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sábado, 7 de mayo de 2022

JUAN F. TRILLO NOS HABLA DE "Con la barba sobre el hombro"

Editorial

Juan F. Trillo, doctor en Estudios Literarios por la U.C.M. y en Lingüística por la U.A.M, ha publicado Tom Wolfe, cronista de la Norteamérica sin Dios (PUV, 2016) y La flor del Cerezo. Haikus clásicos elegidos y comentados (La Taza vacía, 2020). Ahora nos habla de su último trabajo, una interesantísima novela que tiene como personaje central a Bernal Díaz del Castillo y que lleva por título un antiguo refrán cuyo significado dejo al albur de vuestra curiosidad.

Has practicado el haiku y tienes publicada una estimable antología comentada sobre el mismo. ¿Qué te ha llevado a dar el salto a la novela histórica?

Lo cierto es que ha sido algo casual. Estaba buscando referencias sobre el uso del español de los siglos XV y XVI y me topé con Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España de manera inesperada. Cuando lo leí, me sorprendieron tanto las peripecias que Bernal Díaz relataba, que me dije que era una pena que fuesen relativamente desconocidas entre el gran público y eso me llevó a contarlas en un lenguaje actual, que le resultase más familiar al lector de hoy en día y que le permitiese disfrutar de esta historia.

—Si algo exige de manera concienzuda este género es la búsqueda de información. Flaubert, para escribir Salambó llegó incluso a viajar a Cartago para conocer in situ los escenarios reales de las guerras púnicas. ¿Cuáles han sido tus fuentes y con qué problemas te has encontrado en tu investigación?

Me temo que mis metas han sido mucho menos ambiciosas. Como explico al inicio, Con la barba sobre el hombro, no es “un libro de historia”, es “un libro que cuenta una historia”, la misma que cuenta Bernal Díaz en su crónica, pero adaptada a una narrativa que le resultará más accesible al lector, tal vez no demasiado habituado al lenguaje arcaico que utiliza el autor de Historia Verdadera. Por otro lado, existen ya excelentes estudios históricos, tanto sobre Bernal Díaz, como sobre Hernán Cortés que me han sido de gran ayuda a la hora de contrastar y poner en contexto los hechos relatados. Es un periodo sobre el que existe una extensa documentación, disponible en la Real Academia de Historia y en el Instituto Cervantes, documentación digitalizada y de libre acceso, en su mayor parte, y de la que he hecho uso a menudo.

Borges decía algo así como que por mucho que nos ocupemos del pasado la narración que hacemos de él en realidad está atendiendo más al presente que a los acontecimientos históricos. ¿Con la barba sobre el hombro alude también a la actualidad?

En este sentido, resulta a la vez fascinante y un poco deprimente comprobar lo poco que hemos evolucionado en cuestiones sociales y éticas, pues los vicios de entonces siguen muy presentes en la sociedad en que vivimos actualmente: la corrupción, la codicia, el deseo de aparentar… No queda sino concluir que son aspectos tan arraigados en nuestra cultura que es dificilísimo librarse de ellos. Leyéndolo uno reconoce personajes a los que podría poner el nombre de figuras de la actualidad.

—¿Qué es lo que te ha atraído del personaje Díaz del Castillo como para que le dediques una trilogía?

Las apasionantes aventuras que viven él y sus compañeros, que no tienen nada que envidiar a las que aparecen en las novelas históricas tan populares hoy en día. Solo que en este caso son, además, ciertas. En cuanto a la razón de dedicarle tres libros no es otra que lo extenso de la narración original. El protagonista es minucioso en el desarrollo de los acontecimientos, pues donde los libros de historia, a la hora de mencionar una batalla, por ejemplo, se centran en los datos mensurables (número de efectivos, resultado del conflicto, consecuencias inmediatas), Bernal cuenta el desarrollo de la misma con pelos y señales. Son estos pequeños detalles del día a día, que para el historiador pueden resultar poco relevantes, los que hacen atractiva la lectura para el gran público, pues muestran con claridad el carácter, la forma de pensar, e incluso los hábitos cotidianos de los protagonistas.

—¿Hasta qué punto es verdadera la Historia verdadera del conquistador castellano?

Esa es, como suele decirse, la pregunta del millón. En principio, los historiadores la dan por cierta en su mayor parte, hasta tal punto que a menudo la toman como referencia para sustentar esta o aquella reconstrucción de lo sucedido. Desde luego, su precisión en los detalles, nos remite al relato visual de un testigo ocular y la hace muy convincente, salvo en algunas pocas ocasiones, por ejemplo, cuando habla de las cifras de guerreros a los que se enfrentan los conquistadores españoles, algo que, en mi opinión, debe ser tomado como un recurso narrativo, para expresar la enorme superioridad numérica del enemigo. Por otro lado, está la cuestión de quién fue realmente este tal “Bernal Díaz del Castillo” y la de si fue él quien escribió la Historia Verdadera. El francés Christian Duverger, en su Crónica de la eternidad, argumenta, y lo hace muy bien, que quien se hacía llamar Bernal Díaz se apropió de una historia que escribió otra persona, alguien que, además, fingía ser casi iletrado, cuando en realidad disponía de una extensa cultura. Hay aquí varios misterios que yo dejo a los especialistas. Personalmente, no me interesa tanto la veracidad de lo narrado, como el aspecto literario, es decir, el relato que se cuenta y el modo en que está contado. Como he dicho antes, la historia y su estructura son, en sí mismas, excelentes, y espero haber aportado una forma de contarla lo suficientemente atractiva como para hacer que el lector se lo pase bien.

—Tal vez una de las mayores dificultades con que se encuentra el autor al escribir una novela histórica sea la de hallar el estilo adecuado para narrar los hechos que se quieren contar. ¿Cómo has resuelto este problema?

Esta es una pregunta muy interesante. Por un lado, debo decir que no me importa presentarla como “novela histórica” a pesar de que, en rigor, no lo es, pero dado que puede leerse como tal, creo que es una categorización que no le sienta mal. Por otra parte, he elegido el presente de indicativo para narrar la acción porque proporciona mayor inmediatez y porque establece una conveniente distancia con aquellos otros libros que son auténticos estudios históricos. Antes de empezar me plantee escribir una narración en primera persona, adoptando la voz de Bernal Díaz, pero esto me hubiese impedido introducir mis propias reflexiones y valoraciones de algunos acontecimientos, que me parecía interesante incluir. Digamos que el resultado ha sido una especie de compromiso entre distintos géneros que, espero, haya dado como resultado un texto con el que el lector disfrute.

—¿Cuál crees que es tu aportación con esta novela al conocimiento de la conquista de México?

La conquista de México es un tema sumamente sensible, que a menudo se aborda de manera emocional. Hay quien toma posiciones antes de examinar los hechos, hechos que, además, a menudo se han dado por sentado, pero que en ocasiones no resisten una revisión realizada con un mínimo de lógica. Por suerte, el “revisionismo histórico” de esta etapa es cada vez más abundante, por lo que poco a poco las cosas van entendiéndose como deben ser entendidas, esto es, en un contexto en el que abundan los matices grises, tanto por la parte española, como por la mexicana. Dicho esto, debo añadir que mi aportación al conocimiento de la conquista de México es realmente modesta y no va más allá de mover a la reflexión sobre algunas cuestiones que, a poco que nos paremos a pensar en ellas, caen por su propio peso.

—¿Crees que se leerá con igual disfrute a los dos lados del Atlántico?

Pues creo que sí, porque en ambas orillas es cada vez más abundante la autocrítica, pero una autocrítica razonada que toma en cuenta cuáles eran las reglas del juego en las que se movían los actores que intervinieron en este apasionante capítulo histórico. Eran años difíciles, en los que las relaciones entre los estados se regían exclusivamente por el poder de que disponía cada uno de estos actores. Si había algo valioso a su alcance, nadie se planteaba si era lícito —o mejor dicho, ético— tomarlo; la cuestión era: “¿Tengo la fuerza suficiente para cogerlo?”. Si la respuesta era “sí”, lo cogían, sin más. Y esto lo hacían todos.

