Editorial |
Después de un año y medio volvemos a retomar las tertulias en la CDL, y lo hacemos con la poeta que estaba programada para la sesión de abril que fue suspendida: la poesía de Gabriela Mistral.
Gabriela Mistral (1889-1957) fue la quinta mujer que recibió el Premio Nobel de Literatura y la primera persona de América Latina. La Academia Sueca justificó su decisión así: Por su poesía lírica que, inspirada en emociones poderosas, ha hecho de su nombre un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano (nobelprize.org).
Leer su obra es muy fácil porque no solo se encuentra en cualquier biblioteca, sino que está recogida en numerosos portales y espacios digitales, especialmente en el muy cuidado y perfectamente organizado Memoria Chilena, de la Biblioteca Nacional de Chile.
Este raro y abnegado trabajo de la hispanista Satoko Tamura, recientemente fallecida, a mí me resultó especialmente atractivo cuando lo leí hace unos años. En él estudia minuciosamente la génesis y el desarrollo de cada soneto, así como todas y cada una de las particularidades creativas y experenciales que la autora intentó reflejar en ellos.Ejemplar del KM
LOS SONETOS DE LA MUERTE
I
Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.
Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.
Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvareda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.
Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!
II
Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir...
Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente...
¡y después hablaremos por una eternidad!
Sólo entonces sabrás el por qué no madura
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.
Se hará luz en la zona de los sinos, oscura;
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir...
III
Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él...
Y yo dije al Señor: -"Por las sendas mortales
le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!
¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor"
Se detuvo la barca rosa de su vivir...
¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?
¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!
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