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lunes, 2 de septiembre de 2024

ESTOS DÍAS BUSCADME POR AQUÍ



CIUDAD DE MESETA


Como por estos sitio

tan sano aire no hay, pero no vengo

a curarme de nada.

Vengo a saber qué hazaña

vibra en la luz, qué rebelión oscura

nos arrasa hoy la vida.

Aquí ya no hay banderas,

ni murallas, ni torres, como si ahora

pudiera todo resistir el ímpetu

de la tierra, el saqueo

del cielo. Y se nos barre

la vista, es nuestro cuerpo

mercado franco, nuestra voz vivienda

y el amor y los años

puertas para uno y para mil que entrasen.

Sí, tan sin suelo siempre

cuando hoy andamos por las viejas calles

el talón se nos tiñe

de uva nueva, y oímos

desbordar bien sé qué aguas

el rumoroso cauce del oído.



Es la alianza: este aire

montaraz, con tensión de compañía.

y a saber qué distancia

hay de hombre a hombre, de una vida a otra,

qué planetaria dimensión separa

dos latidos, qué inmensa lejanía

hay entre dos miradas

o de la boca al beso.

¿Para qué tantos planos

sórdidos, de ciudades bien trazadas

junto a ríos, fundadas

en la separación, en el orgullo

roquero?

Jamás casas: barracas,

jamás calles: trincheras,

jamás jornal: soldada.

¿De qué ha servido tanta

plaza fuerte, hondo foso, recia almena,

amurallado cerco?

El temor, la defensa,

el interés y la venganza, el odio,

la soledad: he aquí lo que nos hizo

vivir en vecindad, no en compañía.

Tal es la cruel escena

que nos dejaron por herencia. Entonces,

¿cómo fortificar aquí la vida

si ella es solo alianza?



Heme ante tus murallas,

fronteriza ciudad a la que siempre

el cielo sin cesar desasosiega.

Vieja ambición que ahora

solo admira el turista o el arqueólogo

o quien gusta de timbre y blasones.

Esto no es un monumento

nacional, sino luz de alta planicie,

aire fresco que riega el pulmón árido

y lo ensancha, y lo hace

total entrega renovada, patria

a campo abierto. Aquí o hay costas, mares,

norte ni sur: aquí todo es materia

de cosecha. Y si dentro

de poco llega la hora de la ida

adiós al fuerte anillo

de aire y oro de alianza, adiós al cerro

que no es baluarte, sino compañía,

adiós a tantos hombres

hasta hoy sin rescate. Porque todo

se rinde en derredor y no hay fronteras,

ni distancia, ni historia.

Sólo el voraz espacio y el relente de octubre

sobre estos altos campos

de nuestra tierra.

        De Alianza y condena, 1965.

***


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