—¿Podemos interpretar Con la barba sobre el hombro como un alegato contra la guerra?

Desde luego, sin ninguna duda. Aunque no fuese esa la intención del autor, es un mensaje que llega al lector de manera inequívoca y me hubiese gustado encontrar la oportunidad de citar a Benjamín Franklin cuando dijo que “no hay una guerra buena, ni una paz mala”. Curiosamente, Cortés aplicaba esta filosofía hasta las últimas consecuencias, pues era muy reticente a la hora de utilizar la violencia, a la que recurría solo cuando no le quedaba más remedio, si bien a él le movían motivos prácticos antes que éticos. Hobbes también insistió en esta idea y ojalá hubiese hoy en día más gente que se diera cuenta de lo sabia que es esta máxima.

—Da la impresión de que te has divertido mucho al redactar los títulos de cada capítulo; además, demuestras un gran talento para el dicho y la sentencia. ¿Me equivoco?

Bueno, lo cierto es que todo el texto da juego para ello. A veces, hay escenas que parecen casi de sainete y que permiten extraer conclusiones morales o simplemente prácticas, que en aquellos años solían transmitirse en forma de dichos o refranes. Recordemos que todo ello transcurre en una época en la que surge la literatura picaresca, lo que ya da una buena idea de en qué tipo de sociedad nos estamos moviendo. Así que, sí, personalmente disfruté redactando los títulos, solo espero que los lectores disfruten igualmente leyéndolos.



Y si queréis disfrutar de las palabras del autor en directo, el 24 de mayo, en la Librería Cámara (C/ Euskalduna, 6, Bilbao) a las 20:00, podréis hacerlo. Por supuesto, también firmará ejemplares.

***


Путин, немедленно останови войну!

jueves, 21 de octubre de 2021

JUAN MANUEL URÍA, La arquitectura del azar

 

Juan Manuel Uría delante de su obra en la sala Txillardegi.

Una cita antes de que escuchéis las palabras del artista: 

Del mismo modo que un espejo nos permite vernos el rostro, las obras de arte nos permiten vernos el alma (George Bernard ShawBack to Methuselah).









La arquitectura del azar


Desde: 19/10/2021
Hasta: 04/11/2021


Sala Txillardegi - Centro Carlos Santamaría

martes, 24 de noviembre de 2020

CHARLANDO CON LUIS GONZÁLEZ FUSTER


Esta entrevista se ha realizado por medio del correo electrónico y hay que entenderla como una continuación de la charla que mantuvimos el 10 de enero,  con un café por medio, en Tabakalera. Hace diez meses no había que mantener distancias de ningún tipo. Aunque sí sabíamos de la existencia del coronavirus en China, no podíamos sospechar que en poco tiempo se fuera a convertir en el mayor problema mundial del año y que llegara a condicionar todo cuanto hiciéramos.



—La última vez que hablamos, Luis, lo hicimos tranquilamente y sin imaginar la situación que se nos venía encima. La pandemia ha puesto patas arriba el mundo en el que vivíamos y ha golpeado especialmente a la cultura. ¿Qué tal está funcionando El origen de las ideas en estas circunstancias?

Está claro que la pandemia nos está afectando a nivel económico, sobre todo a los más desfavorecidos ya que nuestra organización socioeconómica es claramente neoliberal. Pero hay un factor más interesante aún que es el psicológico, sobre todo en esta segunda ola que a diferencia de la primera, donde teníamos unas fechas programadas —confinamiento, desescalada, nueva normalidad, etc.—, en esta oleada no vemos el final y esto nos desorienta.

En cuanto a la cultura, creo que a pesar de la continua y bienintencionada aparición en los medios de comunicación de algunos personajes destacados en los medios de comunicación —escritores, intelectuales, artistas, etc.—, a los que hemos podido escuchar más de lo habitual, no se ha podido evitar, por desgracia, el cierre de muchas librerías ni tampoco el mal momento por el que pasan el teatro, el cine, etc., con todas estas restricciones actuales.

Con respecto a El origen de las ideas, ha funcionado según lo esperado. Se ha distribuido sobre todo en el entorno cercano y, en general, ha tenido buenas críticas. Hay que tener en cuenta que para una primera obra de un desconocido es muy difícil salir del círculo de amistades y conocidos, pero estoy contento.


—Como tú dices, es tu primera obra publicada y, por lo tanto, no tenemos referencias tuyas, no conocemos al autor. ¿Quién es Luis González Fuster, qué hace, qué quiere, qué piensa?

Bueno, esto es muy complejo, no sé si es fácil que alguien tenga claro siempre lo que quiere o lo que piensa, la duda forma parte de la condición humana. Se quién he sido y soy, conozco de dónde vengo y cuáles son mis ideas, que siempre serán las mismas, y por supuesto, como casi todos y todas, “hago lo que puedo”.

—El origen de las ideas sitúa el comienzo de la acción durante la Guerra civil. ¿Quiere ser tu novela una reflexión sobre la historia próxima, sobre la memoria, sobre la pérdida y el reencuentro?

La obra surge de la necesidad que yo tenía en un momento concreto de mi vida de contar esta historia familiar. La reflexión sobre la historia y su camino creo que la deben marcar los lectores. Resulta curioso la cantidad de comentarios sobre distintos pasajes del libro, y la diferencia que existe entre lo que les llama la atención a unos o a otros. Muchos lectores se han emocionado —algunos me han confesado cierta activación de la glándula lagrimal—, e incluso han encontrado paralelismos con algunos miembros de su familia a pesar de ser una historia tan personal, y esto me emociona a mí también.

—La narración se nutre, efectivamente, de elementos familiares, más concretamente de anécdotas, hechos y recuerdos de la familia González Gil. Hay, sin duda, una labor de investigación. ¿Cuánto hay de proceso creativo en la novela, de elaboración literaria, y cuánto de concreción objetiva, de indagación y búsqueda?

Sin duda existe un boca a boca familiar y una indagación popular en el entorno, ya que algunos vecinos del barrio conocían a los protagonistas desde pequeños —la familia vivió durante la época de la narración salvo el éxodo a Francia siempre en la misma casa—. El hilo conductor de la historia es objetivo y muy verdadero, pero también existe un proceso creativo bastante fuerte.

—Y unido a la anterior pregunta, ¿te costó mucho separar lo personal de lo narrativo, transformar unos datos y unas vivencias de interés familiar en una narración que pudiera tener interés universal?

La verdad es que no. Empecé el proyecto como si fuera un cuento, sin pensar en el final. Todo fue creciendo poco a poco, aunque en algún momento, sobre todo cuando el libro era una realidad a nivel sentimental me he sentido un poco expuesto. Y por supuesto el clásico: ¡qué dirán!, ¡donde va este!, incluso en alguna ocasión me han llamado presuntuoso, engreído, etc. -¡solo por escribir una historia!-, en fin… así nos va. La verdad es que estos comentarios se pueden contar con los dedos de una mano.

—En tu opinión, ¿qué es lo que más te gustaría que recordáramos de esta novela?

La unión de los miembros familiares entroncados alrededor de la figura de Natacha como un modelo posible, y que debemos ser críticos y pensadores libres. Nuestras ideas son muy importantes y no debemos olvidarlas.

—Véndenos la novela: ¿por qué deberíamos leerla?

Porque está escrita con sentimiento y eso es importante; además, se puede leer fácilmente, ya que no he querido alargarla mucho, y, por supuesto, es un pequeño alegato de bolsillo a favor de la cultura y la libertad que nos puede hacer recordar cosas que les sucedieron en aquella época a muchas familias. Por desgracia, los de nuestra generación ya no tenemos abuelos que nos puedan contar cómo vivieron.

