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jueves, 4 de enero de 2018

ANNA AJMÁTOVA, 2 (Réquiem)

La extensión del poema es grande, pero no hay una aproximación posible a la obra de Ajmátova sin la lectura del mismo. Réquiem es la ficcionada respuesta poética a una desconocida. Es, también, un oficio de difuntos y un auténtico memorial frente al silencio impuesto por el régimen estalinista.

RÉQUIEM 1935-1940 

Ningún cielo extranjero me protegía, 
ningún ala extraña escudaba mi rostro, 
me erigí como testigo de un destino común, 
superviviente de ese tiempo, de ese lugar. 
(1961)
A GUISA DE PRÓLOGO 

En los espantosos años del terror yezoviano me pasé diecisiete meses aguardando en una fila, ante el umbral de la prisión de Leningrado. Cierto día, alguien me identificó en la muchedumbre. Detrás de mí se hallaba una mujer, con los labios azules de frío, que, es claro, nunca antes me había oído llamar por mi nombre. Entonces salió del entumecimiento común y me preguntó en un susurro (allí todo mundo susurraba): 
—¿Puede describir esto? 
Y le contesté: 
—Puedo. 
Una especie de sonrisa cruzó fugazmente por lo que alguna vez había sido su rostro. 
(Leningrado, abril 1 de 1957)


DEDICATORIA 

Un dolor semejante podría mover montañas, 
e invertir el curso de las aguas, 
pero no puede hacer saltar estos potentes cerrojos 
que nos impiden la entrada a las celdas 
atestadas de condenados a muerte... 
Para algunos puede soplar el viento fresco, 
para otros la luz solar se desvanece en el ocio, 
pero nosotras, asociadas en nuestro espanto, 
sólo escuchamos el chirriar de las llaves 
y las pisadas de las recias botas de la soldadesca. 
Como si nos levantáramos para misa primera, 
día a día recorríamos el desierto, 
andando la calle silenciosa y la plaza, 
para congregarnos, más muertas que vivas. 
El sol había declinado, el Neva se había opacado 
y la esperanza cantaba siempre a lo lejos. 
¿Que sentencia se dictó?... Ese gemido, 
ese repentino fluir de lágrimas femeninas, 
señala a una distinguiéndola del resto, 
como si la hubieran derribado, 
arrancándole el corazón del pecho. 
Entonces déjenla ir, trastabillando, a solas. 
¿En dónde estarán ahora mis innombrables amigas 
de aquellos dos años de estadía en el infierno? 
¿Qué espectros se burlan de ellas ahora, en medio 
de la furia de las nieves siberianas, 
o en el círculo nublado de la luna? 
¡A ellas les lloro, Hola y Adiós! 
(Marzo de 1940)

PRÓLOGO 

Era aquella una época en que sólo los muertos 
podían sonreír, liberados de las guerras; 
y el emblema, el alma de Leningrado, 
pendía afuera de su casa-prisión; 
y los ejércitos de cautivos, 
pastoreados en los patios ferroviarios, 
se evadían de la canción entonada por el silbato de la máquina, 
cuyo refrán iba así: ¡Váyanse parias! 
Las estrellas de la muerte pendían sobre nosotros. 
Y Rusia, la inocente, la amada, se contorsionaba 
bajo las huellas de botas manchadas de sangre, 
bajo las ruedas de las Marías Negras. 


Llegaron al amanecer y te llevaron consigo. 
Ustedes fueron mi muerte: yo caminaba detrás. 
En el cuarto oscuro gritaban los niños, 
la vela bendita jadeaba. 
Tus labios estaban fríos de besar los iconos, 
el sudor perlaba tu frente: ¡Aquellas flores mortales! 
Como las esposas de las huestes de Pedro el Grande me pararé 
en la Plaza Roja y aullaré bajo las torres del Kremlin. 
(1935) 

2

Apaciblemente fluye el Don Apacible; 
hasta mi casa se escurre la luna amarilla. 
Brinca el alféizar con su gorra torcida 
y se detiene en la sombra, esa luna amarilla. 
Esta mujer está enferma hasta la médula, 
esta mujer está completamente sola, 
con el marido muerto, y el hijo distante 
en prisión. Rueguen por mí. Rueguen. 


