En esta iglesia, mientras andaba yo fotografiando la hermosa tribuna que separa la parte reservada a los fieles del coro, reservado a quienes ofician, me saludó un pastor protestante, me dio la mano y, poco después, me encontré con una exposición de la artista Gaby Kretz, quien había repartido sus alegres figurillas por toda la iglesia y creaban un ambiente francamente acogedor —podéis ver muchas más en la página de Kretz—
Al salir de la iglesia, uno se encuentra en la plaza del mismo nombre, y allí se encuentra otra figurilla, esta más realista y formal. Se trata de la estatua del químico francés Ch. A. Wurtz (1817-1884), un personaje ilustre de quien nunca había oído hablar, pero que me llamó la atención por la cita grabada en el pedestal.
Por si no alcanzáis a leerlo: La Química es una ciencia francesa. Uno queda un poco impactado ante semejante alarde de nacionalismo. Pero no es así. Allí mismo acudí a Wikipedia para saber quien era y por qué había destacado el tal Wurt, y al final del artículo se aclara que la frase con la que abrió su Dictionnaire no era nada más que un reconocimiento al gran Lavoisier como padre de esta disciplina. Vamos, una metáfora para indicar el surgimiento formal de esta disciplina.
Me puse a mirar con menos recelo la estatua que la ciudad de Estrasburgo le ha levantado y entonces descubrí otro elemento llamativo. ¿Lo veis? Arriba, en su mano derecha. ¿No? Bueno, en esta otra imagen podréis verlo:
Lo curioso es que no pertenece a la escultura. Es un añadido reciente del que no he podido averiguar nada. Podemos pensar que se trata de una pequeña y simpática broma de los estudiantes de la Facultad de Químicas para que el señor Wurtz tenga compañía en los fríos y largos inviernos. O tal vez una alusión simbólica a la reacción que lleva su nombre. Sea lo que sea, ahí está ella, juguetona e infantil, rompiendo la seriedad del hombre de ciencia y de quienes imaginaron su estatua.
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