—¿Qué proyectos tienes entre manos? ¿Qué nuevos textos andas preparando? ¿Puedes adelantarnos algo?

Los estudios universitarios me llevan mucho tiempo —las neuronas ya no están para tirar cohetes y la memorización cada vez es más difícil—, pero siempre se busca algún momento para plasmar en un cuaderno algunas ideas. Estoy preparando algunos relatos que voy a intentar unir a través de un nexo común en el tiempo, tratan de la influencia de algunas personas en la vida de otras con el paso del tiempo. ¿Su vida habría sido igual si estas personas no se hubieran conocido? Pero me temo que este segundo proyecto literario va para largo.

Muchas gracias, Luis, por tu tiempo y por tu amabilidad. Y que se vendan muchos ejemplares.

viernes, 10 de enero de 2020

LUIS GONZÁLEZ FUSTER

Es cierto, a veces pasan estas cosas. Uno va a hacer la compra a la tienda de abajo y, de repente, en la caja, escucha cómo el cliente anterior le dice a la cajera: Si quieres te traigo uno y te lo dedicoY uno, que es un poco curiosón y a veces se mete en conversaciones que no le pertenecen, tercia en el asunto y se entera de que el cliente que estaba delante acaba de publicar una novela. 

Unos días después, ahí estábamos él y yo rajando delante de un café. El autor es Luis González Fuster. Hace cuatro años decidió dejar el trabajo y se prejubiló con 53 años. Inquieto y aguijoneado por las ganas de aprender, se matriculó en Historia del Arte y anda feliz estudiando lo que no pudo estudiar en su juventud y descubriendo otros paisajes artísticos y arquitectónicos con un grupo de compañeros. 

Pero los estudios no son todo y una inquietud más poderosa y personal terminó aflorando: la escritura. Y es que, en palabras de Juvenal, la incurable comezón de escribir se apodera de muchos, y cuando se ha apoderado de nosotros, todo cuanto podemos hacer es intentar expresar lo mejor que podamos aquello que tenemos que contar.

Y lo que tenía que contar, de momento, era una historia que comienza en la guerra civil española y llega hasta la actualidad. Tres mujeres pertenecientes a tres generaciones consecutivas —abuela, madre, hija— son las protagonistas de esta narración que acaba de ver la luz hace unos días. 

Seguimos hablando de la novela y de las fotografías que seleccionó él mismo para que ilustraran la portada y la contraportada, y de posibles presentaciones, y de cuando vino a trabajar a Donosti, y de la ilusión que le hace haber publicado, y de las tres líneas nuevas de trabajo que tiene abiertas... Y de muchas cosas más que la grabadora no registró porque yo no había metido la tarjeta.

Pero lo verdaderamente importante es que contamos con un autor más, que alguien sentía la necesidad de contar una historia y ha encontrado el modo y la manera de hacerlo, que otra persona más, como él mismo reconoce en la última dedicatoria, ha descubierto las palabras para ser un poco más libre. Bienvenido, Luis, al territorio universal de las letras.

Editorial

jueves, 26 de diciembre de 2019

NOSKI! LIBURUDENDA (Charlando con Juan Manuel y Sihara)

Juan Manuel Uría, Luna (la hija de ambos) y Sihara Nuño a la entrada de la librería.

Abrir un comercio parece una empresa arriesgada, más aún si se trata de una librería y, además, en una pequeña ciudad. Supongo que para realizar una apuesta de este tipo hace falta mucha ilusión. ¿Qué os llevó a poner en marcha una librería?

Es importante destacar que Errenteria no es tan pequeña, ya que es la tercera ciudad más grande de Gipuzkoa y es una ciudad que apuesta y trabaja por la cultura.

Es verdad que apostar por un comercio independiente en los tiempos que corren es arriesgado, no somos ingenuos pero creemos y trabajamos porque proyectos de esta índole sedimenten en el tejido cultural de nuestras ciudades. Noski!, como proyecto cultural que gira alrededor del libro, radicalmente independiente, trata de ser eso: un proyecto que ayude a generar movimiento cultural en el pueblo en colaboración con otros agentes culturales.


En la mayoría de las librerías que conozco se organizan actividades de todo tipo relacionadas, en general, con el fomento de la lectura, pero en la vuestra hay actividades casi todos los días. Más que una librería parece una casa de cultura. ¿Cómo es posible organizar tantos eventos?

(No puedo evitar sonreír...) con mucho esfuerzo, compromiso e ilusión y la complicidad de autores, autoras, editoriales, creadores y artistas en general que creen en nuestro proyecto. Gracias a todos ellos Noski! puede ser el espacio de generación cultural que es.

Ambos, además de gestionar la librería y cuanto en ella sucede, os dedicáis a la escritura y tenéis, a pesar de vuestra juventud, un buen número de títulos publicados. ¿Qué os proporciona más satisfacciones, el trabajo creativo que realizáis en silencio o los encuentros, lecturas, presentaciones… donde siempre hay voces y caras distintas?

Sihara Nuño: Son trabajos distintos, el uno es un trabajo generoso, una entrega para los demás, realizar un evento para que otras voces o más voces sean escuchadas, para compartir la palabra y el pensamiento. La escritura es un trabajo solitario, un enfrentamiento contigo y un reconocimiento de ti. Sin lugar a dudas ambos son gratificantes siempre que te hagan aprender.

Juan Manuel Uría: Son satisfacciones distintas que convergen en una única satisfacción: trabajar en la creación cultural; una vía es la de la escritura y otra la de la gestión de espacios donde suceden “cosas”. Pero al final se trata de una misma satisfacción por ver cómo la cultura permanece viva, se desarrolla, se crea y se comunica a los demás.

¿Qué os gusta más, la atención al público en la librería o la dinamización cultural de la que en muchas ocasiones sois protagonista?

¿Es que no son la misma cosa? 


La digitalización y la aparición de internet han transformado muchas costumbres y formas de trabajo en todos los sectores ¿En qué medida ha influido en la actividad de la librerías?

Afortunadamente en el interior de la librería (es una casa del s.XIX con paredes gruesas de piedra) no hay cobertura y estamos libres de señal de internet. Las actividades se siguen desarrollando, así, de forma puramente humana. 


¿Qué pensáis que pueden hacer los poderes públicos para defender y estimular el comercio local?

Favorecer de forma efectiva, frente a las grandes superficies, que el pequeño comercio pueda sobrevivir dignamente, sea a través de una fiscalidad más justa, mayores facilidades, no sólo a la hora de abrir un negocio, sino en un acompañamiento en el tiempo que permita aligerar costes, más allá de las subvenciones puntuales que no dejan de ser parches. En resumen, de lo que hablamos es de que la administración deje de favorecer los grandes proyectos, las grandes superficies, los monopolios más o menos velados para, por contra, velar, efectivamente (porque además es más sostenible ecológica y económicamente) por el comercio local.


Mantener hoy abierto un pequeño comercio es un ejercicio heroico que la administración debería reconocer y trabajar, precisamente, para que no fuera así, sino ejecutable por cualquiera que tenga una buena idea.

¿Corre peligro el libro como objeto? ¿Pueden desaparecer las librerías en un futuro más o menos próximo?

Sihara Nuño: Yo soy una fetichista, necesito el libro como objeto. Nada sustituye su tacto, su aroma… sin embargo, debido a los hábitos de consumo, las librerías independientes quedarán como pequeños nichos.
Juan Manuel Uría: Yo soy más optimista que antes con respecto al libro; no va a desaparecer, porque como objeto tecnológico es perfecto. Las librerías…. tienen que convertirse en espacios de difusión cultural, en centros culturales que, en colaboración con otros agentes culturales, ofrezcan una alternativa transformadora. Con esto quiero decir que una librería no puede ser sólo un espacio de venta de libros. El libro es el centro y el elemento fundamental de algo más trascendental. Otra cosa son los hábitos de lectura y hábitos de consumo, frente a lo que habrá que combatir también culturalmente para que las librerías sigan siendo necesarias y no tenga sentido el siguiente aforismo: “La épica del librero y la tragedia de un mundo que no lo necesita”.

