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jueves, 25 de mayo de 2023

¡ABAJO LAS ARMAS!, Bertha von Suttner

Nunca hubiera imaginado que una moneda pudiera ser el origen de una lectura, pero a mí me ha ocurrido. 

El martes de la semana pasada, mientras estaba en Burgos, con la devolución de los cambios que me dieron en un restaurante, vino esta moneda. No la conocía y quise saber de qué país era y quién era la mujer que en ella aparecía. La respuesta fue rápida y sencilla e inmediatamente despertó mi interés por esta mujer de la que no tenía ninguna noticia: Bertha von Suttner.  Escritora, pacifista y premio nobel. Y yo sin enterarme. Una vez en casa, miré a ver qué biblioteca podía tener la novela con la que había conseguido un éxito notable en su época. Fui inmediatamente a por ella. Ayer mismo la acabé. Nunca una moneda me había llevado hasta una obra literaria ni me había ofrecido tan grata sorpresa.

Ejemplar del KM

No voy a contar nada sobre esta mujer extraordinaria, porque enlazado con su nombre tenéis la entrada que Wikipedia le dedica. Ahí se cuenta lo más destacado de su biografía. Sí me pareció curioso llegar a la última página del estudio introductorio que hace Olga García y encontrarme con la fotografía de la misma moneda que a mí me llevó hasta el libro. Casualidades. Y ahora vayamos con la novela.

Si entre los diferentes méritos de una novela situamos el entretenimiento y el interés por la trama, ¡Abajo las armas! los posee. Si además buscamos una historia comprometida con una idea y que la exponga de forma clara y directa, también. Si lo que más nos interesa es que tenga capacidad de emocionarnos, lo mismo. Todo eso lo tiene y en cantidades generosas. Desde luego no es una novela vanguardista —las vanguardias no habían aparecido en 1889— ni persigue experimentar con la escritura y el estilo, es una novela que se encuadra muy bien en su época, la del naturalismo, (para mi gusto, le sobra un poco de romanticismo, pero esos son mis gustos) y, por encima de todo, es absolutamente eficaz en su objetivo: denunciar con prístina valentía y eficiencia sobresaliente la irracional barbarie de la guerra en un tiempo y un lugar —segunda mitad del siglo XIX, Imperio austrohúngaro— impregnado hasta el tuétano de militarismo.

Igualmente eficaz y muy positivo me parece todo el punto de vista sobre el que se apoya el relato. Parte de lo más próximo e inmediato, es decir, de las personas a las que se quiere —¿existe alguien que no quiera a nadie, que no desee salvar la vida de alguien?— para evidenciar lo que el sinsentido de la guerra quita a cada ser humano, a cada familia, a la sociedad. Y para ir acrecentando de forma natural la conciencia pacifista de la protagonista. A partir de ahí se va construyendo el rechazo de la protagonista a la guerra... en medio de una sociedad y una familia austríaca muy tradicional y defensora de la idea del conflicto armado como resolución de las diferencias que atañen a los Estados —el padre es un general retirado, la tía una devota y todo su entorno pertenece a la rancia nobleza—.

Dos citas:

Este falaz conjunto de verdades eternas de la página 302 que atribuye al padre como representante ideal de la sociedad militarista, pero que, desgraciadamente, puede considerarse todavía hoy, 2023, en vigor entre una parte importante de la población mundial:

1) Las guerras las dispone Dios, Señor de los Ejércitos, véanse las Sagradas Escrituras

2) Siempre ha habido guerras, y, por consiguiente, siempre las habrá.

3) Sin este diezmo ocasional de la población, la humanidad crecería de forma desproporcionada.

4) Períodos continuos de paz producen relajamiento y debilitan, y como las aguas estancadas, acaban en corrupción y, especialmente, degeneran la moral.

5) Las guerras son el mejor medio para poner en práctica el autosacrificio, el heroísmo, en una palabra, para fortalecer el carácter.

6) Los hombres siempre se pelearán. La perfecta armonía de todas las pretensiones es imposible, dado que los diferentes intereses lo impiden; por tanto, una paz eterna es en sí una contradicción.

Y esta bella sentencia que la protagonista atribuye a un poeta que no nombra: 

A la manera que la bóveda celeste parece formada por un solo zafiro inmenso, así la grandeza moral del hombre reposa sobre una sola cualidad: la bondad (p 334).

Ha sido un auténtico placer el descubrimiento de esta novela escrita por una mujer valiente y abnegada como pocas. 

***

¡Abajo las armas!

3 comentarios:

  1. Gracias Jesús por este precioso descubrimiento. Yo tampoco conocía a esta mujer. Las mujeres siempre nos vamos quedando fuera del foco, así que agradezco también que la hayan puesto en una moneda y tu curiosidad que nos la ha rescatado y traído a la luz.

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    1. Muchas gracias, Ana, por tu comentario.

      Jesús

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  2. Jordi Martín Mateo18 de abril de 2024, 1:41

    Cuando subió al poder aquel fascista austriaco llamado Georg Haider, publique una carta en "El Periódico de Catalunya" en la que elogiaba la figura de tan entrañable mujer. Lo que no había reparado es que la pusieran en las monedas de 2 euros. Un merecido homenaje!

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