Un 30 de diciembre de 1865 nacía
Rudyard Kipling, el autor del
Libro de la selva. Fue en su momento el autor más popular de la literatura inglesa, pero la
época victoriana pasó, los gustos cambiaron y después de la Primera Guerra Mundial el ideal del caballero inglés decimonónico no era el mejor de los modelos. Cuando murió en 1936 era casi un autor olvidado. Sin embargo, algunos títulos han sobrepasado el desierto del olvido y siguen siendo aceptados por el lector actual. Tal es el caso de
Kim o de la citada más arriba,
El Libro de la selva, que en realidad son
Los libros de la selva.
Otro tanto ocurre con su poesía. La mayoría de sus poemas duermen en apacible olvido, pero hay algunos que siguen acompañándonos o sirven de inspiración a otros poetas.
If es uno de esos poemas que ha logrado trascender el tiempo y que continúa disfrutando de la estima del público británico hasta el punto de que dos de sus versos están
inscritos en la entrada a la pista central de Wimbledon (los que aparecen en cursiva en el poema).
Este es el poema en versión de
Luis Cremades:
Si
Si puedes mantener la cabeza cuando todo a tu alrededor
pierde la suya y por ello te culpan,
si puedes confiar en ti cuando de ti todos dudan,
pero admites también sus dudas;
si puedes esperar sin cansarte en la espera,
o ser mentido, no pagues con mentiras,
o ser odiado, no des lugar al odio,
y -aun- no parezcas demasiado bueno, ni demasiado sabio.
Si puedes soñar -y no hacer de los sueños tu maestro,
si puedes pensar -y no hacer de las ideas tu objetivo,
si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre
y tratar de la misma manera a los dos farsantes;
si puedes admitir la verdad que has dicho
engañado por bribones que hacen trampas para tontos.
O mirar las cosas que en tu vida has puesto, rotas,
y agacharte y reconstruirlas con herramientas viejas.
Si puedes arrinconar todas tus victorias
y arriesgarlas por un golpe de suerte,
y perder, y empezar de nuevo desde el principio
y nunca decir nada de lo que has perdido;
si puedes forzar tu corazón y nervios y tendones
para jugar tu turno tiempo después de que se hayan gastado.
Y así resistir cuando no te quede nada
excepto la Voluntad que les dice: «Resistid».
Si puedes hablar con multitudes y mantener tu virtud,
o pasear con reyes y no perder el sentido común,
si los enemigos y los amigos no pueden herirte,
si todos cuentan contigo, pero ninguno demasiado;
si puedes llenar el minuto inolvidable
con los sesenta segundos que lo recorren.
Tuya es la Tierra y todo lo que en ella habita,
y -lo que es más-, serás Hombre, hijo.
Y ésta, la interpretación que hace el actor
Harvey Keitel: