Para Irene y todos sus enanitos.
El poeta departe con caballito de papel |
que la nieve sólo tenga sentido
mientras el copo va cayendo.
Tal vez no necesitemos
una mano ajena que nos sostenga
ni una voluntad que nos impulse
a no ser que sea la nuestra.
Tal vez no seamos solamente
un mero adorno, un capricho
insustancial y pasajero.
Tal vez.
Pero a mí me faltan las travesuras
de los enanitos del taller,
sus saltos y sus cabriolas,
su enredarse entre las piernas,
su lengua descarada y jovial,
su rodar ladera abajo
sin saber a ciencia cierta
si se trataba de un accidente
o de un juego,
y por eso parece que el paisaje
se haya escondido.
Tal vez no sea cierto
que todas las certezas sean verdad
ni que todos los cuentos sean mentira.
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