¿Cómo veis el futuro del libro y de sus mediadoras, las librerías, en nuestra provincia? ¿Tenemos elementos para ser optimistas?

Sihara Nuño: Yo soy una pesimista realista, considero que las pequeñas librerías caerán, quedarán como pequeños nichos, insisto.

Juan Manuel Uría: Tenemos que ser optimistas. No nos queda otra. Hay que trabajar para que el libro permanezca y las librerías vuelvan a ser espacios referenciales. Que la cultura vuelva a ser un valor.

¿Un libro imprescindible?

Sihara Nuño: El otro día alguien dijo en Noski!: “Elegir uno es discriminarlos a todos”. Hago mía esta sentencia, pero a últimas fechas “Xurxo galleta banda” de Xoan Alonso se ha vuelto imprescindible, pues es el libro favorito de Luna.

Juan Manuel Uría: Hojas de Hipnos” de René Char.

¿Un libro que os acompaña siempre?

Sihara Nuño: Poesía vertical” de Juarroz y “Diccionario filosófico” de Bunge.

Juan Manuel Uría: Últimamente cualquier libro de aforismos.

¿Uno que habéis regalado infinidad de veces y seguiréis regalando?

Sihara Nuño: Confieso que he regalado y prestado más libros de los que he vendido. Por ejemplo, acabo de prestar un par de libros de Hugo Gutiérrez Vega; “La aventura de tu cerebro”; acabo de regalar la versión de La Cenicienta de Gabriela Mistral y “Cerdo con monóculo”.

Juan Manuel Uría:Mortal y Rosa” de Umbral.

¿Uno que no habéis leído, pero que estáis deseando leer?

Sihara Nuño: Toda la poesía de María Auxiliadora Álvarez.

Juan Manuel Uría: El arte mágico” de André Bretón, que por fin acaba de traducirse al castellano y publicado por Atalanta. 


Aunque no nos lo has preguntado queremos compartir que, ante la incertidumbre inevitable de un proyecto como una librería, si se da la circunstancia de cerrar la persiana, Noski! seguirá existiendo, porque Noski! somos nosotros y, ahí donde estemos, estará siempre, pues siempre trabajaremos por la cultura. Y, si así fuera (si el espacio físico cerrara, queremos decir) nunca debería considerarse un fracaso, sino todo lo contrario y quedaríamos con la satisfacción de haberlo intentado. Porque intentarlo es más de lo que hace la mayoría.

“Hasta la victoria del libro siempre”. 


***

Esta entrevista se realizó mediante correo electrónico. Las fotografías son de Sihara y Juan Manuel. Y q
uiero dejar aquí constancia de mi agradecimiento por la paciencia y la amabilidad que mostraron en todo momento para facilitar la entrevista.

martes, 1 de octubre de 2019

IGNACIO LATIERRO, DECANO DE LAS LIBRERÍAS DONOSTIARRAS


Inicio con esta entrevista a Ignacio Latierro, de la librería Lagun, una serie dedicada a conocer y divulgar el pensamiento y la actividad de quienes mejor conocen el mundo del libro, esas personas siempre dispuestas a orientarnos, aconsejarnos y conseguirnos el libro que andamos buscando.


P: Más de medio siglo trabajando son muchos años, sea el que sea el trabajo. Supongo que semejante cúmulo de tiempo dedicado a mantener el negocio requiere vocación, ilusión y mucha entrega. ¿Cómo hace para mantenerse en la brecha?

R: Bueno, ahora mi dedicación librera es cada vez más escasa, pero me sigue ayudando a vivir. He tenido la suerte de trabajar en algo que me gustaba, algo así como mantener mi biblioteca… 


P: Nadie que sea de la ciudad o incluso del País Vasco ignora la historia de la librería y su resistencia ante el acoso y la barbarie de ETA y sus allegados durante los años 90. Es esta una historia que se puede rastrear muy bien en las hemerotecas y en internet. ¿Es ya una historia superada? 

R: Es una historia pasada, pero el pasado no se borra. Asaltar y quemar librerías y libros no es lo más grave que ha producido la actividad de ETA y sus acólitos, pero dice bastante sobre su ralea, sobre su condición. 

P: Desde 1968 hasta hoy la sociedad ha cambiado mucho. ¿Cuáles serían en su opinión los cambios más notables (venta, edición, distribución…) que han afectado más a las librerías? 

R: LAGUN es un anacronismo que pretende seguir pareciéndose a lo que era en 1968. Entre tanto, muchas cosas han cambiado, la producción de novedades se ha multiplicado por 10, en los años 80 y 90 vivimos incluso un aumento del prestigio del libro, de su venta, no sé tanto si del número de lectores y de su lectura; pero también de la consideración creciente del libro como objeto fungible que como otras mercancías debe producir sus beneficios inmediatos y luego ser reciclado. Para esto la librería tradicional ya no podía ser el principal vehículo de comercialización. Posteriormente, con el advenimiento de lo digital, el prestigio del libro como instrumento de cultura ha decaído y han variado los hábitos de consumo cultural en perjuicio de la lectura; y, en fin, el comercio “on line” ha acabado de oscurecer el porvenir de las librerías. 

P: Supongo que los hábitos lectores también habrán cambiado. ¿Es así? 

R: Las Enciclopedias han desaparecido, los grandes diccionarios apenas sobreviven, ¿hay algún despacho de abogado nuevo que luzca estanterías con el “Aranzadi”? Los grandes diccionarios casi ni se reeditan… El libro como instrumento de consulta básicamente ha desaparecido. Sin embargo, creo que los lectores siguen prefiriendo el papel bien encuadernado como instrumento de lectura reflexiva, reposada y placentera. 

P: La digitalización y la aparición de internet han transformado muchas costumbres y formas de trabajo en todos los sectores ¿En qué medida ha influido en la actividad de las librerías? 

R: Dada la variedad y número de novedades y el tráfago constante de entradas y devoluciones de libros, hoy parece impensable el manejo de una librería sin la ayuda de la informática, que además es un buen instrumento en la búsqueda de títulos y ediciones. A cambio, ha contribuido a despersonalizar las librerías, a sustituir el criterio del librero por la mecánica de los números… También ha cambiado el comportamiento del público. Está desapareciendo un tipo de cliente característico de las buenas librerías, aquel que acudía con regularidad unas horas semanales, mensuales o de vacaciones, no solo a comprar, sino a visitar librerías, a ver lo que se había editado, a comentarlo con el librero o con la improvisada tertulia… Muy distinto a esa relación del cliente con el ordenador que le dice si hay existencias o no de un título… 

P: ¿Corre peligro el libro como objeto? ¿Pueden desaparecer las librerías en un futuro más o menos próximo? 

R: No, el libro como objeto de lectura no va a desaparecer; se puede leer en pantalla y compatibilizar ambas formas de leer, pero la lectura en papel y el uso del objeto libro tienen sus propias virtudes. Otra cosa es dónde y cómo se venderán los libros. 

P: Los índices de lectura indican que el porcentaje de personas que leen va subiendo poquito poco cada año; es decir, que ahora se lee algo más que hace medio siglo. ¿Ese incremento se produce también en la venta de libros? 

