Que la contrucción de Frank Gehry para acoger obras de la colección Guggenheim en Bilbao es un edifico poderosamente atractivo no lo discute nadie. Incluso algunas voces maliciosas dicen que el auténtico arte está en él mismo y no lo que guarda dentro. Lo cierto es que el famoso arquitecto anduvo buscando durante bastante tiempo una piedra que fuera consistente y que, además, tuviera un color similar a la arenisca de los edificios que se encuentran en las orillas de la ría.
Después de muchas vueltas, encontró el tono que buscaba nada menos que en la Sierra de Marmolance, cerca de Huéscar, Granada. Allí se encontraba una roca sedimentaria que se había formado por el depósito de animales marinos que vivieron hace entre 120 y 135 millones de años. Fueron a apara al fondo marino. Con el paso del tiempo y la presión correspondiente se transformaron en fósiles.
De allí se trajo el arquitecto unos 95.000 metros cuadrados con los que forró paredes y escaleras. Hoy se conoce como caliza Guggenheim y está presente en multitud de edificios de prestigio en todo el mundo. Sin embargo, esta piedra caliza va más allá de la belleza de su color o de ser la envoltura, junto con el titanio, del museo más visitado de la ciudad, porque está llena de vida.
Como recordaba el profesor de la UPV, Javier Murelaga, a El Correo en 2008, las escaleras, las paredes interiores, exteriores y los suelos están plagados de erizos y algas rojas fosilizadas. El edificio nos aporta mejores ejemplos que los libros. No es fácil tener ante nuestros ojos el corte de un animal fosilizado, y por cada metro cuadrado hay miles de cortes diferentes del mismo tipo de fósil.
Cuando vayáis al museo, recordad que estáis transitando por un espacio lleno de vida. Fosilizada, sí, pero vida que pobló el antiguo océano de Tetis, y que cuando la presión de las placas hizo aflorar el fondo marino y convertirlo en superficie terrestre, nos propicio unas canteras de donde obtener el suelo que hoy pisamos. Un suelo lleno de recuerdos de aquellos seres vivos que hace millones de años poblaban la aguas del mar y que sirven para recordarnos que somos parte de ese hilo de vida, larguísimo y ubérimo, que se va transformando con el tiempo.
Nota: Los tres fósiles se localizan en la parte baja de la escalera de acceso a la entrada al museo, en la zona de abajo, a la derecha. Miden más de 30 cm cada uno de ellos.
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