No, no es la mía: es la herida de otra gente. 
Yo nunca la hubiera soportado. Por eso, 
llévense todo lo que ocurrió, escóndanlo, entiérrenlo. 
Retiren las lámparas... 
                                 Noche. 


Ellos debieron haberte mostrado —burlona, 
delicia de tus amigos, ladrona de corazones, 
la niña más traviesa del pueblo de Pushkin— 
esta fotografía de tus años aciagos, 
de cómo te colocas junto a un muro hostil, 
entre trescientos andrajosos en fila, 
tomando una porción de tu mano 
y el hielo del Año Nuevo reducido a brasa por tus lágrimas. 
¡Vean el chopo de la prisión doblegándose! 
Ningún ruido. Ni un ruido. Aun así, cuántas 
vidas inocentes se están terminando. 


Durante diecisiete meses he gritado 
llamándote al redil. 
Me arrojé a los pies del verdugo. 
Eres mi hijo, convertido en espectro. 
La confusión se apodera del mundo 
y carezco de fuerzas para distinguir 
entre una bestia y un ser humano, 
o en qué día se deletrea la palabra ¡matar! 
Nada queda, salvo flores polvosas, 
un tintineante incensario y huellas 
que conducen a ninguna parte. Noche de piedra, 
cuya brillante y gigantesca estrella 
me mira fijamente a los ojos, 
prometiéndome la muerte. ¡Ay, pronto! 


Las semanas escapan de la mente, 
dudo que haya sucedido: 
cómo dentro de tu prisión, pequeño, 
las noches blancas se paralizaron en llamas: 
y todavía, mientras tomo aliento, 
ellos posan sus ojos de buitre 
sobre lo que la gran cruz les muestra: 
este cuerpo de tu muerte. 

7
LA SENTENCIA 

La palabra cayó como una piedra 
en mi pecho viviente. 
Lo confieso: estaba preparada 
y de algún modo lista para la prueba. 
Tanto que hacer el día de hoy: 
matar la memoria, asesinar el dolor, 
convertir el corazón en roca 
y todavía disponerse a vivir de nuevo. 

No hay silencio. El festín del cálido verano 
trae rumores de juerga. 
¿Desde hace cuánto adivinaba yo
este día radiante, esta casa vacía? 

A LA MUERTE 

Vendrás de todos modos. ¿Por qué no ahora? 
Cuánto he esperado. Vienen los malos tiempos. 
He apagado la luz y abierto la puerta 
para ti, porque eres mágica y sencilla. 
Asume, por tanto, la forma que más te plazca, 
apunta y dispárame un tiro envenenado, 
o estrangúlame como un eficiente asesino, 
o bien inféctame —el tifo sería mi suerte—, 
o irrumpe del cuento de hadas que escribiste, 
aquél que estamos cansados de oír día y noche, 
en el que los guardias azules trepan las escaleras 
guiados por el conserje, pálido de miedo. 
Todo me da lo mismo. El Yenisei se arremolina, 
la Estrella del Norte cintila como cintilará siempre, 
y el destello azul de los ojos de mi amado 
está oscurecido por el horror final. 


Ya la locura levanta su ala 
para cubrir la mitad de mi alma. 
¡Ese sabor del vino hipnótico! 
¡Tentación del oscuro valle! 

Ahora todo está claro. 
dmito mi derrota. El lenguaje 
de mis delirios en mi oído 
es el lenguaje de un extranjero. 

Inútil caer de rodillas 
e implorar piedad. 
Nada que cuente, excepto mi vida, 
es mío para llevármelo: 
no los ojos terribles de mi hijo, 
no la cincelada flor pétrea 
del dolor, no el día de la tormenta, 
no la tribulación en la hora de visita, 
no la querida frialdad de sus manos, 
no la sombra agitada en los árboles de lima, 
no el fino canto del grillo 
en la consoladora palabra de la partida. 
(Mayo 4 de 1940) 

10 
CRUCIFIXIÓN 

“No llores por mí, madre, 
cuando esté en la tumba.” 


