Y sigo, mira por dónde, con el latín.
Me entero de que han abierto un nuevo mirador en Donosti y me acerco a ver la nueva perspectiva desde el centro de la ciudad. Las alturas me gustan y me gustan los miradores. Esa tonta e infantil sensación de tener el mundo a los pies me agrada. Todavía no son las 10 de la mañana, la temperatura es agradable, la luz es buena y el mirador está prácticamente vacío.
He subido en el ascensor de la calle Easo. Después de recorrer el amplio mirador, giro y paso por delante de la fachada del antiguo Monasterio de San Bartolomé (nunca lo había visto) y me fijo en las leyendas que tiene grabadas. La de la izquierda dice: Vere non est hic aliud nisi domus Dei et porta coeli. Gen. 28, 16-17. Efectivamente, casi la puerta del cielo... donostiarra. Y el cielo acompaña.
Voy al Génesis. El versículo completo dice así: Y atemorizado, (Jacob) añadió: "¡Qué terrible es este lugar! No es sino la casa de Dios y la puerta de los cielos". Astutamente suprimieron la primera frase de Jacob; si no, la invitación a pasar dentro de la iglesia hubiera sido una terrible advertencia.
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