Hay días que además de ser especialmente generosos son también profundamente cambiantes, capaces de comenzar con una impenetrable niebla que deja su humedad en forma de ornamento perlado en una humilde telaraña y arroja a los caracoles con su proporción aúrea a cuestas a peligrosos caminos transitados por seres humanos.
Mientras tanto, agua, atmósfera y vegetación ofrecen un espectáculo propio de acuarelista y ensoñaciones románticas.
Cuando, por fin, la luz rasga todos los velos, aparecen incontables matices del verde que se replican en la pulida superficie acuática.
Y van apareciendo sencillos silabarios kana o delicadas pinturas chinas sobre seda, que envían hermosos mensajes vitales desde el agua
a los dientes de león, quienes, una vez interpretados, se encargarán de esparcirlos con la aquiescencia del viento.
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