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jueves, 15 de julio de 2021

AMONDARAIN, AGITAR LAS IMÁGENES


Tengo que reconocer que no me atraía mucho acercarme hasta la Sala Kubo y he tardado un tiempo en pasar por ella, pero una vez dentro me ha parecido una exposición realmente divertida. Ese gigantesco despliegue de objetos de todo tipo, no solo tiene mucho humor, también posee un marcado toque irónico y unas buenas dosis de reflexión sobre el arte y su forma de expresarse.

Lo primero que sorprende en la sala de la derecha (la pequeña) es la proliferación de aviones de juguete (supongo que será realmente difícil contener a la infancia para que no se ponga a jugar con ellos). Si miramos con más atención, podremos descubrir —como nos indica el folleto de la exposición— algunos motivos alusivos a pintores próximos al artista.

Luego tenemos el conjunto de anagramas. Toda una serie de nombres evocadores de la historia del arte contemporáneo agitados, deshechos y reconstruidos. Juego de apariencias y de significados. Propuestas nuevas a partir de las posibilidades que ofrecen las letras. Además, altamente ingeniosos, vuelven a cargarse de humor.

Pero la sorpresa total llega en la sala grande. La abundancia es de tal magnitud, que al principio hasta resulta difícil decidir a cuál de las secciones prestar atención. Aquí encontramos un auténtico bazar de sugerencias, travesuras e incitaciones. Algunas de ellas resultan ser plásticamente muy atractivas. En otras predomina el elemento irónico. En todas hay un replanteamiento de la representatividad, un cuestionamiento de los límites del lenguaje visual, una revisión de lo que el objeto artístico puede manifestar una vez que ha sido descontextualizado, agitado, y bien agitado, además.


Acercaos hasta ella. Seguro que os arranca más de una sonrisa. E intentad encontrar la colilla escondida entre las rendijas metálicas del mueble sobre el que yace la pistola de óleo. Nada es lo que parece.



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