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miércoles, 16 de diciembre de 2015

LA ESPANTOSA SENSIBLERÍA NAVIDEÑA

Vaya por delante que me encantan las vacaciones, sean estas en invierno, en verano o cuando quiera que sean. Tiendo de forma natural a la pereza, entendida como manera de estar en el mundo haciendo aquello que más me satisface, suponga o no esfuerzo de cualquier tipo, tal y como la podían entender Lafargue, Stevenson o, actualmente, Black

Es decir, me encantan las navidades porque me permiten disponer de un tiempo que gestiono yo y puedo dedicarme, sin las premuras de los horarios obligatorios, a lo que me dé la gana. Es más, ni tan siquiera me molesta el ornato típicamente navideño o la intensidad religiosa con que la puedan vivir las personas creyentes, que el que yo no lo sea no me impide respetar las de los que sí lo son.

Lo que soporto cada vez peor es la ceremonia vacía, el hábito repetitivo y huero, la afectada formalidad de las maneras, el insoportable llamamiento a la felicidad con frases impersonales y copiadas que se reproducen hasta el mareo a través de redes sociales, correos electrónicos, guasapes y demás medios centuplicadores del ruido. Del ruido y la furia feliciana.

Si hace años podía hacerme cierta gracia recibir una postal navideña escrita a mano y con un mensaje más o menos convencional, pero casi siempre personal, ahora no me hace ninguna abrir el dispositivo que sea y tener que ir eliminando mensajes escritos por algún publicista que al amigo, familiar, conocido o desconocido de turno le ha encantado y va y me lo endilga, como si fuera la obra de arte más hermosa del mundo.

Y lo que peor llevo es esa incoherencia terca y contumaz de los mensajes de los medios y los amigos laicos, o incluso agnósticos militantes, que en cuanto se aproximan las fechas te impelen a la felicidad, a la bondad y a los buenos sentimientos, como si el poder disfrutar de la felicidad, actuar de forma correcta o tener sentimientos positivos fueran patrimonio de una época determinada del año. Tanta sensiblería navideña me abruma y me agría el carácter.

No tengo el dinero del señor Scrooge, ni el negocio de la persona en la que se inspiró Dickens para inventarlo. Creo, incluso, que, en general, soy generoso, tengo confianza en la gente, me inclino hacia los proyectos colectivos y solidarios, y hasta puedo emocionarme tontamente con relatos y películas sensibleras. Pero cuando llega el empalago sentimental de esta época, como a Srcooge, el frío me hiela mis cada año más viejas facciones y huyo de la edulcorada e irracional parafernalia navideña.

Si alguien quiere felicitarme por algo, que sea por lo que estime que soy yo o por el trabajo que hago. Que no sea porque nos acercamos al 25 de diciembre o al 1 de enero. Muchas gracias.

3 comentarios:

  1. Ya te digo... tienes más razón que un santo! :-)

    Saludos!!

    IbonC

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  2. Kaixo Jesus!!Ados eta Uzten dut "Zoriontasun" bonbardeo honek ez dizula izaera mikaztu (eskerrak). OSASUNA gaur, bihar, otsailean eta...aurrerago.
    Besarkada bat ta ez ireki txorradak!!!
    Karmen.

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  3. Eskerrik asko bioi hemen zuen iritziak uzteagatik... eta oporrak baldin badituzue, ondo pasa.

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