Editorial |
La banda sonora de El espesor de la herida se adentra en la penúltima sección del poemario y la creación de Ivan G.M. alcanza la excelencia. No es que la composición que ha realizado me parezca la mejor de las posibles, es que me ha dado pena tener que grabar sobre ella y que no podáis disfrutarla por sí misma. Es una auténtica cantata del dolor que recoge y expresa en toda su intensidad el dolor y las consecuencias que de él se derivaron, tal y como el poema cuenta.
"Verano del 36" es el texto más duro de todos cuantos conforman el poemario, porque cuenta un hecho real que no es una excepción ni un caso aislado. Estos hechos se producen en todas las guerras, aunque nunca sean noticia en ninguna. Son la cara oculta de todas ellas y su aspecto más feroz e inhumano. En este caso, se trata del asesinato de un maestro y su mujer que no militaban en ningún bando, y que marcará toda la vida del hijo huérfano.
VERANO DEL 36
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
MACHADO
José María y Valeriana,
naturales de Hervás y Aldeanueva del Camino
(Cáceres),
fallecieron algún día
del verano del 36,
poco antes de que las fuerzas sublevadas
llegaran a la ciudad.
Nadie sabe dónde están sus cadáveres.
Ni sus nombres. Nada.
No murieron
ni por Dios ni por España.
Alguien que no consta
ni en las listas de vencedores
ni vencidos
los sacó de casa
y los apeó de la vida
brutalmente
una noche de verano
del 36.
No sabemos
si llegó a salir la luna
o estuvo nublado todo el tiempo.
Tampoco sabemos
si cayeron de bruces
o lo hicieron de perfil.
Cayeron,
aunque no fuera
ni por Dios
ni por España.
Ni ellos ni sus asesinos
forman parte de la memoria.
Materia de olvido.
Ni vencidos ni vencedores,
solo un vacío en el registro de la historia,
en las listas de ausentes
y en las de las reivindicaciones.
Ni papeles. Ni cruces. Ni cementerios.
Silencio.
Ni por Dios
ni por España.
***
Días después
—ni por Dios ni por España—,
Luis, un muchacho
a punto de cumplir
los 15 años, recibe
la noticia
y el reloj de José María
rescatado de las ruinas.
Ni por Dios ni por España.
Solo rabia.
Y rencor.
Ciego de ira,
deja el internado
y se apunta a matar rojos.
Ni por Dios
ni por España,
por venganza.
***
No conocí a mis abuelos.
Unos pocos hombres malos
—ellos se creerían buenos—
una noche los mataron.
Pero El espesor de la herida es, fundamentalmente y por encima de todo, un poemario pacifista, un grito de dolor ante la guerra, todas las guerras, y una reivindicación apasionada de un mundo que sea capaz de resolver sus diferencias sin recurrir a la violencia.
El espesor de la herida ha sido redactado en el deseo, sin duda ingenuo, pero fervientemente sincero, de que algún poema de los que en este librito se recogen sirva para modificar alguna conciencia. Quisiera creer que cumple la intención e, incluso, puede llevar a alguien a territorios del pensamiento próximos a los que defendían Gandhi, Luther King o Mandela.
El espesor de la herida ha sido redactado en el deseo, sin duda ingenuo, pero fervientemente sincero, de que algún poema de los que en este librito se recogen sirva para modificar alguna conciencia. Quisiera creer que cumple la intención e, incluso, puede llevar a alguien a territorios del pensamiento próximos a los que defendían Gandhi, Luther King o Mandela.
La banda sonora:
El recitado con la música:
VERANO DEL 36
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
MACHADO
José María y Valeriana,
naturales de Hervás y Aldeanueva del Camino
(Cáceres),
fallecieron algún día
del verano del 36,
poco antes de que las fuerzas sublevadas
llegaran a la ciudad.
Nadie sabe dónde están sus cadáveres.
Ni sus nombres. Nada.
No murieron
ni por Dios ni por España.
Alguien que no consta
ni en las listas de vencedores
ni vencidos
los sacó de casa
y los apeó de la vida
brutalmente
una noche de verano
del 36.
No sabemos
si llegó a salir la luna
o estuvo nublado todo el tiempo.
Tampoco sabemos
si cayeron de bruces
o lo hicieron de perfil.
Cayeron,
aunque no fuera
ni por Dios
ni por España.
Ni ellos ni sus asesinos
forman parte de la memoria.
Materia de olvido.
Ni vencidos ni vencedores,
solo un vacío en el registro de la historia,
en las listas de ausentes
y en las de las reivindicaciones.
Ni papeles. Ni cruces. Ni cementerios.
Silencio.
Ni por Dios
ni por España.
***
Días después
—ni por Dios ni por España—,
Luis, un muchacho
a punto de cumplir
los 15 años, recibe
la noticia
y el reloj de José María
rescatado de las ruinas.
Ni por Dios ni por España.
Solo rabia.
Y rencor.
Ciego de ira,
deja el internado
y se apunta a matar rojos.
Ni por Dios
ni por España,
por venganza.
***
No conocí a mis abuelos.
Unos pocos hombres malos
—ellos se creerían buenos—
una noche los mataron.
***
Gracias por este buen rato!!! Y la música, otro puntazo
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