Un coro de ángeles glorificó aquella hora, 
la bóveda celeste se disolvió en llamas. 
“Padre, ¿por qué me has abandonado? 
Madre, te lo ruego, no llores por mí…” 

II 

María Magdalena se dio un golpe de pecho y sollozó. 
Su discípulo amado se quedó inmóvil, con el gesto petrificado. 
Su madre permaneció aparte. Nadie miró dentro 
de sus ojos secretos. Ninguno se atrevió. 
(1940-43) 

EPÍLOGO


He entendido cómo los rostros se vuelven huesos, 
cómo acecha el terror debajo de los párpados, 
cómo el sufrimiento inscribe sobre las mejillas 
las duras líneas de sus textos cuneiformes, 
cómo los lucientes rizos negros o los rubios cenizos 
se vuelven plata deslustrada de la noche a la mañana, 
cómo las sonrisas se esfuman de los labios sumisos, 
y el miedo tiembla con una risita entre dientes. 
Y no sólo ruego por mí, 
sino por todos los que permanecieron afuera de la prisión 
conmigo en el amargo frío o en el ardiente verano 
debajo de este insensato muro rojo. 

II 

Con el año nuevo regresa la hora del recuerdo. 
Te veo, te oigo, te escucho dibujando cerca: 
a aquél que tratamos de auxiliar en la caseta del centinela 
y que ya no camina sobre esta preciosa tierra, 
y aquélla que agitaría su bella melena 
y exclamaría: es como volver al hogar. 
Quiero enunciar los nombres de aquella muchedumbre, 
pero se llevaron la lista y ahora está perdida. 
Les he tejido una vestimenta hecha 
de palabras pobres, las que alcancé a oír, 
y me asiré con firmeza a cada palabra y a cada mirada 
todos los días de mi vida, incluso en mi nueva desgracia, 
y si una mordaza cegara mi boca torturada, 
por la que gritan cien millones de gentes, 
entonces déjenlos rezar por mí, como yo rezo 
por ellos en esta víspera del día de mis recuerdos. 
Y si mi patria alguna vez consiente 
en fundir un monumento en mi nombre, 
estaré orgullosa de que se honre mi memoria, 
pero sólo si el monumento no se coloca 
cerca del mar donde mis ojos se abrieron por vez primera 
—mi último lazo con él hace mucho está disuelto— 
tampoco en el jardín del Zar, cerca del tocón sagrado, 
donde una sombra adolorida acecha la tibieza de mi cuerpo, 
sino aquí, donde soporté trescientas horas 
de fila ante las implacables barras de hierro. 
Porque aun en la muerte venturosa tengo miedo 
de olvidar el clamor de las Marías Negras, 
de olvidar el chirrido de esa odiosa puerta 
y a la vieja aullando como bestia herida. 
Y desde mis inmóviles cuencas de bronce, 
la nieve se derretirá como lágrimas, goteando lentamente, 
y una paloma arrullará en alguna parte, una y otra vez, 
mientras los barcos navegan suavemente sobre el caudaloso Neva. 
(Marzo de 1940) 
             Traducción: Kyra Galván.

La voz del recitado que aparece a continuación es la de la propia Ajmátova. Quien domine el ruso lo agradecerá; los que desconocemos esta lengua podemos apreciarlo como un valioso documento que nos acerca un poco más a la escritora.

viernes, 12 de enero de 2018

ENTREVISTA CON TERESA RAMOS

Fotografía cedida por la autora
Conocí a Teresa Ramos en Pamplona, en un curioso encuentro sobre el haiku. Allí tuve la ocasión de hacerme con su poemario Sabe la noche y ella me obsequió con un ejemplar en A4 de Bancales del perfume.

Es creadora y coordinadora de Anaitaverso y del Grupo Psicosocial de Encuentro y Poesía. En 2017 apareció publicado su tercer poemario, Bancales de perfume, en la colección Poética y Peatonal (Ejemplar Único) con el artista plástico Gabriel Viñals. En 2015 ganó el I Concurso de poesía Noches Poéticas de Bilbao con Sabela noche. En 2012 obtuvo el XXXVIII Certamen de Poesía Rafael Fernández Pombo con el poemario Laconjura de lasletras. Ha prologado La X en la palabra, de Fermín Castro, y Aún tu nombre, de Ramón Campos.


La entrevista que aquí aparece se resolvió vía correo electrónico.

¿Cómo y por qué empezaste a escribir poesía? ¿Qué es lo que te llevó a la poesía o te atrajo de ella?

