Editorial |
El diccionario del mentiroso es una deliciosa historia en la que cohabitan dos protagonistas: un lexicógrafo de finales del siglo XIX y una lexicógrafa actual. El primero trabaja para un diccionario enciclopédico exitoso, lleva toda su vida fingiendo que cecea, aunque curiosamente está al cargo de las palabras que empiezan por ese, es extraordinariamente patoso para las relaciones sociales y se llama Winceworth, lo que también tiene su gracia. La segunda trabaja en ese mismo diccionario enciclopédico, bueno es la única persona que trabaja en él, de hecho es becaria, y ha sido contratada para digitalizarlo, porque, vamos a ver, ¿quién quiere un diccionario enciclopédico en la era de internet?
La trama se nos presenta de forma paralela. Los capítulos se van alternado: uno para Winceworth y otro para Mallory; uno nos cuenta lo que pasaba hace más de un siglo y el siguiente lo que ocurre hoy. Así se van descubriendo misterios y se van yuxtaponiendo apariciones. Dos vidas muy distintas entrelazadas por una misma actividad... y por unas llamadas telefónicas amenazantes.
La abrumadora tarea de Mallory va a consistir en descubrir y eliminar todas las entradas ficticias, las mountweazel, que su predecesor, muy creativo y juguetón, fue colocando para poder definir todo tipo de situaciones, estados de ánimo y demás, que no encontraban definición en el resto de los diccionarios, y es que el lenguaje, ya lo sabemos, tiene muchas lagunas. También tendrá que atender las llamadas cada vez más amenazantes de un hombre que está apopléjico perdido por la nueva definición de matrimonio que incluye el swansby (Swansby es el nombre del diccionario enciclopédico).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Este blog es personal. Si quieres dejar algún comentario, yo te lo agradezco, pero no hago públicos los que no se atienen a las normas de respeto y cortesía que deben regir una sociedad civilizada, lo que incluye el hecho de que los firmes. De esa forma podré contestarte.