R: Mi percepción es que hubo un aumento en la venta de libros en los últimos años del siglo XX, aunque tengo mis dudas si eso supuso aumento también de lectura. De todas formas, si en estos 50 años de transformaciones tan importantes en la vida española la lectura ha aumentado solo “un poquito” no es en como para sentirse satisfecho… 

P: Existen muchos tipos de librerías y el negocio ha ido evolucionando con los años; no obstante, en Lagun no hay mesas ni café, no se venden libros de texto, no hay conexión wifi, tampoco podemos encontrar todos esos productos más propios de una papelería que de una librería. ¿No resulta muy arriesgado para el mantenimiento del negocio? 

R: Ya he dicho antes que LAGUN tiene pinta de ser un anacronismo. Ya desde sus inicios fue peculiar pero ha durado 51 años. Esperemos que siga teniendo quienes la sostengan… 

P: Está muy extendido el tópico de que el libro, sin más, es cultura. Hay, sin embargo, muchos libros que no pasan de ser nada más que un producto para la venta que nada tienen que ver con la cultura, salvo como contraposición a natura, pero algunos de esos productos se venden muy bien. ¿Podrá seguir resistiendo la librería sin ellos? 

R: Creo que el ejercicio de la lectura por sí mismo es saludable, pero es verdad que muchos libros, entre ellos algunos de gran venta, son infumables. En cualquier caso, es muy difícil que en una ciudad de las dimensiones de San Sebastián, una librería subsista sin vender best-sellers, mejores o peores. 

P: ¿Un libro imprescindible? 

R: ¿Uno? Homero, Shakespeare, Austen, Henry James… 

P: ¿Un libro que le acompaña siempre? 

R: No tengo un libro-fetiche. Tengo un especial cariño por Paz en la Guerra de Unamuno porque en mi memoria supone mi encuentro con la literatura. 

P: ¿Uno que regalaría infinidad de veces? 

R: Los peces de la amargura, de Fernando Aramburu, será el libro que más he regalado, por lo menos en los últimos tiempos. 

P: ¿Uno que no ha leído, pero que quiere leer? 

R: ¡Tantos! El oficio de librero es engañoso.El oficio ocupa mucho tiempo y leemos mucho menos de lo que aparentamos. En todo caso espero tener por fin el estado de ánimo que me permita completar el Fausto, de Goethe.


lunes, 28 de enero de 2019

JAVIER ARMENTIA EN "VIAJE AL CENTRO DE LA NOCHE"

Javier Armentia. Fuente: navarra.com
Javier Armentia es el Director del Planetario de Pamplona y un divulgador incansable que colabora con muchos medios de comunicación. Durante la madrugada del domingo, día 27, estuvo en el programa Viaje al centro de la noche —¡qué nombre tan adecuado para hablar del universo!—. 

Del programa he recortado la entrevista y la canción final de despedida, Space Oddity, versión Chris Hadfield, que no es tan brillante como la de David Bowie, pero tiene un tono épico más acentuado.


Si después de escucharle queréis seguir sabiendo más cosas acerca de su trabajo de divulgación, aquí os dejo los enlaces a:

  • Ciencia en el bar, blog cuyos contenidos redactan Joaquín Sevilla y él. Es uno de los muchos blogs asociados a Naukas.
  • Ciencia LGTBIQ, blog cuya finalidad es dar visibilidad a las relaciones entre la ciencia y el colectivo LGTBIQA+.
  • Cosmos, blog de divulgación científica del diario El Mundo.
  • ¡Vaya timo!, colección dirigida por Armentia, de la editorial Laetoli, cuyo objetivo es combatir la superstición, la ignorancia y la pseudociencia.

sábado, 6 de octubre de 2018

IGERABIDE HABLA DE SU OBRA POÉTICA


No siempre las situaciones se resuelven tal y como teníamos previsto ni ocurre aquello que esperábamos. La tertulia de la tarde de ayer quedó convertida en improvisada entrevista. Cuando llegamos a la librería, allí estaba Kaixo tv dispuesta a registrar las palabras del actual Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil

En un acto de generosidad y de humildad por parte de Juan Kruz Igerabide, y de osadía por la mía, ese de ahí arriba es el resultado. Espero que este ejercicio de improvisado atrevimiento no resulte un desacierto y que al menos sirva para generar las ganas de leer la obra de este autor a alguien que aún no la haya leído, que eso es lo único importante de todo esto. Aquí dejo nuevamente sus títulos de poesía para adultos:
Muchas gracias, Juan Kruz.
Muchas gracias Kaixo tv.

viernes, 14 de septiembre de 2018

PEDRO MIGUEL ETXENIKE

Fuente: Diario de Noticias
Pedro Miguel Etxenike es uno de esos científicos a los que admiro profundamente no tanto por la labor de investigación, a la que yo no puedo llegar de ninguna manera, como por la capacidad de exposición y divulgación que posee. Él es una de esas personas capaces de explicar las ideas más complejas con palabras sencillas y atractivas, es decir, es un magnífico divulgador.

Pero tal vez la virtud que más admiro es su capacidad para absorber conocimientos muy diversos y realizar un discurso coherente e imaginativo en el que fluyen con total naturalidad y convicción elementos provenientes de la física, de la filosofía, de la literatura o de la política. Es la diferencia que hay entre el dominio de una disciplina y el conocimiento. 

Durante la madrugada del día 11 fue entrevistado por Carles Mesa para el programa Gente despierta. La entrevista dura unos veinte minutos. En ella rompe unos cuantos tópicos y habla, entre otras muchas cosas, de la verdad y la belleza; tema, por cierto, sobre el que se ha realizado la película El secreto de la naturaleza y que será estrenada en el evento Naukas Bilbao este viernes.

Y ahora, si os place, escuchad al maestro (la entrevista propiamente, comienza a partir del minuto 3' 15".

lunes, 12 de febrero de 2018

JUANA DE IBARBOUROU, Y 3

Mistral, Storni, Ibarbourou. 1938.
Dando por sentado que lo primero que debemos leer es su obra y que esta está recogida en las Obras completas (Aguilar, 1953), en esta entrada quiero llamar la atención sobre un par de documentos que me parecen muy interesantes para conocer a la escritora uruguaya. El primero es su Autobiografía lírica, una conferencia de 1956 en la que deja claramente su impronta y donde podemos percibir cómo era la persona y la poeta a la que el mito convirtió en Juana de Ibarbourou. El segundo es una entrevista de Antonio Mercader para la revista Siete Días Ilustrados. Fue realizada en 1974. Está recogida en varios sitios de internet. La traigo aquí desde la página EnlacesUruguayos.com. Es un poco larga, pero merece la pena.

Es la única sobreviviente del legendario terceto de poetisas que integró con la chilena Gabriela Mistral y la argentina Alfonsina Storni. Es también el mayor mito viviente de Uruguay. Bautizada Juana Fernández Morales, firmó sus poesías como Juana de Ibarbourou. En 1929 fue consagrada Juana de América y glorificada por los grandes escritores de la época. Tiene 82 años, una quincena de libros publicados y alrededor de 500 mil ejemplares vendidos. Medio siglo atrás, fue el best-seller del romanticismo rioplatense con sus versos "de un audaz erotismo"; hoy, niños orientales, argentinos y de otros países latinoamericanos la leen —a veces con resignación— en los textos escolares. Vive en una vieja casona de la Avenida 8 de octubre, a cinco minutos del centro de Montevideo. Sale poco y no recibe siquiera a sus más fieles amigos. En ese mundo hermético, que comparte casi exclusivamente con su hijo Julio César, pasa sus días leyendo y escribiendo. Hace mucho sobrelleva el peso de ser un monstruo sagrado, un jirón de la historia de la literatura. Tras un exterior rimbombante, tras el mito Juana de Ibarbourou, se esconde una mujer alegre, sencilla, tierna y generosa. Sobre el final de su vida, ésa sigue siendo su imagen íntima, verdadera, que pocos conocen, y que Siete Días pudo revelar a través de una entrevista obtenida por su corresponsal en Montevideo. En una charla que duró una hora y media, Juana de Ibarbourou habló como nunca sobre sí misma y sobre su obra, recordó a sus antiguos amigos (Pablo Neruda, Juan Ramón Jiménez, Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni y otros), explicó las causas de su enclaustramiento y evocó su esplendoroso pasado. Demostró además que conserva una envidiable lucidez mental, disminuida apenas por cierta flaqueza en memorizar nombres o fechas. Lo que sigue es la entrevista a Juana de Ibarbourou, la primera que se difunde en varías décadas en una publicación argentina.

