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viernes, 21 de octubre de 2022

JOYAS LITERARIAS PARA LOS NIÑOS


En librería de viejo.
Las antologías tienen la virtud de reflejar un momento, una época. Es cierto que en la actualidad se publican muchas antologías y muchas de ellas circunscritas a un estilo, un grupo, un género, una tendencia muy determinada y reducida. Pero por pequeño que sea el ámbito que recogen, siguen siendo hijas del momento. 

Bien distinto era el carácter que tenían aquellas antologías escolares preparadas para que sirvieran de lectura en las escuelas, de lectura, sobre todo, en voz alta. Independientemente de quién las preparara, la intención siempre era la de intentar recoger una visión panorámica de la literatura y ofrecer una pequeña biblioteca en un solo volumen, pues ninguna escuela podía permitirse el lujo de adquirir por su cuenta suficientes libros como para disfrutar de una. 

Esta que me regalaron hace poco tiempo es una publicación de 1922 —la primera edición corresponde a 1910—, exactamente de hace un siglo. Inclinaciones bibliófilas aparte, para las que no dispongo ni de dinero ni de espacio ni de apetencia, de ella me interesan especialmente un par de cosas, ambas relacionadas con su título, lo de joyas y lo de niños. Y aquí es donde entra lo de las épocas.

Tendemos a creer que cuanto hacemos y pensamos durante el breve periodo que abarca nuestra propia vida es, más o menos, lo que se hacía y se pensaba en otros momentos de la historia. Proyectamos nuestros criterios, gustos e inclinaciones sin pararnos a pensar que acaso no sean los mismos de los que marcaban las costumbres y las acciones de la sociedad de hace, por ejemplo, tan solo cien años.

Un vistazo rápido al índice nos coloca inmediatamente ante las joyas: Martínez Sierra, Piernas y Hurtado, Sawa, Fernández GriloSelgas Carrasco, de Trueba, Delgado, Gallego, Lafuente, Lista, padre Mariana... ¿Quién se acuerda hoy de ellos? ¿Quién los lee? ¿En qué manual de literatura los podemos encontrar? Desde luego, no en las antologías que acompañaban como material de lectura hace unos pocos años a los manuales de literatura de bachillerato. Mucho menos en las antologías que hoy se preparan para los centros de primaria o secundaria.

Lo de niños también tiene su aquel. Y no me refiero al uso del género masculino, sino a la edad de las criaturas a las que iba dedicada la publicación. Los textos que aparecen recogidos, tanto de joyas del momento como de joyas más estables y duraderas, difícilmente soportarían la lectura por parte de alguien que no tenga cierta formación literaria y probablemente más de veinte años. es decir, cierta madurez lectora.

Y no se trata de que el antólogo, Félix Martí y Alpera, fuera un pésimo antólogo. Si consultáis otras publicaciones similares de la época, os daréis cuenta de que todas son muy parecidas. Lo que durante el primer tercio del siglo XX se consideraban textos adecuados para instruir a la infancia poco tienen que ver con los que hoy consideramos adecuados para esa función. Ni la escuela, ni las costumbres, ni la sociedad, ni la educación, ni la literatura son las mismas. Tener esto en cuenta nos ayudaría a comprender mejor no solo el porqué de esas publicaciones sino la sociedad misma de épocas anteriores a la nuestra.

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