Fuente: The Daily Beast |
Se ofrecen 300.000 marcos por mensajes que conduzcan a la recuperación de esta pequeña pintura. Más abajo, un teléfono al que llamar y la garantía de confidencialidad.
Este cartel de "Se busca" apareció empapelando las paredes de las calles de Berlín en 2001. Por si alguien ha reconocido la cara de la persona que aparece en él es conveniente decir que no "se buscaba" a Francis Bacon, que para entonces llevaba muerto casi un década, sino un retrato de él —igual al que aparece en la imagen, pero en color— realizado por Lucian Freud.
En 1988 se expuso en aquella ciudad una muestra de la obra del pintor inglés, nieto del creador del psicoanálisis. Cuando había transcurrido un mes, un visitante se dio cuenta de que al comienzo de la exposición había un hueco donde aparentemente debería existir un cuadro. Faltaba poco tiempo para cerrar y no había ningún vigilante en la sala. Al fin encontró un trabajador del museo y le preguntó por el caso. Allí faltaba, efectivamente, una obra.
Gran follón. Aviso a la dirección. Aviso a la policía. Cierre de salidas del museo. Registro e interrogación de asistentes. Nada. Demasiado tarde. Con las primeras averiguaciones se supo que la sala llevaba sin vigilancia desde las 11 de la mañana, prácticamente todo el día. En realidad, cualquier persona con un pequeño destornillador para desmontarlo podía habérselo llevado metido en un bolsillo, pues era de muy pequeño tamaño. Bochorno monumental de la dirección. Nunca más se supo nada de él.
Trece años después, en 2001, la Tate Gallery, propietaria del cuadro, estaba preparando una gran retrospectiva de Freud. A Andrea Rose, del British Council, y a su marido, William Feaver, comisario de la futura muestra, se les ocurrió la idea del cartel y se la contaron a Freud, a quien le encantó. Él mismo lo diseñó con la intención de que fuera lo más sencillo y parecido posible a los carteles del lejano oeste que reclamaban forajidos.
Todos ellos pensaban que quien se lo hubiera llevado posiblemente estaría dispuesto a cambiarlo por la hermosa cifra de dinero que se ofrecía. Se imprimieron las copias y se distribuyó por la ciudad. Nada de nada. La retrospectiva londinense tuvo que realizarse sin el retrato que Freud había realizado a su amigo Bacon en 1952.
Detrás de la anécdota y de las buenas intenciones, parece leerse además una cierta humorada. Al fin y al cabo, lo que se representa es el reclamo de una persona al más puro estilo del oeste. Si añadimos que en la época final las buenas relaciones entre ambos se habían enfriado mucho, se puede entender incluso como la expresión de un deseo subliminal por recuperar lo que años atrás se había perdido. Cosas de artistas.
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