"La señora lo va a recibir", anuncia una ceremoniosa criada mientras abre la pesada puerta de roble. Sobre el parquet del vestíbulo dos plebeyas palanganas de plástico recogen las gotas de agua que se filtran desde el techo. Afuera llueve, y en esta casona con goteras, entre la penumbra, se distinguen un aparador estilo colonial y un par de alfombras precariamente enrolladas contra la pared para evitar que se mojen. Crujen los peldaños de la escalera y el ruido hace ladrar a un perro, encadenado en algún rincón lejano de la casa. En la planta alta, hay una estantería con libros y tres puertas: la de la izquierda está abierta. Desde allí parte una voz de agudas inflexiones: "Hágalo pasar, pase, pase".


Es un cuarto mal iluminado, cuadrado, de cuatro por cuatro, donde se alinean una cama doble, una cómoda, un aparato de televisión y varios anaqueles de libros. Junto a la ventana-balcón que asoma a la avenida 8 de Octubre, arrellanada en un viejo sillón, está Juana de Ibarbourou. Sonríe, hace un cortés ademán de incorporarse pero permanece sentada mientras estrecha la mano del visitante. Luce bien peinada, el cutis blanquísimo ligeramente empolvado, un toque de color en los labios. No parece sorprendida ni intimidada por la inminente requisitoria periodística. Expectante, mira a su interlocutor con sus ojos negros que conservan el brillo de otros tiempos.


—¿Por qué es tan difícil verla?
—No es tan difícil. Lo que sucede es que estuve un poco enferma últimamente, y entonces los que me cuidan, mi médico, mi hijo Julito, piensan que puedo fatigarme si atiendo personalmente a todos los que quieren verme o quieren hablarme por teléfono. Ahora estoy bien de salud, tengo este problema (se toca el ojo izquierdo; sobre la frente, de ese lado, lleva una gasa sujeta por dos tiras de cinta adhesiva), pero me voy acostumbrando.


—¿Qué le pasó en el ojo?
—Tuve un accidente. El año pasado pisé una baldosa rota, ésa que está ahí (señala un agujero en el embaldosado), tropecé y caí. Me di un gran golpe en el ojo izquierdo por el que ya no veo, y me quedó esta herida en la frente que no termina de curarse y eso que voy seguido al médico.


—¿Usted sale muy frecuentemente de esta casa?

—Voy a un médico oculista por el centro. Además, salgo con Julito en el auto y nos vamos a la rambla o al parque Rodó. Nos bajamos a caminar.


—Sin embargo, sus mejores amigos dicen que no pueden verla porque usted no sale nunca y no quiere recibirlos.
—¿Quiénes son mis mejores amigos? Los amigos de verdad, los fieles, siempre entraron a esta casa. Los que dicen esas cosas no son amigos y cuentan mentiras: que me tienen secuestrada, que me maltratan, que me encierran y no sé cuantas cosas horribles. No hay que hacerles caso.


El enclaustramiento de Juana es un hecho cierto. La más reciente generación de uruguayos nunca la vio en público. Quienes antes la visitaban diariamente afirman que en los últimos dos años su aislamiento se agravó. "El teléfono y el timbre suenan en su casa sin que nadie responda", dicen. Hubo denuncias al respecto; a tal punto que, a fines del año pasado, varios policías allanaron su casa y pudieron comprobar que la poetisa estaba allí y sin peligro a la vista. Entonces se supo que las versiones alarmistas carecían de fundamento. Pero el hermetismo en torno a Juana siguió y los rumores crecieron otra vez. El mes pasado, el vespertino montevideano El Diario logró entrevistarla. Fueron sus primeras declaraciones en muchos tiempo. "Juana de Ibarbourou no estaba secuestrada", tituló el vespertino. Desde entonces, las olas se apaciguaron. Pero su aislamiento sigue y todo indica que seguirá. Algunos señalan que Juana fue siempre introvertida y tímida, y que en su vejez ha reasumido su verdadera personalidad. "Mis últimos años me pertenecen", dijo alguna vez. Según esta interpretación su voluntario retiro es una forma de eludir los compromisos y las molestias que acarrea la fama. Es, también, un modo de disfrutar su propia intimidad.

LOS LABERINTOS DE LA MEMORIA


—¿Está escribiendo actualmente?
—Siempre escribo algo. Trabajo todos los días, sin horarios, me pongo a escribir cuando quiero y siento que debo hacerlo. Estoy escribiendo otro libro, tengo más de treinta poesías terminadas. No me pregunte el nombre del libro porque no lo sé; siempre fui mala para elegir nombres.


—Qué técnica usa para escribir?
—Los poetas no se hacen, nacen. Es una verdad. Escribo espontáneamente, sin preparativos artificiales, cuando siento una idea, una palabra, un paisaje, como una obsesión aquí, en la cabeza. No entiendo a los poetas que piensan que para escribir versos hay que encender velas o escuchar música. Lo mío es sencillo, natural, y así debe ser porque la poesía no se fabrica, no se provoca; se siente o no.


—Hoy se lee poca poesía, ¿cuál es la razón?

—Se lee poca poesía y lo comprendo. No vivimos en un mundo de poetas. Este es un mundo loco, loco, que no da tiempo a leer ni a serenarse. Pero siempre habrá poetas maravillosos y se volverá más a la poesía. Estoy segura.


—¿Qué está leyendo en este momento?
—Leo mucho. Leer me hace más llevadera la vida. En este momento estoy leyendo Papillon y me gusta porque es entretenido y humano.


—¿Qué otras distracciones tiene? Veo una televisión en su cuarto.

—Miro poca televisión, me hace mal a la vista.


—¿Qué opina de la televisión como medio de comunicación?
—Me hace admirar la técnica y la inventiva humana. Lástima que la televisión se use poco para difundir la cultura, para enseñar a la gente. Podrían hacerse cosas importantes pero no se hacen. Me gusta más el cine, aunque hace mucho que no voy.


—¿Recuerda a algún actor o actriz en especial?

—Mis predilectos le van a parecer un poco antiguos. Me gusta Chaplin, porque era admirable que hiciera reír a la gente en épocas donde costaba mucho reírse. También Greta Garbo. Y María Félix por su belleza, y porque me recordaba a una amiga que tuve en mi infancia, allá en Melo.


Melo, capital del departamento de Cerro Largo, frontera con Brasil. Ciudad donde nació, de padre gallego y madre uruguaya, el 8 de marzo de 1892, Juana Fernández Morales. Por sus escritos y confidencias se sabe que su infancia no fue del todo feliz, que su padre solía recitar en voz alta a Espronceda y Rosalía de Castro, que dos hermanos de su madre eran poetas y que uno de ellos murió en un duelo batiéndose por una mujer. Se sabe también que Aparicio Saravia, el guerrero blanco que acaudilló dos revoluciones, fue su padrino de bautismo. Con tales antecedentes, Juanita o Juaneca, como la llamaban, fue creciendo en su Melo pueblerino, "ciudad de casas bajas, naranjos y aroma de pitangas". No muy lejos de Melo, en 1904, el padrino de Juana, "el último caudillo a caballo del Río de la Plata", se levantó contra el gobierno de José Batlle y Ordóñez.