Empecé a escribir de una forma un tanto azarosa, cuando me encontraba en un impasse laboral, me había cogido un tiempo sabático, después de trabajar durante años muy activamente en el campo de la psicoterapia, individual y de grupos. Entonces dos personas diferentes en días próximos, me sugirieron que escribiera, francamente, era algo que jamás me había planteado, no estaba en mi mapa. Había escrito algunos poemas en la adolescencia y en momentos puntuales, casi siempre vinculados a la aparición de una persona en mi vida, pero eso era todo. Sucedió sobre los 45 años.

¿Qué poetas, qué escuelas, qué lecturas o vivencias son los que más te han influido?

Pienso que me influyeron mucho los poetas clásicos, a los que escuchaba a menudo a través de la música de los canta autores y también a través del folclore latinoamericano. Era entonces, más melómana que lectora. 

Luego empecé a escribir y con la escritura, llegaron las lecturas de poesía, yo era de letras, me gustaba la poesía, pero no era lectora de poesía. Veía cine, escuchaba radio, estudiaba la obra del médico Wilhem Reich, quien entregó su vida a la investigación de las leyes de la energía vital, discípulo de Freud, con quien se analizó y que creó, más tarde, su propia escuela. Leía textos psicoanalíticos, psicosomáticos y otros de psicología social de diferentes autores. Todos ellos necesarios para comprender el psiquismo humano y completar mi formación como psicoterapeuta. 


Me han influido algunos poetas actuales como Alfonso Brezmes y tantas otras autoras y autores de una manera o de otra, con algunos mantengo un contacto cotidiano, a través de las redes sociales. 

En este momento me siento influenciada por la obra de Antonio Orihuela, Laura Giordani, Begoña Abad, Karmelo Iribarren, David Trashumante, David González y Antonio Praena.

Me siento próxima a los poetas navarros, comunidad en la que resido.

Soy una lectora habitual de poetas en el Facebook, de modo que, leo poesía con tendencias muy diversas. Creo que mis afinidades están vinculadas, por otro lado, y en cierto modo, a mi momento personal y el cómo en ese momento resuena la poética de los demás autores en mi interior. Me interesa la exploración de la obra de otros autores, en ocasiones muy dispares o con planteamientos ideológicos distanciados. Diferencio la maestría en alguno de ellos, de otras cuestiones que hacen que el poeta capte mi atención.

¿Cómo definirías tu poética​?

Mi poética sucede en el devenir vital, en el que el pulso de lo vivo, lo orgánico, dentro de la escritura, me importa la exploración, a veces la ruptura del lenguaje, en esa línea he publicado menos cosas, aunque sí he escrito. Y por encima de todo está la búsqueda del conocimiento. 

No concibo mi existencia sin el pensamiento crítico y por lo tanto está implícito en mi escritura, del mismo modo, considero que en mi poesía está presente la transmutación de las emociones y del pensamiento. No obstante, es una pregunta que seguro que podrían responder mejor otras personas. Aquí dejo unas palabras que aportó la poeta Marina Aoiz quien presentó mi libro Bancales de perfume, mi último libro publicado:

Teresa Ramos me confió la presentación de su poemario bancales de perfume. Con su confianza, me entregó la llave invisible que abre el portón de entrada a su "tierra secreta", la que Robert Graves cantaba en aquel bello poema:

Toda mujer verdadera, posee 
una tierra secreta, más real para ella 
que este pálido mundo exterior. 
A medianoche, cuando está silenciosa, 
deja a un lado aguja o libro 
y la visita, invisible. 
Cerrando los ojos improvisa 
un portón de cinco barras entre los altos abedules, 
salta por encima y toma posesión (...)

Tenía, pues, la llave a una desconocida TIERRA SECRETA.

Descalza penetré en el espacio cuajado de fragancias: rosas, azahares, madreselvas, tulipanes, jazmines, girasoles, lavandas. Y sabores: fresas, granadas, naranjas. En aquella tierra había además acacias, trigales, líquenes...

Descalza y cegada por una luz centelleante. O descalza y clandestina cómplice de la sombra.

Nada pregunté a Teresa sobre la gestación de estos versos. Sólo imaginé y bebí sustancias de una fuente misteriosa. 

En el corazón de Teresa descubrí el verano, bajo una sombrilla, sobre blancas arenas, a la orilla de un mar permanentemente renovado. Las olas eran bancales de espuma perfumada y la sensualidad de inefables instantes se derramaba por la piel. Sin embargo, intuí que había llorado. Y descubrí que sus lágrimas hicieron crecer el césped[...](Texto completo, aquí).

