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martes, 20 de julio de 2021

NERUDA, ODA A LA MAGNOLIA

Esta no está en Brasil, sino en Donosti, pero seguro que allá donde viváis encontráis más de una.


Aquí en el fondo
del Brasil profundo,
un magnolia.

Se levantaban
como
boas negras
las raíces,
los troncos
de los árboles
eran inexplicables
columnas con espinas.

Alrededor
las copas
de los mangos
eran ciudades
anchas, con balcones,
habitadas por
pájaros
y estrellas.
Caían
entre las hojas
cenicientas, antiguas
cabelleras,
flores terribles
con bocas voraces.
Alrededor subía
Librerías
el silencioso
terror de animales, de dientes
que mordían:
¡patria desesperada
de sangre y sombra verde!

Una magnolia
pura,
redonda como un círculo
de nieve,
subió hasta mi ventana
y me reconcilió con la hermosura.
Entre sus lisas hojas
—ocre y verde—
cerrada,
era perfecta
como un huevo
celeste,
abierta
era la piedra
de la luna,
afrodita fragrante,
planeta de platino.
Sus grandes pétalos me recordaron
las sábanas
de la primera luna
enamorada,
y su pistilo
erecto
era torre nupcial
de las abejas.

Oh blancura
entre
todas las blancuras,
magnolia inmaculada,
amor resplandeciente,
olor de nieve blanca
con limones,
secreta secretaria
de la aurora,
cúpula
de los cisnes,
aparición radiante!

Cómo
cantarte sin
tocar
tu
piel purísima,
amarte
sólo
al pie
de tu hermosura,
y llevarte
dormida
en el árbol de mi alma,
resplandeciente, abierta,
deslumbrante,
sobre la selva oscura
de los sueños!

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