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domingo, 6 de octubre de 2024

AUTUMN, H.24, Frank Bridge


Tal vez Frank Bridge (1879-1941) esté un poco olvidado, es cierto, pero piezas como este Otoño merecen que lo recordemos.

Otoño lo compuso 1903, es decir, cuando todavía no había cumplido los 24 años. Tiene texto de Shelley y es, en esencia, un canto fúnebre por el paso del verano y la pérdida del florecimiento de la naturaleza. Este es el poema cuya letra canta el coro:


AUTUMN: A DIRGE

                                    I.

The warm sun is failing, the bleak wind is wailing,
The bare boughs are sighing, the pale flowers are dying,
                         And the Year
On the earth her death-bed, in a shroud of leaves dead,
                         Is lying.
                         Come, Months, come away,
                         From November to May,
                         In your saddest array;
                         Follow the bier
                         Of the dead cold Year,
And like dim shadows watch by her sepulchre.

                                    II.

The chill rain is falling, the nipped worm is crawling,
The rivers are swelling, the thunder is knelling
                        For the Year;
The blithe swallows are flown, and the lizards each gone
                       To his dwelling;
                       Come, Months, come away;
                       Put on white, black, and gray;
                       Let your light sisters play—
                       Ye, follow the bier
                       Of the dead cold Year,
And make her grave green with tear on tear.



Que Rafael Lobarte traduce así: 


Ya desfallece la calidez del sol y se lamenta el frío viento, 
las doradas ramas suspiran, mueren las pálidas flores, 
y el año 
sobre la tierra, su mortuorio lecho, mortaja de hojas secas, 
se tiende. 
Venid, oh meses, venid 
de noviembre a mayo 
con vuestras tristes galas; 
seguid el féretro oscuro 
del frío año que ha muerto, 
y velad junto a su sepulcro como negra sombras. 

Ya cae la fresca lluvia, ávido el gusano se arrastra, 
se hinchan los ríos, el trueno toca a difuntos 
por la muerte del año; 
vuelan las golondrinas gozosas, huyen las veloces lagartijas 
en busca de morada. 
Venid, oh meses, venid, 
blancos, grises o negros; 
dejad que vuestras hermanas ligeras continúen su juego, 
y vosotros seguid el féretro oscuro 
del frío año que ha muerto, 
y lágrima a lágrima, reverdeced su tumba.


Como podéis ver, el texto hace hincapié en el tópico del otoño como decadencia, como muerte de la naturaleza. No en vano, en las culturas antiguas y algunas actuales el fin del año viene marcado por esta estación y es en otoño cuando todas ellas se embarcan en el ritual de la muerte y dedican algún a los muertos. Es, pues, una elegía, un canto fúnebre, tal y como dice el título del poema de Shelley —a dirge—, por el amortajamiento de la naturaleza. 

Eso es lo que canta el coro y, sin embargo, el poder envolvente de la música y sus caricias emocionales hacen que no sintamos ninguna tristeza, ninguna pena. Si nos dejamos arrastrar solamente por las notas musicales todo colabora sensitivamente para que nos sintamos bien. A eso es a lo que me refiero cuando hablo del poder sanador de la música. 

Que ella os sea favorable.

***


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