Editorial |
Nacido en Vitoria, ciudad ya medio castellana, de padre alavés y madre montañesa, pareció juntar en su persona los opuestos caracteres de las dos razas que desigualmente se reparten el Norte de España, y fue perseverante y tenaz como el euskaro; astuto, cauteloso y sutil como el cántabro. Así acertó a atravesar con fama de hombre honrado y de buen caballero el calamitoso siglo XIV, sin mancharse, como casi todos sus contemporáneos, con actos de brutal fiereza, sin cometer ninguna acción positivamente indigna, pero sin descuidar un punto el propio provecho, sacando partido hasta de sus desgracias y reveses, para acumular sin tasa, pero también sin escándalo de nadie, señoríos, alcaldías, tenencias, heredamientos y buena cantidad de sonantes doblas; con lo cual, de pobre solariego del Norte, vino a ser prócer opulentísimo, canciller del Reino y árbitro de los destinos de Castilla, haciendo sus evoluciones políticas tan a punto y con tal destreza y tan aparente color del bien público, que el mismo Maquiavelo le hubiera saludado como aventajadísimo precursor teórico y práctico de sus máximas y aforismos, principalmente en lo de bordear los límites de la inmoralidad sin caer resueltamente dentro de ella. Su larga vida (1332-1406), que le permitió alcanzar cinco reyes en Castilla, fué una obra maestra de engrandecimiento y medro personal, una verdadera obra de arte más interesante que su Rimado de Palacio, aunque menos noble y severa que sus Crónicas. Es cierto que la fortuna no le desamparó nunca, pero fué porque él supo forzar a la fortuna y someterla a la fría combinación de sus cálculos, que no le fallaron ni una vez sola, porque iban fundados en profunda observación de la naturaleza humana. Quien escriba la historia de nuestra Edad Media, verá en él el primer tipo de hombre moderno Antología de poetas líricos castellanos, vol I, p 346).
Casa solar en Quejana. Es visitable. Fotografía tomada desde La robleda de los sueños. |
López de Ayala no era el Arcipreste, ni tenía su frescura ni su gracejo. Mientras que el Arcipreste es un hombre que se mezcla con el pueblo llano y tiene un estilo vivo, lleno de humor, el Canciller es un hombre metido en política, que conoce bien lo que se cuece detrás de las bambalinas del poder y lo denuncia con clara intención moral y aleccionadora.
Posiblemente hoy lo que más nos interese y nos atraiga de su Rimado (8200 versos escritos en su mayor parte en cuaderna vía) sean los capítulos Del governamiento de la república, De los mercadores, De los letrados, De la guerra, De la justiçia, De los fechos del palaçio; en fin, todo eso que mejor conocía y que más le preocupaba. Tomo el ejemplo donde habla de la guerra, ya que es el más corto y puedo ofrecerlo completo (el libro entero lo podéis leer en la Biblioteca virtual Miguel de Cervantes):
Cobdician caballeros las guerras de cada día,
por levar muy grant sueldo e doblar la cuantía;
e fuelgan cuando la tierra veen en robería
de ladrones e cortones que traen en compañía.
Olvidado han a los moros e las sus guerras fazer,
que en otras tierras llanas asaz fallan que comer:
unos son ya capitanes, otros enbian correr,
sobre los pobres sin culpa se acostumbran mantener.
Los cristianos han las guerras, los moros están folgados,
en todos los más regnos ya tienen reyes doblados;
e todo aquesto viene por los malos nuestros pecados,
ca nos somos contra Dios en todas cosas errados.
Los que solían las tierras con los sus bueyes labrar,
todos toman ya armas e comiençan a andar,
a robar las pobres gentes, e así las fazen hermar:
Dios solamente es Aquél que esto podría emendar.
Non pueden usar justiçia los reyes en la su tierra,
ca dizen que lo non sufre el tal tiempo de guerra:
asaz es engañado e contra Dios mucho yerra
quien el camino llano desanpara por la sierra.
Y un par de estrofas sobre la jefatura eclesiástica:
Agora que el papadgo es puesto en riqueza,
de le tomar qualquiera no l' toman grant pereza;
maguera sean viejos, nunca sienten flaqueza,
ca nunca vieron papa que muriese en pobreza.
En el tiempo muy santo non podían aver
uno que este estado se treviese a tener;
agora , mal pecado, ya lo podedes ver
do se dan a puñadas quién podrá papa ser.
Para contextualizar la obra es conveniente recordar que la época en que vive y escribe López de Ayala es la de la guerra civil entre seguidores de Pedro I y su hermanastro Enrique II, que a su vez se encuadra dentro de la más amplia guerra de los Cien Años; sin olvidar que es también la época del famoso Cisma de Occidente, que ocasionó una gran tensión en la sociedad de la época y llegaron a convivir hasta tres papas al mismo tiempo. No es de extrañar que ante esta situación el tono del Canciller fuera un tanto pesimista.
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