Mi poesía aborda diversos temas: es social, metafísica, amorosa, aforística… Me interesan las cuestiones existenciales que se acababan reflejando en mis textos.

¿Cuáles son tus temas preferidos, tus obsesiones poéticas, si es que las tienes?

Mis obsesiones, si las tuviera, son las de todos los seres vivos pensantes, poetas o no: el amor, el paso del tiempo, la conciencia, el lugar en lo social, la coherencia ética. Tal vez la trasmutación de la propia autopercepción, la exploración de lo que llamamos realidad, puede que sea esa.

¿Tienes algún método de escritura, te dejas llevar por ese primer verso que ofrecen "los dioses", trabajas sobre un tema previo...?

Cuando comencé a escribir estaba absolutamente conectada con una suerte de fuente que manaba poesía. Escribí un poema que está en el libro Sabe la noche, esperando el autobús y que se titula “Diez Minutos” y que surgió así, como una suerte de escritura automática. Ese periodo fue muy fértil, vivía en un estado poético, coincidiendo con un periodo de cambios vitales, luego eso se calmó, incluso he llegado a pasar periodos de sequía, en los que no podía escribir una palabra.

Hay de todo como en botica. Soy más de iniciar un verso y a partir de ahí empezar el baile, es como me gusta construir un poema, a partir de una imagen que desencadena una historia que acaba construyendo el poema. Pero, también es cierto, que en ocasiones me hacen propuestas de colaboraciones en antologías, entonces me ciño al tema que me ocupa y me documento. Lo que sí es fundamental para mi escritura, es el estado de silencio.

¿Qué importancia tiene la forma, si es que la tiene, en tus creaciones?

Cuando empecé a escribir para mí era prioritario el contenido, buscaba mi propia narración, mi discurso, mi relato, probablemente eso obedecía a la búsqueda de mi propia voz. Ahora mismo eso sigue siendo importante, es una cuestión fundamental, pero también lo es la forma, el cómo se cuenta, el lugar, el ritmo, la exploración del lenguaje en ocasiones, y siempre tiene que producir un pellizco como apostillan tantos autores.

Has ganado algunos premios de poesía. ¿Crees que son necesarios los premios de​ poesía?

He ganado algunos premios, he quedado finalista en otros. No sé si son necesarios. Los premios deben ser necesarios porque existen, lo que resulta lamentable es que en ocasiones los premiados pertenezcan a un círculo endogámico. En ocasiones me quedo perpleja ante la poética de algunos autores encumbrados, y me pregunto, en dónde está la poesía. Yo misma he participado como miembro de un jurado y el criterio ha sido el de elegir la que considerábamos mejor obra, doy fe que así ha sido, en el II Premio de Noches Poéticas de Bilbao. Creo que esa debería ser la pauta fundamental, en mi opinión. Recientemente he quedado entre los 5 finalistas del Premio Reinaldo Arenas de Cuba entre más de 100 candidatos. Personalmente trato de conectarme con distintas formas de mirar en lo poético, por eso, en parte, prefiero la vía del concurso que, en teoría, al menos ofrece diversidad.

En mi caso han sido importantes los premios, pocos y modestos, en cuanto que han afianzado mi identidad poética, sirven para recibir un feedback del mundo. Lo que una hace resulta de interés o llega a personas que no tienen ninguna cultura poética, eso es algo que aprecio sobremanera. A mí me han servido también, para conectar con otros universos poéticos que me han enriquecido. En cualquier caso, el valor de la obra de un poeta, no creo que dependa de los premios que se le otorguen o no. Conozco poetas que ni siquiera pretenden publicar y son magníficos. Los premios sirven para visibilizar la obra de la persona que escribe.

¿Qué aspecto es el que más te gustaría que se recordara de tu obra poética?

Me gustaría que mi poética expresara la búsqueda de una suerte de libertad que sucede en el interior de quien explora la escritura.

Para terminar, ¿qué poetas actuales nos recomendarías?

