El día ha vuelto a mostrarse obsequioso. Lo he pasado en Tudela, Navarra, y es que la ciudad es en sí misma un regalo, pero ese asunto lo dejaré para más adelante, pues necesita una atención más detallada.
Hoy, como véis, los obsequios han venido en forma de seres vivos. El primero se me ha ofrecido junto al Ebro, y no me he dado cuenta de que el cigoñino andaba por ahí hasta que, ya en casa, he descargado la imagen y la he visto en pantalla grande. El segundo, en cambio, se ha hecho notar con un ligero maullido mientras admirada la portada de la iglesia de Santa María Magdalena. He vuelto la cabeza y, ahí estaba, en la ventana del segundo piso, como diciendo "sí, sí, mírala bien, que merece la pena".
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