domingo, 25 de febrero de 2018

EL AVISO

Hace tiempo que había dejado los comentarios sobre películas, pero el preestreno ayer en Tabakalera de El aviso me abrió nuevamente el apetito. Supongo que buena parte de la culpa se debe a la presencia del director en la presentación y coloquio posterior. Y es que no es lo mismo asistir a un pase de película que poder intercambiar preguntas y opiniones con quien la ha rodado.

Castilla del Pino reflexionaba en 1970 sobre la incomunicación y el panorama que nos ofrecía no era demasiado halagüeño. Daniel Calparsoro lo hace casi medio siglo después con una historia vestida de thriller, y la conclusión a la que llega es bastante similar. Es evidente que la sociedad occidental puede tener muchas virtudes, pero no está entre ellas la de practicar la comunicación entre sus componentes.

Pero vamos por orden. El aviso es, formalmente, una película de suspense con mucha tensión en sus venas, donde se nos presenta una clave numérica a resolver. Los resúmenes oficiales dicen esto:  Nico, un niño de diez años, recibe una carta con una amenaza de muerte pero nadie en su entorno parece creerle. Jon, un joven obsesionado con los números, investiga una serie de muertes ocurridas a lo largo de los años en el mismo lugar y que parecen tener un patrón en común. Descifrar esta secuencia es lo único que podrá salvar a Nico.

El aviso tiene dos tiempos que corren paralelamente: el de la actualidad, protagonizado por Nico —Hugo Arbués—, el niño del párrafo anterior, y otro diez años anterior protagonizado por Jon —Raúl Arévalo—, un tipo dotado para los números que ganó cuando era estudiante unas olimpiadas matemáticas, esquizofrénico y obsesionado con resolver el mensaje que él cree que se esconde en las cifras que el azar ha tenido el placer de ir montando.

En más de una ocasión he dejado escrito en este espacio que la literatura es una cuestión de punto de vista. En realidad, cualquier actividad creativa lo es. Y el punto de vista desde el que se narra la historia es el de Jon. En él quedamos atrapados porque es el más fascinante y porque ofrece algo en lo que creer. Descifrar es comprender y no hay nadie que no quiera hacerlo. Los elementos tienen que encajar y, si es posible, terminar bien.

Esto me parece sustancial para la comprensión de la película. Pero hay más puntos de vista y convendría no dejarse atrapar por el destino y lo que este nos quiere comunicar —solo es necesario recordar que esta es la interpretación de un esquizofrénico obsesionado con los números—.

Calparsoro utiliza como ejemplos de incomprensión el de una madre y su hijo, aparentemente abocados a no entenderse a pesar de todo el amor que se profesan, hasta que el afortunado desenlace del cumpleaños de Nico y la extrema tensión con que se vive empuje a la madre a ver lo que no veía y al niño a entender la postura de ella. El caso de Jon requiere otro tratamiento para la buena marcha de la película, pero no os dejéis arrastrar por él. Estáis avisados. 

Todo esto puede resultar un poco críptico, pero no conviene decir más para no destripar la historia, que es una película francamente redonda a la que hay que poner mucha atención para no caer en los equívocos.

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