza de su poesía en la fe de un hombre de iglesia, sino en su expresión.
LA GRANDEZA DE DIOS
El mundo lo blasona: la grandeza de Dios.
En llamaradas saldrá, cual brillo de lámina agitada;
cual rezumado aceite exprimido se engrosa en grandiosidad.
¿Por qué los hombres no reconocen su vara?
Generaciones lo han pisado, pisado, pisado;
y todo lo marchita el comercio, manchado y nublado el afán;
y viste el borrón del hombre y comparte el olor del hombre pelado
está el terreno ahora y, calzado, el pie no lo puede notar.
Pero a pesar de todo, jamás la naturaleza se gasta;
allí vive la más preciosa lozanía muy dentro de las cosas;
y aunque la última luz deje el poniente oscurecido,
oh, en la orla del oriente surge la aurora,
porque el Espíritu Santo sobre el mundo torcido,
empolla con su cálido pecho y con , ah, fúlgidas alas.
LA NOCHE ESTRELLADA
¡Mira a las estrellas! ¡Alza la vista al cielo!
¡Mira sentada en el aire esa raza ígnea!
¡Las bellas villas, ciudadelas en círculo!
¡Los foscos bosques en que se hunde el diamante! ¡Los ojos de los elfos!
¡Las grises praderas frías donde yace el oro, el vivo oro,
el blanco rayo donde bate el viento! ¡Álamos aéreos en llamas!
¡Palomas, copos, flotando en un temor de granja!
¡Y bien! Todo se compra, es recompensa todo.
¡Compra, pues! ¡Puja! ¿Qué? Preces, paciencia, votos, limosnas.
¡Mira, mira: marasmo de mayo, como ramas del huerto!
Mira: flor de marzo, como en sauces que mela el amarillo.
Esos son en verdad el granero: de puertas adentro moran
los tresnales. Esta estacada brillante guarda dentro
de casa al esposo Cristo, su madre y todos sus santos, a Cristo.
PAZ
¿Cuándo, paloma torcaz, Paz, plegarás tus alas tímidas
y terminarás tu vagar en torno a mí, y estarás bajo mis ramas?
¿Cuándo, cuándo, Paz, querrás, Paz? No seré hipócrita
ante propio mi corazón. Admito que a veces vienes; pero
esa paz poco a poco es poca paz. ¿Qué paz pura permite
alarmas de guerra, las desalentadoras guerras, su muerte?
¡Oh cierto, Paz, que mi Señor debería dejarme en su lugar
algún bien! Y así deja la Paciencia exquisita
Él viene con algo que hacer, no viene a arrullar,
viene a empollar y posarse.
martes, 18 de noviembre de 2025
NIETZSCHE DESCOMPLICADO, 18
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| Editorial |
Lecciones
de Aurora 3
Aurora, publicado en junio de 1881, es el fruto del primer año de vida errante de Nietzsche; fruto de jardinero, que lo cultiva, o mejor: de embarazada, que lo gesta, siendo el padre –como en el caso de nuestra mítica virgen– «el espíritu», esto es, los más grandes espíritus de la historia, con quien Nietzsche entretenía su soledad. En mayo de 1879 la Universidad le había concedido una excedencia por razón de su mala salud, y una pensión que a Nietzsche le resulta suficiente para la vida austera que lleva. Pasa el verano en St. Moritz, y a principios de septiembre envía a su amigo Köselitz el manuscrito de El caminante y su sombra para que lo revise. Se publicará en diciembre de ese mismo año.
El caminante y su sombra, aun estando adscrito a la segunda parte de Humano, demasiado humano, supone el inicio de un cambio respecto de lo anterior. Como nos dice en uno de sus primeros parágrafos, «tenemos que volver a ser buenos vecinos de las cosas más cercanas» y olvidarnos de creer o de saber acerca de las «grandes cuestiones de la vida» (CS 16). Si la primera parte de Humano, demasiado humano había tratado de dar expresión conceptual, científica al pensamiento trágico, El caminante y su sombra implica cierto giro, y es que no son lo mismo el árbol de la ciencia y el de la vida (CS 1); por ello hay que volver a las cosas cercanas –a lo cotidiano– y no estar esperando a que la ciencia nos despeje el terreno de las postrimerías o como, jocosamente, dice Nietzsche, «las postrimerías y las anterioridades» del hombre (CE 16).
