ZARAGOZA, GOYA Y ALGO MÁS

 Aquí se me detuvo el corazón. Estábamos visitando el Museo de Goya. No es el Museo del Prado, pero tiene una excelente colección. Habíamos salido de ver caprichos, desastres y demás tintas y aguafuertes cuando estalló la noticia. Putin había comenzado a invadir Ucrania. Me había resistido a recoger apuntes de los Desastres de la guerra. Ya no tengo la capacidad de mirar sin que me afecten como cuando era bastante más joven. Ahora me hacen daño. De las dos series, prefiero Los Caprichos. No tienen esa tremenda carga violenta de odio y rencor. A veces, es cierto, pueden ser brutales, pero se inclinan más del lado irónico e incluso humorístico, pero ya digo, los hay también muy duros. En cualquier caso, que a mí me aturdan y me hagan daño no tiene la culpa Goya, sino mi escasa capacidad para ver escenas violentas, que, según parece, va disminuyendo con la edad.

Pero el Museo de Goya tiene muchas más obras que las del genial mañico. La planta tercera está dedicada a lo que han titulado como El legado de Goya. Ahí podéis encontrar obras de pintores influidos directamente por su manera de pintar o por otras cuestiones, ya sean técnicas, semánticas o compositivas. Y como no quiero darle vueltas al tema ni ennegrecer más de lo que está la situación, os dejo este par de lienzos, extraordinariamente luminosos y de una belleza indiscutible. El primero es de Mariano Barbasán Lagueruela (1864-1924), un paisajista y costumbrista con toques hiperrealistas antes de que el movimiento existiera y del que me encantó la luz de esta Calle de un pueblo de Toledo.

El otro es este bodegón abstracto de Ramón Lapayese del Río (1928-1994):

Ni que decir tiene que el museo ofrece mucho más que lo que aquí muestro, pero no quiero ser injusto con la ciudad y dedicarle mi recuerdo solamente al museo. Zaragoza está llena de rincones fascinantes y de lugares entrañables. Ni voy a encomiar los grandes monumentos arquitectónicos de los que podéis encontrar mucha información y muy buena en multitud de páginas. Tan solo tres apuntes de esos espacios a los que seguramente un turista accidental no suele prestar atención:

1) El reloj de sol más gigantesco que conozco (¡46 metros de aguja!). Tiene un círculo marcado en el suelo con el que se puede saber exactamente la hora que es, calibrada hasta el minuto. Se encuentra en el Parque de Oriente, al lado del Puente de la Unión. Imprescindible para aficionados a la astronomía, a los relojes de sol y a las construcciones singulares.

2) La Escuela Museo de Origami (EMOZ). Un lugar sorprendente, donde puedes encontrar esculpido en papel cualquier cosa que pu8edas imaginar, hasta la pilarica o el mismísimo César Vallejo.

En el patio del edificio (es una iglesia reconvertida), también podréis disfrutar de una escultura del gran Arnaldo Pomodoro, el de la famosa Esfera dentro de esfera, que si habéis viajando un poco buscando obras de arte seguro que la habéis visto, porque se encuentra en varios centros culturales del mundo. La obra es Torre a spirale. Fue donada por el artista.

Y 3) Para amantes de la filología, las palabras, los diccionarios, las bibliotecas y el trabajo bien hecho, ficha a ficha y letra a letra... 

Sí, María Moliner, la mujer que compuso el mejor diccionario al uso del español, era bibliotecaria y de Paniza (Zaragoza). Yo todavía sigo teniendo a mano su diccionario, a pesar de internet. Me hizo mucha ilusión ver que en su tierra le han dedicado una biblioteca. Supongo que habrá más, pero a mí me hizo ilusión encontrarme con esta. Está en la misma Plaza San Agustín donde también se halla el Museo de Origami.

Seguramente pensaréis que soy un bicho un poco raro, pero no puedo evitar emocionarme con estos detalles tan poco prácticos. Por otra parte, no creo que tengáis ningún problema para encontrar cientos de guías en papel o digitales que os orienten acerca de dónde comer, beber, o encontrar diversiones más mundanas. Y no dejéis de visitar la Aljafería... por dentro.

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Путин, немедленно останови войну!