Castillo de Montaigne. Tapada por el árbol, la famosa torre. |
Homo sum; nihil humani a me alienum puto |
Raimundo Sabunde era un teólogo que pretendía demostrar que dios puede ser conocido sin ayuda de la fe, solamente con el uso natural de la inteligencia. Lo curioso del caso es que en la defensa del catalán el escéptico Montaigne va en contra de la tesis que defiende, pues declara que la razón humana es incapaz de llegar al conocimiento de las esencias e incluso los animales superan a menudo la capacidad humana.
Sin embargo, creo que es ahí donde más acierta y consigue sus mejores párrafos. Denuncia nuestra vanidad e inconsistencia, y pone en evidencia la relatividad de nuestras costumbres. De esta manera, es imposible encontrar una ley universalmente válida, porque en nuestro engreimiento estimamos siempre mejores nuestras costumbres y maneras a las de los otros grupos (notad la crítica del etnocentrismo 300 años antes de que la palabreja naciera). Pero mejor dejo sus palabras:
¿Qué nos dirá pues la filosofía en esta necesidad? ¿Que sigamos las leyes de nuestro país? Es decir, ¿ese mar fluctuante de las opiniones de un pueblo o de un príncipe, que me pintarán la justicia de tantos colores y la reformarán con tantos rostros como cambios de sentimiento haya en ellos? No puedo tener tan flexible el juicio. ¿Qué bondad es ésa que ayer veía vigente y hoy ya no, y que la línea de un río convierte en crimen?
¿Qué verdad aquélla que esas montañas delimitan y que es mentira en el mundo que está al otro lado? Ensayos, II, 12. Cátedra, 1993. Trad. Dolores Picazo y Almudena Montojo.
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