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Esa es la tarea que emprendió Yanagi, filósofo, crítico de arte, investigador y fundador del movimiento mingei.
El libro es una recopilación de artículos escritos entre 1920 y 1960, producto de sus trabajos sobre lo que aquí conocemos como artesanía popular y su esfuerzo por preservar los objetos materiales de distintas épocas mediante la creación de instituciones y museos donde quedaran protegidos y estuvieran a disposición de especialistas para su estudio.
Su pensamiento queda recogido de manera más evidente y sistemática en el segundo capítulo, el que lleva por título La belleza de los objetos misceláneos. De él extraigo algunas citas, con las que me siento plenamente identificado, a pesar de que yo no sea un admirador incondicional de la artesanía popular. Ocurre que cuanto afirma sobre este arte popular, es extensible a cualquier otra forma de la vida cotidiana, de la que me declaro firme defensor.
No hay manera de evitar la realidad ni de escapar de ella, pues el único propósito de estos objetos es satisfacer las necesidades de la gente.
Lo útil y lo bello no constituyen universos separados. ¿quién puede decir que el espíritu y la materia no son uno?
La belleza que apreciamos en ellos es honesta y sincera, una expresión de humildad. Hoy, cuando todo tiende a lo frágil y enfermizo, la belleza de los objetos comunes supone una bendición y un motivo de regocijo.
No existe ninguna herramienta creativa comparable a la mano humana. Sus movimientos naturales alumbran toda clase de cosas bellas. Ninguna máquina, no importa cuán potente sea, puede igualar esa libertad de movimientos.
Para estudiar los principios de la belleza, es necesario acercarse a este mundo, el mundo de las cosas ordinarias, conocidas por todos.
Creaciones que no son posesiones individuales, pues su gloria es compartida por todos.
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La editorial ha liberado un pdf con las primeras 26 páginas del libro.
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