Esos últimos meses de 1879 son de los peores de su vida: su salud empeora hasta el punto de que en la primera carta que escribe en enero de 1880 le confesará al Dr. O. Eiser: «Mi existencia es una carga terrible»; carga terrible que, así y todo, encontrará consuelo en sus «pensamientos y perspectivas».
Su primer año de vida errante, a la busca siempre del clima que mejor le siente a su cuerpo, está marcado por la enfermedad y la soledad. La enfermedad, ya lo sabemos, será para Nietzsche acicate para perseguir la salud y entregarse a su tarea. La soledad, en parte impuesta por sus continuos desplazamientos, en parte elegida para poder dedicarse honestamente a su labor, será presupuesto fundamental en Aurora: quien quiera seguir su (propio) camino ha de aprender a estar solo.
Con dicha soledad, la que nos permite atendernos y cuidarnos en exclusiva, ajenos a esa necesidad que suele despertar en nosotros el trato con los demás, la de buscar la simpatía y el amor del otro (en el mejor de los casos), tiene que ver el egoísmo que Nietzsche reivindicará.
Uno de los parágrafos más significativos y hermosos de Aurora, titulado «el egoísmo ideal», compara la atención a uno mismo con el cuidado del embarazo: somos quienes damos a luz lo que seremos, ¡cuidémoslo! Dice: «¿Hay alguna condición que sea más sagrada que la de la gestación? ¡Hacer todo lo que se haga en la creencia tácita de que de alguna manera favorecerá lo que se está gestando en nosotros! ¡Y hará que aumente su misterioso valor, en el que pensamos entusiasmados! ¡Se dejan así muchas cosas de lado sin tener que obligarse uno demasiado! […] ¡Éste es el verdadero egoísmo ideal: atender siempre y vigilar, con el alma tranquila, que nuestro estado fecundo llegue a buen término!»
No sabemos lo que va a salir, lo que vamos a ser; solo sabemos que esa es nuestra tarea, nuestro cometido ahora: «Todo está velado, todo son corazonadas, no se sabe nada de cómo van las cosas, uno espera, procurando estar preparado. […] — crece, sale a la luz: no disponemos de nada con lo que decidir ni su valor ni su momento. Todo lo que nos corresponde es saber bendecirlo y defenderlo. Nuestra esperanza secreta es que “lo que aquí se está gestando sea algo más grande de lo que nosotros somos”: preparamos todo para él, para que venga al mundo en hora buena: no sólo todo lo útil, sino también las efusiones y los laureles de nuestra alma.»
Confíamos en que lo que venga sea mejor de lo que somos, nos supere. Atendiéndonos, cuidándonos, defendiéndonos, preparándonos esperamos descubrir, realizar nuestro yo más propio: «¡Éste es el verdadero egoísmo ideal: atender siempre y vigilar, con el alma tranquila, que nuestro estado fecundo llegue a buen término! Así, de manera indirecta, atendemos y vigilamos por el bien de todos, y el ánimo con que vivimos, ese ánimo de suave orgullo es un bálsamo que se extiende todo a nuestro alrededor aun sobre las almas inquietas.» — Hay que tratarse bien uno mismo o, como se suele decir, hay que quererse uno mismo, para poder tratar bien o querer a los demás.
Eso sí, al igual que las embarazadas tienen sus antojos, «¡tengamos nosotros también nuestros antojos, y no se lo tomemos a mal a los demás cuando les toque a ellos!» — ¡No se lo tomemos a mal a los demás cuando les toque a ellos! (A 552).
SESQUICENTENARIO DEL NACIMIENTO DE ANTONIO MACHADO, 9

11 de diciembre, Biblioteca CBA, Irún.


