Karmelo Iribarren, Antonio Medinilla, Laura Giordani, Alfonso Brezmes, Antonio Orihuela, Marina Aoiz, Francisco Javier Irazoki, David Trashumante, Ana Pérez Cañamares y Ramón Eder.

sábado, 27 de agosto de 2016

DESOLACIÓN DE LA IMPOTENCIA

Leo en el capítulo que Joseph Brodsky dedica al poeta MandelstamEl hijo de la civilización —Menos que uno, Círculo de lectores, 1988— este elogioso comentario: Hablando con toda franqueza, yo no conozco nada en la poesía mundial que pueda compararse a la calidad reveladora de esos cuatro versos de su poema "Versos del soldado desconocido", escrito un año antes de su muerte: 

Un desorden arábigo, una confusión,
la luz de las velocidades afilada en su haz,
y con sus oblicuas suelas
un rayo permanece en equilibrio en mi retina.

No dudo de la sensibilidad de un premio Nobel para leer en su lengua materna. Tal vez pueda dudar de la pericia del traductor que se encontró con la inmensa dificultad de traducir al castellano cuatro versos que previamente estaban traducidos al inglés por Brodsky. 

Leo y releo en un intento de aproximarme a la belleza que se me indica, pero no lo consigo. También es cierto que me falta el resto del poema y la poesía se construye mediante connotaciones, palabras que establecen juegos y armonías entre ellas, además de ritmos y sonidos que en la traducción de la traducción se han perdido.

Acudo a la traducción que tengo en casa de J. García Gabaldón. Leo el poema en su totalidad y se me abre su belleza doliente, su desgarrada y triste hermosura



1

Que este aire sea testigo
de su corazón de largo alcance,
y en las trincheras, un omnívoro y activo
océano sin ventana es la materia...
      ¿De qué sirven estas estrellas delatoras?
Todo deben escrutar. ¿Para qué?
En la reprobación del juez y del testigo,
en un océano sin ventana, está la materia.
      Recuerda la lluvia, rudo sembrador
—su anónimo maná—,
cómo bosques de crucecitas señalaban
al océano o cuña militar.
      Habrá gente débil y fría
que matará, sentirá hambre y frío
y en una célebre tumba
yacerá el soldado desconocido.
      Enséñame, débil golondrina
que has desaprendido a volar,
cómo dominar esta tumba aérea
sin timón y sin alas.
      Y de Lérmontov, Mijail
te entregaré un severo informe
de cómo la bóveda enseña a la tumba
y una fosa de aire imanta.


2

Con temblorosos racimos de uva
nos amenazan estos mundos,
y de ciudades furtivas,
dorados lapsus, delaciones,
bayas de hielo tóxico, penden
las elásticas tiendas de campaña de las constelaciones,
los dorados sebos de las constelaciones.


3

Mezcla arábiga, picadillo,
luz pulverizada por la velocidad del rayo.
Con sus suelas oblicuas
permanece el rayo en mi retina
.
      Millones de muertos de saldo
abrieron una senda en el vacío:
¡Buenas noches! Le desean
lo mejor las enterradas fortalezas.
      Incorruptible cielo atrincherado,
cielo de multitud de muertes al por mayor,
por ti, lejos de ti, íntegro,
llevo mis labios a las tinieblas.
      Por maltrechos cráteres,
terraplenes, desprendimientos,
demoraba y abrumaba:
El sombrío, virulento y
humillado genio de las tumbas.



4

Muere bien la infantería
y canta bien el coro nocturno
sobre la aplastada sonrisa de Svejk,
sobre la llanza d epájaro de Don Quijote,
y sobre el metatarso de pájaro del caballero.
Y el inválido se hace amigo del hombre—
a ambos les aguarda el trabajo—
y en la valla del siglo, con muletas
de madera llama la familia.
¡Eh, la camaradería, el globo terrestre!


5

¿Para qué debe crecer el cráneo
por toda la frente —de sien a sien—?
¿Para que en sus queridas órbitas
puedan penetrar las tropas?
En vida crece el cráneo
por toda la frente —de sien a sien—,
Se atormenta por la nitidez de sus suturas,
se aclara con la cúpula del entendimiento,
espumea con el pensamiento, se sueña.
Cáliz de cálices y patria de patrias,
cofia recamada de pespuntes de estrellas,
gorrito de la felicidad —padre de Shakespeare...


