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viernes, 16 de abril de 2021

RECUERDOS DE LA INFANCIA


 Ya están aquí los racimos blancos de las robinias

No son árboles especialmente grandes, ni robustos, ni estilizados, pero sus racimos de flores me gustan especialmente porque me hacen recordar el tiempo de la primera escuela en la que estuve, en Toledo. 

Tenía cuatro o cinco años y ninguna obligación. Mi padre era maestro en una escuela unitaria y el día que me despertaba iba con él, el día que me quedaba dormido permanecía jugando en casa y trasteando alrededor de mi madre. 

Un día de primavera de los que sí me había despertado, mientras estábamos unos cuantos de los más pequeños mirando embobados los racimos de una falsa acacia, se acercó mi padre, cogió uno y se lo llevó a la boca.

—Hala, tu padre se está comiendo el árbol —me dijo un compañero del que ya no recuerdo el nombre.

—Son dulces. ¿Queréis?

Y allí nos pusimos todos con los brazos extendidos, reclamando cada uno el nuestro.

Mucho más tarde aprendí que tanto las hojas como las semillas son tóxicas, pero para entonces ya había adquirido la costumbre de aquilatar las primaveras probando el primer racimo de flores que me encontrara. Como si el dulzor mayor o menor de sus flores me indicara el grado de generosidad con que se iba a mostrar la nueva estación ese año.


Por cierto, la miel que elaboran las abejas con el polen de sus flores se conoce como miel de acacia.

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