—¿Cómo era Aparicio Saravia?
—Mi padrino, cómo lo recuerdo. Nunca olvidaré una tarde cuando el negro Camundá tocó el clarín y apareció padrino, el general Aparicio Saravia, el General como le decíamos con todo respeto en casa. Venía por la calle 25 de Mayo, con la cabeza levantada, sobre un tordillo. Medio caballo atrás venía su gente, la flor y nata de le juventud montevideana. Estaban los Ponce de León y... era impresionante. Todo Melo los miraba desde las ventanas. Era padrino que iba a hacer la última revolución. A él lo adorábamos, en casa había retratos suyos porque mi padre era blanco, nacionalista, como todos en mi familia. Había peleado con el General en otras guerras. Por todo eso siempre fui blanca, blanca como hueso de bagual.


—¿En aquella época ya escribía?
—A los doce o trece años ya hacía mis primeros versos. Algunos se publicaron después en el diario de Melo con un seudónimo feísimo: Jeannete d'lbar.


—Se casó muy joven, ¿no es así?
—Sí, muy joven. De mi marido (el capitán Lucas Ibarbourou) tomé mi nombre poético. Ibarbourou, mi suegro, era vasco francés. Después nació Julito (repentinamente pregunta la hora; son las cinco de la tarde y eso la alarma). Las cinco de la tarde y todavía no vino a comer. Lástima que Julito no esté, me gustaría que lo conociera.


—Después usted se vino a Montevideo.
—Nos vinimos todos. De Melo tengo los recuerdos más tiernos, hace años que no voy por allá. Pero para mí la ciudad, la gran ciudad, fue Montevideo. Aquí me trataron maravillosamente. Era una ciudad chiquita la que conocí entonces, y no la gran ciudad que es ahora. Ha cambiado tanto Montevideo. Alguna vez escribí que prefería Montevideo a París, Madrid o Nueva York, y que si Dios me diera la oportunidad y me preguntara dónde quiero volver a vivir, yo le diría simplemente a Montevideo, Señor, ¡y gracias!


—¿En esa etapa ya escribía sus Lenguas de diamante?
—Ya tenía algunos versos escritos pero aquí pude terminar el libro y aquí, en Montevideo, encontré gente que me animó a publicarlos. Lenguas de diamante, fue el primer libro y el que me dio más satisfacciones.


Lo prologó y publicó, en 1919, el escritor argentino Manuel Gálvez, en la editorial Buenos Aires, de la capital argentina. "Es un acontecimiento en la literatura americana", auguró Gálvez. Y lo fue. Su nombre se hizo famoso en el Río de la Plata y aún más lejos. Desde España, el gran Miguel de Unamuno le dio su bendición ("jamás ha hablado en español, que yo sepa, así la pasión desnuda y ardiente; aquí una mujer no haría versos así a su novio; si los hacía, los rompería sin publicarlos"). El peruano José Santos Chocano y el mexicano Alfonso Reyes la elogiaron. No había cumplido treinta años y estaba consagrada. En los románticos twenties, los uruguayos sabían de memoria aquellos versos femeninos, audaces para la época (Tómame ahora que aún es temprano / y que llevo dalias nuevas en la mano. / Tómame ahora que aún es sombría / esta taciturna cabellera mía. / Ahora, que tengo la carne olorosa. / Y los ojos limpios y la piel de rosa .../).


—Eran versos un poco atrevidos por venir de una mujer.
—¿Sí? Eran sinceros y apasionados, como son las cosas que se hacen en la juventud. Pero no fui la primera mujer que escribía poesías. Estaba Delmira.


—¿La uruguaya Delmira Agustini?
—Delmira, sí, escribía con una gran pasión. Era una época con mujeres que sabían escribir con talento.


—¿Recuerda aquel acto en la Universidad de Montevideo, en 1938, donde se juntaron usted, Gabriela Mistral y Alfonsina Storni?
—Gabriela ... Era fuerte, recia, hablaba muy castizo, muy español. Le gustaba contar historias de embrujos y de fantasmas que asustaban un poco. Estuvo en casa y nos sacamos fotos juntas. Era una mujer inteligente, pobre Gabriela que fue tan infeliz en su vida, pobrecita.


—¿Y Alfonsina Storni?
—No hubo entre nosotras esa amistad tan espontánea que se dio con Gabriela. No por mi culpa ni por culpa de ella. Éramos distintas, no .. pero yo la admiré siempre. La recuerdo con su cara muy roja y esa altivez que tenía. A Gabriela y Alfonsina las quise y las quiero mucho. Que me vincularan a ellas, que el público nos viera como formando una cosa común, fue uno de los mayores homenajes que recibí en mi vida. Era una forma de unirnos a los uruguayos, los chilenos y los argentinos.


—Usted sabe que los cuentos de Chico Carlo están incorporados a textos de gramática escolar no sólo en Uruguay sino también en Argentina. Lo mismo pasa con sus poesías y con sus libros que son, muchas veces, de lectura recomendada para niños y jóvenes. ¿Qué siente ante un público tan especial?

—Me gusta, adoro a los niños, me alegro tanto cuando los traen de visita. Aquí han venido muchos niños, vienen con las maestras, a veces desde Argentina. Sé que me conocen en Argentina, es un homenaje y un honor. Los argentinos siempre fueron buenos conmigo, tengo muy buenos amigos allá.


—¿Jorge Luis Borges es uno de ellos?
—Borges, el gran Borges, es un hombre tan profundo.


—Usted contaba una anécdota graciosa con Borges, aquella de los discurso ...
—Sí, los dichosos discursos (se ríe). Le dieron un banquete a Borges, aquí en Montevideo, y yo tenía que hablar en nombre de los escritores uruguayos. Mejor dicho tenía que leerle un discurso, y estaba previsto que él leyera su discurso de respuesta. No tenía muchas ganas de hacerlo. Yo sabía que a Borges le pasaba lo mismo, así que le dije con toda sinceridad: Borges, debo leerle un discurso pero no me siento muy dispuesta a hacerlo en este momento. ¿Sabe qué contestó? Yo tampoco, así que no lo lea, déme su discurso, yo le doy el mío, y después cada uno lo lee en su casa. Intercambiamos los respectivos papeles donde estaban escritos los discursos, y nos quedamos tan tranquilos.


LOS HONORES RECIBIDOS

—¿Cuál fue la alegría más grande de su vida?
—E1 día que recibí el título de Juana de América. Estaban Juan Zorrilla de San Martín, Alfonso Reyes y otros grandes de la literatura. ¡Había tanta gente en el Palacio Legislativo! ¿Conoce el episodio de los cuatro soldados? Me los pusieron alrededor mío formando una guardia de honor. Tenía un ramo de violetas en la mano y cuando el acto terminó, los soldados de la guardia me pidieron que les diera algunas flores de recuerdo. Años después, un muchacho golpeó en la puerta de mi casa. Era uno de aquellos soldados. Traía las violetas en una caja, como un tesoro; se iba a casar y quería regalárselas a su novia. Para su regalo de bodas necesitaba una tarjetita de mi puño y letra, que acreditara que aquéllas eran mis violetas. Se la di. Qué recuerdo tan tierno me dejó ese episodio. Diez de agosto de 1929, día en que la proclamaron Juana de América. La idea partió del peruano José Santos Chocano. Escritores uruguayos y extranjeros la apoyaron. Querían darle un título simbólico, honorario, para honrarla en toda América. Diez mil personas asistieron al solemne acto, en la sede del parlamento uruguayo. Fue una especie de glorificación en vida, prematura quizá para una joven emotiva y sencilla que nunca había soñado con tamaño homenaje. Visto a la distancia, el fasto puede resultar hoy desprovisto de sentido; pero bien mirado, se insertaba en una época feliz, pródiga con sus ídolos, donde uno de los grandes fenómenos era el ascenso de la mujer a todos los planos de la actividad diaria. Como un signo de ese tiempo, la jovencita de Melo fue coronada Juana de América y el título prendió en la gente porque sus poesías gustaban: eran frescas, liberadas, hablaban de amor y de belleza, en contraste con el modernismo decadente y amanerado que moría de asfixia en los salones.


