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jueves, 24 de diciembre de 2020

EL ASNO DE ORO, Apuleyo

Librerías que lo tienen.
Habiendo tantas novelas en la actualidad ¿por qué deberíamos ocupar un par de tardes leyendo El asno de oro, una historia de hace casi dos mil años que ni tan siquiera parece estar dentro del canon clásico?

Bueno, lo del canon es más que discutible. No así el hecho de que sea la primera "novela" de la historia de la literatura occidental. Y aunque este dato no aporte peso al argumento, no deja de tener su atractivo y hasta su morbo.

Pero la razón principal, o al menos mayoritaria —en el sentido de que la mayoría de la gente quiere leer cosas que la entretengan— , es que se trata de una historia muy divertida: un joven y engreído Lucio, aguijoneado por la curiosidad, prueba un ungüento mágico que lo transforma en burro. A partir de ahí, se suceden todo tipo de aventuras.

Dentro de la historia principal, la del asno y sus múltiples peripecias y desgracias, se van insertando otras muchas, cuentos de carácter realista en los que el engaño y las travesuras sexuales de sus protagonistas marcan el tono de los mismos. 

Dentro de esas historias insertadas, sin duda, la más famosa y la que mayor eco ha tenido, es el cuento de hadas que narra la historia de Psique y Eros. Tanto es así, que ha pasado a formar parte de la mitología clásica, siendo como es creación de Apuleyo, y ha servido de inspiración a una pléyade de artistas. Aunque solo contuviera esta historia, El asno de oro ya sería digno de ser leído. 

Irreverente en ocasiones e imaginativa siempre, la obra de Apuleyo es una pequeña obra maestra, anticipo de las novelas picarescas. Además, como nos recuerdan las divertidas y sabias lectoras Ellen Berthoud y Susan Elderkin, es un estupendo remedio para sanar el exceso de confianza en uno mismo. Ahí queda eso.

Y de tanto en tanto, te puedes encontrar con alguna máxima para que la rumies durante un rato: 

El hombre no es feliz cuando nadie tiene noticias de sus riquezas.

Hasta entre los muertos sigue en vida la avaricia.

Una cosa que nadie sabe, no llega a ser auténtica realidad.

No quiero terminar sin aludir a uno de los pasajes que más me divierte. Es el de Júpiter convocando a todos los dioses a una asamblea. Pero por lo que vas a leer, las asambleas celestiales debían de ser muy similares a las humanas, porque la convocatoria la hizo recordando que si alguno faltara a la cita divina incurriría en una multa de diez mil sestercios. Esta amenaza hizo que se llenara enseguida el anfiteatro del cielo.

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