Tumba de Paul Lafargue y Laura Marx (cementerio Père-Lachaise) |
(Paul Lafargue y Laura Marx) tenían resuelto no llegar a la edad en que el individuo es una carga para los que le rodean, y fijaron en sesenta y nueve años el límite de su vida. Todo lo prepararon para la distribución de sus bienes —como hija de Marx, Laura heredó parte de la fortuna de Engels—, cuidándose de la suerte de su doméstica y del jardinero, y hasta del perro "Nino". Querían que su separación de la vida causara la menor cantidad posible de enojos. Y un domingo de noviembre de 1911, después de haber pasado la tarde en un cine de París y de haberse regalado con unos pasteles, volvieron a su casa semicampestre de Draveil y se acostaron para no amanecer...(Juan José Morato, Líderes del movimiento obrero español 1868-1921). En realidad, no fue un domingo, sino un sábado, el sábado 25 de noviembre de 1911 cuando la pareja se quitó la vida para no causar molestias a su entorno con las previsibles dependencias de la edad. Lo habían acordado mucho tiempo atrás... y cumplieron su decisión.
Era yo estudiante y andaba sumido en lecturas de carácter marxista y feminista. Del padre de Laura había leído, además del consabido Manifiesto, los Manuscritos: economía y filosofía y Miseria de la filosofía (este último editado por la entonces célebre y soviética editorial Progreso). En una librería —en la famosa La Felipa— de la hoy mortecina calle Libreros, descubrí El derecho a la pereza. El libro me causó un gran impacto. Saber de la decisión de la pareja, ninguno. En aquella época me parecía una decisión muy razonable. Hoy me lo sigue pareciendo.
Acercarme a ver el lugar donde están recogidos sus huesos me produjo la sensación de recuperar una historia de la juventud y algo así como confirmar el hecho de que lo que hicieron era real y no una historia que se cuenta en un libro.
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