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sábado, 5 de agosto de 2023

UNA HUMILDE PROPUESTA

Fuente: Wikipedia

 No es que quiera dedicarme al comentario político ni tampoco robarle el título al famoso y corrosivo cuento de Swift, pues no hay sentido irónico en lo que voy a expresar ni pretensión alguna de convertirme en analista político (actividad muy alejada de mis inclinaciones). Hecha esta aclaración, voy directamente a mi propuesta, aunque más que una propuesta es una reflexión en voz alta sobre elecciones, resultados, acuerdos y consecuencias.

Un parlamento, un senado, una cámara de representantes es el producto directo de unas elecciones; es decir, en ese grupo de personas se encuentran proporcionalmente representadas las formaciones políticas que han concurrido a las elecciones y han obtenido el suficiente número de votos como para alcanzar al menos un escaño. Después, las leyes, decretos y demás legislación que en ese espacio se aprueben serán el resultado de la votación de quienes allí se encuentran. 

Esto quiere decir que una norma aprobada, sea la que sea, no es otra cosa que el resultado de que una parte mayoritaria de las personas de esa asamblea se hayan puesto de acuerdo, tácita o implícitamente, en votar a favor de la propuesta; y ese grupo de personas, a su vez, no es otra cosa que una representación de la parte proporcional de la población un país. 

Este es el juego parlamentario que mayoritariamente aceptamos votantes y abstencionistas. A cada cual corresponderá saber por qué vota lo que vota o se abstiene de votar. La cuestión es que aceptamos el resultado de los acuerdos y desacuerdos a los que se pueda llegar dentro de la cámara de representación porque, en lo esencial, creemos que representan proporcionalmente, con mayor o menor fortuna, a la población que vive y trabaja fuera de esa cámara. 

Si esto es así, ¿por qué no son igualmente representativos de toda la población votante los gobiernos? ¿No sería más democrático que estuvieran compuestos en función de la proporción de votos obtenida en las urnas? Y no me refiero con más democráticos a que tengan tantos cargos como la proporción de votos les corresponda, sino a algo más profundo. Me refiero a que un grupo de personas con ideologías diferentes, con convicciones políticas distintas, estaría necesariamente obligada a tomar decisiones después de haber intercambiado argumentos y diferencias hasta alcanzar decisiones en las que se tuvieran en cuenta todos los puntos de vista.

No hablo de pragmatismos, sino de una comunidad de diálogo en la que todas las decisiones se toman desde la aceptación de que cada uno de los miembros que componen el grupo tienen las mismas pretensiones de veracidad y quieren contribuir desde sus formación, capacidad y perspectiva al bien común. Esto es, una auténtica comunidad de diálogo.

Puede pensarse que es una propuesta un tanto extravagante; sin embargo, si bien de manera menos reglada, es así como actuamos en la vida cotidiana, ya sea en las reuniones del vecindario de una comunidad, en el claustro de un centro educativo o en una asamblea de fábrica... En todas ellas se encuentran personas de todas las creencias y convicciones, hablan si quieren hablar, y en todas ellas se alcanzan a acuerdos.

Tal vez un gobierno que fuera capaz de funcionar acogiendo proporcionalmente todas las tendencias expresadas por la población podría gozar de una mayor credibilidad y limar el desafecto que sufre la clase política por parte de una proporción importante de la ciudadanía. Tal vez el encontrarse involucrados en una tarea colectiva les llevara a percibirse como grupo que trabaja en una causa común. Incluso es posible que aumentara la participación electoral, pues la población sabría que aquello que vota, de alguna manera, va a estar representado en los órganos administrativos que toman decisiones. 

Tal vez.

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