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sábado, 10 de diciembre de 2022

LOS MIL METROS MÁS ARTÍSTICOS DE LA CASTELLANA MADRILEÑA

Toros ibéricos. Alberto Sánchez (1895-1962).

No se puede decir que tuviera mucha suerte el día que pasé por Madrid. El Museo de escultura al aire libre se encontraba en obras como bien puede verse:

La sirena varada. Eduardo Chillida (1924-2002).


Proyecto para un monumento IV B, Palazuelo (1952-2004).
Al otro lado del muro, Subirachs (1927-2014).
Estructura permutacional, Sobrino 81932-2014).

Mère Ubu, Miró (1893-1983).
Proalí, Martí (1925-2010).

Siguiendo hacia la Biblioteca Nacional, en la misma acera de la izquierda en sentido bajada, se encuentra una de esas magníficas cabezas de Plensa que tanta paz transmiten y tanta belleza derrochan. 


Es la cabeza de Julia, un decorado de lujo que colabora con el cielo azul y las blanquecinas nubes rotas.


Pero todas esas esculturas ya las conocía. Había pasado por allí para volverlas a disfrutar y que me dejaran nuevos recuerdos o que avivaran los de otro tiempo. La sorpresa, porque ignoraba su existencia, fue encontrarme a pocos metros de la niña Julia al pasaitarra Blas de Lezo (1689-1741). Allí estaba él sobre su pata de palo —la de carne y hueso se la arrancó una bala de cañón en la batalla de Vélez-Málaga—, en la otra esquina de la plaza, la que da al Museo Arqueológico.


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