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La historia empieza en Sumer es uno de esos libros maravillosos que ayudaron a toda una generación a descubrir los inicios de la civilización; que entusiasmó a quienes ni tan siquiera sabíamos colocar en el mapa ciudades como Kish, Uruk, o Lagash; que deslumbró a quienes renegaban de la Historia Antigua, y que hizo ver a los amantes de la cultura antigua egipcia que la Antigua Mesopotamia podía ser tan apasionante y atractiva como el Egipto de los faraones.
Clásico de la historiografía moderna, es, sin ninguna duda, uno de los libros de divulgación histórica que más ha hecho por despertar el interés hacia esta ciencia en la juventud de los años sesenta y setenta, comparable a títulos como Dioses, tumbas y sabios o El otoño de la Edad Media, y tan imprescindible como ellos. Para quien no tenga ningún aprecio por la divulgación histórica, debo decir que se lee como un cuento.
Lo que hizo Kramer fue un ímprobo trabajo de traducción de tablillas de escritura cuneiforme. Con el material que recogió, organizó diferentes apartados para ofrecernos un cuadro vívido e interesantísimo de lo que era la vida en Sumeria, desde la escuela hasta las creencias religiosas, desde la organización político-administrativa hasta los primeros conocimiento científicos.
Aquí se pueden leer historias tan entrañables —cito títulos de capítulos— como la de El primer ejemplo de "pelotilla" en la escuela, La primera edad de oro imaginada por el hombre, El primer parlamento, El primer caso de plagio literario, El primer Noé, La primera ética, El primer canto de amor..., del que os dejo el texto (de mayor interés literario que cuantos escribió Enheduanna, pero de esta no sabemos el nombre):
Esposo, amado de mi corazón.
Grande es tu hermosura, dulce como la miel.
León, amado de mi corazón,
grande es tu hermosura, dulce como la miel.
Tú me has cautivado, déjame que permanezca temblorosa ante ti;
Esposo, yo quisiera ser conducida por ti a la cámara.
Tú me has cautivado, déjame que permanezca temblorosa ante ti;
león, yo quisiera ser conducida por ti a la cámara.
Esposo, déjame que te acaricie;
mi caricia amorosa es más suave que la miel.
En la cámara llena de miel,
deja que gocemos de tu radiante hermosura;
león, déjame que te acaricie;
Mi caricia amorosa es más suave que la miel.
Esposo, tú has tomado tu placer conmigo;
díselo a mi madre, y ella te ofrecerá golosinas;
a mi padre, y te colmará de regalos.
Tu alma, yo sé cómo alegrar tu alma;
esposo, duerme en nuestra casa hasta el alba.
Tu corazón, yo sé cómo alegrar tu corazón;
león, durmamos en nuestra casa hasta el alba.
Tú, ya que me amas, dame, te lo ruego, tus caricias.
Mi señor dios, mi señor protector,
Mi Shu-Sin, que alegra el corazón de Enlil,
dame, te lo ruego, tus caricias.
Tu sitio dulce como la miel,
te ruego que pongas tu mano encima de él,
pon tu mano encima de él como sobre una capa-gishban,
cierra en copa tu mano sobre él
pon tu mano encima de él como sobre una capa-gishban,
cierra en copa tu mano sobre él
como sobre una capa-gishban-sikin.
Éste es un poema-balbale de Inanna.
Éste es un poema-balbale de Inanna.
Pero Kramer no nos ofrece las traducciones sin más, sino que nos cuenta la aventura de cómo dio con los textos, dónde y en qué estado se encontraban, el significado que tenía ese descubrimiento o esa traducción primera en su momento (estamos hablando de los años 50) y nos sitúa en el contexto histórico en que fueron escritas aquellas palabras. Una delicia.
Alianza Editorial realizó hace pocos años una nueva edición prologada por el especialista en Historia Antigua, Federico Lara Peinado. Él mismo es entrevistado para comentar las cualidades del autor y las del libro en este breve programa de la UNED:
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