domingo, 14 de mayo de 2017

LAVA TU SUCIO DINERO CON MI ARTE

Anónimo donostiarra
A veces, no es necesario acudir a los museos, ni a las salas de exposiciones, ni a los centros de arte o diseño para tropezar con una manifestación artística. Y no me refiero a esas obras que adornan plazas, calles y demás espacios públicos de la ciudad, encargadas a artistas profesionales, y que toda ciudad que se precie dispone en mayor o menor número.

Si admitimos que arte es cualquier actividad realizada con una finalidad estética y comunicativa, tal y como hoy se nos dice desde los círculos artísticos, difícilmente se puede negar que ese colchón no lo sea. Quizá, eso sí, deberíamos preguntar al vecino que realizó la instalación si esa era su finalidad. Pero da la impresión de que así era, gracias a la última palabra de la frase.

Pero si tenemos dudas, bueno sería realizar el simple ejercicio de imaginar el colchón dentro de una sala amplia y luminosa de algún gran museo del mundo. ¿Qué diferencia hay entre el urinario de Duchamp, que aparece en cualquier historia del arte que se precie, y este humilde colchón? De hecho, podríamos tomarlo como un homenaje a la obra del francés en su centenario. ¿Lo será?

¿Es necesario recordar a Umberto Eco, cuando en Obra abierta nos decía que la obra de arte no existe nada más que en su interpretación? ¿O a Gianni Vattimo, cuando en Poesía y ontología ponía en relación el arte con el ser, y por tanto con la verdad, ya que es en el arte donde la verdad se muestra de forma más pura y reveladora? Verdad y significado evidente no le faltan ni al autor ni a la obra.

Puestos a elegir entre esta y La fuente, tal vez me quede con esta, que, además de verdad, nos ahorra el trabajo de tener que andar interpretando y, por encima de todo, ofrece buenas dosis de humor y una no menos despreciable cantidad de crítica social. Lástima que el camión de la basura no diera tiempo a que algún necesitado acudiera donde el artista para lavar su escandaloso dinero.

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