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domingo, 18 de octubre de 2020

HORACIO Y OMAR JAYAM

 Menéndez Pelayo con su Horacio en España (1885) dejó un soberbio y grandioso estudio sobre la influencia de Horacio en la literatura española. Gilbert Highet, medio siglo después, realizó otra proeza cuando en 1949 dió a los estudios clásicos su no menos impresionante y provechoso La tradición clásica. Gracias a ellos, aunque no solo a ellos, sabemos de la larga y rica influencia de la obra horaciana en la literatura posterior. Pero estamos hablando de literatura occidental, es decir, literatura que se ha creado a partir de la literatura greco-latina. 

Lo que sí resulta verdaderamente sorprendente es el caso del poeta persa Omar Jayam (1048-1131). ¿Conocía la obra de Horacio? ¿La había leído? El latinista Vicente Cristóbal —haciéndose eco de un artículo de H. E. Mierow, que no acaba de aportar datos fehacientes sobre el tema— se pregunta si esa notoria coincidencia en el tratamiento del carpe diem y el locus amoenus se debió, acaso, a la influencia que la obra de Horacio pudo haber tenido sobre Jayam. 

No voy a recoger todos los ejemplos que Cristóbal cita —siempre a partir de la traducción de Christovam de Camargo, Losada, 1967—. Creo que estos dos son  suficiente muestra para dejar constancia, cuando menos, de la coincidencia del tratamiento y las imágenes:

La número 7:

Contempla
la caravana de la vejez,
ve cómo galopa,
¡observa
ese ritmo espantoso!
¡Compañero!
¡Aprovecha
esos instantes fugaces
para hundirte
en las delicias de la vida,
para desvanecerte
en las delicias del amor!
En cuanto a ti,
siervo,
¿por qué vives cavilando,
por qué te atemoriza
la problemática resurrección
anunciada
para un cierto día del mañana?
Trae la copa,
pues la noche
pronto
llegará a su fin...


La número 60:

¡Querida de mi alma
tienes la suavidad
de un resplandor de luna!

¡Toma el cántaro de vino,
empuña la copa
y ve al jardín verdeante
a esparcirte
junto al río murmurante!


El mundo burila diariamente,
con aterciopelados regazos
de mujeres fascinantes,

copas y cántaros,
¡cien y mil veces!

Dice el profesor, traductor y latinista que casi infiintas son las muestras del carpe diem, formuladas en cercanía de imágenes con las de Horacio. Sería interesante que algún trabajo futuro arrojara luz sobre esta coincidencia.

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