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viernes, 10 de enero de 2020

LUIS GONZÁLEZ FUSTER

Es cierto, a veces pasan estas cosas. Uno va a hacer la compra a la tienda de abajo y, de repente, en la caja, escucha cómo el cliente anterior le dice a la cajera: Si quieres te traigo uno y te lo dedicoY uno, que es un poco curiosón y a veces se mete en conversaciones que no le pertenecen, tercia en el asunto y se entera de que el cliente que estaba delante acaba de publicar una novela. 

Unos días después, ahí estábamos él y yo rajando delante de un café. El autor es Luis González Fuster. Hace cuatro años decidió dejar el trabajo y se prejubiló con 53 años. Inquieto y aguijoneado por las ganas de aprender, se matriculó en Historia del Arte y anda feliz estudiando lo que no pudo estudiar en su juventud y descubriendo otros paisajes artísticos y arquitectónicos con un grupo de compañeros. 

Pero los estudios no son todo y una inquietud más poderosa y personal terminó aflorando: la escritura. Y es que, en palabras de Juvenal, la incurable comezón de escribir se apodera de muchos, y cuando se ha apoderado de nosotros, todo cuanto podemos hacer es intentar expresar lo mejor que podamos aquello que tenemos que contar.

Y lo que tenía que contar, de momento, era una historia que comienza en la guerra civil española y llega hasta la actualidad. Tres mujeres pertenecientes a tres generaciones consecutivas —abuela, madre, hija— son las protagonistas de esta narración que acaba de ver la luz hace unos días. 

Seguimos hablando de la novela y de las fotografías que seleccionó él mismo para que ilustraran la portada y la contraportada, y de posibles presentaciones, y de cuando vino a trabajar a Donosti, y de la ilusión que le hace haber publicado, y de las tres líneas nuevas de trabajo que tiene abiertas... Y de muchas cosas más que la grabadora no registró porque yo no había metido la tarjeta.

Pero lo verdaderamente importante es que contamos con un autor más, que alguien sentía la necesidad de contar una historia y ha encontrado el modo y la manera de hacerlo, que otra persona más, como él mismo reconoce en la última dedicatoria, ha descubierto las palabras para ser un poco más libre. Bienvenido, Luis, al territorio universal de las letras.

Editorial

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