6

Claridad del fresno, sutileza del sicomoro,
apenas enrojecido regresa a casa,
como si de desmayos los dos cielos
con su pálido fuego cubriera.
      Sólo el exceso nos une.
Delante no hay un abismo, sino un error en el cálculo.
Y luchar por el aire necesario
es la gloria a otro no reservada.
      Y saturando mi conciencia
con una vida agitada,
¿beberé acaso este brebaje no escogido?
¿Comeré mi propia cabeza bajo el fuego?
      ¿Para eso se preparó la tara
del hechizo en el espacio vacío'
¿Para que las estrellas blancas
apenas enrojecidas regresaran a casa?
      ¿Escuchas, madrastra el campamento estelar,
la noche que caerá ahora y luego?


7

Vierten sangre las aortas,
y en las filas, un susurro resuena:
Yo nací en el noventa y cuatro,
yo nací en el noventa y dos...
Y apretando en el puño el triturado
año de nacimiento, en tropel, con la manada,
cubierta la boca de sangre, susurro:
—Yo nací en la noche del dos al tres
de enero del noventa y uno,
año sin esperanza, y los siglos
me rodean con el fuego.

Ciertamente, la estrofa cambia y el sentido se completa. Recojo el esplendor herido de las palabras. Lo hago mío. Pero me faltan la capacidad de pentración de Brodsky y el idioma materno del escritor ruso. Me quedo desolado en mi impotencia. Querer y no llegar. 

domingo, 6 de mayo de 2018

LENTO ASEDIO DE LA NIEBLA

Valparaíso Ediciones
Hermoso y nostálgico poemario esta última entrega de Juan Kruz Igerabide, traducción del publicado en 2015 en euskera, Lainoa janez, al que le dieron el Premio de la Crítica aquel año. Regado todo él por la lluvia en sus múltiples formas, los poemas van recorriendo el difícil camino de la pérdida, acompañados por la música, el arte, la ciencia, la filosofía y muchos compañeros poetas. Toda ayuda es buena para sobrevivir a la niebla.

LLUVIA GEMINADA

Memoria es lluvia
geminada gota a gota
en dolor y consuelo
confrontándose con la niebla.

Memoria es lluvia
que recorre las estaciones
en sentido inverso,
contra la niebla del olvido,
de otoño a estío, a primavera
y a un invierno sin tiempo.

Lento asedio de niebla,
la vejez.


Y más adelante:

LLUVIA DEL ADIÓS

No sé si llueve
o son lágrimas
que descienden por las sombras
de mis cejas.
¿Es acaso la amistad
una resistencia inevitable del adiós,
el túnel,
la luz cegadora,
los seres queridos esperándote?
¿Es un error la existencia, Nietzsche?
La espera se hace eterna
en la duda.

Para terminar en un largo epílogo donde se hace más explícita la reflexión y se manifiesta el punzante dolor de la existencia y sus contradicciones:

EPÍLOGO DEL DESIERTO

El yo anacoreta 
contempla desde la nada
a un niño jugando
con el vacío en las entrañas;

ser y nada, ser y tiempo,
Heidegger conversa con un petirrojo.

