Editorial |
Todo el poemario discurre leve, pausado y meditativo, como un paseo sin prisa en el que se está disfrutando de cada objeto, de cada paso, de cada segundo. Y a ese aire íntimo y sosegado le sienta muy bien la prosa poética por la que ha optado con gran acierto la autora. En mi opinión, el discurrir del tiempo y la mirada ganan así en solvencia y profundidad, se hacen más a sí mismos.
Pero basta de palabrería. Leedla a ella:
LA POESÍA RESISTE
Flor de esparto, he subido al montículo para estar contigo, dame intemperie y acepta la mía. Toma lo que soy, mi mano y rózala desde la flor. Digo que la naturaleza enamora en paralelo a mi insignificancia.
CREPÚSCULO
Esta palabra, ¿adónde me llevará? Eco suma eco a la altura de los años. Lo que fue aurora ya es crepúsculo, se hace timón, para eso está la escritura desesperadamente alzada, la montaña que se despide de lo iluminado donde los aros de traslación. Estoy en el confín de oeste mayor ofrecido en líneas no sangradas, multiplica lo que quieras antes de hacerse oscuridad.
No es literatura unir crepúsculo y aurora. Hasta que prende el vocablo ha sido veredicto estar en la trama de orígenes, velos deshechos, zumbidos de insectos, ríos que con intención se bifurcaron hacia vaguada para no entrar en sal, todo por horizontes del versátil mundo, lo ha volcado el tiempo, discurre hacia final humano, ahí se clava la escritura y hace estragos de sí misma.
La aventura de creación busca hilos cuando insustituibles son alrededor de lo vivo, conjugado, maltratado si es preciso, Ósmosis. Poesía es decir qué bárbaro azar, qué insumisión deseada por los menos inocentes.
¿Seguir? La hora me avisa del desgaste del cuerpo.
LA SEÑAL
Trilla ya no existe, sí el rescoldo de aquel sol aplastado en el suelo, sobre una madera con guijarros blancos incrustados, gira y gira mi cuerpo adelantándose al pan. De pie o tirada cara al cielo he sentido la gloria de los pasos en la esfera, los puntos cardinales radiantes a cada vuelta. Allí pudo nacer mi sed de poema, con la cabeza del polvo que cogían mis rizos, brazos en forma de alas y dedos marcando pequeños surcos al compás de un mundo movido en la paja. Pudo nacer lo por venir. Allí la señal me dijo: trillarás en otro sol, en el dilatado de sombras, parvas que te harán cicatriz en el pecho y más, en la boca multiforme de los días.
Esa boca herida regresa como la sangre rural sabe hacerlo a pleno ser cuando el paso de los años ha penetrado el cuerpo del poema.
Trilla ya no existe, fue en aquella niña que desmenuzó brillos del suelo subida a la oración dando vueltas en su oeste superlativo.
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