Pasajes. |
Hay momentos en que naturaleza y obra humana conjugan bien su existencia. Tierra, agua y aire disponen sus mejores modos para que hasta la herida en el paisaje de la acción humana no parezca tal, sino que se manifieste incluso como algo hermoso y deseable.
No siempre es así, pero cuando ocurre, cuando el verde monte y el azul cielo se acicalan de sí mismos y la mansa mar refleja sus bellezas, yo me dejo enredar como un niño por el dócil transitar del tiempo y, mientras dura el embeleso, tengo la impresión de que el mundo está bien hecho.
Esos breve instantes de eternidad son lo más parecido al gozo que recibo ante la creación humana deslumbrante, lo más parecido a eso que en el budismo se conoce como sukha.
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