Contemplación en los límites de la nada. Inquietantes
punzadas de ser, indecisión de Shakespeare, vacua
contundencia de Parménides, inútil prohibición en
Wittgenstein. El no ser es, pero permanece al acecho.
Las disonancias del mundo semejan disputas de amantes
(Hölderlin), todo lo que se separa vuelve a juntarse,
como en una fuga con variaciones de Bach o como en un
poema dadaísta. Una mano sostiene el ansia de saber, la
otra una bomba atómica; una mano sostiene una cerilla
encendida, la otra la infinita oscuridad del universo.
¿Cómo ser un yo si cada momento borra lo que soy?
¿Dónde la fuente si todo discurrir lo anula? El fuego de la 
palabra es el pico acerado del águila que roe las entrañas
de Prometeo.
La rosa es, sin más, afirma Heidegger, parafraseando un 
poema de Silenius. Ah, si lo fuera, tal vez el paraíso sería
posible, sin más; pero la rosa es con todo lo demás, anhelo 
divino incluido.
También la poesía es, sin más, constructo autogenerado
de palabras, a semejanza de Dios, aliento que sustenta el 
verbo, estornudo tal vez.
El poeta se desgañita por materializar el ser; Anna
Ajmátova pregunta por su marido a la puerta de las cárceles
estalinistas, Anna Ajmátova cincela un largo poema el día
de Año nuevo dando realidad a los que tendrían que
reunirse en el hogar familiar a celebrar una fiesta que ha
sido profanada. Anna Ajmátova materializa el ser en la nada.
Declaró Hölderlin que la poesía es la razón última de la
existencia humana. Y partió hacia el manicomio.
Los poetas son libres como las golondrinas, por fatal 
necesidad.
mi mente no alcanza a ver más allá de mis pies
no dispongo de yeguas ni de potros ni mulas
ni recorro senderos de gloria, honor y suprema sabiduría
ni me acompañan doncellas ni mancebos
que muestren el camino;
mi carro no chirría ni silba como la flauta de pan
mi refugio son los palacios de la noche
los días se suceden sin portones
ni llaves ni cierres ni mágicas claves
no hay diosas que me esperen dulceabiertas
ni soy joven ni cochero ni inmortal
me arrastra el destino por cuadros desencajados
mundo blanco sobre fondo blanco
no aprendí derecho ni justicia ni banquería
susurro una melodía
resumen de ansiadas respuestas
Alfa y Omega
pero Pi 3 14 15 92 65 35
resuena en la conciencia como un pitido interminable,
proporciona fija irreductible de la condición humana
todo pájaro pía pía lo que pía lo que pía
resoplando en los flecos del silencio
pi pi pi pi, hasta el fin.
La historia se concatena como una ristra d elonganizas
que alguien muerde en el origen, recortando los inicios,
quizá Dios mismo, ajeno a la naturaleza, absoluto espíritu
que picotea el tiempo para que retorne a lo absoluto, al origen,
a través de un acueducto sin nacedero que lo sustente;
dicen que no hay realidad oculta bajo los fenómenos,
la vida es un devenir inagotable sin base inicial,
acueducto de longanizas, ser y basta,
sin que importe si el ser es, ser y basta,
acueducto de cenizas.
¿Por qué ser, si el acueducto riega la nada?
¿Cómo ser, si cada instante borra lo que soy?
¿Qué origen, cuando todo retorno agota la fuente?
Si es de día, no puede ser de noche;
si es de noche, no puede ser de día
a menos que se esté soñando;
soy Hitler y Teresa de Calcuta y la rama del sauce.
Todo camino repite una trayectoria que le precede,
el topógrafo del pensamiento
excava trincheras para el ser,
la locura sustenta el origen
en un precipicio sin fondo
del que emana el aliento de un Dios hipotético
como fuente que brota de las tinieblas.

Anhelo de luz ausente de realidad.
Entre el infinito y la nada
vuela una hoja seca;
lleva escrito en el haz "ser"
y en el envés "no ser".

Invitación a la mística
o a la locura,
San Juan de la Cruz
o Hölderlin
o una escueta nana.

lunes, 25 de diciembre de 2023

DIARIO SUCINTO DE UNA ESCAPADA, 1


Llego a París en tren, estación de Montparnasse. Primera hora de la tarde. Necesito un paseo que me recoloque y me quite de encima el acartonamiento de un exceso de horas sentado. El cementerio del barrio que da nombre a la estación se encuentra cerca de ella y en él están las tumbas de un buen puñado de escritores a quienes admiro. Se hace necesario un paseo para rendir homenaje y salir del entumecimiento.

Julio Cortázar 

Carlos Fuentes 

Samuel Beckett 

César Vallejo

M. Duras

Simone de Beauvoir y
J. P. Sartre

Baudelaire 

Robert Desnos

 El gesto que más me ha conmovido ha sido el de quien haya dejado el pan sobre la lápida del poeta peruano. Alguien que sin duda conoce su poesía y le tiene devoción. 

Este es el poema que explica el gesto:

UN HOMBRE PASA CON UN PAN AL HOMBRO 

Un hombre pasa con un pan al hombro
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?

Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?

Otro ha entrado en mi pecho con un palo en la mano
¿Hablar luego de Sócrates al médico?

Un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿Voy, después, a leer a André Bretón?

Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?

Otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿Cómo escribir, después del infinito?

Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?

Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿Hablar, después, de cuarta dimensión?

Un banquero falsea su balance
¿Con qué cara llorar en el teatro?

Un paria duerme con el pie a la espalda
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?

Alguien va en un entierro sollozando
¿Cómo luego ingresar a la Academia?

Alguien limpia un fusil en su cocina
¿Con qué valor hablar del más allá?

Alguien pasa contando con sus dedos
¿Cómo hablar del no-yo sin dar un grito?

***