Editorial |
Por desgracia, de la mayoría solamente nos han llegado unos pocos fragmentos, pero podemos deleitarnos con los dedicados a Deméter, Hermes, Apolo y Afrodita, que se encuentran más o menos intactos. De los cuatro, el que más me sigue impresionando es el primero, el que nos cuenta la historia de la diosa de la agricultura y su hija Perséfone, raptada por Hades, el dios del inframundo. El mito sirve, entre otras cosas, para explicar cómo surgieron las estaciones.
Todos los Himnos tienen muchos elementos en común: cuentan una historia protagonizada por el dios al que se dedica, transcurren en un tiempo que no es el primigenio, suelen aparecer en relación con los seres humanos, están escritos en hexámetros dactílicos y servían de preludio a otros cantos de carácter épico que los rapsodas de aquella época iba a desarrollar en algún concurso.
Ni que decir tiene que existen numerosas traducciones y ediciones.
Y una auténtica rareza: el que fuera catedrático de Antropología e Historia del Pensamiento en la Universidad Internacional de Cataluña, José Olives Puig, ofrece una explicación e incluso canta en griego el Himno a Ares.