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miércoles, 10 de noviembre de 2021

AMSTERDAM, Iam McEwan

Con Amsterdam he tenido mis dudas. No sabía si debía dejar constancia de él antes de que se fuera de casa. Al final, me he inclinado por hacerle una pequeña despedida y señalar algunas de sus virtudes.

Esta novela breve —poco más de 200 páginas en mi edición— no es la mejor de McEwan, pero se lee bien y tiene esa típica irrupción de algún hecho sorprendente en la vida de los personajes que tan bien funciona para despertar el interés lector. 

Aquí nos encontramos con cuatro hombres (tres amantes y un marido) que han tenido relación sentimental con Molly, quien acaba de morir, lo que hace que ellos coincidan en el entierro: Clive Linley, famoso compositor, Vernon Halliday, editor de un periódico sensacionalista, Julian Garmony, ministro de Exteriores, y George Lane, marido de la difunta y editor adinerado. Los dos primeros son amigos. De todos ellos podríamos decir que no son las mejores personas del mundo.

La historia está escrita con una prosa eficaz y sin adornos, y sirve para mostrarnos el Londres más rutilante y lleno de vanidades de los años 90. Por supuesto, no es nada despreciable el uso de la sátira ni el toque psicológico con que el autor acostumbra a construir sus personajes. A medida que avanzamos en la lectura, vamos descubriendo los problemas morales que se plantean, aunque el resultado predecible de la historia los aplana bastante y es lo más flojo de la misma.

Para pasar el rato una tarde de lluvia y frío cuando no se tenga a mano ningún clásico.

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