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sábado, 15 de julio de 2023

LA HISTORIA ESCRITA EN LOS NOMBRES DE LAS CALLES


No suelo fijarme en los umbrales de ningún portal ni ando buscando información histórica sobre la ciudad. Me encontraba esperando justo al lado de este portal cuando miré casualmente al suelo y me encontré con esta curiosidad, no sé si debida al interés por preservar la memoria, a la intención de mantener una información rigurosa o a la de facilitar el trabajo de la gente de correos y repartidores varios. 

En rojo, el portal y la calle.
Del libro Crecimiento y estructura urbana de San Sebastián.
María Jesús Calvo Sánchez (1957-1982).

Desde luego, el detalle del vecindario —si es iniciativa suya, que no lo sé— al incluir todos los nombres que la calle ha tenido desde 1866 hasta hoy es, cuando menos, original, y sirve para orientarnos en el devenir de la ciudad y en las inclinaciones y preferencias de quienes se encargaron de nombrar las calles.

El siglo XIX fue un siglo convulso en la historia de España. Estamos en la parte final del reinado de Isabel II y nos encontramos con continuos cambios de gobierno, una crisis financiera —precisamente en 1866—, una sublevación militar —la del cuartel de San Gil—; en fin, cosillas para tener entretenido al personal y que desembocarán en la revolución de 1868. De hecho, me sorprende que entre 1866 y 1931, se mantuviera el nombre de la calle sin ningún cambio. Ah, y no he mencionado las guerras carlistas.

Y si el siglo XIX fue inestable desde el punto de vista político-social, qué se puede decir del XX. Supongo que es el cambio de régimen que sobreviene con la II República el que origina que la calle sea renombrada como Pi y Margall, primer presidente de la I República. Y luego llega la convulsión total: la guerra civil. En septiembre de  1936 ya había sido tomada la capital por el ejército sublevado. Cambio de nombre al año siguiente según la tendencia política del momento: Hermanos Iturrino.

En el 75 muere el dictador. Otro cambio político importante: constitución, estatutos, legalización de partidos políticos, reconocimiento de las lenguas nacionales..., y se produce el, de momento, último cambio de nombre: Arrasate. Este, mucho más neutro que todos los anteriores, pues es el nombre de una importante población de la provincia, lo que evita que haya partidarios y detractores, como tantas veces ocurre con las personas y sus adscripciones ideológicas. 

¿Seguirá siendo así dentro de unas cuantas décadas? No sé lo que el futuro nos depara; lo que la inscripción nos ofrece es una breve e intensa lección de historia.

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