—Según ciertos críticos, su obra refleja vitalidad e intuición antes que una amplia cultura y una depurada formación intelectual. ¿Lo cree así?
—Al comienzo, tenía una formación elemental. Conocía unos pocos autores y unos pocos libros, pero los conocían bien. Después, el tiempo, los amigos, el contacto con el ambiente intelectual de la ciudad, me fueron dando más conocimientos. De todas maneras, no creo que todo eso que vino después haya cambiado de un modo importante el sentido y el estilo de mis libros.


—¿Cuáles son sus poetas preferidos?
—Los de siempre: los dos Machado, Manuel y Antonio, y el gran Juan Ramón Jiménez. A Juan Ramón tuve la suerte de conocerlo estuvo en esta casa; a los Machado, no.


—¿Cómo era Juan Ramón?

—Un hombre y un poeta superior. Llevaba a su España metida acá adentro, como una espina. Había sufrido mucho con la guerra y con las desgracias de su patria. Cuando lo conocí (en 1948) era un escritor consagrado, festejado en todas partes. En la intimidad era sencillo, adoraba a su esposa Zenobia; era galante, muy caballero español. Recuerdo que le regalé un salerito de plata francesa y él se sintió en la obligación de retribuir el regalo. Después que se fue, un día recibí de su parte un libro y un espejo. El espejo era fino, antiguo y francés. La dedicatoria decía: Para Juana, un libro, un espejo y un beso.


—Pablo Neruda fue otro de sus visitantes.
—Era un simpatiquísimo ladrón. Estuvo en mi casa de la rambla, donde yo tenía una colección de caracoles. El también los coleccionaba y los empezó a mirar y a decir: me llevo éste y éste, y se iba agachando para recogerlos y ponérselos en el bolsillo. Se llevó cuatro o cinco de mis mejores caracoles. Era estupendo. Era un poeta fuerte, expresivo, tenía versos que yo sabía de memoria. Se volvió a casar, creo con una de Urrutia, y murió hace poco. Pobre Pablo. Era como todo gran poeta: un intermediario entre Dios y el hombre.


—¿Usted es católica?
—Sí, y muy devota.


—Se dice que vivimos una época de descreimiento, de escepticismo religioso...
—El hombre logró muchos adelantos, inventó maravillas y llegó a la Luna. Pero no debe creerse igual o superior a Dios. Quien tiene fe, verdadera fe en Dios, no debe perderla sino afirmarla por el avance de la civilización y la cultura. Hay una verdad: Dios nos da y nos quita todo. La religión la ayuda a una a vivir y a esperar... y yo de la vida ya no espero nada, lo espero todo del más allá.


LA JUVENTUD DE LA ANCIANA DAMA

—¿Volvería a vivir su vida tal cual la vivió?
—Sí, no tengo dudas, la viviría igual, salvo algunas malas mujeres que se cruzaron en ella. Los hombres siempre fueron más buenos conmigo que las mujeres.


—De todas las etapas de su vida, ¿cuál le dejó los mejores recuerdos?
—La juventud. Para mí, como para todo ser humano, fue la época más hermosa de la vida.


¡Soy libre, sana, alegre, juvenil y morena ...!, cantaba Juana en sus comienzos. La juventud, justamente, es una constante en su primera producción, es decir, la trilogía compuesta por Lenguas, El cántaro fresco y Raíz salvaje. Juventud y amor (¡que rían los vecinos! Puesto que somos jóvenes / y los dos nos amamos y nos gusta la lluvia ...) son sus temas iniciales y, seguramente, las claves de su vida. Después, en la década del cuarenta, reasomarán en su obra bajo la forma de recuerdos, como ocurre en Chico Carlo, donde sustituye la poesía por una prosa sencilla cargada de añoranzas. Es la Juana madura, cincuentona, convertida ya en un monstruo sagrado, rodeada de leyendas, quien evoca su infancia a través de Chico Carlo, un libro que es algo así como el Platero y yo latinoamericano. Después, en 1949, la muerte de su madre ahondará su soledad y la hará retornar a la poesía a través de Pérdida y Elegía, sus obras máximas de la segunda época. Recibe condecoraciones, premios, invitaciones, la nombran "mujer de las Américas" y viaja a Norteamérica. En la década del cincuenta, cuando la fama y el reconocimiento arrecian sobre ella, cuando la carga del mito se torna insoportable para la mujer que ama los días sencillos y serenos, escribe un cuarteto revelador, símbolo quizá de sus actuales angustias: Digo mil veces que me estoy ahogando, / y sólo veo alrededor sonrisas. / Me estoy ahogando vertical y en medio / de una avenida gris, ruidosa y lisa.


—Usted sabe que hay un mito llamado Juana de Ibarbourou. ¿Le molesta?
—La gente es buena, generosa, y ha imaginado sus cosas sobre mi persona y mi obra. Tal vez yo misma soy la culpable porque llevé siempre una vida retraída, dedicada muchos años a cuidar a mi marido y a mi madre que sufrieron largas enfermedades. Además, está el tiempo y usted sabe que el tiempo siempre deforma las cosas.


—En este enclaustramiento en que vive, ¿no se siente un poco abandonada u olvidada?
—No, no estoy abandonada ni olvidada. Mis verdaderos amigos son muy fieles. Lo que siento, a veces, son los problemas económicos. Con lo que cobro de derecho de autor y la pensión de mi marido no es suficiente para vivir. A fines del año pasado el gobierno me dio un millón de pesos que dividí con mi hijo, y con eso pude hacer regalitos a mis mejores amigas. Pero esas cosas no puedo hacerlas todos los días. Hace tiempo que vengo pensando en hablarle sobre esta situación a la señora del presidente Bordaberry.


—¿La señora del presidente?

—Sí, no sabe qué mujer más gentil, más amable. El día de mi cumpleaños me mandó un precioso ramo de flores. Cuánto se lo agradezco. Pensar que yo no tuve con ella ninguna atención, ni siquiera cuando nació su último hijo. ¡Qué vergüenza! Debo escribirle una carta para agradecerle sus flores.


—Sorprende que tenga problemas económicos. Hace años el gobierno le donó esta casa, ¿no es así? Además, usted debe cobrar derechos de autor con frecuencia, pues sus libros se reeditan en forma permanente.
—Sí, tengo esta casa y estoy muy agradecida. Pero los derechos de autor que recibo no son muy importantes. ¡Está todo tan caro!


—Si tuviera que elegir uno entre todos sus libros, ¿cuál elegiría?

Chico Carlo, es casi autobiográfico. Son los recuerdos de mi infancia y pienso que de alguna manera son los recuerdos de la infancia de todos. No me gustaría que se fuera sin darle un ejemplar de Chico Carlo.


Ayudada por la criada (que lleva ya cinco minutos haciendo señas al visitante de que debe retirarse), Juana se levanta y da algunos pasos por la habitación. De estatura mediana, regordeta pero de buen porte a sus 82 años, hurga en el anaquel abarrotado de libros. No encuentra el que busca, pero vuelve a su sillón con un ejemplar de Juan Soldado, una reciente recopilación de sus cuentos. Con un bolígrafo garabatea la dedicatoria en sus primeras páginas. La entrevista ha terminado. Poetisa y periodista se despiden con un apretón de manos. Entonces, desde la puerta del cuarto, el visitante se gira para mirarla por última vez; Juana sonríe, agita su mano en señal de despedida y con voz queda, dice: "Vuelva, vuelva otro día".

Antonio Mercader 

***

PS: La colección para la tertulia ya está colocada.